lunes, 28 de octubre de 2013

Blanca Esteve -2


Ilustración de  Blanca Esteve  para un texto de  Ramiro Rodríguez Prada.
Psilicosis. Éxitus. 2006.


CONDICIONES LABORALES


                                                  Difícil olvidar al minero que saltó, hacia las ocho
                                                  de la mañana, cuando yo aparcaba para entrar a
                                                  trabajar.  Sentí como si un colchón empapado se
                                                  estrellase contra el suelo. Cayó a la puerta de Sili-
                                                  cosis y estuvo allí un rato, tapado con una manta.
                                                  Salpicó de sangre la  persiana del despacho de la
                                                  enfermera jefe,  que me  había citado  a  primera
                                                  hora para anunciar una nueva vuelta de tuerca al
                                                  garrote al que ya estaba amarrado. 

                                                  Rígido frente a la jefa, la persiana, aún echada, a
                                                  su espalda;  al otro lado  seguía tendido el  paisa-
                                                  no, a quien conocía bien porque además éramos
                                                  tocayos, pero más que el cadáver veía la persiana
                                                  regada de sangre y escuchaba el sonido,  húmedo
                                                  y compacto,  de lo que entonces, cuando aparca-
                                                  ba,  no sabía  que  era  el cuerpo  de  un  hombre, 
                                                  mientras ella hablaba y hablaba y hablaba girando
                                                  la manivela.

                                                                
                                                               Ramiro R. P. Oviedo 1999-2006.

              A Berta Piñán, complemento agrio -salvaje- de su 
         Rosa y Ramiro.


Ilustración de  Blanca Esteve  para  Condiciones laborales. Psilicosis 2006.

Blanca Esteve -2


Buenos días. Un tiempo después del Éxitus, último número de Psilicosis, donde se publicaron las ilustraciones de Blanca, le escribí una carta para agradecer su colaboración y decirle algo personal sobre lo que me parecían sus dibujos. Le envié también un quesín asturiano, de buena voluntad, como suelo hacer con algunos amigos lejanos.

En la misiva le decía que la ilustración de hoy era la que más me había gustado de la revista. Sobre todo por la elección del blanco para expresar la muerte, por la entrada del dibujo desde el lateral de la página, por su punto de vista poético que dulcifica la brutalidad del relato, o por sus virtudes cinematográficas, que también están presentes en su tercera ilustración, a la que dedicaré otro capítulo.
Me lamentaba también de la calidad del papel, como hiciera Tania, que transparenta la siguiente página, como se puede ver en la fotografía central.

Agradeció tanto las pocas palabras y los breves elogios, que me dedicó su trabajo de animación de fin de curso, Mazurka (2009): Una bailarina de danza clásica va perdiendo sus miembros mientras baila una mazurca de Chopin...
En los créditos no figura la dedicatoria, pero ella se encargó de hacerme llegar una copia donde veo mi nombre junto a esa maravilla y me emociono; el trabajo, una delicada miniatura, me parece una preciosidad y yo no tengo palabras para agradecer eso...

He visto tres animaciones de Blanca Esteve: Animación para  A Film About Home (2008),  Mazurka (2009) y Espantapájaros (2011). Las tres se podían ver hasta hace tres meses en la página de Blanca en Vímeo. Siento mucho no poder poneros las tres o, cuando menos, esa Mazurca que tanto me conmueve.

Blanca Esteve.  Espantapájaros (2011)



Ilustración de  Blanca Esteve  en el Éxitus, último número de Psilicosis.
Para el texto Condiciones laborales de  Ramiro Rodríguez Prada.

Me voy con el sombrero de Buster Keaton, uno de los detalles cinematográficos a los que me he referido.

El tercer capítulo, con la ilustración de la mujer fatal, una Rita Hayworth peligrosísima, dentro de una temporada. Acompañaba un texto de Raúl Castañón del Río, Fusión en negro; tal vez escriba una historia nueva algo más corta.

Y os dejo la Mazurca de Chopin, banda sonora de la pieza de Blanca Esteve.

Chopin. Arthur Rubinstein.  Mazurca op. 17 nº 4.

http://www.youtube.com/watch?v=idbaPu1gDPg

Salud!

Ramiro Rodríguez Prada


P. D. ¡La Mazurca vuelve a estar en Vimeo, gracias Blanca!

Blanca Esteve.  Mazurca. 2009.

http://vimeo.com/8703794

Petons!

domingo, 27 de octubre de 2013

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Oviedo 2013.



Salí a tirar la basura



por estirar un poco las piernas, más que por auténtica necesidad. Hoy sólo tenía dos bolsas mediadas y hubiera podido pasar sin salir. Pero, al cabo de los años, esto casi ha llegado a convertirse en una rutina biológica, como cuando aprieta el hambre por la mañana a la hora del pincho, o las ganas de cagar tras la lectura de la prensa matutina. La bondad de la noche me recompensó el pequeño trabajo diario, porque la temperatura parecía más propia de un veranillo otoñal, que de un invierno anticipado de finales de octubre. Había en el aire fragancia de flores silvestres recién cortadas y todo invitaba a dar un paseo. Se oía música. Metí las bolsas en los cubos y seguí caminando hasta la cercana plaza. Junto al punto limpio -de esta confluencia de calles en un pequeño jardín, más que plaza, para ser exactos-, cuatro tipos de una charanga, trompeta, tuba, violín y acordeón, atacaban lo que me pareció una marcha fúnebre bufa. Algunos vecinos, animados por la dulzura de la noche, habían bajado sillas plegables de sus pisos y escuchaban el improvisado concierto, muy atentos y felices, rodeando a los músicos. En el espacio entre los espectadores y los intérpretes, éstos habían colocado una anticuada maleta de cartón, abierta; la reliquia de un bohemio trotamundos, tal vez el estuche del instrumento de un músico, ambulante como ellos, donde brillaban ya algunas monedas. Escuché tres temas, que parecían variaciones de una pieza para funeral. Eran lentos y tristones, pero sobre todo los tocaban tan mal que noté cómo se me iba bajando el vacilón de la salida y empezaba a deprimirme. La tortura a la que sometía el violinista a su pobre minino ¡ponía los pelos de punta! Dejé mi contribución y tomé las de Villadiego acompañado por los últimos compases de aquel requiem que, acercándome ya al portal, se iban perdiendo en la distancia.



Vinicio Capossela.   Il ballo di San Vito.





Salud y felices pesadillas.


ra

sábado, 26 de octubre de 2013

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Confuçao.


Salí a tirar la basura


y en esta ocasión cogí una pequeña linterna, porque llevamos una temporada en la que los apagones son muy frecuentes y no es la primera vez que me pierdo, hasta en el mismo portal, que no tiene el tamaño de un campo de fútbol precisamente. ¿Es un fenómeno paranormal? No, es una constatación de la relatividad del tiempo y el espacio y, en cualquier caso, de la inconstancia de la luz por la incuria de la compañía de electricidad. Esto pensando a mi favor, naturalmente. Sin embargo hoy no tuve problemas y el portal estaba iluminado como para una boda. ¡Unas veces por defecto y otras por exceso, siempre nos pasamos!, pensé saliendo ya a la calle. Y es que fuera sucedía lo mismo, parecía que era de día por la cantidad de luz que había. Cuando llegué al lugar de los cubos ya no estaban, debieron pasar más pronto de la cuenta los del camión. Por una cuestión de estética ciudadana el Ayuntamiento sólo permite que estén en la acera unas tres horas, de 9 a 12 aproximadamente. Me encogí de hombros y volví a casa, no me apetecía ponerme a buscar otro punto limpio y eran sólo dos bolsas con poca cosa, las sacaría mañana. Iba pensando todavía en lo pronto que habían pasado los de la recogida y al entrar en casa mi compañera me preguntó, con cara de extrañeza, qué hacía con las bolsas en las manos. ¡Ya pasaron!, contesté. ¿Quienes?. ¡Los del camión, cada día pasan más pronto, no deben ser ni las doce!. ¡Son las once!..., dijo ella mirándome como a un bicho, ¡De la mañana!...


Canteca de Macao.  Contigo.




Salud y felices pesadillas


ra

viernes, 25 de octubre de 2013

85


En la reserva.
Oviedo 2013.



Salí a tirar la basura



cuando todavía faltaban tres horas para que pasaran los camiones de la recogida, de hecho hacía pocos minutos que los repartidores de los cubos los habían depositado en la acera, frente a los portales. Lo sabía porque acababa de entrar de la calle y los había visto. Aproveché para salir antes de poner unas zapatillas con las que ando más cómodo por casa. El portal estaba a oscuras y en el corto trayecto hasta la llave de la luz me perdí. Empezaba a preocuparme porque no veía nada y caminaba y caminaba sin tropezar con una pared. Más que confusión sentía enfado, ¡qué enfado!, ¡cabreo neto y bruto!, ¿dónde cojones se había metido la pared? La fatiga enseguida hizo su aparición pues mis pulmones no aguantan más allá de unos cientos de metros sin que les dé un respiro. Tras una corta parada en la que no tenía donde apoyarme y en la que tampoco me atreví a sentarme en el suelo, quizá por temor a que anduvieran bichos, ratas, ¡qué sé yo!, eché de nuevo a andar. El lugar por donde me movía ahora parecía subir, o pudiera ser el cansancio, el caso es que fui reduciendo el paso cada vez más. No sé el tiempo que transcurrió, pensé en sentarme allí mismo ¡y que me mordiera san cristo! Ya totalmente difunto, así lo hice. Debería de haberme decidido antes de llegar a esos extremos de caquexia terminal, porque fue posar el culo en el frío suelo y sentir un alivio inmediato, como si se hubiera encendido una luz en la oscuridad. Y, en efecto, se había encendido, pero no en mi trasero. Era la luz de la calle cuando un vecino entró en el portal. No me dio tiempo a reaccionar, todo rodeado de bolsas allí tirado, porque estaba más muerto que si hubiera acabado de llegar a la cima del Everest. El vecino me miró, dijo buenas noches y cruzó delante de mí en silencio. Es de los discretos, confío en que no añada mucha leña al fuego de mi leyenda negra. ¡Y tan negra!: oí el ruido de los camiones de la basura, ¡llevaba tres horas perdido! Haciendo un esfuerzo titánico me incorporé esperando llegar a tiempo. Las piernas casi no me respondían, pero alcancé la puerta, la abrí y conseguí echar una carrerina. Entonces me di cuenta de que, con la ansiedad y el esfuerzo, no había recogido las bolsas del suelo. No hubiera llegado aunque las hubiera llevado, porque el último camión arrancaba ya a toda leche. Si me hubiera dado tiempo ¡creo que me tiro yo de cabeza en lugar de tirar las bolsas! No quería llorar, pero al entrar en casa me caían unos lagrimones como puños, ¡de pura mala hostia!



Superuva.   Voy para tu casa.



http://www.youtube.com/watch?v=CJ-tGvj43zg



Salud y felices pesadillas



ra


miércoles, 23 de octubre de 2013

Ο Γιώργος Καλογρίδης, Yiorgos Kalogridis -2


Kalogridis en Nueva York con Nikos Mastrás, 1968.
Fotografía en el CD nº8 de  Protomastores.

Καλογρίδης -2

Buenos días. Se me van terminando los Protomastores cretenses, me quedan un par de autores, después no sé por dónde seguiré, porque al resto los llevo escuchando apenas dos años y no soy capaz de reconocer ninguna canción.

He ido subiendo otros intérpretes, carrozas como Aerakis o jóvenes como Martakis, y unos cuantos más, para no repetirme siempre con los mismos que ya conozco, y es posible que, para no abandonar la etiqueta, siga por ahí. Veremos. 

Los tres panegiristas que escriben de Kalogridis, Adonis Sanudakis, escritor y profesor, Manolis Pandinakis, periodista, Yioryis Karatzis, poeta popular, hablan de su alta calidad como compositor, de la riqueza de sus melodías, de su brillante ejecución como liraki, y de su voz profunda, rara hoy día en el panorama musical de Creta.

Βαγγέλης Μαρκογιαννακης. Γιώργος Καλογρίδης.
Ηρακλειώτικες κοντυλιές.  Kontiliés de Iraclio.

http://www.youtube.com/watch?v=wdyHSOx5D8I

Pasión con mayúsculas, y sentimiento, alma, ve Karatzís, que ensalza, como Sanudakis, el estilo de Yiorgos, venido de una tradición ancestral, incendiaria y oscura a un tiempo, enraizada en la matriz de lo popular.

Las kontiliés anteriores son esas improvisaciones que tanto me prestan de la música cretense. Ya que las "fotos de las fotos", hay que decirlo así, todas sacadas del CD nº8 que Protomastores dedicó a Kalogridis, no son muy buenas, he dejado para este segundo capítulo las canciones que más me gustan.

Y en la siguiente, ese comienzo de la barka sto yialó (barca en el mar), el timoni y el kapetanios, a mí ya me ganó desde el principio sólo con esas pocas palabras. Y me gusta el recitado que, aunque sea el de un pentozali, danza guerrerame recuerda el de las kontyliés, de nuevo.

Γιώργος Καλογρίδηςvoz, violín. Βαγγέλης Μαρκογιαννακης, laúd.
Πεντοζάλια κρητικά.  Pentozalis cretenses.


Por otra parte pasa por ser un extraordinario intérprete de mantinadas populares (coplas, alboradas, improvisaciones...).

Si no la he colocado para cerrar es porque la grabación deja un poco que desear, las otras dos finales son registros algo mejores.

En 1966 emigró a Estados Unidos, como ya adelanté, y se instaló en Nueva York. Un ictus y la hemiplegia resultante en 1977, con 54 años, privó a la música tradicional cretense de uno de sus autores e intérpretes más genuinos y profundos. Las veinte canciones registradas en su carrera como músico lo fueron en la década del 46 al 56.

Νίκος Μαστράς, laúd. Γιώργος Καλογρίδης, voz y violín.  Αμαριώτικα Πεντοζάλια.

http://www.youtube.com/watch?v=8uFhzPY4FME

De fiesta en Spili, Σπηλι, su pueblo. 1951.

Murió en 1999 en Estados Unidos, sin haber podido regresar a la hermosa Creta.

Me voy con los dos versos que abren ese primer syrto grabado en Atenas en 1946, que encabeza el primer capítulo del día 21, Πολλές φορές στον ύπνο μουque lo haría ya un imprescindible de la música tradicional, no sólo cretense, sino también griega. Y un último tema.

Πολλές φορές στον ύπνο μου γίνεσαι σύντροφος μου,
και μου γιατρεύεις τις πληγές π΄άνοιξα μοναχός μου

Muchas veces en mi sueño te conviertes en mi compañero,
y curas las heridas abiertas de mi soledad

Γιώργος Καλογρίδης. Βαγγέλης Μαρκογιαννακης.
 Φτάνει η πληγή που μ' άνοιξες.  Llega la herida que se abrió para mí.


Salud y buena música

Barbarómiros