sábado, 23 de febrero de 2013

Golondrinas -2


Grecia,  agosto 2012

2

Basilisa


En mitad del camino de la vida, siempre me gustó ese comienzo, en una encrucijada, me salió al paso esta oportunidad y pensé que no podía dejarla escapar. Conmigo escogieron también a dos hombres, Amadeo y Calixto. Como no nos pusimos de acuerdo ni en la dirección a seguir, ni en los auténticos objetivos, yo me vine al sur porque adoro el sol.
Era una labor para enfrentar en equipo, desde luego, porque el plan requiere una mirada conjunta, pues se trata de un campo muy amplio, donde la perspectiva de un observador individual será siempre parcial, sin abarcar más allá de una porción limitada de ese espacio de estudio. Me fui sola e inquieta, pero feliz al fin y al cabo.

Prefiero el calor, sin embargo abrí un paréntesis entre los días que dediqué al proyecto, para desplazarme al norte, más que nada por contrastar un poco lo que hasta el momento era mi visión del asunto. No es que sacara muchas conclusiones, pero aprendí una lección tan sencilla que me dejó asombrada: no hay sur sin norte, y viceversa. Lo cual para mí significaba que nuestro trabajo haría aguas si no nos centrábamos o no lográbamos acotar, con cierto equilibrio en sus partes, el territorio que se nos proponía. Poner el foco en el problema. El hecho de que hubieran querido quitarnos presión no descartaba cierto rigor en los procedimientos, a mi modo de ver. Lo que no significa que no disfrutara del sol, pero me apeteció probar también la sombra y comparar.

Pero tampoco en eso estábamos del todo de acuerdo, como se pudo comprobar cuando finalmente nos reunimos la última semana. De hecho estábamos tan en desacuerdo que enseguida comprendimos que nunca llegaríamos a entendernos. En un primer momento Calixto parecía querer razonar, adoptando una postura intermedia, incluso acercándose a mi punto de vista, pero acabó cediendo a la pasión de Amadeo, más que a sus razonamientos. Como tampoco tenía interés en competir con ellos, ni se nos pedía tal cosa, no puse mucho énfasis en defender mis tesis, pero en ningún momento transigí con los pobres y escasos argumentos que se me presentaron.

¿Porqué llegamos a donde llegamos? Éso es algo que yo ya no puedo explicar. No hubiera querido ser el centro de una disputa con tan dramáticos resultados.

(continuará...)

Ramiro Rodríguez Prada


J. S. Bach.  Glenn Gould, piano.   Invención  Nº 9.

viernes, 22 de febrero de 2013

Golondrinas


Grecia,  verano 2012


3

Calixto


Al principio casi no me lo podía creer, ¡yo uno de los seleccionados para un trabajo tan interesante! Conocí a mis dos compañeros, Basilisa y Amadeo, ambos con criterio y mucha personalidad, sin embargo, o tal vez por eso mismo, no llegamos a nada concreto. Soy un enamorado de los amaneceres, así que me dirigí al levante.
Fui consciente de que separados no íbamos a conseguir la excelencia, pero como disponíamos de un tiempo para poner en común los hallazgos de cada uno, antes de entregar el resultado de nuestras investigaciones, no quise preocuparme en demasía y decidí tomarme las cosas con calma.

Por lo común soy una persona exigente conmigo mismo en el trabajo. Me gusta tenerlo todo controlado, si es posible incluso, bien atado, pero éste no era uno de esos encargos en que debiéramos echar el resto. Es cierto que había sido muy reñida la fase previa, pero enseguida nos dejaron claro que para realizar nuestro cometido no se necesitaba tanto músculo como imaginación, y tampoco buscaban una competición entre nosotros. Era importante que nos sintiéramos agusto para que el pastel resultara lo más sugestivo posible, sin la presión del deber estricto o los gramos exactos de azúcar en la masa. Creo que nos dieron razones bastantes para que obráramos con entera libertad. En el tiempo que duró aquella bicoca no dejé un solo día de contemplar el alba a la orilla del mar, algunas desde dentro del agua. Después de todo llevaba en el recuerdo un montón de bellas imágenes de las que hablar.

Creo que Basilisa se complicó demasiado la vida y eso hizo que Amadeo perdiera la paciencia. Ella traía mucha información y él lo había dejado todo en manos de la improvisación. Por mi parte, amén de mis inolvidables auroras, venía algo documentado y con un acopio de anécdotas suficiente para no quedarme en blanco cuando llegara la hora.

Pero no debí dejarme llevar por la ira y menos secundar a ese loco.

(continuará...)

Ramiro Rodríguez Prada


J. S. Bach. Glenn Gould, piano.  Invención  Nº 14.

jueves, 21 de febrero de 2013

El geniecillo de Albons


El leñero de Albons
Girona, julio 2012

El geniecillo de Albons


Buscamos la pelota entre las plantas y flores del pequeño jardín de casa. Por las tardes jugábamos con las palas y lo dejábamos todo sobre una mesa en el porche. Mirábamos entre las hojas rastreras de una vincapervinca, por si hubiese rodado hasta allí, cuando vimos al gato atravesar el patio maullando y con el rabo levantado. A todos se nos encendió la misma luz: había sido él.

¿Cómo hacerle comprender al maldito minino que en casa no había más pelotas y que nos tenía que devolver aquella?
Cada cual utilizó sus trucos, pero el gato nos miraba con cara de no haber comido una raspa. Abría la boca como si dijera, ¡Dejaos de pamplinas y dádme lechina, que yo me llamo Andana!

Sabíamos que el Andana le tenía la guerra declarada al juego de las palas y muy en concreto a la dichosa pelotita. Cuando jugábamos, él se iba al rincón más apartado del jardín, porque era raro que en algún momento la pelota no lo alcanzara cuando más agusto estaba tumbado, y como era un gato asustadizo y un poco memo, escapaba corrido como si le hubiera caído encima un obús.
Más de una vez intentó morderla, pero no le entraba en la boca. ¿Lo había logrado por fin y se había deshecho de ella después? Nos parecía demasiada inteligencia para aquel gato, pero como no encontramos una explicación mejor la dimos por buena. Y lo cierto es que la pelotina no apareció.

Es posible que ya hubieran distraido más cosas, porque después echamos en falta algunas, pero no empezamos a mosquearnos de verdad hasta una mañana en el desayuno cuando vimos que apenas quedaban galletas en la caja. Yo la había llenado el día anterior y lo hacía cada dos o tres. Nadie se declaró responsable de aquella falta. Carecía de importancia, sólo que era extraño, ¿teníamos acaso algún sonámbulo en casa?.

Y entonces empezaron a desaparecer, un día sí y al otro también, una serie de objetos, la mayoría banales: un abrecartas y un pisapapeles del despacho, una mano haciendo la puñeta donde mi mujer colgaba algunas baratijas, un minutero en forma de cerdito de la cocina, un sombrero o una pandereta de la percha del pasillo.
Pero junto a esas tonterías, una mañana faltaron las llaves del coche y poco después las de casa de mi hija mayor. Había llaves de repuesto para el vehículo y para la vivienda, pero lógicamente aquí la preocupación subió ya muchos grados.

Sin haber descartado del todo la idea de que alguien estaba sufriendo un episodio de sonambulismo, puesto que no encontraba otra explicación racional, me aposté una noche en la tumbona del salón con una manta sobre las rodillas. Desde allí tenía una visión muy completa de varios tramos y huecos de la casa, la entrada al despacho y a la cocina, un trozo del pasillo con la puerta de un servicio, y el arranque y primer tramo de la escalera al piso superior, donde estaban los dormitorios.

La noche se me hizo larguísima. A la mañana siguiente no tenía que ir a trabajar y pensé que me daría tiempo de sobra para recuperar en dos días el sueño perdido. Tal vez por pensar en dormir fue por lo que me quedé traspuesto a última hora, antes del amanecer.
Y debieron ser apenas unos segundos, porque desperté con esa sensación tan característica de sobresalto, que avisa de que no te puedes dormir. Pero al mismo tiempo creí oír un ruido en la cocina. Era la puerta más alejada del lugar desde donde yo vigilaba y estaba en la penumbra, pero me pareció que una pequeña sombra pegada a la pared, más densa, se había deslizado hacia el pasillo. Me levanté con cautela pensando en el gato, pues la sombra no tendría mucho mayor volumen.

Al salir vi que la puerta de casa, abierta unos veinte centímetros, dejaba entrar la luz de la luna al pasillo. En ese momento la sombra, que yo había perdido, amparada quizá en la oscuridad de aquel tramo, atravesó el rayo de luna y salió al patio.
Fue tal su velocidad que apenas pude retener detalles de lo que vi, y me parecía tan extraordinario que eché a correr detrás. Sólo me dio tiempo a ver cómo algo parecido a los rabos de una levita desaparecía entre la madera apilada en el leñero, en un extremo del porche.

Entré a por una linterna y me puse a buscar al intruso. ¡Nada de nada! ¿Qué había visto en realidad? ¿Era un niño con cara de viejales burlón y traje de urraca? No lo sé.
Volví pensando que mañana por la mañana tenía que inspeccionar con detenimiento el leñero, sacando los troncos si era preciso. Empezaba a clarear, tenía que acostarme.
A la puerta de casa estaba plantado el Andana con el banderín del rabo tieso, dándome la bienvenida como si yo viniera de las Cruzadas. Cerré la puerta con llave y me fui a la cama preguntándome por qué razón aquel gato pánfilo no se acercaba nunca al leñero, del que de hecho huía como de la pelota. Cosas...

En el desayuno, contando esto a mi mujer y a mis hijas, no me creyeron. Sin embargo lo contaba relativizando lo que había vivido, estaba oscuro, yo medio dormido, la imaginación puede hacer estragos, etc.
Cuando bajé al porche, vi sobre la mesa todos los objetos desaparecidos, incluida la pelotina, y algunos otros que no habíamos echado en falta. Creo que sólo faltaban las galletas. Entré corriendo en casa para que vieran las pruebas del delito y comprendieran que había algo muy extraño en todo aquello que no podía ser obra de un animal.

Naturalmente todo lo cargaron a mi cuenta, ¡Papá, a otro perro con ese hueso, todos sabemos que fuiste tú!

Pasé el resto de la mañana y parte de la tarde vaciando el leñero, observado con recochineo y distancia por mis tres mujeres. No encontré nada, pero estaba absolutamente hecho polvo. Al entrar en casa para la cena, allí estaba otra vez el gato en el dintel de la puerta con su rabo vertical, ¡yo creo que se reía el muy cobarde!...


Ramiro Rodríguez Prada 


Albert Pla.   Pesadilla.



Salut!

miércoles, 20 de febrero de 2013

Trepadores


Huellas de  trepadora
Albons, Girona,  julio 2012

El Trepa


Aunque era escurrido de carnes y lucía aspecto de bembón indolente, siempre le gustaron las alturas, trepaba al pecho de su madre apartando a sus hermanos a patadas y puñetazos, pisando caretos sin contemplaciones, o lo que hubiera que pisar con tal de llegar al mejor pezón. Eran trillizos y su madre sólo tenía dos tetas.

Ambicioso, esguilando, esguilando se llega lejos, lo aprendió ya muy pronto, mientras gateaba hacia el objeto del placer con un derroche de baba inusitado para su edad.
Pero su progreso reptante estaba marcado por la ansiedad, no disfrutaba con la meta alcanzada, siempre hay una cima más alta, un teto más allá de tus narices... . Hay, pues, que erguirse y mirar al Mulhacén de tú a tú, por muy veleta que se sea. Y más allá al Mont Blanc.

Se apuntó a la OJE, por la gulisma del montañismo, y porque le atraían las cornetas y tambores, pero carecía de oído y de sentido del ritmo, así que abandonó pronto la música y se fue con ella a otra parte. Además los guajes desfilaban en formación cuasi militar sin posiblilidad de ascensos, él no tenía fuelle bastante con la trompeta y para no ser primer bombo...

Flecha a los seis, arquero a los once, a los trece, antes de alcanzar el grado de cadete se salió porque sólo hacían fueguitos de campamento, andaban por lo llano y el guía tenía sus preferidos, entre los que no figuraba él, que seguía con su pinta de fregao, muy poco atractiva.
Y la verdad es que engarriar engarriar, lo que se dice engarriar, la técnica depurada tampoco es que acabara de dominarla del todo, y el ejercicio fatigaba mucho, incluso el arrastrarse, que era por entonces su práctica habitual.

No era un Spiderman, vamos, ni siquiera un arácnido al uso, aunque sus muchas patas sí tenía. Se parecía más al ciempiés, a un miriápodo, pero por lo bien que se agarraba al terreno. De momento se le daba mejor fijarse a un tutor que escalarlo, hablando hortelano.
Tratando de mejorar su técnica, cambió el lema de la organización, Vale quien sirve, por el  Sube quien trepa, y la dejó, ya digo, a la caza de nuevas cimas, más productivas y menos esforzadas.

Tuvo un amago de hacerse bombero, por lo de las escaleras, pero una vez que los vio en acción se le quitaron las ganas: subir sí, pero sin riesgo de chamuscar el culo. Sin embargo ya se quedó fijado por siempre al maldito escalón, dirección subida, claro está.
Como sufría vértigo en los aviones, descartó también la profesión de azafato o piloto, además él hubiera apuntado más alto, astronauta como mínimo.

Sacó la carrera de San Jerónimo con buenas notas, visitando despachos y sobando gibas a troche y moche, en la facultad le llamaban el chupachepas.
A esas alturas sus ansias de excelencia trepadora lo ahogaban. Se metió en la rondalla universitaria porque envidiaba al de la pandereta, que atraía todas las miradas del público.
Al final consiguió el puesto después de un sinfín de insidias, dobles barajas y puñaladas traperas. Pero era un pato bailando y se caía dando la zapateta, así que los mismos tunos lo botaron. Definitivamente la música no era lo suyo.

Con enchufes y masajes inconfesables, consiguió un curro en FP. Frenesí Pelotillero. Se convirtió en la mona del jefe, y al mismo tiempo interpretaba el coro de los grillos. Sin mérito alguno, salvo para poner zancadillas y hundir a los trabajadores capaces que podían hacerle sombra, sólo afianzó los agarres, pero ¡qué angustia!, siempre expuesto a que alguien descubriera sus trampeos, sus cartas marcadas.
Compitiendo con otros trepas más mediocres que él, alcanzó altas cotas en la escala y en el escalafón de los Correveydiles y Trotagaitas.

Cuando le dieron su despachito junto al del jefe, se compró una caja de limpiabotas y le lustraba todo los días los zapatos antes del comienzo de la jornada laborolabial, por el babeo y lameteo continuo a salvas sean las partes.
Recibía jabonoso, saludando con su mano blanda de calamar, húmeda y fría, que daba grima coger, ya no digo estrechar porque nunca se me ocurriría tal cosa, ¡qué ascooooooooooo!!!...

Tenía rarezas que la compañía le permitía por su fidelidad a ultranza, o eso creían ellos. Contrató un pinche fijo, muy fornido, que hacía también de recadista para la dirección. Se le encaramaba al llombu, al lomo, y le hacia subir por una escalera de mano cargando con él hasta el último peldaño. Sólo le faltaba sacar la pirula y echar desde allí una meadina a los de abajo, ¡la madre que lo parió!.

Fichó no obstante por la competencia engañando a su empresa, menos poderosa, y llevándose con él la cartera de clientes y el pinche de los bíceps. Carrera meteórica hacia las alturas, pensó. Pero sólo alcanzó la categoría de jefe de negociado, sección Lameculos o Mamacallos, no recuerdo bien.
Compensó el chasco arrimándose a otra trepadora de parecida calaña, con más patas que las de gallo de Gunilla von Bismarck.
Parásitos con raíces aéreas que se adhieren a la alta velocidad o al puente aéreo, lianas que se enroscan, tallos que se aferran veloces cual pulpos a cualquier superficie por pulida que sea.
Mañas de hiedras y lapas, pilla, trucos de mejillón, mama, encaje de bolillos falsos, borda, cartas marcadas, miente, muertos recalcitrantes por doquier, chupa, traiciones, roba, citas en el infierno...

Mas, para qué seguir, de pronto al Trepa se le cortó el subidón, o le troncharon el flús y cayó cuan alto estaba y largo era.
Lo metieron en un nicho de la fila cimera, en unos bloques de siete pisos de altura, los más altos del cementerio, con vistas a un socavón gigantesco que había dejado una cantera abandonada, próxima al camposanto.

Lonicera Periclimenum,  Madreselva.

Robert Fripp.  Breathless.  Jadeante.

http://www.youtube.com/watch?v=v4uN-msPTgE

Inmóvil mayoría de cadáveres
le dio el mando total del cementerio

Ángel González. Elegido por aclamación.


Salud!

ra

martes, 19 de febrero de 2013

Ο Νικόλας Άσιμος, Nikólas Ásimos


Plaka.  Atenas,  julio 2012

Ο Νικόλας Άσιμος


Nicolás Ásimos Assimópoulos nació en Tesalónica, 1949, pero porque su madre fue allí a dar a luz. Vivió su infancia y su adolescencia en Kosani, el pueblo de la familia, en cuyo instituto comenzó a mostrar ya su carácter inquieto y su afición a la lectura, la escritura y la música.

De una polémica en la prensa local en la que firmó Ásimos, le quedaría ya el pseudónimo por el que se le conoce.
Νικόλας Άσιμος.   Θα σου κλέψω το σακάκι. Te voy a robar la chaqueta.


Ásimos fue el cantante, actor, showman, el payaso más divertido y radical de cuantos vivieron los años de la dictadura de los cogoneles y los siguientes. Azote de fascistas y del propio sistema político heredero de la dictadura, la suya era una propuesta libertaria.

Sin embargo nunca aceptó el encasillamiento en unas siglas jerarquizadas o en una ideología partidista, aunque cualquiera que le eche la vista encima entenderá de qué pie cojea. Siempre trató de ser lo que parece, un ácrata, un hippie y un cachondo.

En el ´69, ya decidido por las letras, se fue a Salónica a estudiar filosofía. Allí tendría sus primeros contactos fuertes con la escena que, junto con la música y la escritura, ya no lo abandonaría hasta el momento de su trágica desaparición, a la edad de 38 años.

Nikolas Ásimos.  Eimaste Tromokrates. Somos terroristas.


Al tiempo que escribía y completaba su formación musical, participaba en talleres dramáticos. Interpretó varios papeles en grupos del teatro universitario, obras que ya tuvieron problemas con la censura del régimen.

Pero su destino artístico estaría ligado a la capital, y el año 73 allá se fue a seguir haciendo teatro y música.

Se ganaba la vida tocando en una taberna de Plaka, y en este tiempo estableció contacto con artistas conocidos, como Zuganelis o Katerina Gogou.
La actividad política y artística de Atenas en esos años era febril y él se entregó en cuerpo y alma a la causa, como en todo lo que emprendió.

Comenzó a grabar unas cintas de cassette que se vendían por las calles de mano en mano. Ésta sería su opus magna, y no es cachondeo el latinajo, porque la humildad de los medios que usó no le resta potencia al mensaje, con frecuencia lo intensifica. Y esa pobreza era deliberada, buscada por él.

Vivió casi todo el tiempo en Exargía, cerca de la Politécnica, la réplica ateniense del Barrio Latino parisiense, en bajos y sótanos baratos. Fue de hecho un precursor de los okupas.

N. Ásimos en  O Drakoulas ton Exargion (escena...)

Hoy comentaba con el mi Dimitraki esta escena donde parodian la película de Anguelopulos, Viaje a Cytera. Precisamente este fin de semana vimos en Gijón la versión subtitulada de La eternidad y un día, primera de un ciclo de cine griego que Céfiro, asociación asturiana de profesores de latín y griego, organiza desde hace dos años.
Siempre incómodo, con un estilo burlón, bufo, no admite tampoco el encasillamiento fácil, ni entre los payasos ni entre los cantantes. Era un francotirador, un provocador, en lo político y en lo artístico, sus estrambóticas puestas en escena callejeras se harían famosas.

Todo esto, y su actitud antiautoritaria, le llevaría a un sinfín de enfrentamientos y engarriadas con la policía, o a dificultades para grabar su música en unas condiciones técnicas adecuadas con una casa discográfica, con las que como es obvio también estaba en guerra y que rechazaban sus trabajos. Fue la mediación de un amigo la que le permitió grabar con Lyra.

En 1974 lanzó su primer disco, un sencillo titulado Ρωμιός Μηχανισμός, algo así como Mecanismo griego.

Todos los espectáculos y locales que montaba con sus camaradas se iban al garete, tenían un público escaso o eran clausurados por orden gubernativa. Ruina tras ruina, el camino del antihéroe...

Ο Νικόλας Άσιμος. En directo... 


Finalmente acertaron con uno que visitaban intelectuales, artistas, músicos y políticos del momento. Allí conoció a Zános Mikroútsikos, a María Dimitriadi o a Vassilis Papakonstantinou, el que sería uno de sus más fieles amigos hasta el final. Por allí pasó su ya colega Savópulos, o el comunista italiano Berlinguer...

Su inconformismo le llevó a reñir incluso con sus compañeros de farra comunera y vital. Aprovechando la buena racha, querían subir el precio de las consumiciones a lo que se negó Nikolas. No hubo acuerdo y se fue con la música a otra parte y su compañera embarazada, regresando a la necesidad y en ocasiones al hambre.

El año 76 nació su hija y, con todos los problemas que suponía la simple supervivencia, al año siguiente fue encarcelado una temporada junto con otros intelectuales y artistas opuestos a la dictadura. Una iniciativa promovida y encabezada por Dionysis Savvópoulos, les dio la libertad.

Y en el 78 se libró de la mili con un diagnóstico de psicosis esquizofrénica, después de fingir la demencia. ¿Qué haría un antimilitarista como él en el ejército?

Nikólas Ásimos.   Domatio sto Amsterdam.  Habitación en Amsterdam.


A principios de la década de los ochenta escribió un libro, titulado  Αναζητώντας Κροκάνθρωπους, Buscando a Krokánzropus?!, del que se repartieron unos cuantos ejemplares entre los amigos, en fotocopias, y que se distribuyó después gratis de mano en mano por las calles, como sus cintas.

No recuerdo qué personaje de la vida cultural helena, dijo de esta obra que nadie que la leyera podría ser después la misma persona. Y no se refería a eso de que cada segundo que pasa somos alguien distinto. Lo siento pero del libro sólo conozco el prólogo, también de Ásimos.

La obra se editó en forma de libro después de su muerte, no sé si contraviniendo los deseos del autor, que se oponía a su comercialización, tal como escribe él mismo. Tenía entendido que era una edición no comercial, otra vez para los amigos. Algo parecido a lo que sucedió, de nuevo, con sus cassettes.

En 1982 publicó su primer LP, el único, Ο Ξαναπές, término que, según apunte del mi Dimitraki, funciona como verbo sustantivado y podría ser traducido como "el que repite lo ya dicho o conocido", y que yo traduzco a mi aire por El cansino. En él colaboraron Vassilis Papakonstantinou y Haris Alexiou.
Y musicó el  Oυλαλούμ de Γιάννης Σκαρίμπας, Skaribas.

Ο Νικόλας Άσιμος.  Γιουσουρούμ.

http://www.youtube.com/watch?v=M19r61MkFsE

Yiusurúm, me comenta el monje tesalonicense, era el nombre de un judío que vendía antigüedades. Su nombre designa desde entonces al propio mercado, al lugar de venta.

Su trabajo musical más importante, lo he dicho, son las 8 cintas, ocho cassettes ilegales como le gustaba llamarlas a él, algunas triples, grabadas y puestas en circulación entre 1978 y 1987.
Los títulos van desde lo pintoresco, como  La picardía o El bígaro, a lo intraducible, pasando por el humor corrosivo y el absurdo. Todo ese material ya fue editado póstumamente.

En el 87 Papakonstantìnou incluyó cinco canciones suyas en el disco Χαιρετίσματα, Saludos. Y después de su muerte ha vuelto a recordar a su amigo en sus registros muchas veces.
Otra canción, Πάλι στην ξεφτίλα, apareció ese año en el disco Ήχοι του Χειμώνα, Los sonidos del invierno.
Ο Νικόλας Άσιμος.   Χαμογέλα. Sonríe.

Y ese mismo año, con Nikos muy enredado en sus particular viaje psicodélico, se vio envuelto en un oscuro episodio, con drogas de por medio, que terminó en una denuncia de agresión sexual a una chica. La acusación parece que se reveló falsa al final, pero el daño ya estaba hecho.

Fue ingresado en un hospital psiquiátrico con el mismo diagnóstico que lo había librado del servicio militar, pero esta vez fuertemente medicado y afectado por una depresión de la que ya no se pudo librar.

No estuvo mucho tiempo allí. Sólo muy poco después de abandonarlo, y tras escribir en esos días una especie de diario, su testamento y su despedida, en el que trataba de encontrar una razón para seguir viviendo, se ahorcó en la cocina de su casa.

Nikolas Ásimos.  Βαρέθηκα.  Cansado (Aburrido)

Πλακα,  Atenas, julio 2012

Cuando murió estaba preparando el lanzamiento de otro LP, que se editaría al año siguiente a título póstumo.
Se trata de Το Φανάρι του Διογένη,  La linterna de Diógenes, que recogía las grabaciones de sus ya legendarias cintas, en concreto de la Nº 8. En él intervino la cantante y actriz Sofía Leonardou, famosa por su participación en la cinta de Kostas Ferris, Rebétiko.

Μπαγάσας.  Bagasa.  Pillo.

http://www.youtube.com/watch?v=Sd9HXeb06D8


Yasu, Nikola, Μπαγάσα, eras un colega!


Μνήμη Νικόλα ΆσιμουEn memoria de Nicolás Ásimos.
Στίχοι, Μουσική, Βίντεο: Μίλτος Σαρηγιαννίδης.  Θαλασσινός. 2012.


Υγέια, Salud!

Ramiro Rodríguez Prada