viernes, 18 de enero de 2013

La curruca versicolor dando pie


La  Versicolor  espurriendo les patuques tras el cocido maragato.
Castrillo de los Polvazares, León 2012.

Muy poco a poco voy ganando terreno en las programaciones, y si la salud y  los problemas técnicos se mantuvieran en este punto, creo que en febrero podría empezar a sentirme menos agobiado por las cuatro o cinco entradas semanales que tenía pensado ir entregando este año.
En la medida en que adelanto un poco el trabajo y no necesito estar pendiente de que tengo que escribir, me encuentro más relajado y me enfrento a lo que siga con otro aire y optimismo, y eso se nota en el resultado final. Y la falta de tiempo es algo que nos condiciona a todos.

Digo también todo esto como una forma de agradecimiento a las currucas, cuyo recuerdo suelo tener muy fresco y de las que no me cuesta casi nada hablar. Además, la cosa biográfica es aquí ligera y de fácil composición, ya que mucho de lo que cuento de ellas o es inventado o está tan disfrazado que no lo reconoce ni la madre que lo parió.
Así puedo improvisar con media docena de datos y cuatro claves personales, la mayoría de uso general que todo el mundo entiende y alguna otra más críptica entre colegas, inocentes antes que malignas.

El Estornino versicolor es el pájaro pardo al que más veo en estos tiempos, a lo largo del pasado año una docena de veces por lo menos, en general fines de semana. Pero también en otros eventos, felices unos, definitivamente tristes otros.
Hemos desayunado, comido y cenado juntos, cocinando él, yo o a medias. Viajamos a León por los Dolores de poesía en los bares donde alternamos con el Mirlo rubio, sin registro podológico del encuentro, y pasamos un fin de semana de la capital a la Maragatería, entre cocidos, no entrecocidos como el sabadiego, que beber bebimos lo justo y necesario. Allí nos entrevistamos también con la Curruca centenalis.

Aquí tuvimos ocasión de compartir manteles con el Esguilatorres juliensis, al que sigo viendo regularmente, aunque perdí la oportunidad de fotografiar sus pinreles reunidos bajo la mesa, ¡me falla la máquina y no acabo de enviarla al técnico! Al ténico, diría el estornino.

El trompetero versicolor es el otro soplador de la cuadrilla curruquil, con el saxofonero blasensis, éste del Arcediano, el que forma con el centenalis el  Dúo los del Huerto.
Pese a que la Escuela de Música de Llanera, en Asturias, no ha podido seguir con los cursos de trompeta y otros, con el chasco correspondiente para profesores y alumnos, por desidia y falta de voluntad política de los responsables municipales, el estornino acude regularmente a ensayar por libre a una nave industrial, en horas de cierre, con sus compadres del grupo de yazz y salsa, ¡eso es afición y mérito!

Los Guajiros del Caribe. La Corredoria Arena 2012. A la trompeta, David Gómez. 
Nací moreno, trumpet extasis.

  
El  Estornino  Caesarensis  a la pata suelta
Oviedo, 1 de enero 2013

El anterior es un concierto al que asistí acompañando al caesarensis, en el que tocó y cantó también con el grupo de jazz, donde además pude ver actuando en directo a dos amigas, puro entusiasmo, Cachito en el de jazz a la travesera y Dulce al saxo y la voz en los dos grupos.
La grabación, que agradecemos, es otra vez una gentileza de Admiradora 33jc, de quien me dio referencias el batería del grupo y cuyos vídeos aproveché en los capítulos dedicados a la Escuela de Llanera.

La segunda imagen del pinrel es de nuestro último encuentro. Pasamos juntos la noche de fin de año y el estornino fue el cocinero esta vez.
Si bien lleva años viviendo con los del culo moyao de Xixón, había traído de León una cecina de chivo en adobo que coció con horas por delante y que acompañó de unos chorizos, también de chivo, y unas patatas. Es un plato típico de la cocina popular leonesa que yo no recordaba, aunque mi madre dice que ella también lo hacía en casa cuando éramos pequeños, porque era un plato habitual del Bierzo, al que podía acompañar amén de las patacas el repollo, como en el caso del botillo.

Pese a la dureza de la cecina de chivo, la carne estaba tiernina como la espuma, con un montón de gelatina que quedó en la pota y con la que hicimos sopa de fideos tres día seguidos.
Nos contaba la canora cómo un pocillo de este caldo era una tapa común en muchos bares de León capital. Allí nos conocimos y allí convivimos tres años, y sin embargo tampoco recordaba por esa vía este plato tan contundente del invierno leonino. ¡No hay quién entienda la memoria!

Tendré ocasión de hablar con frecuencia de esta curruca porque seguimos en estrecho contacto, ¡bueno, tampoco así de estrecho, caramba!...
Y me voy con otro de los temas de, para mí, aquel memorable concierto.

Muchos besos a todos, currucas y animalicos en general

Los Guajiros del Caribe. La Corredoria Arena 2012.  Mambo influenciado.

Cannavina Carduélis, pardilla común, rebétissa, psilicosa.


P.D. Recordando la Cabrera de Nuno:

http://nunogarciaaparicio.blogspot.com.es/?view=classic


¡Salud!


miércoles, 16 de enero de 2013

Gatines -3


El padre de Misko, Tusko y Jorgito


Leopoldo


Mi abuela tenía un gato que se llamaba Leopoldo. Lo del nombre debió ser otra de sus fantasías, eran trucos para impresionar a los niños, a los que nos tenía siempre sobre ascuas con su imaginación chispeante. Decía que el gato era austriaco, que había sido el regalo de un ingeniero alemán que estuvo una temporada en el pueblo instalando algún tipo de maquinaria en la mina donde trabajaba mi abuelo. San Leopoldo parece que era el patrono de Austria.

Fuera o no austriaco, lo cierto es que el gato no se parecía a ninguno de los del pueblo. Los había de todos los colores comunes a la familia felina: blancos, negros, a rayas, rojizos, canela, anaranjados, tostados, marrones, más o menos amarillos..., con las variantes y combinaciones derivadas de los múltiples cruces entre ellos.

Poldo, a quien, celoso de su sonoro nombre, no le gustaba que usáramos esa abreviatura y no atendía cuando lo llamábamos así, era blanco integral, pero con unas formas, unas características morfológicas que no se correspondían con los prototipos dominantes. Los gatos orientales apenas eran conocidos entonces aquí, y menos en los pueblos, sus ojos rasgados, su cara ancha, son muy diferentes a la cara redonda y pequeña y los ojos grandes de las razas autóctonas.

Y el tamaño de Leopoldo tampoco era el habitual, pues era un señor gatazo, demasiado grande para entrar por las gateras que se practicaban entonces en las puertas de las casas para que los mininos pudieran entrar y salir libremente, un privilegio exclusivo suyo, que no necesitaban ni llave para abandonar o acceder a las viviendas, como sus dueños humanos.  

Pero el carácter era lo que más lo distanciaba del resto de gatos que habíamos conocido en nuestras todavía cortas vidas de críos.
Estábamos acostumbrados a gatos que maullaban, que andaban enredándose en las piernas de los miembros de la familia, siempre cercanos y mimosos, bonachones hasta dormirse en el regazo más cálido, como niños, echados sobre un cojín o una silla o, por el contrario, esquivos y desconfiados, huraños e incapaces de hacer o recibir una caricia, nerviosos y hasta agresivos.


La otra preciosa familia gatuna de Ayii Apostoloi
Eubea, Grecia, verano 2012

A Leopoldo nunca lo oímos miagar, era un Félix estoico que no abría la boca salvo para comer y relamerse. Se echaba siempre lejos de la gente, no frecuentaba a otros ejemplares de su especie, solitario y serio, más rondador que casero, despreció la estrecha gatera desde pequeño y sólo entraba en casa por la puerta, como un señor. Y lo hacía levantando el rabo de bandera, como si se dispusiera a tomar posesión de la alcoba más importante de su palacio. Tenía algo de aristocrático, aunque no era sibarita y comía de todo.

Pacífico y tranquilo en general, incluso dormilón, nunca lo vimos darle la espalda, escapando, a un perro que se acercara amenazador. Se ponía de pie despacio, abría la boca enseñando la afilada dentadura sin emitir un sonido, encarando al chucho, y erizaba el pelo de una manera extraordinaria, que no he vuelto a ver en otro gato, ni siquiera los de pelo más largo que el suyo. Parecía doblar su tamaño, ¡y la cara daba miedo!. Ni los perros grandes se atrevían a acercársele más de un metro. Cuando se iban volvía otra vez a su modorra habitual, tan tranquilo.

Sin embargo estaba podre de mataduras y cicatrices. Y es que también debía de ser un don Juan, el tío. Muchas noches, especialmente las de luna, desaparecía del corredor donde solía dormir y lo veíamos por la mañana agotado y lleno de rasguños, cortaduras y arañazos.
Mi abuela decía que era un pendenciero y andaba a gatas pardas, peleándose con otros atorrantes del pueblo, aunque nosotros no debíamos de entender muy bien aquello. Pero, por su tamaño y porque era el gato de la abuela, nos gustaba pensar que seguro que también salía airoso de aquellas broncas y lances amorosos nocturnos con los de su especie.

Debió tener muchos hijos, como el santo austriaco homónimo, porque en poco tiempo aumentó significativamente el número de gatos en el pueblo, más o menos blancos y con los ojos rasgados.


Atenas, julio 2012

Mi abuela nunca nos desveló la procedencia real de Poldo y, cuando siendo ya mayores le preguntábamos por el austriaco, contestaba que no lo recordaba muy bien, que había tenido muchos gatos y de varias nacionalidades, pero que un ingeniero alemán sí había estado una temporada en el pueblo y se había hospedado en su casa, que pertenecía a la empresa minera donde mi abuelo trabajaba. Y luego esbozaba una sonrisa pícara y sabia. Nosotros rabiábamos. ¡Genio y figura!

Ramiro Rodríguez Prada


John Boutté & The Yockamo All Stars.  Mardi Gras Mambo.


Salud y buen día.

martes, 15 de enero de 2013

Gatines -2


Jorge  y su mirada de aguamarina

Jorge

A Jorge podemos considerarlo el mediano de los tres hermanos, por carácter está entre el melancólico Misko y el hiperactivo Tusko, y por tamaño también ocupa el centro, aunque apuesto a que entre uno y otro no hay más de 30 gramos de diferencia. Distinguirlos cuando andan enredados es tarea de especialista. De hecho los nombres se los puse yo para poder diferenciarlos.
Me guío por otros pequeños detalles, los ojos de Misko son de un azul más intenso, Tusko luce una pequeña mancha negra en la cabeza, detrás de la oreja, que heredó de su madre, Jorge una peca en la mejilla...

Jorgito tiene sus  momentos contemplativos y sus ratos, la mayoría, de marcha desenfrenada en compañía, detrás o delante de sus hermanos, en particular de Tusko. Las persecuciones, marrullerías, revolcones y pillerías, son continuas. Tienen unas uñas y unos dientes pequeñines que afeitan, afilados como puntas de un cristal, no muerden ni arañan en serio, pero ya ensayan sus pinitos de felinos.

Todos ellos curiosos y siempre abiertos a la novedad y al asombro, como los niños que son en realidad.
Cuando cansan de jugar y correr, andan a la caza de cucarachas, arañas, hormigas, moscones que se posan en las flores de las jardineras..., y en este terreno Jorge es el más aventurado y concienzudo, no deja rincón sin explorar, ya que no es tímido como Misko ni tan alocado como Tusko.

Sólo el momento de la comida los reúne a los tres. Cada uno tiene o se ha ganado su pezón favorito en los senos de su madre, que los amamanta varias veces al día y no les quita ojo de encima mientras corretean por los aledaños de la terraza de la taberna.

Ta Zouzounia.  To gataki.


Jorge  y  Tusko  tras la batalla

Tusko

Tusko es el gallu la quintana, como es el fuerte abusa un poco, sin embargo es debido más al tamaño que a su maldad, lo que pasa es que parece un torollón cuando se echa sobre sus hermanos a lo loco. Pero después es un gatín feliz al que, cuando no tiene a quien perseguir, le dan arrebatos de alegría y salta en el aire como un atleta, no se sabe si para atrapar alguna mosca o por puro juego y disfrute repentino.

Es un tarambana, desde luego, por eso es también el que se mete en los mayores fregaos, pero no tanto porque suela ir el primero como porque va ciego y sin cálculo, a diferencia de sus compinches, algo más tenidos.
Tal vez sea el más parecido a su padre, un gato blanco de buen tamaño que andaba también de paseo por la playa, un poco modorro siempre, nada que ver con la gata, su pareja, lista, pequeña, pero una fiera.

Jorge inspecciona  el interior de un caldero, alzado de patas apoyándose en el borde, mientras Misko lo observa de cerca olisqueando, sin decidirse a mirar todavía por el borde del cubo. Pero llega corriendo Tusko, apartando a todo el mundo y, con el mismo impulso, se asoma al caldero ¡y cae dentro de cabeza!. Como el cubo es muy estrecho y tiene algunas cosas dentro se queda allí clavado con les patuques arriba, moviéndolas sin poder salir, mientras los hermanos miran a Spiros, que tiene que levantarse e intervenir para sacar al alocado pilluelo del atolladero.

En otra ocasión quedará atrapado en una nasa para langostas por fisgar más allá de lo razonable, se liará en las redes tratando de cazar el dedo gordo del pie de Spiros, o de saltar por sorpresa sobre alguno de los otros peines, al otro lado de la malla.

Letra, Yiannis Tsatsópoulos; Música, Socratis Málamas.
Voz, Melina Kaná.  Na valo ta metajota.
 

Tusko  estudiando el pulgar de  Spiros
Ayi Apostoi, agosto 2012

Hablé del padre de los gatines y creo que hay también una foto de él, estaría bien traerlo aquí para que conozcáis al completo lo que queda de esa banda familiar, pues no sé el destino de los otros dos gatines. Esto me obligaría a un tercer capítulo.
Lo pensaré porque tengo alguna imagen de otra familia de gatos del pueblo, de colores menos llamativos que este blanco algodón, pero preciosa también, y a la que no pude fotografiar a mis anchas como a ésta. Los gatines tienen la misma ternura de cualquier chiquillo en el regazo de su madre, sean del color que sean.

En principio pensaba inventarme alguna historia para rellenar estos huecos, pero viendo las fotos de los protagonistas me decidí por describirlos tal cual, sin fabular, porque más que grandes aventuras lo que nos procuraron durante un mes, a Spiros, a mí y a todos los paisanos de la parea del bar, o a los niños que pasaban delante del restaurante, fue una diversión inocente y continua, sonrisas complacientes de los abueletes, como en presencia de sus propios nietos, la mayor fuente de alegría para ellos.

Γιώργος  Ζαμπέτας.  Η γατα.  La gata.

Υγεία, Salud! 

Barbarómiros

lunes, 14 de enero de 2013

Gatines


Misko  al quite
Grecia 2012

Misko

Misko es el más ruin de los hermanos, pero no ruin de espíritu, sino en el sentido en que usamos esa palabra los asturianos, el pequeño. Y también es el más cercano en el carácter a su madre, de mayor será un palicari aunque ahora parezca algo apocado.

Cuando llegamos eran cinco los gatines que correteaban, jugando y persiguiéndose, entre las piernas de Spiros y de los clientes que frecuentábamos la taberna. Un espectáculo continuo, inocente y divertido, para los parroquianos de la parea que pasábamos horas sentados mirando al mar, la mayoría abuelos ya. A ellos es a quienes más entretienen los juegos de los niños.

Pronto se fueron dos de sus hermanos y a Misko le quedó más espacio para mamar a sus anchas, sin tantas disputas como al principio. Bien es verdad que él no es un gatín glotón, ni ansioso, y pasaba de pelear por  las tetas más secas de su madre, buscaba momentos de solitaria intimidad con ella y con el pezón más productivo. Cuando los demás soñaban con las anchoas frescas que les llevaba todas las mañanas el bueno de Diamandís, aprovechaba para tirar de teta.

Es un gatín dulce, reflexivo y soñador que, a diferencia de sus hermanos siempre enzarzados, anda un poco a su aire, cauto y tímido, mirando las cosas con esa cara de curiosidad y asombro que se pinta a veces en el rostro de los niños.


La gata de Spiros con los gatines, Misko, Tusko y Jorge
Ayi Apostoli, verano 2012

La  tigressa

La madre, ahí donde la veis, una gata pequeña y pacífica, que normalmente buscaba, afalagándose, la caricia de los que nos sentábamos en la terraza, caracoleando entre las patas de las mesas, se convertía sin embargo en una fiera corrupia a la vista de la más mínima amenaza a su camada, en especial la de algún chucho despistado que se acercaba husmeando sin percatarse de su presencia.

Todos los días teníamos espectáculo. La gata era la primera en advertir la proximidad de los perros, mucho antes de que ellos la hubieran olido siquiera o de que nosotros fuéramos conscientes del peligro, era su actitud de ponerse repentinamente en guardia la que nos daba el aviso.

La mayor parte del tiempo se lo pasaba tumbada, en esa posición en que la vemos en la fotografía, dormida, sola o con gatines mamando, que se quedaban atorraos con el pezón en la boca al final del repostaje.
Otras veces, despierta y al loro, siempre alerta a las trastadas de la tropa, miraba el mar con la misma mirada lúcida e indiferente de los viejos que la acompañaban, todos silenciosos y contemplativos: ese ir y venir eterno de las dulces olas de siempre desde el horizonte azul, como una metáfora del tiempo que pasa.

Viendo esta escena que acabo de describir desde fuera de la terraza, llegando a la taberna de espaldas al mar, parecían figuras extáticas, la gata y los ancianos inmóviles, unidos en una misma contemplación, animales hermanados por el destino en una foto fija tan antigua que se diría eterna.

Pero ¡ay, amigo! cuando se acercaba un perraco un poco más grande y listo, que hubiera olido la presencia de gatos o visto los juegos descontrolados de los gatines, que salían del ámbito de la terraza corriendo en sus persecuciones continuas, entonces aparecía de pronto la tigresa.
Solía ser Spiros el primero en darse cuenta, y me avisaba, Kita, kita!, ¡Mira, mira!. La gata se ponía en pie con las orejas tiesas y, ligeramente agachada, fija la mirada azulina en el enemigo, se acercaba directa, decidida y amenazadora hacia el intruso, habitualmente atolondrado, pensando ya lo bien que se lo iba a pasar corriendo a tanto pequeño gato y tal vez metiéndole el diente y rompiéndole el espinazo a más de uno, presas fáciles. ¡Ja!

¡Había que ver al perro correr acojonado con el rabo entre las patas, la gata detrás con el pelo erizado, incluido el del rabo tieso, y con unos maullidos que parecían los de un felino de la selvas asiáticas!. ¡Un tigre de Bengala!
Spiros , yo y todos los que estuviéramos en ese momento en el bar, nos partíamos. Pierde cuidado, ese chuquel la próxima vez pasaba a muchos metros de la terraza, mirando hacia allí con miedo y desconfianza, por si acaso, ¡para salir por patas si asomaba de nuevo aquella fiera!.

Ψαραντώνης, Χαινηδες.  Η Τίγρη.  El tigre.

http://www.youtube.com/watch?v=x4I4f_NB0bI


Tusko  y  Jorge  investigando.
Ayi Apostoli, Eubea, agosto 2012

Tusko  y  Jorge 

Tusko y Jorge eran el mismo demonio. Tienen el azogue. Mientras están despiertos no paran de correr, pelear, jugar o perseguirse. Todo les llama la atención, empezando por el baile del rabo de la madre, pero también los provoca el dedo gordo del pie de Spiros, cualquier movimiento extraño a la quietud que imperaba por lo común en aquella terraza.

Y cuando no tenían el estímulo de algún apéndice moviéndose, se dedicaban a molestar a la gata, a putear a Misko, a investigar cada rincón del bar y sus alrededores, a enredarse con las redes que Spiros arreglaba... ¡Y a mamar como gochinos!.

Después los veías dormidos en cualquier parte, juntos o por separado, allí donde la fartura de leche y el puro agotamiento los venció: sobre una silla, espatarrados bajo la mesa, sobre la manguera de riego o encima de las redes. Pocas veces en la cesta que Spiros les tiene preparada y mullida para que se recojan allí, como sí solían hacer por las noches.

La llegada mañanera de Diamandís con los gavros frescos, era el primer acontecimiento sobresaliente del día para ellos, que ya llevaban un rato correteando por el bar y danzando entre las jardineras. Para ellos y para la tigresa, que era la que más los agradecía.
Más tarde, cuando Spiros limpiaba las agujas, o Stavrula descabezaba las anchoas o pequeñas sardinas del día, Tusko y Jorge la rodeaban e iban entrenándose en la comida sólida, con la misma delicadeza y remilgo con el que todos los gatos del mundo inician su colación. Al final atracón de cabezas de pescado engullidas casi enteras. ¡La danza sale de la panza, qué bárbaros!

Ramiro Rodríguez Prada


Stray Cats.   Race with the Devil.  Carrera con el Diablo.

http://www.youtube.com/watch?v=S4ckKB7UzLM

P. D.  Gran putada: llevo dos días sin poder ver las fotos de los colegas de Schutter., Google me dice que no encuentra las páginas. Ayer se veía, sólo en la ventana de favoritos, la foto de Juan Carlos Rubio, pero no permitía verla en su página y tamaño originales, hoy ni siquiera eso, ¡¿qué conyo pasa?!!...

Si alguien tiene interés en historias de gatas y gatos, y lo digo antes que nada por César Viriato, al que le gustan y tiene una gata pontevedresa, además de ser quien me motivó para sacar hoy estas historietas, puede ir a esa dirección de abajo. Es la entrada del 20 de junio pasado, Puertas de pajares -2, en la etiqueta Arquitectura, donde cuento la de Nina, una gatina valiente y una buena madre, como la tigresa: 


Υγεία, Salud!

sábado, 12 de enero de 2013

La centenalis, ora et labora


El sauce de  Morales del Arcediano
León, otoño 2011

Buenos días. Seguimos en Morales, como veis. Pese a que no he visto a la Curruca centenalis desde el verano, cuando pasamos por su nido, nos tomamos unos vinos y nos dieron unos tomates ecológicos de su huerta, pura manteca roja, he venido teniendo noticias suyas regularmente por varias vías. Sé que sigue bien y tan oronda, y no lo digo porque esté gordita esta pájara, que sólo es redondina, sino porque en Asturias significa también algo cercano a feliz, satisfecha, ayurvédica..., ¡y eso que no para de currar!

Como llevamos dos días en tierra de maragatos completaré así una terna en este pueblo que es como si fuera el mío de adopción.

Pero además aprovecho las únicas fotografías con las que contaba este mes después del susto de pensar que ya no podía subir más. Aquello acabó con mi crédito de entradas programadas y consiguió descentrarme, ahora necesito ir recuperando poco a poco estos dos meses de casi nula actividad en el escritorio.

Y en ese sentido, pocas cosas tan agradables y relajadas de escribir para mí como hablar de mis colegas las currucas pardas. ¡Y eso que en este momento en que lo hago acabo de ser atacado ferozmente por el odontólogo, que me ha  dejado en encías, con la mitad de la ferramienta! Sujeto con la izquierda un pañuelo con una bolsa de hielo pegada al morro y escribo con el índice derecho. Y en los próximos días seguirá la batalla, en la que tengo todas las de perder, y no me refiero sólo a las muelas, ¡ay!.

Es curioso como coinciden a veces las cosas, sólo que las chungas cada año se presentan antes: el 6 de febrero del  pasado dediqué una entrada al Centenalis titulada  La curruca mirlona, otro de sus nombres, como el de Sylvia hortensis para los especialistas pajarólogos. Ese día, frío como éste de enero cuando escribo, me quejaba del miembro, no penséis en el urólogo, era el remo derecho, hoy algo trunco por el termómetro a ras de cero. ¡Y había visitado también al dentista!. Decía en aquel capítulo:

Tendréis que disculparme un poco estos días que ando demasiado apurado y escocido en varias ingles, meninges y otras vísceras o miembros, no sé donde poner la mano, Macorina, ¡y el dentista aún no acabó conmigo! Ayyyy!

Pues eso, como estos capítulos de currucas suelen ser cortos, apenas un breve y amistoso recuerdo, confío en poder ir preparando el resto de las entradas del mes con algo más de tiempo por delante, lo que para mí es bastante importante, no me gusta estar presionado por las horas cuando hago algo por gusto.

Dejé dicho también que este pájaro es más cantaor que canoro, porque hace sus pinitos flamencos para los colegas ya desde la década de los ochenta, un poco a contracorriente de la Movida que entonces imponía su estilo resesentero y en muchos casos decididamente baboso.
De ahí que la banda sonora de hoy traiga a un imberbe pero ya extraordinario Menese, otro redondín como el Hortensis, payo sevillano que junto al Camarón y  Morente eran los valores jóvenes en alza, de lo puro.
Esto no significa que la Mirlona no disfrutara con otros cantes más internacionales tipo rokanrol rollingstoniano. Inolvidable para mí, por ejemplo, su pinta de skatalítiko londinense cuando regresó de la City con un sombrerín a lo Madness o UB40, y uno de los primeros pendientes de pirata en la oreja que se vieron por estos pagos merinos.

José Menese, cante, Antonio Carrión, guitarra.  Farruca.

http://www.youtube.com/watch?v=to_CNVkXNQk


La  Kurruka mirlona centenalis  reza y curra en  Ca Cuca La Vaina
Castrillo de los Polvazares 2012

Espero visitar también en breve a esta curruca y disfrutar de su compañía y su cariño, pues se trata de uno de los pájaros más ternezuelos y simpáticos que conozco, por más que su figura tenga un punto de firme y hasta de rocoso, no en vano vuela entre centenos, cereal duro donde los haya y de secano, que también lo tiene Morales, aunque se asiente a la vera del Turienzo y su vega.

Para entonces podré saber algo más del Clero Pardo Maragato y de los progresos de esta mirlona en  El Dúo los del Huerto con la curruca Blasensis, anidada por temporadas en Morales del Arcediano.

Abrazos, Mirlona, a ti y a los de tu nido. Espero que tampoco este año te abandone ese humor envidiable que nos hace felices a todos, y que yo puede devolverte hoy, con esto, alguna de las muchas risas y sonrisas que tú me has procurado.

¡Salud a todas las Kurrukas y demás tiernas avecillas, libres, de corral o de jaula! También a las correosas.

José Menese, cante, Manolo Brenes, guitarra.  Tangos de El Piyayo.


Cannavina Carduélis, pardilla común, rebétissa, psilicosa.