viernes, 12 de octubre de 2012

La terraza ataca de nuevo


Los geranios de Lola en la terraza
San Justo, septiembre 2012.

No temáis, de momento no volveré a la terraza más que ocasionalmente, aunque tengo un porrón de fotografías que hago cada vez que paso por León. De las sombras, chimeneas, alcayatas y enganches que ya conocéis y de las flores que también he subido, crisantemos en su mayoría.
Pero de las que más tengo es de geranios, colores y variedades. Lo que pasa es que frente a los grandes detalles florales que se ven por ahí, con medios apropiados y mejores que los míos, siento que pocas dan la talla y me corto. Ya no tengo pulso.

No obstante en algún momento, si la cosa sigue, montaré también unos capítulos con las que más me gusten. Soy un aficionado y pocas veces puedo hacer algo más que ilustrar un texto, donde me siento más seguro. Y me gustan las flores y el color, aunque la línea no sea muy clara.
No son los geranios las flores que más me motivan, pero hay que reconocerles su variedad,  resistencia y colorido, que pueden adornar una ventana, un balcón, terraza o patio prácticamente todo el año.

Y serán a un tiempo un homenaje a Lola, que cuida con mimo las plantas de esta terraza ya familiar para vosotros.

Hoy sólo quería transmitir otro pequeño mensaje de color y sencillez en medio de tanta bulla en blanco y negro cuaternario. No me refiero a la fotografía en B/N, sino al mundo gris, vano, viejuno, al mundo furris, paliodouniá!

Antonio Machado. Joan Manuel Serrat. Del pasado efímero

 
San Justo de la Vega. León.
Septiembre 2012.
 
¡Salud y color!
 
La romántica banda local.  Lo primero en caer (Pan con membrillo)
 

 
Ramiro

miércoles, 10 de octubre de 2012

Valy y Giannis, los niños


Las piedras preciosas de Giannis Tsakós
Grecia 2012
 
Los niños


Orfeas y Odysseas, son los nombres de esos niños, de 5 y 6 años, morenos y todo ojos, grandes como lunas llenas. La palidez de la piel con esos ojos de sueño y de aventura, acentúa la impresión de inmensidad y de noche profunda, pero noche con ese brillo de maravillas que son los ojos de los niños.

No paraban de hablar, de comentar con mucho sentido, como pequeños hombrecitos, y de preguntar como los chavalines curiosos que son. Y eso que los dos dan también la impresión de ser introvertidos.

No se puede fiar uno de las apariencias por mucho que acierten alguna vez. Y lo digo sabiendo lo que yo mismo me arriesgo haciendo a veces comentarios de corte psicologista a retratos que hacen los colegas.
Hay que poner una distancia entre lo que hay y lo que uno cree ver, que no siempre coincide. Más aún tratándose de personas.

La segunda visita de Giannis fue en compañía de su mujer, Valy, y de sus hijos. Fue inesperada. Yo estaba haciendo algo en la cocina, la mi morena y los guajes seguían en la playa. Oí que me llamaban desde la puerta abierta de la calle, era Giannis.
Nos esperaban en casa de Spiros. Pero nosotros habíamos hablado con el del Tzivaeri, al lado de casa, para comer allí, porque el hombre había cocinado para el medio día sus riquísimas berenjenas imám, y yo quería que las probaranY el vino. Aceptó. Me interesaba también ese restaurante porque con el dueño podía hablar un poco de español y convencerlo para que nos dejaran invitarlos. 

Pero no hubo manera, Giannis impuso su condición de natural del lugar y Valy pagó, de nada sirvieron mis protestas.

Están bastante tristes por las estrecheces y la situación general de las familias, de la mayoría de Grecia. Y a veces desesperados. Y eso que a Valy, que además de profesora en una escuela es también pintora y fotógrafa, se la ve una mujer medida y aplomada con una enorme personalidad. Pero las dificultades a veces socaban incluso a los espíritus más fuertes.

Ahogamos las penas en un vino clarete de cosecha, dikó mas, dicen los griegos, algo así como de lo nuestro, muy afrutado y oloroso, incluso con algo más de azúcar del habitual, que nos alegró bastante comida y sobremesa.
El Tzivaeri, del que hablaré algún día, de los mejores fogones del pueblo, está también al lado de la playa como el bar de Stavrula, y 50 metros más arriba la casa que alquilamos. Allá nos fuimos los ocho, ya que no a dormir la siesta, a reposar la comida.

Un rato de charla en la terraza que nos supo a muy poco porque el tiempo vuela cuando se está agusto y los acompañamos hasta el pequeño utilitario, cerca del bar de Spiros. Los niños necesitaban expansión y se iban a la playa de Geromili, apartada y más tranquila y guapa. No sé si Giannis tenía todavía allí montada la tienda desde el primer día que vino a vernos. Pero aún nos preguntó si queríamos acompañarlos. ¡Tenía que ir, dejar a su familia y volver a recogernos, y otro tanto para la vuelta! Total veinte kilómetros de nada por esa carreterina estrecha y llena de curvas...

Nos despedimos allí mismo con mucha pena, en el aparcamiento del puerto, enfrente de lo de Stavrula, donde habíamos recibido y despedido también a Lola y Alberto días antes. O al mismo Giannis la primera vez. Odysseas y Orfeas nos miraban a través de los cristales como si nos conocieran de toda la vida, con esos ojos...

Ότι οι δυσκολίες δεν μας ξεπεράσουν. Que las dificultades no nos venzan.
 
Υγεία και φιλιά, φίλοι μας!


Camarón de la Isla y Tomatito.  Alegrías.
 
 

Ramiro

martes, 9 de octubre de 2012

Ni fraile ni cocinero (oro et laboro)


Santos Apóstoles. Eubea.
Grecia, agosto 2012

Dificultades insuperables
(¡Ay, Virgen Santa!)

 
Juntando algunos peces, moluscos y bivalvos
me puse a pergeñar una paella,
faltaban los crustáceos pero salí a pescarlos.
 
Con todo fresco ya dispuesto encima de la mesa,
cuatro guisantes y los ajetes tiernos, un poco de azafrán,
pimiento rojo, más el ajo, sal y aceite virgen, me corté.

Sí señores, y es que ¡no había tomate, qué faena!
No importa, con una pizca más de pimentón resuelto.
Y que la sangre no llegue a la paella.
 
Hice las cosas bien, un fuego enorme,
 encima la paellera, más grande que un abrazo
y en el momento culmen... ¡no tengo arroz!.

¡Ay, Virgen Santa! 


De Otras partidas perdidas. 2012.
 
Ramiro Rodríguez Prada.

Estos ripios los había subtitulado Memorias de un cocinero en ciernes, pero lo de cocinero me venía grande y lo cambié por Memorias de un pinche de cocina en funciones. Al final el subtítulo lo dejé en invocación. Los que sigan el blog sabrán que están motivados por el fiasco de la paella de este verano con Lizy y Diamandís, a los que fallé, y por las puyas toreras que me dedica Ana Capsir, ¡una valesiá, hay que remarcarlo!, en un comentario.

Está bien, nunca presumí de cocinero, pero ejerzo, eso ya es un mérito, y algunas cosas no me salen tan mal, ¡puñeta! 

Ya el Esguilatorres juliensis me había afeado la faena y ahora me reprende Ana y también su amigo César. Que me tenía que haber lanzado al ruedo, me dicen todos. ¡En este país nos sobran los valientes!
Baterista callejero.
 
 

Grecia, verano 2012

No pensaba volver a esta etiqueta en mucho tiempo pero toy triste, ¡ea!, quizá los amigos tengan razón, y valía más paella sin honra que nada.

No quiero hacer pasar por cierto que preferí quedar de cobarde antes que comprometer nuestro prestigio internacional en los fogones, por patriotismo, como le decía a César en la contestación a su comentario. Era broma. En este caso, además, yo prefería la comida de Lizy a mi hipotética paella nacional.
Y es cierto que para responsabilizarme de una comida necesito atar bien todos los cabos, en especial si tengo invitados. ¿Porqué?. Porque la cocina no me parece fácil y yo no soy vocacional, lo hago por obligación, pocas veces por placer, y cuando es así, lógicamente, quiero esmerarme y me lo tomo más en serio.
No podía torear aquella paella con estos mimbres. ¡Yo no me hubiera ofrecido, fue el fruto de un equívoco, carallo!. ¿A que se nota que me duele?, pues eso.

La mi morena me miraba y se reía viéndome angustiado aquel día, pensando, yo, en lo que se me venía encima. Ya me había resignado a hacer el ridículo si era necesario, pero cuando Diamandís me dijo que no me preocupara vi el cielo abierto.

¡Tened piedad de mí, malandrines, no todos somos tan osados como vosotros, valentones!

Salud!


Mojinos Escozíos. ¡Al carajo!
 
Pael Leroko Bardika 

lunes, 8 de octubre de 2012

Lizy y Diamandís, la paella


El perro en el Toyota de trabajo de Lisi y Diamandís.
Santos Apóstoles. Eubea 2012.

La paella


A Diamandís lo conocí el año pasado, yo creo que en lo de Stavrula, pero no fue de los hombres con los que llegué a charlar, no baja al puerto todos los días y debimos coincidir pocas veces. El día que Giannis Tsakós nos llevó a la playa de Geromili me reconoció y me saludó en el chiringuito, donde reposaban entre baño y baño, y me presentó a Lizy, Lisi, su mujer.
Fue un momento en que no tenía cerca el auxilio de Giannis o de la mi morena ejerciendo de traductores y se produjo una confusión que traería cola. Aunque no temáis, sin consecuencias o todas buenas.

Diamandís me contó que vivían en una casa solitaria, en lo alto de la montaña que había detrás, más arriba de Petriés, el pueblo de Giannis. El caso es que nos invitaba a comer con ellos una día en su casa. Lo agradecí y le dije que no teníamos coche, él se ofreció a bajar a buscarnos en el suyo. Entendí también que a su mujer le gustaba la paella y que iba a hacer una ese día. Le contesté que de acuerdo y me fui con los colegas.

Dos días después nos volvimos a ver en lo de Stavrula y me preguntó si seguía en pie la aceptación de su ofrecimiento. Respondí que por supuesto y me dice, Vale, entonces mañana por la mañana nos vemos aquí y ya compramos lo que haga falta.
Ese plural me dejó temblando. No pude quitarlo de la cabeza en todo el día y por la noche despertaba soñando con paelleras del tamaño de la plaza de toros de Las Ventas. ¡Jesús me ampare!

La pregunta estaba clara. Nada más aparecer por la mañana, bien pronto como es su costumbre, yo me había bañado ese día aún más temprano a ver si el frescor del amanecer me ponía lúcido para explicárselo mejor, nada más asomar a la tertulia mañanera de Spiros le espeté temblando,

 ¿Quién va a cocinar la paella?

Tú!, me dice sorprendido.

¡¡¿¿Egóóóó?!!, yoooó?!!... . Me lo temía.

Y ahí me veis a mí, el cocineru de la casa, sacando recursos lingüísticos y expresivos de la nada para intentar hacerle comprender que sin el menaje e ingredientes precisos yo no me podía comprometer a cocinar una paella para seis personas en una cacerola normal. Podía intentar un arroz caldoso con pescao, u otro bodrio más o menos, pero no una paella.

Eché mano de todos los trucos para librarme de tan duro compromiso. Le expliqué que necesitábamos un fuego muy grande para repartirlo por el culo de una paellera, y abría los brazos para señalar el tamaño gigantesco del utensilio, y un dedo encima de otro para indicarle la altura que debía tener, que la paella era de la región valenciana, a mil kilómetros del norte, típica de aquellas tierras, hecha con su arròs, le pinté un mapa y escribí la palabra fabada (que nunca me salió bien ¡cágate lorito!) en el mar Cantábrico, junto a Gijón.

Lo del fuego yo mismo señalé que se solventaba con las brasas de una hoguera, pero lo de la paellera era condición sine qua non, y no teníamos...

La verdad es que yo estaba desolado, no era una cuestión de valor o miedo escénico, pero para mí una paella es algo muy serio y yo no juego con esas cosas a menos que tenga todas las cartas en la mano.  Y el pobre Diamandís estaba perplejo, le había quitado la miel de los labios.
Pero se rehizo inmediatamente y me dice, No te preocupes, Lizy cocina muy bien, haremos cena griega.
¡Salió el sol!

Mi amigo el Treparriscos dice que él la hubiera hecho de todos modos. ¡Soy un desastre, no me gradúo en cocina!

Cenamos dos veces en su casa la comida riquísima de Lizy. Pero como hablaré de ellos en más ocasiones, habrá tiempo de contar algo en otros capítulos.
Como tampoco tengo buenas fotos a pesar de todas las que les hice, ¡lo siento, Lizy!, y no los quiero sacar feos porque no lo son, he puesto la fotografía de uno de sus perros, pero sólo recuerdo el nombre de Bobo, el de aguas.

Πολλά φιλιά σε όλη την οικογένεια και την υγεία, φίλοι!

Ψαραντώνης,  Διαμαντί και Ρουπμπί. Psarandonis, Diamante y Rubí.

http://www.youtube.com/watch?v=m7_cPj_-XxU&feature=related

 
Salud.
 
Ramiro

domingo, 7 de octubre de 2012

Otoñal


Grecia, 18 de agosto 2012.
 
Petulancia otoñal
(infarto)

 
Saliendo a pasear por la mañana
me di de bruces con la cuesta arriba
como era joven y estaba en plena forma 
me sacudí las pulgas y aceleré la marcha
 
Subía tan campante haciéndome el valiente
era la etapa reina de la vuelta
caían las primeras hojas del otoño
y nadie me pasaba por la izquierda
 
Muy cerca ya de coronar la cima
-el desnivel no llega al dos por ciento-
 me se nubró el celebro y me agarró la pájara
y no supe ya qué edad tenía
 
 
De  Otras partidas perdidas. 2012.
 
 
Ramiro Rodríguez Prada.
 
 
Paolo Conte, en vivo - Gelato al limón.

 
 
Salute!