domingo, 11 de septiembre de 2011

Sombra de lo que fui



Grecia, verano 2011


Me vino muy bien esta etiqueta de Perdío que abrí, casi sin saber qué había que hacer, al comienzo de la andadura del blog, cuando me ví compuesto y sin novia, porque había bloqueado uno y no éstaba seguro donde aparecería el texto que escribía.
Cada vez que me gana la tristeza, la confuçao o el pasmo toy perdío, pisha.

Y, por otra parte, es una constante de este escribidor el andar algo a tientas, como cuando pescaba a mano en el río y las metía en las raíces y los agujeros, sin saber si tocaría un cangrejo, una rana, una culebra , una rata o una trucha, que eran los huéspedes más habituales de tales escondrijos.

Es el peligro, y la emoción, que tiene el moverse por la vida "a palpu". Como Homero.

Sólo que en Grecia ven los ciegos.

Salud, yasas!


Barbarómiros.

sábado, 10 de septiembre de 2011

El chibuquí de don Ramón


Los pies del auriga de Delfos
Grecia 2010

Esta vez dejamos a Valle-Inclán, vestido como para un funeral, en un semáforo de Atenas.

Días después, una noche en que atravesaba una plazoleta poco iluminada de Exarjía, lo veo aparecer detrás de unos naranjos amargos. Me asusté un poco porque se presentó de repente, como hecho a propósito para espantarme, pero no blandía  amenazador el bastón, aunque yo ya había salido por pies.

¡Aguarde, aguarde!, me dijo con voz pausada y sin agresividad. Me paré porque a esa distancia ya no corría peligro, pero no cedí ni un paso.
¿Me puede indicar, si es usted tan amable, por dónde se va a la celda en la que murió Sócrates?
Quedé mudo y perplejo. El viejo me estaba tomando el pelo. A las cuatro de la mañana surge como una aparición, me pregunta por la prisión de Sócrates y no hace mención alguna a la sañuda persecución con la que me maltrató mes y medio? ¿Y aquello de, ¡Ven aquiiií, galopiiiíínn, aquííí se paga con sangreee!?. Este paisano chochea, pensé.
Está muy lejos, le contesté.
No importa, ¡tengo toda la vida por delante!, me dice, y se reía con su propio chiste como un abuelete.
Si quiere lo acompaño. No podía creer que hubieran pronunciado mis labios tales palabras. Me dió la sensación de estar poseído, de que alguien me suplantaba hablando por mi boca. Pero ya no había remedio, estaban dichas.
Si no es molestia para el caballero, respondió él muy formalista y educado.
Sígame, por favor. Definitivamente no era yo.

Y allá nos fuimos los dos tomados del brazo porque, al primer tropiezo, se me colgó y ya no se soltó hasta el alba, cuando cantó el gallo de Esculapio y le contestó el de Hermes, mientras a Sócrates, en su mazmorra, lo iba ganando el frío.

Hablamos de un montón de cosas durante el resto de la noche y le recité todos los versos suyos que recordaba, algunos me los hizo repetir, vivaracho y vanidoso, ¡Muy bien, muy bien, recita usted muy bien! Esa leve inflexión en las mejillas no está mal, me decía para animarme a recitar de nuevo, Y las niñas que acuden al sermón/ mejillas sonrosadas por el frío/ de Astorga, de Zamora, de León. No me atreví a  recordarle aquella que había dado origen a la implacable persecución en Desde la popa, cuando escribí sagada por sagrada. Por temor a que por el hilo del principio devanara de nuevo el ovillo. Pero esos versos  no puedo evitar repetirlos aquí, brindis al niño que todavía haya en nosotros:

En mi ardor infantil no cupo el miedo;
La vaca vino a mí, de luz dorada
y en sus ojos enormes, con el dedo,
quise tocar la claridad sagrada.

Intenté sonsacarle algo sobre la persecución pero no sabía nada de nada. No quise insistir, no me fuera a reconocer y a liarse otra vez la manta a la cabeza. Le pregunté sobre los motivos de su estancia en Atenas y me informó de que tenía una cita con un turco. No sé que líos se traerá este hombre en la perola. Quería comprarse un buen chibuquí para fumar, y bajaba la voz y me apretaba el brazo, Un kifi de Casablanca que me trae un legía de Vigo que está en Sidi Ifni. Que no don Ramón, le decía yo, que la legión ya se fue del Sahara, será un legía de Canarias. No, él es de Vijo, insistía Valle. Ya, pero el Tercio está en Canarias, creo, y en Ronda. Da igual, pero el kif es de Marruecos, apostillaba él. No hay manera de entrarle a un galego. Yo flipaba. Me miraba con esos ojillos suyos tan vivos y mentireiros, y no podía creer que fuera la misma fiera currupia que me persiguió desde junio.

En fin, el gallo de Esculapio, al que ya nombré, me despertó.

Puerto de Agii Apostoli 2010

La última vez que lo vi fue la siguiente a la sardinada en el puerto, cuando cantó Eleni Legaki. Estaba sentado a una mesa con otras personas que comían sardeles, mientras él contemplaba extasiado el escenario y las evoluciones de los danzarines del corro nisiótiko. En un momento fui a saludarlo pero, antes de llegar a su mesa, se levantó y se sumó al círculo de bailarines. Lo perdí de vista cuando regresé a la mía y no volví a verlo en toda la fiesta.

Era la noche siguiente a la luna llena y habían soplado ya las primeras ráfagas del Meltemi. Volví a casa bastante cargado después del último zembékiko, cantando por lo bajini  el Apoxe canis bam!, ¡Esta noche hacemos bam!, ya no sé si de Tzitzanis y Marika Ninou. En el paseo arbolado de la playa pequeña, más alejada del puerto, vi una vez más la sombra escura de don Ramón, con el sombrero. O eso me pareció, porque no llegué a cruzarme con él, una racha fortísima de viento me detuvo bajo una sabina.

Una gran bolsa negra de plástico salió volando de sus ramas arrastrada por el Meltemi. Don Ramón corría por la superficie encrespada de la mar agarrando con fuerza el chibuquí.

Yasas, salud!

Barbarómiros.

Gila suelta el garrote



 
Katzika

Habíamos dejado a don Ramón Mª del Valle-Inclán sentado en el suelo tras venir a él en un mal paso, nuna ecura noite sen lúa y, poco después, trotando al rabo de Paco Gila, feliz y rejuvenecido por haber encontrado en el humorista a un compañero de correrías tan testarudo y cabezón como él.

Estos son los hechos de finales de julio. El 27 escribí un texto de desagravio al señor  Francisco Gila. Esa misma noche tuvo lugar una escena muy semejante a la que había vivido al hacer las paces con don Vicente Van Gogh.

Don Ramón, sentado noutra pedra, descansaba apoyando el mentón en el mango del bastón, mientras Gila me enviaba, es un decir porque si no me aparto me siega as pernas,  me largaba la tranca en señal de paz.
Esta vez no hubo apretón de manos que sellara el pacto. No las tenía todas conmigo porque Paco seguía con la boina ladeada y no me daba la sensación de fragilidad y desvalimiento que le vi al buen Vicente. Aunque ya no cargaba aquel paletó de posguerra, que añadía un aspecto estrafalario y tremebundo a su figura achaparrada, iba de pana gruesa y alpargatas.
Me mantuve a una distancia prudencial y no toqué el garrote, notaba la barbera de Van Gogh todavía en el bolsillo.

Dice Gila zumbón, ¡Emilio el de los Botines..., anda, anda, pazguato, dedícate a otra cosa!, y me miró de medio lao, no torvo, pero sí como añadiendo, ¡Vete antes de que te lance la boina, que corta como una cuchilla!. Pero sólo dijo, ¡Vamos a dejar las guerras que ya perdí bastantes...!¡Ah, por cierto, de parte de Matilde, que arrieros somos y de la burra bajaremos!.
Y regresó  al encuentro de don Ramón, que seguía sentado na pedra contemplando, inmóvil, as galaxias, as estrelas.  

Pasaron unos días en los que, con el jaleo del viaje y la alegría del reencuentro con Grecia, no tuve episodios oníricos dignos de reseñar.
Uno erótico muy corto, un culín, pero cuando se volvió era la carota de marsopa de Matilde con la sonrisa, de bandolero de Sierra Morena, ¡de Militouh erde louh Botinehi! Un mal sueño...

A la semana, más o menos, una noche en la que cené  anchoas frescas, una ensalada con demasiado pepino y, de postre, sandía, no sé porqué me parece relevante el menú, tal vez porque me repetía un poco el pepino, pero es así, el caso es que después andaba por la calle como imposibilitado, casi no podía mover as pernas, pesadísimas, entre la mucha gente que pasaba con prisa, grígora grígora. De hecho me arrastraron a un paso de peatones sin que pudiera oponer resistencia.
Estaba en primera fila y tenía detrás una muralla humana. Miré al otro lado de la calle y allí, a ocho metros escasos, estaba don Ramón, de pie más tieso que un uno, vestido de negro, con sombrero, quevedos y un  pequeño bastón. No se movió.

Se abrió el semáforo, sentí que me empujaban desde atrás, cerré los ojos y di unos pasos torpes pero caí al suelo.

Me llevaba las manos a la cara como si le estuviera tirando de las barbas al galego cuando desperté...

Yasas, salud!

Barbarómiros.  

viernes, 9 de septiembre de 2011

Psomí, pan



El pan de Marieta
Agii Apostoli
Eubea, agosto 2011


Probamos varios tipos de pan, pero las barras con más sésamo y estas hogacinas, bien cocidas, que daban para un día eran nuestras preferidas.

Las panaderías trabajan muchas clases de pan y de hojaldres rellenos. Los hemos probado de muchas cosas, si bien los más famosos son las spanokopitas, de queso y espinacas, las tiropitas, tiropitaris y tiropsomos de queso, de varias formas, me lukaniko, con salchicha, eliopsomo, pan de aceitunas..., calientes, por la mañana, recién salidos del furnos, bre Boterooo!.
Son distintivos de Grecia y muy ricos.
En Marieta hacían también pastas de almendra y chocolate, y pasteles hiperdulces y melosos al  goloso gusto griego y turco.
Yo me apunto también, un poco sólo. Disfruto más con el pan de cada día.

Todavía conservan el gusto por un buen envoltorio de papel para determinados artículos como la fruta, la carne y el pescado, o el pan y demás farináceos. Y acostumbran a decorarlos con motivos alusivos al producto con una linea de diseño que se repite, con variantes locales, en todos los rincones del país, poniendo el énfasis en imáges de lo artesanal y tradicional.
Durante algunos años reuní un montón de motivos de ese estilo a medida que iba conociendo y... comiendo  Grecia.

Las conchas redondas son  en realidad esqueletos de oricios, de los que degustaron, digámoslo asín, Lola y Alberto en el Teach este verano. O sus ancestros... los de los erizos.

Salud, yasas!

Barbarómiros.


  

jueves, 8 de septiembre de 2011

Atenas -6

O zánatos tis Kritis
La muerte de Creta

Atenas, agosto 2011

Láminas y grabados de hechos históricos o simbólicos. Las fotos antiguas de algunos cafés y el empaque señorial de éstos, que recuerda el de  nuestras ciudades, Madrid, Santiago, Astorga...¡y tantas!

Pero creo que para querer de verdad a Atenas hay que amar el tráfago de las calles. El trajín de personas  es por si sólo un espectáculo contínuo y las sorpresas, con frecuencia de altura, donde menos las esperas.

Muchas miradas de ojos negros, ta mavra su matia, tus ojos negros, un músico extraordinario en una esquina, un grupo de japoneses con sandalias negras y calcetines blancos y una pareja de nórdicos obesos, además, con mariconera de cuero a juego con las sandalias, un pintor desesperado, yonki, un artista genial, que pinta con la boquilla del cigarro círculos blancos en el bordillo de la acera, una moto que te pasa rozando en un paso de peatones, un pedigüeño con menos jarte que Milito er Botine chamuyyando er ingré, una pintada y un grafiti que son dos ejercicios de estilo al aire libre entre la mugre y los desconchones, un cretense que te invita a un tzikudiá porque le caíste simpático, una paloma que te caga encima, la amabilidad del paisano del períptero, el kiosko, que estuvo en Barcelona, un par de tías agotadas haciendo el viaje de sus vidas con dos mochilas como montañas y botas de subir al Himalaya, una pita yiro de muerte  en donde acontesca, una cerveza fría o un blanco frío o una retzina fría comiendo una ensalada de almira, en el Kriti de la plaza Kanigos, y unos tomatinos rellenos de mizitra con orégano y aceite de oliva, agg, Dimitraki mu!, las pequeñas, frescas y silenciosas iglesias.

Y, a la vuelta y a la ida, los perros del centro nos saludan porque ya nos conocen de otros años.

La música que sale de algún sitio, que está presente y, en la casa en ruinas de una calle olvidada, olor a jazmin o a madreselva. Un usaki lento viendo como muere el día. Pero el tráfico...¡ese tráfico horroroso! Me solidarizo con Jaritos y, antes de sacar a los yonkis del centro, propongo que se prohíba el tráfico en el corazón de Atenas y parte del extranjero, que sólo se permitan triciclos y bicicletas, empezando por los señores diputados y escoltas, hay que dar ejemplo. Bicis para todo, hasta para el reparto, ahora ya las hay muy sofisticadas que funcionan con ayudas eléctricas muy económicas, y la cosa funciona, y no hace falta subir a Likabitos con ellas que Atenas es llana comparada con Bilbao (una voz me dice: Pero los políticos son esdrújulos).Ya veo al mi Jaritos respirando a pleno pulmón a punto de coger el sindaxis, el retiro, moviéndose en riska por la ciudad de sus dolores, como un maharajá, y dejando el Ibiza en el garaje. Lo que sea, pero ¡hay que hacer algo!.

La Acrópolis desde el Centro de Tradiciones Griegas
Plaka. Atenas 2011

...y allá en su frente...la Roca, como la llama Sotiropulu, la Acrópolis velando y a veces amenazando a esta ciudad tremenda, inconcebible, de la que no sé casi nada.

Salud, yasas!
Barbarómiros.