miércoles, 16 de abril de 2014

H Κως, Cos -2. Pequeño recorrido


Kéfalos desde Kamari
Kos. Grecia, verano 2013.


Un paseo por la isla


Buenos días. El segundo día en Kos alquilamos un utilitario. La búsqueda fue graciosa y cansina, porque hicimos el recorrido completo a una de esas calles al norte de la capital a las que hacía referencia en el capítulo anterior, Kanari, donde están la mayoría de las agencias de alquiler de vehículos.

Después de caminar más de dos kilómetros entrando en todas las oficinas que nos íbamos encontrando, decidimos regresar, tristones, atorraos por el sol que ya abrasaba y con la certeza de que la isla se nos negaba una vez más. Ni nosotros estábamos hechos para ella, ni ella para nosotros.
Había coches, pero muy caros para nuestro bolsillo, y los asequibles, alquilados ya o apalabrados. Al día siguiente era el uno de agosto y el pico más alto del turismo en la isla.

Pero no sólo se frustraba nuestro deseo de conocer Kos, también el plan que habíamos ido pergeñando. Porque nuestra intención era buscar algún lugar al sur de la isla para uno o dos días, más tranquilo que la capital, donde aguardar la noche del regreso al aeropuerto y a Barcelona.
Al llegar, más o menos, a la altura de nuestra pensión, en la paralela Averof, íbamos a coger una calle lateral que la une con Kanari, cuando reparamos en una agencia familiar minúscula que no habíamos visto antes, en el chaflán. Y ahí se nos abrió -iba a decir de patas, pero no- Kos, por fin.

En Psilicosis. 2, empecé por la capital y seguí con dos puertos de la isla, Kamari y Limnionas, el primero en la bahía de Kéfalos, en la costa sur y el segundo en Sfakiá en la norte, a menos de tres kilómetros de Kéfalos, que es el pueblo más grande e importante del suroeste de la isla, último de la carretera central que atraviesa Kos desde la capital. Y es que ésos fueron los lugares donde hicimos las primeras paradas buscando también la pensión para la vuelta.
Decía allí, que el golfo de Kéfalos tendrá unos veinte kilómetros desde el cabo Ayios Nikólaos al este, hasta el Ruziano, que lo cierra por el oeste abrazando el pequeño puerto de Kamari. Sobre él se levanta Kéfalos en una terraza rocosa. Esta terraza de rocas volcánicas próxima al mar, que recorre todo el círculo de la bahía, la abriga desde sus alturas. Aún así el golfo es abierto y la larga playa de arena, ventosa, apta para la práctica del surf. Aunque ya es una zona apartada de la isla, en verano hay bastantes turistas.

No encontramos habitaciones en Kamari, y Kéfalos está un poco alejado, colgado en su terraza; sin coche es un problema, aunque el pueblo nos gustó mucho, podría ser un buen destino para unas vacaciones tranquilas, con algún vehículo que te acerque a las playas. Porque una cosa es no ser muy playero y otra estar viendo un mes el mar desde arriba y no mojar ni un huevo.

Y Limnionas sólo es un puertin, guapo eso sí, con una especie de hostal grandón enmedio de la nada, donde no hay ningún servicio, todo muy provisional, aparte de la cama y la comida. Hacia el este se abre el golfo de Jojilari, de las vecinas Sfakiá y Volkania, muy ventosas y donde se practican deportes de vela, montones de paracaídas cabalgando las olas, que llegan muy potentes hasta las numerosas playas de los alrededores. En el horizonte marino del norte se ven Psérimos y Kálimnos.

Πεντοζάλης Κω. Pentozali de Cos.


Bahía de Kéfalos e isla de Kastri desde el pueblo.
 Abajo, Kamari y al fondo el cabo de Ágios Nikólaos.
Kos. Grecia, julio 2013.

Comimos en una taberna griega en Kamari, al borde del agua, el Stamatia?, con una familia catalana al lado, y por la tarde nos fuimos a bañar a una de las muchas playas de la Bahía -en realidad una sola, sin solución de continuidad prácticamente hasta Kardamena, más al este del golfo y del cabo San Nikolás-. Es tan grande que no hay ningún agobio de gente. Claro que no había llegado todavía la horda agosteña.
Escogimos una de nombre muy atractivo, Parádisos, el Paraíso, aunque también pudo ser la de Lagadas o la Camila, porque son pistas de tierra y polvo blanco que descienden a plomo hasta el mar y a veces enlazadas.

La vista es idéntica en todas ellas. Aparte de la bahía, hacia el mar, al este, se ven las islas e islotes que rodean Nísyros, en el horizonte, y en primer término la islina de Kastri, a 100 brazas de la playa.
Nos pareció en esta banda una isla casi tan luminosa como después Rodas, con una luz vivísima, cegadora en ocasiones, y unos blancos y azules, potentes, netos y sin mácula.

Después del chapuzón pasamos de nuevo por Antimagía, cerca del aeropuerto, y sin parar nos adentramos en el interior de la isla buscando Ziá, uno de los pueblos más guapos de Kos, según dicen. No sé cómo son los otros típicos, pero Ziá lo es.
Dejamos deliberadamente a un lado, porque no teníamos tiempo, a Mastijari, Marmari y Tigaki, otros tres pueblos importantes, porque lo que habíamos visto al pasar y parar en el autobús del aeropuerto, no nos convenció. Pueblos con playas fáciles, no lejos de la capital, a tope de turistas, poco menos que en Kardamena, que también lo dejamos pensando en verlo al regreso de Rodas.
Hay que tener en cuenta que de los 30.000 habitantes (10.000 más en verano) que tiene la isla, la mitad vive en la capital y la densidad de población aumenta exponencialmente cuanto más se acerca uno a ella. De todos modos, por los tres primeros y por Zipari pasaríamos aún dos veces más, al volver en el bus que nos llevó gratis de Kardamena a Cos, y en el del aeropuerto la noche que regresábamos a Barna.

Cos es la niña mimada del grupo. Es verde, lujuriosa y un tanto desgreñada. Una isla que no se molesta en peinarse el cabello.
Así la describía Lawrence Durrell a finales de los años 40, en su libro Reflexiones sobre una Venus marina, de Rodas y el Dodecaneso. Hoy quizá ya la peinaron en demasía.

Μαρίκα Παπαγκίκα.  Μηλο μου και μανταρίνι. Manzana y mandarina mía. Nueva York, 1928.

A la izquierda Kálymnos, a la derecha Psérimos, desde Zia.
Kos. Grecia, julio 2013.

No obstante sigue siendo una isla verde, y boscosa en el interior, especialmente en las laderas de la cadena montañosa que la recorre desde la costa noreste hasta el centro y cuya cumbre, que es también la de la isla, el Dikeos, mide 843 mts. En esas laderas cosechan un vino de calidad.
El resto de la isla, salvo las crestas que rodean las distintas bahías, es bastante llana.

Ziá está situada en la falda noroeste, debajo mismo del Dikeos, a unos 400 metros de altura, con unas vistas espectaculares sobre el canal que separa Cos de Psérimos y Kálimos, al norte, y Turquía al este.
Al atardecer se llena de turistas que van a ver la puesta de sol y que se quedan después a cenar. Nos enteramos allí, porque nosotros simplemente volvíamos hacia Cos capital y era la última visita prevista del día.

El pueblo, en una ladera muy empinada con callejuelas llenas de altillos y escaleras, entre los árboles centenarios, está totalmente tomado por el turismo masivo, desvirtuado por los puestos de recuerdos, restaurantes, decoraciones naïf nada interesantes, etc. Y eso que era el último día del mes y no había ni la mitad de público. Aparcar en alguna de las cuestas del pueblo o de sus inmediaciones es cosa milagrosa.
Aún así merece la pena subir porque el espectáculo de las islas es magnífico, sin duda, y el entorno tan húmedo y frondoso, un inmenso huerto lleno de grandes árboles bajo las peñas del Dikeos, fresco después de aquel sol inhumano, es también digno de admiración.

Hubo una puesta de sol entre islas algo brumosa esa tarde, muy bonita en cualquier caso. Y tampoco andamos coleccionando ocasos, creo que me repito.

En fin, para un sólo día de coche, aprovechamos cuanto pudimos y llegamos a Cos hechos polvo. Lo cual no es lo ideal teniendo en cuenta que unas vacaciones son para descansar. Pero a veces también es sano cansarse, ¿o no?

Μαρίκα Παπαγκίκα.  Σαλα, Σαλα.  Ν. Υορκη, 1926.

https://www.youtube.com/watch?v=9_qxW7BRkXw 

En cualquier parte
Muelle exterior del aeropuerto de Kos.
Grecia, verano 2013.

Han pasado ya ocho meses desde que empecé a contar este viaje y le he dedicado muchos capítulos al Dodecaneso. Algunas veces me pierdo y ya no sé si conté algo, si me repito o si se me pasó.
Creo que tengo una entrada del paso de Nísyros a Kardamena, en Kos, y allí contaba la pequeña anécdota con el chófer que nos llevó gratis, desde este puerto del sur a la capital, pasando por los pueblos de la costa norte, cogiendo y posando turistas de distintos hoteles. Si es así se publicará antes que ésta y sobraría la aclaración. Y no se puede con todo.

Una mención a Marika Papagika, de la que ya he subido varios de sus temas grabados en New York en los años 20. Nació en Kos, aunque su familia se trasladó pronto a Alejandría. Es una de las grandes intérpretes clásicas de la música ligera griega, especialmente de los ritmos orientales de la Rebétika, la Smirneika, la música de Esmirna, tan cercana, karsilamás,  tsiftetelis, amanés..., y maestra de las siguientes generaciones de rebétissas, como Marika Ninou, que si no recuerdo mal tomaba su nombre de ella, o la más joven Marió.

Μαρίκα Παπαγκίκα. Tsifteteli. Θα σπάσω κούπες.

https://www.youtube.com/watch?v=rHIas6kBnEE

Salud y buen rumbo

Barbarómiros.

martes, 15 de abril de 2014

Periplos puteriles


En el corral de la  Kurruka prieta.
León. 2014.


A cuarenta duros el polvo


Fue la Curruca angelicalis, que entonces trabajaba de camarero haciendo extras en la capital los fines de semana, la que nos metió en gallo canta. En una barra americana, donde siempre recalaba con otros colegas después del trabajo, le habían dado la dirección de una casa donde vivían unas tías muy macizas, que admitían huéspedes por poco dinero al regreso de los respectivos lupanares.

Por entonces un polvo con una chavala un poco más curiosa debía andar por las 500 pesetas. Según el angelikalis, follaban por cuarenta duros.
¡Doscientas pesetas! La necesidad y el poco peculio nos puso los dientes, por no mencionar otros apéndices -Ángel González dixit- como los de una mula.

Así que un sábado que curraba nuestro amigo, arrancamos para allá en la Cirila cinco lebreles sin carnet. Él era el único que trabajaba y que tenía ya experiencia con mujeres, especialmente con putas. Los demás éramos castas criaturas, aparte del manubrio. No llevábamos bastante dinero y esperábamos que él aportara el resto.
A las dos de la mañana salió libre la curruca y nos llevó por una serie de barras americanas donde se gastó casi toda la pasta que tenía.

El plan era esperar a después de las cuatro de la madrugada, cuando las chicas se recogían en sus respectivos domicilios. Pero estábamos tan ansiosos que lo convencimos para que dejara el periplo y nos fuéramos acercando a la casa, que estaba en un barrio de las afueras y bastante alejado.
Después de contar el dinero que reuníamos entre los seis, cedió: ¡pasaban unas pesetas de las mil!. Alguien se iba a quedar sin mojar. Habría que echarlo a suertes.

¡Somos seis, nos harán rebaja, digo yo!, cantó el más optimista. Todos lo miramos incrédulos pero secretamente esperanzados, por la cuenta que nos traía.

Aún faltaba bastante para las cuatro cuando picamos a la puerta de aquella mansión del pecado.
Abrió un tuerto con una catadura tan fea que todos dimos un paso atrás.

¡¿Qué pasa?!
Veníamos..., balbució el angelikalis.
¿Cuántos sois?
Seis.
A cuarenta duros el polvo, mil doscientas. ¡El dinero por delante!, añadió extendiendo la mano.
Es que...
¡¿Qué?!
Que sólo tenemos mil, ¿no nos hace una rebaja siendo tantos?, atropelló de un tirón el angelikalis, más angelical que nunca.

El tuerto se echó a reír. El aspecto del tipo nos inquietaba y sospechábamos alguna tangana.
Pero queremos ver antes a las tías, terció otro con timidez.
¡Entonces fuera!

¿Cuántos estábamos dispuestos a entrar, en realidad, en aquellas condiciones? A la mitad ya se nos había bajado el subidón viendo las maneras del menda.

¡Vale, te pagamos un polvo!, se le ocurrió a la curruca para salir del paso
Entonces sólo entra uno, ¡y decidiros rápido, que no tengo todo el día y estamos dando el cante!
Te pagamos dos y entramos los seis, negoció la angelikalis.

Por primera vez dudó. Nos repasó uno a uno con aquel ojo de lechuza, vio que no teníamos ningún peligro y dijo, ¡Tres!
Le dimos las seiscientas pelas y entramos.

¡Las tres tías que salieron a un saloncito donde nos arrinconó amontonados el tuerto, eran horribles! Ninguno fue capaz de pasar con una de ellas. ¡No eran nuestras madres, eran nuestras abuelas en desabillé!

Pero nos dijeron que había chavalas jóvenes...
¿¡A cuarenta pavos?!. Es lo que hay, colegas.
¿Pero no había también chicas más jóvenes?, insistió nuestro amigo, todavía incrédulo.
Es pronto, las jóvenes aún no volvieron, ¡las que no se van con el chulo o con clientes de la barra!
¡Pues las esperamos!, dijo decidido el angelikalis, mirándonos. Estaba claro quién era el más salido.
Esto no es el dentista, ¡venga, fuera, arreando!, apuró el tuerto sacando un garrote de detrás de un canapé.
¿Y el dinero?
¡Ahí tenéis las tías, cojones!, y alzó la tranca amenazador.

En la calle reunimos un montón de piedras y le apedreamos la casa, de planta baja. El tejado, la puerta y las ventanas. Hasta que se rompió un cristal y salió el malevo con una escopeta de caza.

¡Hijoputas, hijoputas!, aullaba el tuerto apuntando a la oscuridad.

Desaparecimos en un ¡ay!
Pero casi siempre volvíamos riendo a casa, incluso en esta ocasión que salimos corridos, sin habernos corrido y con apenas cuatro perras en los bolsillos.


Ramiro Rodríguez Prada


El Pulgarzito.   Milagros, solo, en directo.

lunes, 14 de abril de 2014

Paseos fraternales


El curso de la Historia


Juicio Divino
(Manga ancha)


¡Ay, Caín, Caín!, ¿qué has hecho?,
mataste a tu hermano Abel
con la quijada del burro
y engañas a tu Señor,
¡llevas la marca!

Eres perverso, Caín,
¡la quijada del protoasno de la Historia,
abuelo de todos los pollinos que en el mundo han rebuznado,
de la burra que Me llevó hasta Egipto en brazos de María,
del borrico que Me paseó en triunfo por Jerusalén
aquel domingo de ramos jubiloso
que precedió al suplicio!

Más rápido aplastarle la cabeza con la piedra,
pero escogiste partirle la crisma a quijotazos patrios, so cabrón,
para que su agonía se alargara y ver cómo sufría,
tal fue tu ira y tu sadismo.

¡Ay, Caín, Caín!, ¡qué chungo me saliste, malasangre!

¿Que ya encargaste flores de plástico y adornarán su sepultura?
¡Es sólo piedad de fariseo, truhán, y no me vale!

¿Que son para la burra?
¡Ah, esto es cosa bien distinta!, ¡qué detalle, te perdono!

¡Ay, Caín, Caín!..., ¡en fin, te viene de familia! :
Mater tua mala burra est.


De  Interrogatorios y Otras partidas perdidas. 2014.

Ramiro Rodríguez Prada.


Γιώργος Σκούρτης, letra.  Δήμος Μούτσης, voz. Εργατική Συμφωνία.
Το τραγούδι του Περέντα. La canción de Perenta.


El 29 marzo 2012, un día de huelga general, subí a Psilicosis esta canción que le había enviado Rafa Postigo a Ana Capsir, ella me la pasó. Hice una pequeña traducción, no es de las difíciles. Si queréis repasarla, ahí está el enlace. La entrada se titula  Huelga, Απεργία. Πατρίδα μου έχω την Αστούρια, Tengo mi patria en Asturias, uno de los versos.



¡Salud, y que viva la República!

domingo, 13 de abril de 2014

130


Difuntos impolutos


Salí a tirar la basura



solo y desamparado igual que un cachorro lactante. ¡Guauu, guauuu...! Llegué a los cubos arrrrrrrastrándome, agarrado a las paredes, y volví gateando, ¡Miauu, miauuu...! Incluso gimoteaba como un bebé, ante la enormidad del esfuerzo y la indefensión y el abandono en que me veía. Sucio, sin pantuflas, con la bata hecha unos zorros, parecía recién salido de una de nuestras estupendas fosas comunes patrias. Cerca ya del portal me adelantó un vecino, un monárquico fanático de la nuera de los reyes, que diz que lee poesía. ¡Y hasta la escribe y la recita en bable!, me confesó orgulloso una tarde en que tal vez su Narciso pedía abono extra. Hoy dio las buenas noches en castellano viejo y preguntó si había perdido algo. ¡El norte!, le contesté, al tiempo que me agarraba desesperado a la pernera de su pantalón. Se soltó, espantado, con un movimiento convulso de la pierna que acabó en coz. Corrió hacia la puerta y, mientras la abría, se giró para observarme con una mezcla de asco y terror. Yo lo miraba con ternura, y hasta le sonreía, pese a que la patada me había hecho un corte en el labio inferior y sangraba. ¡Un momento, si us plau!, le rogué en voz alta, sacando agua de un pozo seco. Pero no debió entender la mirada, tampoco la sonrisa, ni el catalán, ni el ruego, porque cerró la puerta tras de si. Hay personas sordomudas y hasta ciegas para el lenguaje no verbal, y las palabras se las lleva el viento, aunque ésta era una noche de calma chicha en lo atmosférico. Y allí me quedé, tirado como un juguete sin cuerda al que ya nadie quiere, incapaz de moverme. En casa nadie se percató de mi ausencia. No es falta de cariño, es discreción, respetan mi soledad. Eso dicen. La Puta de la Escalera, mujer de pocas letras, pero atenta y honrada republicana, me recogió de madrugada y me dio la teta.



Frank Zappa.   Crew Slut.


Salud y felices pesadillas


ra

viernes, 11 de abril de 2014

129


Medio lleno medio vacío



Salí a tirar la basura



una noche más; me quedaba un día menos.



De la película L'Africana, de Margerethe von Trotta. Eleni Karaindrou.  Finale.




Salud y felices pesadillas


ra