miércoles, 6 de agosto de 2014

Pies


Leyenda: Μοναστιριακης  Επιτροπης. La comisión del monasterio.
 
Μοναστιριακης Ευαγγελίστριας. El Monasterín de la Anunciación.
Nísyros.  Grecia,  agosto 2013.


Por pies


El joven fraile heteróxido salió de la iglesiuca del monasterio al campo después de los Laudes, buscando un lugar algo apartado donde realizar sus necesidades mayores. No podía entretenerse mucho, porque el anciano monje con el que compartía la vida en solitario en el monasterio, no le esperaría cuando dispusiera sobre la mesa el frugal desayuno, apenas un par de aceitunas y un trozo de queso de cabra, seco y salado, con un mendrugo de pan duro. Hasta el segundo y último ágape del día, después de las doce, no habría más alimento. Y esta segunda comida tampoco era muy abundante, un plato de judías, patatas o coles hervidas con un chorrín de aceite de oliva por encima. En ocasiones, con suerte, encontraba alguna almendra por el monte, que se comía a escondidas del maestro sabiendo que pecaba de gula, pecados que no confesaba a la hora del mea culpa.

Era un muchacho de ciudad no habituado al duro trabajo del campo y en el año que llevaba recluido en aquel apartado convento, había perdido varios kilos. El viejo era un cascarrabias que guardaba la llave de la mísera despensa entre los faldones de su hábito costroso y lleno de remiendos. Miraba con desconfianza al neófito convencido de la flojedad de las nuevas vocaciones. Le habían enviado a aquel rapazón flaco y desgarbado que no sabía ni por dónde coger la azada cuando llegó. No es que hubiera aprendido mucho entretanto, pero al menos ahora podía confiarle algunas labores menores que lo descargaban un poco. Ya empezaba a sentirse cansado, e imaginaba que le habían confiado al joven postulante precisamente para que le reemplazara en el cuidado del monasterio y el cultivo del pequeño huerto aledaño, con el que a duras penas sobrevivían. Las aportaciones voluntarias de los fieles eran cada día más escasas y su regla no permitía la mendicidad.

Γιώργος Μπάτης.  Ο Φασουλάς.  El Abichuela.

http://www.youtube.com/watch?v=tBrPcoPlELM

Así pues el frailuco aspirante hizo sus necesidades detrás de unas rocas y se limpió el culo con una piedra secándolo con la hoja lanosa de un gordolobo. Andaba un poco diarreico y manchó las pobres chancletas con la purrela de su deposición. Antes de entrar en el refectorio lavó las sandalias en el pilón del patio y se entretuvo más de la cuenta. Cuando irrumpió en la estancia, un tanto aceleradamente, el anciano estaba recogiendo su ración del desayuno para guardarla en la alacena. Había llegado tarde una vez más. El viejo lo miró burlón sin abrir la boca. En realidad casi no intercambiaban más palabras en todo el día, que las frases y jaculatorias de ida y vuelta de las oraciones canónicas en los rezos en común. El joven comprendió y dio media vuelta. Se dirigió a la capilla y la limpió, cargó las lamparillas de aceite, cambió las velas agotadas, espabiló las restantes, puso flores frescas en el jarrón de la Virgen de la Desolación y se sentó en un banco a descansar y meditar, era su manera de orar. Después se fue a regar los tomates de la huerta, su segundo cometido del día, antes de que el sol empezara a calentar con demasiada fuerza.

Poco antes de la hora del almuerzo, al mediodía, cansado de bregar en los surcos y hambriento, sintió otro apretón de barriga y corrió hasta las rocas temiendo no llegar a tiempo, pero con el pensamiento fijado en la mesa del refectorio y en las patatas que ese día había cocido el abad. Tenía tanta hambre que podía oler desde allí el aroma de la hoja de laurel con la que el monje hirvió los tubérculos. Oyó la esquila de la llamada al ágape. Estaba tan ansioso que no le dio importancia al chapoteo de sus chancletas cuando abandonó el cagadero. Pasó de largo al lado del pilón sin mirarlo y entró en el refectorio. El fraile ponía en la mesa la olla con las patatas. Rezaron una oración de acción de gracias y se sentaron. El abad partió el pan y llenó los platos. No llevaban ni un minuto comiendo cuando al viejo, que conservaba intacto el olfato de un perdiguero, le llegó el tufo de las chancletas. ¿Abonaste hoy el huerto?, preguntó, rinorreando alrededor y posando la cuchara. El neófito, por su parte, sólo tenía nariz para las patatas y respondió con un escueto No. El prior, visiblemente contrariado, con el estómago revuelto, acabó por levantarse y, diciendo Ave María Purísima, se retiró a su celda. Quedó su plato de patatas mediado, que acabó gustoso el novicio.


Ramiro Rodríguez Prada


Κυριακός.  Ο Υμνούμενος.

http://www.youtube.com/watch?v=iEc32s_8K8s

Salud y buen apetito.

8 comentarios:

  1. Hoy he encontrado un 95000 en tu contador. Un buen número
    ¿como va todo?
    Un abrazo

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    1. Hola, Capi. Vaya sustos que habéis tenido, ya te leí. Que el regreso sea más leve.
      95 es mucho más de lo que esperaba al principio, un premio para mi Narcisín.
      De momento sigo aquí, muy débil pero con ánimo.
      Más abrazos de todos y uno especial a Lola.
      ramiro.

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  2. ¿Cómo era aquello de que Dios escribe torcido entre renglones rectos? ¿O era al revés?
    Un besito y espero que estés fenómeno.
    Viriato

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    1. Derecho con torcidos pero es lo mismo.
      Fenómeno no, pero estoy.
      Salud.
      ramiro

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  3. Buena prosa, Ramiro. Pero porqué hay tanta m...... en tus escrituras? MAC

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    1. Más que M... pisamos sangre, es peor que el Cambalache del tango del XX. Me gusta la eskatología, "skatá", basura en griego, pero para hablar de los mierdosos que mandan en este mundo, la mía es blanda comparada con la realidad.
      No sé quién eres, pensaba en una "kurruka parda", pero ya veo que no, alguien de Astorga, ¿Toño?
      Un abrazo.
      ramiro.

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    2. Skatá, mierda directamente, basura skupidia.
      Besos.
      ra

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    3. No, dame tiempo.
      MAC

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