sábado, 5 de enero de 2013

Constantinopla


Mieles de Constantinopla

77


A pesar de que la de hoy es noche de cabo de año, día de difuntos, cuando se cumplen setenta y siete años nigrománticos de la desaparición del genial manco de Vilanova, no me vestiré de luto ni lloraré su ausencia, antes bien, celebraré su paso por el mundo con la continuación del relato que inicié en el capítulo anterior de esta etiqueta,  La pipa de la Sultana.

Con la última chupada al chibuquí cerré los ojos y oí cómo Eusebio llenaba los vasos de vino, su música me recordó la del agua cantarina de un venero oculto en la espesura, pura, cristalina, corriendo alegre entre berros y anémonas.
No sabría decir cuánto tiempo duró esta ilusión, pero fue como la de aquel monje al que se le congeló el tiempo dos siglos escuchando el canto de un ruiseñor.

Abrí los ojos. Estaba en el asiento posterior de un coche, arrancado, las puertas delanteras abiertas y  las luces puestas, parado a la orilla de la carretera.  A mi lado, con el cogote apoyado en la bandeja posterior y la boca abierta, roncaba Sebito. A un metro del auto, iluminadas las espaldas por la luz que salía del interior, el Narizotas, su compinche y don Ramón echaban, en un trío de risotadas, una plácida meada. Fue inevitable asociar el sonido acompasado de los torrenciales chorros con mi bucólica ensoñación de fuentes secretas.

Bajé del coche y me uní al trío cuando ya sacudían las chorras en los últimos estertores. Don Ramón se demoró un poco más, orinando a golpes, y me dice mirándome por encima de las antiparras, ¡É a cona, a bichana, a morena! ¡La castaña hombruna me corta el pis!, teño un mijo intermitente, como cans vellos.
¡¿Qué?!...
¡Que tengo un mear semafórico, como perro viejo!
Será la próstata...
¡No diga palabrotas, pollo, eso lo será usted!

Yo estaba en pleno éxtasis mingitorio y alcé la vista al cielo cuajado de estrellas, sin contestar, ¡que placeeeeerrr, qué alegrííííaaaa! Era como descubrir el mundo, mear por vez primera en la vida y ser consciente de ello, las estrellas de la Vía Láctea sonreían camino de Santiago, la orilla de la carretera  brillaba con la arena nacarada de las conchas y la mica del granito gallego.
A mi lado Valle había terminado y trataba de introducir su morcillona entre los pliegues de la capa y el frac que llevaba aquella noche.
Pero no parecía fácil la operación y el viejo manco arrebuñaba el culo hacia atrás encogiendo el escuálido esqueleto, tratando de encajar el cacho pellejo en algún hueco de su holgada vestimenta. Metía la mano con todo, pero volvía a sacarla agarrando la tripa por la punta y negando con la cabeza, ¡No, por ahí tampoco!..., parecía decir.

Lo observaba divertido, cuando se gira y suelta, ¿¡Qué pasa, nunca pescó truchas a mano?!. ¡Pues esto es igual, carallo! Y volvió al braguetón, encorajinado.

Volvimos juntos al cachilo del Narizotas. Estaban esnifando polvos alineados en un espejo. Al entrar nos ofrecieron, pero ambos rehusamos.
Don Ramón se sentaba junto al legionario en el delantero, Sebito seguía roncando en el asiento central posterior y el compinche del malevo y yo, junto a las ventanillas, lo flanqueábamos. Era un Mercedes blanco de última generación, como el que habíamos visto en Lo de Segis, aquel puticlub de Cambados, donde terminamos otra noche loca.

Os Resentidos.  Himno dos Percebes Benz.
 

El Legía salió a la carretera derrapando y al poco, ya en ruta, Valle se volvió a nosotros y señalando a Eusebio, comenta, ¡Como un guaje, se bebió medio jarro vino y a soñar con la su Jaki!, y remarcó el sonido de la jota castellana, lo que provocó las risas del Narizotas y su colega.
¿Y usted, rábula!, añadió encarándome, ¡¿Cómo le sentó el tiento al chibuquí?!
¡Estupendo!, dije con un poco cara panoli.
¡Estupendo, estupendo!...¡A usted le parece ése un concepto capaz de describir toda una experiencia mística, un tú a tú del Mundo y el Hombre! ¡La palabra quiere fuste, amigo, entusiasmo y carácter! ¡Estupendo!...¡Parece escupirlo usted! ¿Está seguro que no se le quedó emboscado en las faringes algún gargajo sin emplumar? ¡Pues si lo expulsó, séame más expresivo y silabee, conejo!

Yo lo miraba perplejo. ¡Pero don Ramón, si me dormí, sólo puedo decirle que soñé con una fuente!
Los tres se echaron a reír como si hubiera contado un chiste. De pronto el manco, poniéndose serio, me dice, ¡No me haga perder el tiempo, mulato!, ¿qué hay de las huríes?
¡No había ni huríes ni eunucos!, contesté ya mosqueado.
¡No se me abrave, compadrito, que la luna aún luce alta y se me erizan las pistañas!.

Los dos perdularios, sin entender casi nada, jaleaban al viejo con sus risotadas y si era dificil seguir una conversación normal, mucho menos aquellos salterios del chivo de Arousa.
Creo que estoy desperdiciando mis energías nigrománticas en aleccionar a un párvulo sin mayor mérito..., dijo el manco girando otra vez al frente como si hablara para si.
Sebito cambió en ese momento la postura de la cabeza sobre la bandeja y acompañó el movimiento con un ronquido monumental que volvió a llenar el automóvil de risas estentóreas.

¡Esta noche cae Constantinopla!, gritó don Ramón de golpe alzando el brazo bueno y el muñón.
El Mercedes atronaba de carcajadas y Sebio, como un trombón con paperas, daba el tono de contraste con los ronquidos.

Íbamos bordeando el mar por una zona que me recordaba la Costa da Morte, no nos habíamos cruzado con ningún otro vehículo y en cierto momento nos metimos por un camino de tierra entre el bosque, donde alternaban pinos y eucaliptos.
Otro ramal del camino, con señal de dirección prohibida y placa con la leyenda de Camino Privado, nos condujo otra vez junto al mar, hasta una especie de pequeño golfo  al final de un vallecico.

En un zona llana y elevada a unos doscientos metros de lo que debía ser maravillosa playa de arena, con varias supermotoras amarradas en un muelle mínimo, había una construcción moderna, estrambótica hasta decir basta. Una especie de castillo medieval, rodeado por una muralla almenada con foso y puente levadizo.
Pero lo más chocante era la iluminación del conjunto en aquel lugar perdido, espectacular, un emporio de luz, un derroche estilo Walt Disney. Todo lleno de bombillas de feria, láseres, farolillos, llamas falsas y teas de catacumba, banderas, colores chillones, como en el interior de una discoteca hortera.

Deslumbraba, tanto que Sebito despertó asustado llamando a su enamorada, ¡Jaki, Jaki!...
¡Aquí sólo hay jacas, Usebio!, rió Valle con un estilo pésimo de viejo sátiro, buscando la anuencia del Narizotas y el compinche, que no perdían ocasión de darle coba.

En la entrada al recinto, letras gualda sobre fondo rojo de bandera española, siguiendo el dibujo circular del arco del  portalón, un gran letrero luminoso en letras mayúsculas, anunciaba, con multitud de parpadeos, estrellitas, intermitencias y luces persiguiéndose y aureolando el texto, el nombre de aquella Cosa:

CONSTANTINOPLA

¡Resopla!, chilló Valle-Inclán.

Os Resentidos.  Economía sumergida.

Tiburcio Cañizares, cuentista


Don Ramón


Caricaturas de  Valle-Inclán, por  Álvaro  Cebreiro.
Este pintor firmó con Manuel Antonio el manifiesto  Mais Alá,
y es uno de los más claros exponentes de la vanguardia gallega de preguerra.
Los retratos de Valle son una simplificación total de la figura,
centrando el interés expresivo en los rasgos más característicos del autor.
(Las caricaturas y este texto al pie,  proceden de la página de la
Asociación Cultural Amigos de Valle-Inclán)

P. D. No sale la foto de las caricaturas de Valle-Inclán en las ventanas que hay en Mi lista de blogs, en la columna derecha. Supongo que en el resto de ordenadores sucede lo mismo. Ya me pasó también con la nueva entrada de Ana Capsir en Navegando por Grecia, sigue apareciendo la anterior, la de hace una semana. No obstante, si se pincha se puede leer la nueva, sobre lunas.

Aquí no sé si es debido a un problema de google, de formato o a la influencia de las meigas valleinclanescas. Me molestaría más que no pudierais ver las caricaturas, porque son buenísimas.

Como ya sé que las caricaturas sí se ven, pongo otra foto en la cabecera para que aparezca una ilustración en la ventana informativa correspondiente. Vale. 

Salud 

ra

4 comentarios:

  1. Sí, me llamó la atención que siguiera el texto de Ana de fin de año en tus márgenes derechos, cuando ya había cambiado. Yo, en lo que has escrito, si tengo la caricatura de Valle, debes referirte al aviso a la derecha. ¿Qué le habrás hecho a Google para que te trate tan mal?
    Un besito y felices reyes.
    Viriato

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    1. Buenas noches, César. Sí es ese aviso del margen derecho.
      Voluntad puede que no me faltara, pero no sabría cómo, y G- es otro de esos enemigos demasiado grandes para mí. Pero ellos sí que pueden joderte más fácilmente. Y antes que nada está mi ignorancia en estos asuntos, así que tampoco quiero buscar molinos donde sólo haya gigantes. Mientras pueda, sigo!

      Buen día y que los reyes acierten con sus regalos!
      Besos.
      ramiro

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  2. Me gusta. Gracioso y muy bien escrito. Saludos al autor.

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    1. Gracias. Me presta, sobre todo, haberte hecho sonreír.
      Salud.

      ramiro

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