jueves, 31 de mayo de 2012

No nos toquéis los bankiones, mamones


Asturias 2012.

De fuentes secas generalmiente mal informadas.

Meten en la cárcel a los irresponsables de la gestión y el agujerón o soCABRÓN de Ban-kiá, empezando por el Ratín, o Ratón, no recuerdo el apellido pero sé que empieza por Rat, continuando con los miembros de su equipo de superlistos, también a los enCAGADOS de la vigilancia del dinero público, reguladores, mauladores y otros supervisores superciegos, incluído al presidente del Desfalco, no, del Manco de EsAPAÑA, o d'ESPEña, EspOÑA, EsPIÑA, EspUÑA, no sé algo asín.
Algunos piden también el cabezón (el glande, el más glande) del espabilao que lo nombró y el de las lumbreras actuales que lo mantuvieron en el cargo mientras sirvió a sus intereses.

Pagarán todos ellos con sus patrimonios y con trabajos forzados en la prisión, haciendo calceta y ganchillo a latigazo limpio y a pan y agua, que no da pa más, ¡y dad gracias!.
Como es previsible que no van a poder abonar (pagar, no ensuciar más, ¡cuidao con las cofuciones!), todo lo que enajenaron, ni en cien vidas, se obligará a currar también a sus mujeres, queridas, queridos y mamporreros. Sus hijos, nietos y bisnietos, sobrinetes, primos, amiguetes de timba y demás familia beneficiada por ellos heredarán la deuda que reste.
Se les concederá como premio a la constancia, sin ley, el título de Mamporreros Mayores del Reno (De Guante Blanco, real, que a mano limpia el asunto del reno da asquito) si lograran pagar lo que deben, que no caerá esa breva porque ye figo.

El Ratonazo Raitán (Petirrojo en casteLLANO) es de origen asturiano y, como todo el mundo sabe, un patriota. No sólo aceptó la sentencia con alegría, al ingresar en la Modelo se giró para saludar a los fans que lo acompañaban y gritó lleno de felicidad, ¡Arriba EsCOÑA y viva el RATU!.  No too er mundo lo entendió porque no todos eran asturiANOS, había mucho caZURRO que no sabía que el Ratu no era el propio gran Bankiero, sino el Rato, masculino de Rata, o Ratón, también llamado Conejo en otras provincias euroPEDAS.

De fuentes generalmente no informadas, o muy mal, se mira también al galego que okupa la cumbre del jodido estado (o estado jodido?), pero que no es franco. Ni leal ni sincero ni guapo, se come los mocos a poco que se resfríe y se le acusa de tapar los agujeros de los anteriores Rateros citados, con billetes de curso legal, a los ilegales los están maquillando. A poco que pise en ellos, Expania se va al fondo. Y pisar pisa con garbo que un relicario te voy a hacer, con el prepucio de Jesusín cuando lo circuncidaron. Que aquí en EsFACHAña tenemos, administrados por varios obiésporos pretrentinos en sus respectivas Sedes de Agua Mendita (mendaz?), habemus muchos metros de piel prepucial acecinada, ¡¿qué tamaño no tendría la lucera del rapaz?¡. Tampoco lo sabemos, pero era larga y divina de la muerte, sin duda.

A este juez que anda de Puerto Banús a la Meká con dinero del contribuyente, ¡ke Diver!, y amenaza con tirar de la manta y dejar con el culo al desgAire a sus kolegas del mantón, lo condenan a viajar con el rey de reyes "al continente de la negritude" (sic), solos, sin amantes ni odiantes, en cueros y con un puñal entre los dientes hasta que maten con él algún mono y se vistan con su piel.

Si lo consiguen se les devolverá la napionalidad escojoñola, pero no antes de entregar a este otro gallego de la tiara, el tal Roucoco o Roucaca Varelín o Valerón, ¿o ése es el ídolo del Depor?, bueno no impronta, el PresiMIENTE de la COJÓNferencia ENCISCOpal, no el prima(do)te de la Achanta Seve (rina), no antes de restregar, no, de entregar, digo, al galego rancio y rucador o roedor, el careto del mono apuñalado como señal de su arrepientoimiento, para que los purpurADOS fabriquen con ella más reliquias de toda la vida. Es un poco liOSO, sí, y es que no hay por dónde coño ni carajo cogerlo.


León 2011.

Ha dicho Rouquín que si pagan el IBI de sus ingentes propiedades no les quedará nada de liquidez, como a Titina Cervera, y no darán un duro a los pobres. Primero abandonarán a los homosexuales indigentes y Caritas bonitas se hundirá. Esto lo rebaten los dirigentes de la caridad diCiento que Rouquiño, el Presimiente, miente y sólo pone 5 (buevos) de los 270 kilos que maneja la cariá.

El siniestro Biendichoso del VatikANO anda ahora muy preocupado buscando traidores y no puede salir en defensa de la COJÓNferencia espantañola.

Que se den casos como el de Krahe, por ejemplo, que haya llegado a los tribunales, al lado mismo de el de todos estos mamones, engañabobos y ladrones que jamás se sientan en un banquillo, nos parece la mejor muestra de la imposibilidad de ordenar un lenguaje lógico, o siquiera algo coherente, en un corral de zumbaos como este. No hay palabras, no por la inefabilidad del asunto sino por el tamaño del descaro, GoiriGOTXArri!

¡Ay, estamos abandonados de la mano de san dios y la MERDEkel, y yo toy escuro y perdío, quiyo!...

'Great White Lie' by Liverpool band, The Cubical.

Salud y leña al mono.

Skylorómiros.

Rafia en la terraza


León 2012.

Buenos días. Aunque ya tenía preparada la entrada de hoy, también en esta etiqueta, ayer (30) Belén Lozano (crecer) puso en SC la foto de una rafia verde y como yo he estado estos días mentalmente en la terraza de San Justo, donde saqué también estas fotos, un poco ido con las sombras del invierno y tenía algunas imágenes parecidas a la suya, de esta pantalla del mismo material y color, pensé subir un par de ellas para no perder el diálogo de imágenes y palabras que mantengo con los colegas fotógrafos, que me gusta y me enseña.

En la fotografía de Belén parece verse la sombra de la silueta de un árbol detrás. Estas mías son más simples, me llamó la atención la luz del sol que se ponía detrás de la trama y le daba a ese colorín destellos muy psicodélicos.

El color de la foto es el de la primera, pero ahí no salen esos brillos a los que me refiero y eso era lo que me atraía más de la imagen, aparte de la textura del tejido y el color (en seco verde brillante, según antiguas cartas de colores), por esa razón manipulé la segunda hasta aproximarme un poco a lo que veía. Tampoco es esto, pero está más cerca de lo real que es, ni más ni menos, lo que uno siente.

Por otra parte no estoy seguro de que se trate de rafia, puede ser plástico que imita muy bien el aspecto del trenzado típico de aquella fibra natural, no soy tan experto. Más que el material concreto me interesaban, como dije, los efectos de la luz sobre él.

La rafia pasada por baño ácido. 2012.

Y vale por ahora ya que incluiré hoy también, quizá por la mañana, el post que tenía preparado y, entre los dos completan, más o menos, el trabajo de un día normal. Y para mí no es tan normal el día y estos de atrás menos.

La música que voy a poner en los dos capítulos de Perdío fue una sugerencia de José Luis (memoria química), que lleva unos días subiendo a su fotoblog imágenes de grupos que actuaron en la sala Belfast  de Santa Mª del Páramo, en León.
Y empiezo por una banda de la escena de Detroit, puro R&B, que suena a lo mejor de la música negra hecha por blancos, al estilo de Blind Fait, Eric Clapton..., pero más heavy, y americanos.

The Muggs. Slow Curve.
(Music Video by Jeffery T. Schultz)

Salud.

Ramiro.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Sombras en la terraza: invierno -3


San Justo de la V. León, febrero 2012.

88RRADAS


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Marcando la diferencia
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                           B                                                        a
                          
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Fenómeno


León, febrero 2012.
 

                                                a.-
                                              a.-
                                             a.-
                                            a.-                                                     blanco     
                                             a.-
                                              a.-
                                                a.-



Tiro al blanco


Los ex-enganches de la ex- parra.
León 2012.  


TnrIzPakñbElsuycÑjUMhHiKgvLdqmARoFpXfOlietC

El frente popular
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CNTAITFAIPCEJJCCCGTCCOOJGRPCTIRUHPORTIC

El ejército rojo
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bandas paramilitares
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1917

En números rojos

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Ya os hablé de las 88RRADAS. Cuando empecé con ellas el año 88 no tenía idea de ordenadores, y ahora poco, seguramente todas las posibilidades que estos ofrecen me hubieran venido de perillas en su día, porque letras y números estaban recortados de periódicos y revistas y pegados sobre cartulinas u hojas de papel.

No son más que entretenimientos infantiles sin pretensiones, pero el corta y pega era engorroso y me llevaba mucho tiempo, no es que entonces tuviera más que ahora, simplemente aproveché un accidente doméstico que me tuvo inmovilizado un par de meses. Y los años siguientes seguí con estos divertimentos.
Con el ordenador apenas he jugado por las mismas razones, escasez de tiempo. Veo que muchas de estas chorradas son fáciles de hacer y sobre todo se montan más rápido, pero el cortar y pegar aún ofrece más posibilidades, y nunca saltan las líneas como aquí.

En Psilicosis fui publicando algunas. En la revista varias estaban dedicadas a Joan Brossa, maestro de la poesía visual, que había fallecido el año 99. Hoy, que sigo floho, con ciertos problemillas de salud, vuelvo a ellas porque mucho más no puedo hacer. El ejército rojo y el tiro al blanco son nuevas.

Karaoke de pobres. Cantante callejero negro interpretando un Blues.


Salud.

Ramiro.

martes, 29 de mayo de 2012

Sombras en la terraza: invierno -2


San Justo de la Vega. León, febrero 2012.

A

A eso  de las cinco de la mañana me levanté y salí a la calle, no podía dormir, había estado dando vueltas en la cama y a todos los problemas que me cercaban, sombríos y amenazadores. Pensé que tal vez el frescor de la noche me ayudara a despejar los negros nubarrones que se cernían sobre mí, y un paseo largo a fatigar un poco el cuerpo para volver después al lecho. Todo eran sombras.

Pero la noche estaba espesa y caliente. Me interné por las callejuelas más oscuras y frescas de la ciudad buscando un poco de alivio. Los rincones en sombra exhalaban un vaho de fruta podrida y moho, las esquinas de las casas olían a orines. Un gato negro me salió al paso desde un solar oscuro y pensé en malos augurios, en pesadillas más tenebrosas que la oscuridad del barrio.

El calor no aflojaba, era denso, pesado y húmedo como el de una tormenta de verano. La ropa se me pegaba al cuerpo e iba caminando fatigosamente, paso a paso como una vieja cucaracha. Una sombra se deslizó al fondo de un callejón umbrío. Oí susurros y lastimosos quejidos y luego otra vez un silencio torvo como el que precede a un crimen. Quise regresar, dejar aquel deambular deprimente.

No tenía miedo y no porque sea una persona valiente sino porque pensaba que quién en esas calles podría dar más pavor que yo mismo, me vi reflejado en el cristal de un escaparate y no me reconocí. El cielo parecía cubierto y no se veía ni una mísera estrella, ni el más leve destello en esa capota nocturna impenetrable. Cuando volví a casa me arrastraba, aún más aplastado por las ideas.

Las farolas temblaban con una luz triste y mortecina. Cerca de los cubos donde suelo tirar la basura todas las noches, incluida ésta, pisé un excremento de perro y escuché una horrible blasfemia que debió salir de mis labios, pero también extrañé la voz, no era la mía. Me volví como adivinando una presencia ominosa a mis espaldas. Nadie. La misma soledad y aquel silencio mortal.


Notaba la suciedad de las calles adherida a la piel, el olor de las ratas pegado al cuerpo. Cuando me metí en la cama fue como si entrara en una fosa común, temblaba, sentía avanzar la negrura dentro del pecho, cómo las sombras iban tapando lentamente mi corazón. Me dormí al fin mientras mi alma se ocultaba tras una nube, semejante a una luna oscura y fatalista. A día siguiente todo había pasado. 


León, febrero 2012.

B


Bien sé que ni las noches de la ciudad ni la oscuridad me son propicias, por eso acostumbro a retirarme pronto y tengo por norma no acostarme más tarde de las doce. Pero esa noche no podía dormir, hacia las cinco de la madrugada me levanté y salí pensando dar un corto paseo por la misma calle donde vivo, sin dejar el barrio. Hacía calor y buscaba algo de frescura.

Enseguida me sorprendió la deliciosa temperatura de la noche y llamó mi atención la cantidad de luz que podemos derrochar los urbanitas en horas y horas de iluminación inútil, para nadie, porque  no vi ni una sola persona en todo ese deambular que, poco a poco se fue alargando. Caminando a buen paso salí de las calles y lugares conocidos. Me había perdido pero no sentía ningún miedo.

Un airín manso y dulce parecía murmurarme al oído una melodía mientras avanzaba entre las casas. Escuché las risas de una pareja, la tos blanda de un niño y los ronquidos estentóreos de algún gordo fumador. Un gato solitario, teñido con las luces de las farolas, se paró en la acera y me miró como si quisiera saludarme. Luego echó a andar contoneándose, seguro de no conocerme de nada.

El cielo parecía oscuro pero todavía podían adivinarse los destellos de cientos de estrellas, a pesar de la competencia desleal de la exajerada iluminación nocturna. Un delicado aroma y un soplo cálido me llegaba desde las pequeñas avenidas arboladas y en los callejones más estrechos envueltos en suave penumbra las flores de los balcones se daban la mano. Se diría un paseo diurno pues todo era luz.

No me sentía nada fatigado después de un buen rato de insistir en aquel paso vivo que llevaba, todo lo contrario me notaba ligero y volatil como el aire. No sé cuánto tiempo habría pasado pero no tenía ninguna gana de volver al lecho, ni siquiera de regresar a casa. Pero después de cruzar un paso de peatones y enfilar una calle llena de escaparates, llegué a un pequeño parque conocido.

Habían recogido la basura y los cubos donde la deposito cada noche estaban ya amontonados en la acera esperando el camión de la empresa que los administra. Tan tiesos y curiosos en sus sitios que parecían esculturas urbanas luciendo a los ojos de un público nochernigo y escaso, para iluminar mis próximos sueños. Me acosté pero no pude pegar ojo. Al día siguiente estaba hecho polvo.


La terraza de San Justo de la Uve.
León, febrero 2012.

C

¡Color, carallo!, cuando no puedo dormir redondo salgo a pasear. Eso hice esa noche pinturera. Me recibieron en la calle los amarillos  de las farolas, los destellos azules de los focos de los automóviles, los marinos de los rótulos y letreros de los bares. Me puse a caminar entre el  arcoiris de colores que bañaba las aceras. Hasta las sombras estaban coloreadas.

Los anuncios luminosos nocturnos de los interminables negocios urbanos, en todos los colores  conocidos del espectro me teñían el rostro. El esmeralda brillante de las peluquerías, el fucsia chillón y el púrpura deprimente o incandescente de ciertos locales, según el tono, el parpadeo de grandes letreros colgados de los edificios con figuras blancas sobre fondo negro y viceversa. 

No sentía ni frío ni calor, como si no hubiera temperatura. Sólo hacía color. Junto a un semáforo un gato verde se paró sin objeto aparente y fue cambiando alternativanmente al naranja y al rojo. Me miró con indiferencia y continuó su deambular noctámbulo. Yo lo imité por inercia pues también me había detenido en el semáforo y, como el gato, iba cambiando de color. 


Rosario. De mil colores.


Salud.

ramiro

lunes, 28 de mayo de 2012

Sombras en la terraza: invierno


León, febrero 2012.

Román.

Román murió muy joven, tenía 15 años cuando cayó por el respiradero de una mina clausurada, un chamizo que abrieron dos mineros en horas libres, con permiso del ingeniero de la empresa minera dueña de la concesión. Este allanó el camino y firmaba los papeles a cambio de un tercio de los beneficios. Escasos porque el lugar donde abrieron la galería, cerca del río, era una zona peligrosa con mala sustentación y filtraciones de agua. Había una buena capa de antracita de fácil extracción, pero una crecida invernal les inundó el pozo y lo abandonaron.

De los tres a los diez años yo pasaba por el verano largas temporadas en casa de mis abuelos maternos, en un pueblo minero de El Bierzo alto, el de Román. En la casa vivía mi abuela y sus tres hijas, la pequeña 7 años mayor que yo, y mi abuelo. Eran cuatro mujeres que me traían en palmitas. Fui el primer nieto y sobrino, y además varón. Mi abuelo estaba conmigo más ancho que largo y tenía mucho de las dos dimensiones: medía  uno noventa y llegó a pesar 130 kilos. Lo llamaban con un aumentativo.

Todo el mundo en el pueblo trabajaba en la mina, dentro, fuera o en las múltiples actividades relacionadas con ella, el transporte, los talleres, el comercio... . La familia de Román vivía en una casa vecina a la de la abuela y su padre era picador. Murió en un accidente de mina un año antes que él. El guaje decía que iba a ser picador como su padre.

Pero la historia inocente que quiero contaros, menos triste, sucedió cuando Román andaba por los ocho o diez. Me sacaba dos años, así que yo tendría alrededor de siete.

En casa me habían dicho que lo más malo del pueblo era Romanín, que no me juntara con él de ninguna manera. No es que el rapaz fuera malo, es que era un trasto terrible y se metía en todos los fregaos.
Debió ser la atracción de lo prohibido, no era consciente de eso, pero me hice inseparable de aquel chaval. Como vivíamos al lado jugábamos todas las mañanas a la vista de los mayores y pronto se vió que Román cuidaba bien de mí, que era el pequeño, y se instaló cierta confianza entre ellos.


La terraza, febrero 2012.

En el largo verano de un pequeño pueblo de finales de los años cincuenta, lleno de niños, era imposible no perderle la pista al tuyo en más de una ocasión, y aquellas tardes se alargaban después de la cena hasta bien entrada la noche.

Ya días antes habíamos realizado pequeñas excursiones sin salir de las inmediaciones del caserío, las eras, el camino de los arenales, los lavaderos del carbón, el puente sobre el río... . Él conocía todos los rincones del pueblo y decía que sabía de sitios fuera de allí donde no había estado nadie.
Yo lo escuchaba con la boca abierta. Tenía ese carácter pasional y entusiasta, siempre alegre y decidido, y esa mirada de los pillos e inquietos que no paran y cuando hacen una ya están pensando en la siguiente.

¡Mañana vamos a ir a un sitio, ya verás!

Una preciosa mañana de agosto pedimos permiso a mi abuela para ir hasta el puente que estaba a la salida del pueblo. A los dos nos gustaba mucho el río pero aquel no era como el de mi pueblo, bajaba negro del carbón, no íbamos a bañarnos, sólo a dar una vuelta, mirar y tirar piedras. Pero Román no había olvidado su promesa. Llegamos y bajamos al río.
Un poco más abajo desembocaba la que llamaban Reguera del valle. Era un pequeño río que por encima de las minas bajaba cristalino, donde las mujeres hacían la colada en el verano, cuando los dos lavaderos del pueblo casi se quedaban sin agua. Había estado allí muchas veces con mi abuela y mis tías junto a otras muchas mujeres con sus tablas de lavar la ropa.

El objetivo de Román no era llegar hasta ese lugar, sino remontar el riachuelo hasta su nacimiento. En realidad ni siquiera estoy seguro de que existiera un plan.

Nos habían dicho que volviéramos antes de comer. Después de dejar atrás el punto donde las mujeres lavaban creo que debimos perder la noción del tiempo que pasaba.

Íbamos de emoción en emoción. El torrente, porque el río fue menguando, se remansaba en pequeñas piscinas caprichosas de agua transparente, había cascadas, regueros rumorosos que se sumaban a la corriente, lugares sombríos y frescos bajo los árboles.
Veíamos muchas truchas, pequeñas y velocísimas que desaparecían como centellas sorteando los cantos redondos del lecho.

Supongo que llegábamos al final porque ya bajaba poca agua. Nos habíamos bañado desnudos en donde se nos antojaba y en ese último lugar había pequeñas pozas, minúsculas bañeras donde cabían justos nuestros pequeños cuerpos o nuestros aún más minúsculos culos, y allí estuvimos un buen rato, pero recuerdo que el agua estaba fría.
El torrente parecía nacer en una especie de cueva o cortado muy angosto en el farallón rocoso que había interrumpido nuestra marcha, a varios metros de altura. El agua se precipitaba desde aquel lugar entre vegetación muy densa.

San Justo, febrero 2012.

El hambre debió ser lo que hizo que recordara la recomendación de mi abuela.

Serían las cinco o las seis de la tarde cuando entramos de vuelta en el pueblo. Ya nos íbamos enterando por el camino.

¡Román, cuando llegues a casa tu madre te va a sacudir el polvo a base de bien!

Ya había corrido la noticia de que habíamos aparecido. Medio pueblo nos estuvo buscando, las mujeres, porque muchos hombres no habían salido todavía de la mina. Nos buscaban sobre todo río abajo, donde alguien nos había visto por última vez. Pensaron que nos habíamos ahogado.

¡Román cuando salga tu padre te va sacar el brillo, danzante!

Como yo era forastero y más pequeño el pobre Romanín se las estaba llevando todas.
Fue la única vez que recuerde que mi abuela me riñó, pero después me abrazó y lloró como una magdalena. Yo no entendía nada. Nos lo habíamos pasado como los indios y no corrimos ningún peligro, en la Reguera el agua apenas llegaba a las rodillas.

Este episodio puedo considerarlo mi primera aventura, pero no tanto por las emociones que vivimos mientras remontábamos el río como por el escándalo posterior. Creo que fue eso lo que hizo que fijara en la memoria los escenarios, los personajes, la peripecia en definitiva. Sin embargo sólo fui consciente de ello cuando había terminado.
Tengo recuerdos anteriores a esa edad, pero pocos con tantas imágenes y tan vivos como estos.


Román no llegó a casa hasta el día siguiente. Pasó aquella noche fuera, durmió en un pajar. Cuando vio a su madre a la puerta con las manos en jarras llamándolo a voces, ¡Romanín, ay cuando venga tu padre, ven aquí, sinvergüenza!, echó a correr y  ¡¡échale un galgo!!

Ramiro Rodríguez Prada

Ψαραντώνης & Αγγελάκας (ΗΡΩΔΕΙΟ) - Να'χεν η θάλασσα βουνά.


Υγεία και καλή νύχτα, Salud y buenas noches.