domingo, 4 de diciembre de 2011

...τη γλωσσα να σας πω


El lenguaje de las flores

... qué lengua hablaros?.
Η γλώσσα της καρδιάς σου, ελληνικά, φοτογραφίες, τη δική σου, φίλε μου,  La lengua de tu corazón, griego, fotografías, la tuya, amigo.

Las epifitas son mis preferidas entre los cactus, aunque no desdeño ninguna especie. Ésta ya es historia, acaba de morir.

¿Qué lenguaje hablamos nosotros?

Recuerdo al loco de Patzianós, en Sfakiá, que me hablaba como un político, como un filósofo y como un poeta y era a la vez los tres, y Giannis, el loco.
Mi griego es muy pobre y entiendo menos. Pero a aquel hombre se lo entendía todo y me dijo cosas que nadie me había dicho con esa vehemencia y esa dureza, y también con tanta verdad.

¡Con toda el alma!.

Πού είναι τα παλικάρια!, ¿Pu ine ta palikaria?!, ¿Dónde están los valientes?, casi gritaba Giannis.

http://www.youtube.com/watch?v=BtS8fsfR0g8&feature=related

Nikos Xyloúris, Valiente en Sfakiá, Παλικαρι στά Σφακιά, Έβαλε ο Θεόσ σημάδι.

Nuestra lengua, el castellano, cuatro palabras asturianas, gallegas, portuguesas, catalanas, andaluzas, italianas, francesas, inglesas, griegas... .
Pero el idioma más profundo es el del cuerpo entero del que quiere entenderse contigo. Por eso es tan importante la presencia en la comunicación... .
Pero  sólo estamos lejos en kilómetros, sobre el mapa.

No desesperes Gianni, a mí me pasa lo mismo!


Γεία σας!

Salud.

Μπαρμπαρώμιρος.

Eustaquio castañero


Las castañas de don Ramón

Desperté porque oí ruido en casa. Me levanté sin vestirme y fui hasta la cocina. Al encender la luz chisporroteó y se apagó. Me dió un escalofrío pese a que después de tantas batallas con muertos ya estoy un poco curado de espantos.
En la cocina no había nadie, pero enseguida ví la cesta con las castañas encima de la mesa. Una noche le había comentado a don Ramón que las de este año no eran buenas y él me había respondido, casi ofendido, que las suyas eran manteca neta, tal cual.

Pero, antes que una invitación a comer castañas, yo sabía que aquella cesta era el recordatorio de nuestra cita de esa noche, la de san Eustaquio. Era justamentela media noite. Saturnino ya me estaría esperando en Xufre.
Cuando entré en la habitación para vestirme no la reconocí y me puse a oscuras la ropa que topé a mano. Cogí un chaquetón para protegerme del frío y la humedad de la ría.

La calle estaba a oscuras, como si se hubiera ido la luz en todo el pueblo cuando se fundió la bombilla. Me quedé parado en la acera sin saber dónde estaba ni hacia dónde tirar. No me sonaba nada de lo poco que podía ver y tampoco oía las olas ni olía el mar. En ese momento de indecisión alguien me cogió del brazo. Pegué un bote de dos metros.

¡Son eu, carallo!, oí que bramaba don Ramón. ¿A quién teme, o es que está sensible?, dijo con recochineo.
¡Joder, don Ramón, usted me quiere matar!, le iba diciendo mientras me acercaba.
A eso vamos, contestó con cierto misterio, ¡Y module su verecundia, pollo!.
Es que la noche pasada Saturno, hoy el amo, parecen confabulados, ¿no pueden presentarse de manera más?..., no me salía la palabra...
¿Educada le parece correcto?
Menos brusca.
Lo siento, joven, pero nosotros no nos regimos por esas convenciones del burgués. Actuamos con entera libertad, ya alcanzamos la gloria y la edad de jubilación, estamos amparados por santa Brígida  de Suecia, patrona de Europa, mística y visionaria que, a pesar de su nombre, era muy liberal, y estuvo en Compostela antes que en Roma. Y ahora ¡en marcha!, que nos espera en Xufre Saturnino y en Vilanova un pulpo a feira que estará de muerte. Y salió como un Sputnik tirando de mín.

Enseguida chegamos a Xufre y al entorno del pino que mira a Pobra. Había una luna menguante fría entre los girones de nubes sucias que pasaban rápidas y la ocultaban a ratos. Los cuernos apuntaban a las bateas de mejillones y a las luces de Castro hacia donde enfilaríamos en breve.

Satur nos había visto y estaba aflojando los amarres del bote. Sujetaba un cabo. Supuse que esperando ya a que embarcáramos.
Valle se paró debajo del pino mirando hacia a Pobra do Caramiñal. El criado lo obsevaba sin decir palabra. Yo intenté soltarme del brazo del anciano con discreción, sin brusquedades. Pero no hubo manera, tenía el mío bien amarrado.
Estuvimos unos minutos inmóviles y en silencio hasta que vi al de la barca hacer un gesto de impaciencia.
Con suavidad lo llamé, ¡Don Ramón!, pero el de Vilanova estaba ido. Había echado hacia atrás el sombrero de copa de esa noche que doblaba en altura el tamaño de su cabeza y parecía, con la barba prolongándose hasta la bragueta, un derviche giróvago con lentes.

¡Tejerina!, gritó con voz tonante Saturno.

Don Ramón se estremeció y contestó con el mismo vozarrón, ¡¿Quién vive?!.
Al despertar tan abruptamente del trance se le calló el sombrero y me agaché a recogérselo. Me tenía intrigado el truco del actor para hacer salir del pasmo a su amigo.
¿Quién es ése Tejerina?, le pregunté al esperpento aparentando inocencia. Pero me dió la callada por respuesta. No me permite ni la más pequeña indiscreción el viejo zorro.

Subimos al bote.

La caldera del pulpo

¡Avante raudo, Saturnino, que el pulpo tiene 8 patas y no espera por nadie!, gritó Valle, de pie en la proa del bote, señalando las luces de a Pobra con el brazo y el índice extendido como Colón en Barcelona.

Sin embargo el criado no parecía tener mucha prisa en realidad y por su actitud temí otra navegación accidentada sin destino final, como la del primer intento de chegar a Vilanova que no cuajó y terminó a una milla escasa del pueblo, yo febril y tosiendo.
Pero me equivocaba, nada más salir del entorno de las bateas viró dirigiéndose al este sin llegar al centro de la ría, remando más cerca de la costa con la misma energía que la otra vez.

Don Ramón lo alentaba desde la proa con voces del tipo, ¡Rema diablo, que la Estigia es angosta!, o ¡Ábrete infierno que chega el señor de Valle! o, ¡Raja la ola, maldito, que nos alcanza la turquesa!.
Estábamos ya a tiro de piedra de Vilonova, aunque sólo adivinábamos las casas, porque no había luz, como en la Illa. Se veían luces a babor por la banda de a Pobra y a estribor un pequeño resplandor hacia Cambados.

El manco parecía más excitado a cada momento. Braceaba con el muñón y con el bastón en la mano buena, en plan Tizona, lanzaba mandobles a las olas que nos entraban un poco de través y le salpicaban la capa.
Chillaba como un condenado, ¡Perras, qué numen pérfido dirige vuestra saña!, ¡Traidoras atacad de frente!, e intentó hendir una ola. Estuvo a punto de caer y el sombrero bailó en su cabeza un momento.
El pequeño bote cabeceó y yo me vi en el agua.
¡Don Ramón!, lo llamé intentando aplacarlo. Pero estaba fuera de sí y ya no recibía.
Le pregunté a Satur quién era ese Tejerina que tanto impresionaba al gallego.
Su mujer.
¿Qué pasa, manda mucho?
Manda, contestó el barquero escuetamente.

Valle seguía con su esgrima sin que el criado interviniera y entrando ya en aguas de Vilanova se quitó el sombrero y empezó a recitar con voz grave y resonante,

El mundo atravesé como un Atlante,
cargado con los odres del pecado,
y con la vida puesta en cada instante,
hice rodar la vida como un dado. 

Y quise despertar las negras aves
que duermen en el fondo del abismo,
y sobre el mar, en zozobrantes naves,
ser bello como un rojo cataclismo.

Saturno arrimó la barca a un neumático que colgaba del muro de un muelle de juguete con una escalera que subía desde las rocas. Don Ramón saltó ligero a tierra con un cabo y lo aseguró a una argolla, Satur hizo lo propio y dejaron el bote amarrado. Al bajar yo el actor me hizo un guiño cómplice.
Salimos a Vilanova y me dejé guiar por los dos hombres.

Chegamos rápidamente a casa de Valle Inclán que yo ya conocía... ¿en vida, despierto?. Dejémoslo así.
Tenía interés en saber si el pulpo había sido cocido por Tejerina y no me despegué de don Ramón. Saturno se dirigió a una dependencia de la casa que más tarde supe que era la bodega. Dejamos los abrigos en un pequeño vestidor y nos sentamos en dos sillones orejeros frente a una chimenea encendida. La casa estaba templada y olía agradablemente a leña de carballo. Valle había encendido una lamparilla y reinaba en la habitación una penumbra propicia para las confidencias.

¿Quién cocina el pulpo?, pregunté rompiendo el silencio que habíamos mantenido desde que entramos en la casa.
El pulpo ya se coció, dijo mientras se acercaba al hogar para echar un madero. Así que suba Saturnino  despachamos el condumio. ¡La brisa de la mar y el olor a salitre despiertan mi apetito!, añadió muy animado mirándome por encima de los quevedos con ojos pícaros.

Como tenía por costumbre no contestó a la pregunta, hizo un quiebro y me toreó. Se las sabe todas el amigo. Por discreción no insistí, sabía además que la segunda respuesta podía ser muy bien una bufonada o, peor aún, un rapapolvo.
Al poco entró Saturno con unas botellas de vino y pasó de largo a un comedor que se abría al fondo del salón.
Valle se levantó de golpe diciendo, ¡Al negocio, pollo!
Entramos en el comedor, provisto también de su crepitante chimenea. El criado había encendido un quinqué y recordé el de la luz bisunta del cuchitril de Benedicto en la isla. Pero éste se veía impoluto con su cortina blanca, puntilla con delicada filigrana de hilo.

La mesa estaba servida. Habían puesto tres platos de pulpo a feira y en el centro dos fuentes de barro, una con pulpo y otra con cachelos, por si repetíamos, que lo hicimos. Y una cestilla con pan de hogaza.
En el hogar de la chimenea sobre unas trevedes, a un lado, estaba la caldera de cobre en la que se había cocido el pulpo.

No sé cuánto comimos y más bebimos. Satur estuvo solícito haciendo de mayordomo e incluso escanciando el vino como un señor. Debió abrir cinco o seis botellas de Albariño que, en aquella atmósfera caldeada, se mantuvo fresco toda la noche metido en una cubitera que era el tronco de cono de una pequeña cubeta de roble cortada por la mitad.
A los postres, que también los hubo, Saturno sacó una tarta de Santiago de la que casi dimos cuenta por completo y sobre todo Valle que comía como un rapaz.

¿Non teñes outra cousa?, preguntó el manco.
Teño zuequiños de san Benitiño de Leire.
¡Eso son confituras monjiles, Saturnino! ¡Te tengo dicho que no des más beneficio a la corte celestial ni a la clerecía, que sólo aprovecha a los carcundas de la Gran Ecúmene Vaticana, carcamales de la más docta veteranía en conjuras, trapisondas y cabildeos! Y añadió con solemnidad, Ya vislumbro la curva mole de la cúpula romana, negra, apologética y dogmática, sobre el ocaso de sangre. ¡La curia es la peor ralea! ¡Quita eso de mi vista!, ordenó con energía.

Satur cogió un zuequiño y retiró la bandeja.

En su lugar puso sobre la mesa una fuente honda de barro, que estuvo al amor del fuego, donde humeaba el orujo de una queimada con las frutas doradas nadando en el aguardente.

San Eustaquio Castañeiro

Entre las brasas de la chimenea don Ramón había echado unas castañas que rajó previamente con una navaja de a tercia que no sé de dónde sacó y a la que llamaba su escarbadientes. Medía por lo menos 25 centímetros.
Castaña a castaña el orujo fue menguando y a mí me entró un soporín que de buena gana me hubiera ido a la piltra.

¡No se me duerma, carallo!, rugió Valle casi en mi oído, porque veía como se me cerraban los ojos.
¡Todavía le reservo alguna sorpresa, aguarde!. Se levantó como una liebre y salió.
Saturno, que había dejado ya las labores de camarero y se había sentado, se levantó también y arreó detrás del manco, pero en la puerta se volvió y me dijo tocándose la chepa, Recuerde lo que le comenté, y sobre todo que no salga de casa esta noche, mañana ya veremos. Y desapareció.

Debí de dormirme sobre la mesa.

Zelifes fueños.

A. Tufao.
       

sábado, 3 de diciembre de 2011

Calabazas


La calabaza de la curruca Blasensis
Morales del Arcediano 2011

Es tan roja y tan guapa como la Amanita muscaria y no es venenosa. Pero no es una seta. Debe andar por los 50 cmts. de diámetro. Da para comer puré a una familia una semana, o hacer cabello de ángel, asarla a la plancha en rodajas, acompañarla de otras verduras u hortalizas, freírla, empanarla, cocerla, hornearla, confitarla...

Quería la curruca saxofonista, el Verderón Blasensis, que me llevara una,  pero ya  me tenían reservadas más y en el piso proletario no contamos con el espacio de una casa maragata.
Las que traje son de otra raza, amarillas, compactas y más pequeñas, tal vez más apropiadas para confituras, aunque yo prefiero la sopa o la crema de cualquiera.

¡Calabazas más grandes que éstas me dieron a mí a porrillo las que yo me sé!

Ya pasó su mes, noviembre, al margen de que se conserven en perfecto estado mucho tiempo en lugar fresco.
La tradición del Halloween americano casi caló por completo nuestras calabazas otoñales desplazando tal vez otras costumbres. Pero yo quiero recordar una que se daba en los pueblos de la vega del Tuerto, en León, e imagino que en más lugares, que sólo es otra variante de la calabaza vaciada simulando una calavera.
Hablo de hace 50 años.

Las calabazas del Turienzo
Morales, noviembre 2011

En San Román, San Justo, Celada, Nistal y otros pueblos de la Vega, todos de regadío con mucha patata y mucha remolacha, por los Difuntos se tenía por costumbre vaciar una remolacha forrajera, calar los huecos de los ojos, la nariz y la boca, e introducir una vela. Así nos paseábamos por el pueblo de noche, asustándonos de mentirijillas unos a otros.
Conservando algunas ramas del tallo parecía un cráneo punky. Terrorífico.
El tamaño de las remolachas era proporcional al nuestro, porque la forrajera puede alcanzar dimensiones gigantescas doblando en casos record el peso de un infante.
Sin embargo no recuerdo que hiciéramos lo mismo con las calabazas, que también había.

Pero ya no se planta tanta remolacha. Como dice la canora Centenalis ¡ya no se planta nada!, y lo que se planta no se recoge, sólo algo cerca de los pueblos para el ganao de corral, un poco de maíz, y la huerta. ¿Para qué todos esos regadíos? El vino en cambio no decae. ¡También sería, que nos racionaran el morapio!
Creo que la tradición se ha perdido, aunque es bien posible que se copiara ya de la norteña europea.

Estoy viendo que las calabazas no son más que la excusa para enseñaros el pueblo maragato de estas dos currucas pardas musicales que hemos caracterizado aquí como el Verderón Blasensis y la Mirlona Centenalis. Estuve unas horas con ellos y, en la bondad de la atardecida soleada, pude hacer varias fotos que iré colocando cuando toque.

El río Turienzo a su paso por Morales del Arcediano
León, otoño 2011

Estaba la tarde de cine, serena, el pueblo tranquilo, como siempre. La curruca piragüista reconstruía una muria tradicional, piedra a piedra y sin argamasa, a la antigua forma cantera. Sudaba como cuando pedalea en bicicleta marcha atrás y cuesta arriba.
El puente de hierro de Morales dicen que fue una equivocación y que estaba destinado a un pontón del ferrocarril pero, una vez descargado, aquí se quedó.

Hice algunas fotos de muros caseros, los primeros que he tenido oportunidad de ver desde que me lancé el reto a mí mismo de enseñarle algunos a una fotógrafa alemana, de Shutterchance, Filine, que había puesto en su página un muro tradicional de piedra muy guapo en un paisaje campestre inglés.
Ella no creo que sepa nada del asunto pero necesito dialogar, aunque todo sean puras imaginaciones.

Y siguiendo con diálogos, éstos culinarios ya que estamos en Lo que se comió, he visto algunas fotos, de platos de esos de nueva cocina, tan buenas que apetecía comerlas. El plato, su contenido o las fotografías, la pantalla, vamos.
¡No veas cómo monologaban ad libitum mis papilas gustativas, mis jugos gástricos y mis pobres pretensiones de cocineru o fotógrafo aficionado! ¡Qué lujo! Si cocinan tan bien como fotografían, que no lo dudo, es para descubrirse.
Casi resulta escandalosa tanta belleza en un mundo con tantísimas necesidades básicas sin cubrir. Pero realmente el arte no puede dar cuenta ni de toda la hermosura ni de la miseria del planeta. Podrían hacerlo los que tienen la pasta y pagan las cuentas con el dinero ajeno. Pero eso no lo veremos.
Sólo recuerdo a dos que también publican en Sutterchance, Janina (jmnowak) y Bandora, y no son de los que se pasan. Parece cocina casera hecha con buen gusto y elegancia. ¡Qué ricooo!

Y siguiendo con coincidencias, que son otra especie curiosa de diálogo, hoy Janet Holden (Cornishmaid) a la que sigo y de la que suelo comentar alguna foto suya, puso el retrato de unos cerdos que me recordaron una vez mais mi etiqueta de Chorizos culares, que tengo algo abandonada. Porque esta semana  también yo fotografíé gorrinos que iréis viendo conforme crezca esa etiqueta.
Tampoco es que sea nada de la otra gorrinera, todos los marranos se parecen en la roña. Pero como ilustración del Kolokapitalismo rampante no hay nada mejor. Y las de Janet son mejores que las mías.
¡Buenoooo..., tengo  por ahí unas de morros de ternera en primer plano, ya peladines, con los que mi madre me hizo unos callos que estaban pa comulgar! Ésas pa Militouh erde louh Botineih y, si acaso, para Paco Gila que era un... ¡callívoro!.

Pero no seré tan desagradable como para poneros los caninos más largos, ni, es clá, para estropear hoy con escatologías esa maravilla calabacil y maragata.

Y con esto y otra taza
se acabó la calabaza

Salut y bon apetit!

Ramiro

P.D. La cortea. Hablando con el Verderón llegamos al acuerdo de que cortea era el nombre más común de la cochiquera en estas tierras. Quizá la voz más académica sea pocilga, pero las academias, como las clasificaciones, ya sabemos que siempre barren para casa. Cada país tiene su nombre típico. Gorrinera, cubil, cochi/cuchitril, corripiu/pia, porqueriza, más todos los términos locales y los de los idiomas del estado. No se quejará el gochu de lo solícitos que somos con él los carnívoros.

 Vale.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Romanones, Romanones...


La noite de Saturnino

En realidad fueron dos sueños enlazados las noches del 28 y 29 de noviembre, festividades de san Eustaquio y san Saturnino, repectivamente. Empezaré por otro encuentro sorpresivo la noche del domingo.

No sé si el viernes o el sábado don Ramón del Valle hizo una aparición fugaz pero provechosa pues en diez minutos se bebió una botella de vino. Quería invitarme, con todas las formalidades a las que es tan adicto, a la celebración del santo de Saturno, su criado actual.
El domingo me recordó, mediante la voz de mi abuela Ana cantando el san Benitiño do ollo redondo, la cita del martes. Pero él no se presentó.
Sin embargo, después de haber conseguido adormecerme con la cercana  y cálida voz de la abuela, sentí que me chistaban. Sospeché que era el viejo y no me moví.
Volvía de nuevo a Morfeo cuando escuché otra vez el chisteo.

Sin mucha fé seguí haciéndome el muerto. Pasaba bastante tiempo de una a otra llamada como para caer en cada ocasión en los dominios oníricos, pero esta vez no me quedó más opción que despertar porque sentía la respiración de Valle a un palmo de mi cara.

Casi me desmayo cuando abrí los ojos. ¡El conde de Romanones! Me miraba con fijeza  y curiosidad alargando la más que voluntariosa barbilla y contándome los dientes, eso pensé de modo instantáneo, porque duermo con la boca abierta. A diez centímetros de distancia, ¡le olía el aliento a ajo, unto y berzas!
Emití, más que lancé, un grito de miedo ahogado que sonó como el estertor de un ahorcado, un sonido aterrador que aún me asustó más.
El conde se apartó y entonces comprendí el equívoco. Era Satur.

¡Qué pasa!, dije con la voz  aún tomada por el temblor.
Nada, nada, perdone usted que lo asustara, dijo el gallego compungido.
Te pareces tanto a Romanones que pensé que me visitaba la Historia de España en persona.
Es don Ramón.
¿Qué tiene don Ramón?
Que me obliga a caracterizarme de personajes que le inspiran.
¿En serio?
Ya me disfrazó de padre Claret para "burlarse de todo el Camarillón Ecuménico", como dice él, y de general Narváez, el Espadón de Loja. Me llevó a Santiago y me hizo desfilar delante del obispo en misa de doce, en la catedral, con un yatagán al cinto que le trajo de Tetuán un proxeneta . ¡Todos se lo tragaron y el obispo casi me besa la mano!. Pero lo peor fue cuando me vistió de Isabel II, Isabelona como la chama. No podía pasar de día por Vilanova porque me moría de vergoña, con aquela pecheira por diante y dos almohadones en el culo...

Ya estaba totalmente despejado con el parloteo de Saturnino y me levanté.

Me esperaba en el pasillo. Le invité a pasar a la cocina. Contestó que no cuando le ofrecí un café o algo de beber, pero después, viéndome sacar la miel me preguntó si no tendría algo de aguardente.
Fue oportuno porque Valle Inclán me había bebido la última botella pero esta misma semana lo había traído de León, aunque el orujo era orensano.

¡Estupendo!, dijo el chepudo con el primer trago y de pronto se enderezó, metió la mano en la chaqueta, agarró la joroba y sacó un cojín que posó en una silla. Era un hombre alto y de complexión fuerte. Quedé perplejo.
Soy un actor galego amigo de don Ramón que sobrevive como puede. Él no siempre es tan generoso como presume, sobre todo porque está muy solo. Desconfía hasta de mín que soy su colega y aínda mais , ¡su enfermera!.
¿Está enfermo?
No, no, negó Satur ya totalmente transformado en otro hombre, relajado. Terminó de un trago el orujo. No mucho peor que ayer, dijo sonriendo.

Más rojo putero

Es golosón Saturno, se comió dos cucharadas de miel y se sirvió otra copa. Carraspeó lavándose la garganta con un sorbo y siguió hablando.

Vengo a pedirle un favor.
Dime, y tutéame, ¿seremos de una edad, no?
Cincuenta y siete.
Del 54, como yo.
El caso es que mañana a las doce de la noite vendré a buscarle a Xufre por orden de don Ramón. Quiere celebrar mi santo y al parecer ya estuvo aquí para anunciárselo.
Así es, pero no sabía que vendrías tú a buscarme. Y pensaba que era el martes.
El martes también, pero lo que quiero hoy, además de darle el recado, es prevenirle contra las locuras del viejo.
¿Por?
No sé qué fantasías se ha fabricado que pretende  terminar la fiesta en un puticlub.
¡¿Cómo?!
Dice que le gusta eso del rojo putero y que quiere conocer a las pupilas del Narizotas, que es como chama a un macarra de Vijo que se parece a Fernando VII, uno que estuvo en la legión, traficante de todo, que surte a don Ramón de haschís y alcohol.
Sí, algo de un legía ya le había oído.
Le ruego encarecidamente que no atienda las sugerencias de Valle y que trate de templarlo. Pasaremos la noche juntos y yo le ayudaré en ese menester. Y apuró la segunda copa.
¡Caramba, veo que eres un buen amigo del viejo y te preocupa!
La mitad de esas putas son yonkis y la otra mitad tiene gonorrea, y hasta ladillas.
De eso ya no hay.
¡¿Que no?!,  ¡como elefantes!. Y se levantó.

No tuve ladillas para preguntarle si lo sabía por experiencia.
Recogió la chepa y añadió para despedirse, como advertencia, Tenga cuidado con el chibuquí de don Ramón, el Narizotas le pasó un chocolate que Valle dice que es kaschmir pero a mí me parece cecina de caballo. Está tan fuera de sí últimamente que no atina. Confío en usted. Gracias por todo.

Y se fue.

Yo volví a la cama.

Como suponía, es demasiado largo el relato completo de los sueños, que se prolongaron por dos noches y que me va a obligar a otra u otras dos entradas.¡Con las ganas que le tengo ya a ese coñac que Valle guarda en su bodega y, más que nada, al chibuquí del sultán!

Prou por esta noche, plegamos y arreando, que diría mi buen amigo.

Hasta mañana.

Ato Rao.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Amanita muscaria


Amanita muscaria recién salida de su volva
León 2011

Entre las varios espectáculos del otoño maragato y leonés en general están las setas y la de los enanitos es quizás la más espectacular de colorido.
Junto a ella aparecen algunas otras especies, pero suele ser bastante impositiva y donde predomina sale por docenas y puede invadir un área amplísima sin apenas competencia.

En la zona donde fotografié éstas, próxima a Astorga, salían en otros tiempos Amanitas cesáreas, una de las setas más ricas, pero siempre lo hacían escasamente y faltaban muchos años, sólo recuerdo una ocasión en que en determinados lugares se llenó de ellas. Supongo que se debió a unas condiciones de humedad, temperatura... ideales para su desarrollo. La Cesárea es  muy sabrosa pero caprichosa y escasa.
La tercera Amanita que frecuenta el mismo nicho ecológico es la Phaloides. Es una de las dos setas mortales de nuestro país, la otra es el Cortinarius orellanus.
El Cortinarius no es muy frecuente y son más raros los casos de intoxicación. Pero la Phaloides es una seta muy común, con un aspecto blanco oliváceo bastante atrayente que se puede confundir con algunas Psaliotas del tipo champiñón, u otras amanitas comestibles.

Este otoño se han producido algunas intoxicacionres graves debidas a un especie de Lepiota. En los noticiarios hablaban de lepiotas en general sin especificar la especie, olvidando que algunas de ellas, la Lepiota procera, la Macrolepiota, Parasoles, son comestibles y de las especies más consumidas del país, y omitiendo advertir de la característica que evitaría el envenenamiento por esa Lepiota en concreto, venenosa. Sólo las Lepiotas más pequeñas pueden ser venenosas, en concreto la Cistata, y se evita el problema, si no se conocen bien, no consumiendo setas cuyo sombrerillo sea inferior a 6 cmts. de diámetro (la Cristata no supera los 4).

La Muscaria no es mortal salvo que la dosis fuera alta, pero es venenosa y causa intoxicaciones graves, con alucinaciones debidas a la Muscarina y otros alcaloides, presentes sobre todo en la piel.
Durante los años 70 y 80 del pasado siglo -¡cómo suena de viejo esto, si esta ahí!...-, se registraron muchos casos de intoxicación entre la comuna hippie que acostumbraba a prepararse tortillas de brujas, que dieron más de un susto y tal vez acabaran con el hígado de alguno, y eso que las pelaban.

Amanita Muscaria.
 León, noviembre 2011

Por ello nunca nos cansaremos, queridas pequeños, de recomendar precaución y que consultéis con vuestres farmacéuticas antes de dar cualquier paso en el sentido de la automedicación.
Como en el caso del Stramonium del que ya dimos cuenta y advertimos aquí de su peligrosidad, es la información veraz y no la ignorancia y el mito lo que nos ayudará a distinguir la paja del grano. Y a desechar el peligro que siempre acecha en el paseo más inocente. ¡Cuidadíííinnn!

En León aparecen en cualquier parte, pero con preferencia en estos bosques caducifolios antiguos de robles y encinas.

Son más peligrosas cuando llueve y el agua lava los sombrerillos, entonces adquieren un tono más anarajado y se pueden confundir con Cesáreas.
La prueba de fuego en estos casos, puesto que todas las Amanitas salen de una volva y la conservan en el pie hasta que mueren, y todas tienen anillo si no lo perdieron, es el color  de las laminillas y del pie, ésa es la clave. Los de las Muscarias son blancos, las de las Cesáreas color huevina, anaranjado, melocotón suave, como su maravilloso sabor.
La mayoría sabréis que los puntos blancos del sombrerillo de las Muscarias son los restos secos de la redicha volva.

Amanitas al sol del otoño
León 2011

Os dejo una vez mais con el Camarón. No había querido hasta hace un par de días meterme con él por el peligro que supone llenar el blog con su voz, dado que nos emociona como nadie. Lo he conseguido retrasar cuatro meses, pero ya no aguanto.
Estos días que he buscado vídeos para acompañar los textos, me tropiezo con él de vez en cuando y creo que ya es hora de que saque a relucir a uno de nuestros monstruos más queridos.
El hecho de que muriera nos echaba para atrás porque, como dije el otro día, no quiero que esto termine convirtiéndose en un conjunto de citas necrológicas. Pero es imposible eludirlo y mucho más que eso. Espero dedicarle más de un rato si continúo con esto.

Pero es que además aquí canta y toca la guitarra, y acompañado por otras dos guitarras, Moraíto Chico a su derecha y Raimundo Amador a su izquierda. Los tres jovencísimos y Camarón sembrao con todas sus facultades intactas. Y el Moraíto ya era un colega...
Raimundillo, con un jersey rojo muy llamativo, está que no se lo cree. Mira al Camarón con una mezcla de admiración, respeto y alegría que no le cabe en er cuerpo, mi arma! Es puro nervio.
Se le ve rasguear la guitarra con esos dedos finos y rápidos de la juventud que llaman la atención del propio Jozé.
Están los tres inspirados y contentos..., conjuntados y disfrutando, ¡y del cuadro gitano que les montaron qué decir, todos felices!, al Camarón hasta se le quiere escapar la risa, era otro gran tímido... 

Bulerías del niño perdío.

http://www.youtube.com/watch?v=c0IjXJRfmDk&feature=related

Salud, γεια σας!

Ramiro.