jueves, 13 de junio de 2013

Por las veredas de Valle


L' Escala. Girona, julio 2012.

El tratante


Ladraban los perros cuando dejaron el pueblo mucho antes del amanecer. La noche era fría, y la luna pálida, casi transparente, rodaba ya cerca de los montes. Avanzaba el carro penosamente por un camino embarrado y las mulas agachaban las orejas al chasquido de la tralla, atentas al estímulo sonoro de las blasfemias del carretero. Lo acompañaban dos mujeres vestidas de negro que, por la edad y cierto parecido, bien podrían ser madre e hija.

Quién sabe la urgencia que empujaría a esas personas a viajar en una noche así, pero su destino estaba muy lejos y querían llegar antes del anochecer siguiente.

Una hora antes del alba se internaron en una zona boscosa, un lugar que todo el mundo evitaba salvo fuerza mayor, se contaban historias de todas las clases, pero siempre desagradables: asaltos, asesinatos, apariciones... .
Las mujeres se santiguaron cuando el carro abandonó el camino despejado para enfilar por entre los viejos robles y el carretero colocó la escopeta cargada sobre sus piernas.

En la inmediaciones de una encrucijada, con un crucero de piedra toscamente tallado y un montón de cantos rodados en su base, empezaban a filtrarse ya destellos de luz entre los troncos y la maleza del monte.
Unos metros antes de llegar vieron venir de frente la silueta de un hombre que, al aproximarse, todos reconocieron. Era un tratante rico del pueblo vecino en cuya familia se había cebado la desgracia. En pocos años había perdido a su mujer y a su único hijo, y él no volvió a ser el mismo desde entonces.

El mulero hizo un gesto de saludo cuando llegaron a su altura en el cruce de caminos, pero el hombre pasó de largo sin girar la cabeza, ajeno a todo, como si no existieran. El carretero se encogió de hombros y arreó a las mulas, mientras el hombre tomaba el camino de su aldea.

El sol ya se había levantado cuando dejaron el bosque. Saliendo a un terreno más despejado empezaron a escuchar el toque a muerto de un campanario lejano. Las mujeres volvieron a santiguarse al unísono mientras el carretero blasfemaba, ¡Cagon Dios, torda, mula!, y hacía restallar el látigo sobre las orejas de sus animales.

Con un sol tibio, pararon antes del mediodía en una venta a dar un descanso a las mulas, echarles algo de cebada y de beber, y de paso estirar ellos las piernas y comer también un poco.

Mientras daban cuenta de un plato caliente de berzas con judías, patatas y tocino, escucharon una conversación entre dos trajinantes de una mesa cercana en la que hablaban del tratante. Perdieron las ganas de seguir comiendo.

Un criado lo encontró ahorcado en la cuadra, antes de la salida del sol, cuando iba a ordeñar las vacas. Debía de llevar varias horas muerto, tal vez se colgara cuando salió de casa al poco de cenar, nadie lo volvió a ver vivo después, el cuerpo estaba ya helado y rígido.


Ramiro Rodríguez Prada.

Juan Perro.  El carro.


Salud.

miércoles, 12 de junio de 2013

O Θανάσης Σκορδαλός, Zanasis Skordalós


Ristras de ajos en un solar/aparcamiento en Plaka.
Atenas , julio 2012.

Σκορδαλός


Buen día. Skordalós es el séptimo de los Protomastores, o primeros maestros de la música cretense, y el que abre la década de 1945 al 55, es decir, de la segunda generación de músicos tradicionales con registros discográficos. La anterior de sus hermanos mayores, digamos, la iniciaban Rodinós y Baxevanis a mediados de los años '20. 

Θανάσης Σκορδαλός.  Χίλιες καρδιές κι αν είχα εγώ 1946-1954


Las ristras de ajos de la imagen creo que intentan alejar a las brujas y prevenir del mal de ajo, o sea de ojo. De esto espero hablar un poco cualquier día que me acuerde, son muy supersticiosos los griegos y descreídos a un tiempo, un lío.

La razón de haber elegido esa foto para encabezar el artículo sobre Zanásis, no es sólo por ilustrarlo con una imagen de Grecia puesto que hablamos de un cretense, también porque Skordo es Ajo en griego.

La Skordalia es una especie de salsa de patata y ajo, un puré en realidad, muy común en Grecia, que acompaña a muchos platos, sobre todo de pescado. Es frecuente con los filetes de  Ξιφίας, (X)Ksifías, el pez espada, que suele quedar un poco seco e insípido y la salsa lo alegra.

Θανάσης Σκορδαλός.  Θέλω να βλέπω θάλασσα. Quiero ver el mar. 

Espero hablar también de la Skordalia en  Lo que se comió..., porque es una de las salsas básicas de la cocina griega. A lo que iba: Skordalós podríamos traducirlo libremente como  El salsajo.

θελω να βλεπω θαλασσα
θα πα' να βρω τσι μαγισσες

Me gusta ver el mar
para encontrarme con las magas

Casi todas las canciones son registros de los años setenta que fue su época más fértil

Θανάσης Σκορδαλός.   Της Σαμαριάς το πέρασμα. El paso de Samariá.


La mayoría de los lirakis se acompañan con la voz, pero no todos lo hacen con el estilo y calidad de Skordalós, destacan quizá en el instrumento pero las voces no siempre alcanzan la misma altura y se hacen acompañar por otro cantante, o es el laudista u otro instrumentista el que canta, etc.

Es tal vez el maestro número uno de la siguiente generación, con la lira y con la voz. Tiene una textura y un timbre muy cretenses, cualidades que se repetirán en Nikos Xiluris. La canción anterior es un ejemplo de lo que digo para quien conozca también la música de Nikos.

Le gusta al mi Dimitraki, así que cuando vinimos de Creta le traje ese CD de los Protomastores. Y en parte le gusta Skordalós porque es un amante de Xiluris que era más de nuestro tiempo. Actuaron y grabaron juntos y ya puse una de esas canciones en aquella entrada de Barbunya, Salmonetes.

Θανάσης Σκορδαλός.  Στο Σπήλι είναι 'να νερό. En Spili hay agua. 


Éstas son las únicas kontyliés que encontré, y no estoy del todo seguro de si es otro tipo de mantinada.

Los temas de la música tradicional cretense son los universales de todos los folclores, el amor, la vida, las dificultades y alegrías, la camaradería, el trabajo, el heroísmo, la muerte..., pero los motivos relacionados con el mar tienen mucha mayor presencia que en otras tradiciones, como parece lógico tratándose de una isla.

Al ser muy montañosa desde cualquier punto de Creta, excepto las mesetas interiores rodeadas de montañas, como Lasizi o Nida, se ve la mar. Y en las cumbres los dos mares, al norte el de Creta y al sur el de Libia, con unos desniveles vertiginosos que parecen precipitarte en ese azul de escándalo cuando lo miras.


Vuelvo a repetir que si hay un pueblo marinero en el Mediterráneo ése es Grecia y en particular sus islas.

Σκορδαλός.  Σ' ένα ψηλό βαθύ γκρεμό.  En un acantilado alto y profundo.

http://www.youtube.com/watch?v=6K2az4d0r7k&list=PLC4340E65B77C89DB


Grecia, agosto  2012

Spili, el título de la canción anterior a la de arriba, hace referencia a su pueblo, en la prefectura de Rézimno de nuevo, donde nació en 1920. Le dedicó su primer registro discográfico en 1946, el Sirto de Spili. Otro hecho que se repite en muchos músicos cretenses: lo primero mi pueblo.

Había empezado a tocar un modelo antiguo de lira a los 9 años y, como no podría ser de otro modo, también cuenta con su anécdota tempranera: la compró por 18 dracmas.
Rodinós, a quien Zanásis admiraba, el primer gran maestro de la lira, lo escuchó y lo señaló como su sucesor natural en el instrumento.


Σκορδαλός.  Ποιος ουρανος, ποια θαλασσα. Qué cielo, qué mar!

Después actuaría con muchos grandes, el Baxe, Markoyiannis, un laudista de su pueblo, Maniadakis o el joven Nikos Xiluris allá por los '70. El destinado a recoger el testigo que él había recibido de Rodinós. Lástima de la temprana desaparición de Nikos.

Zanasis compaginó su trabajo en un banco, hasta su retiro, con abundantísimos registros discográficos, las actuaciones en Creta y Grecia entera, así como con sus innumerables giras por los cinco continentes atendiendo, al igual que hicieran otros grandes músicos de la isla, los requerimientos de las colonias griegas de emigrantes: Egipto, Canadá, Estados Unidos, Australia...

¿Fue mi amigo del Pireo, Yorgos, el que me habló de un local de música cerca de Rézimno que lleva el nombre del músico, o de dónde lo saqué? El caso es que en el viaje a Creta llevábamos varias direcciones de sitios con música en directo pero no recuerdo ningún Skordalós, lo apunto por si acaso.

Σκορδαλός.  Όνειρα πλέκω μυστικά.


Y en ese tema volvía a recordar poderosamente a la voz de Xiluris y hasta al rasgueo de su lira.

Murió en 1998. Jristos Papadakis escribió una mantinada en su honor, que es como el lamento de las miroloyia, las canciones fúnebres de Mani. Traducción personal libre:

Στο θάνατό σου βρόντηξε και σείστηκε η Κρήτη
Δάκρυα τα χιόνια γίνανε του γέρο Ψηλορείτη

A su muerte rugió y tembló Kriti
En lágrimas se deshizo la nieve del viejo Psiloriti

1997. Última aparición de Skordalós en la TV. Creta, directo.


Salud y buena música.

Barbarómiros

martes, 11 de junio de 2013

Η Κρήτη, Creta -15. El regreso.


Patzianós. Detrás la garganta de Kalíkrates.
Sfakiá. Creta 2003.

La caja de las provisiones


Si no miente mi libretina de Creta, fue el 15 de octubre el último día completo que pasamos en Janiá, y la mañana y parte de la tarde las dedicamos casi en exclusiva a las compras.

Estuvimos por la mañana en el Mercado Central y allí cargamos con la mayoría de las golosinas que pensábamos llevar. En el Mirobolo, la tienda de vinos y licores donde trabajaba Vaso, la compañera de Akis, cogimos el tsikudiá, la retsina y los vinos, aleccionados por ella. También nos indicó algunos puestos donde podíamos aprovisionarnos: aceitunas de Kalamata y de otros 4 ó 5 tipos, algunos quesos curados que acompañaran al mizitra fresco que ya traíamos de Sfakiá, uvas sultaninas de las que Creta es gran productora, almendras, pistachos, más orégano a añadir al que nos habían dado de su madre los Yannakakis en Frankokástelo, y un kilo de yogurt que tuve el capricho de traer también.

Este es uno de los lugares que no deben perderse en Janiá, como vengo repitiendo, y los días que pasamos allí íbamos a diario. En el exterior hay un kafenío con una terraza bajo la sombra de un eucalipto centenario, con clientela griega casi exclusivamente, que bebe café y juega al tabli, y donde se puede tomar el pulso mejor que en parte alguna al tranquilo tempo griego, otra manera más pausada de entender la vida.

Ya puse este tema en el capítulo del tsikudiá, pero no me resisto a repetirlo porque nació en un escenario semejante, éste de Salónica.
Λουδοβίκος των Ανωγείων. Μαριώ.   Μπιτ Παζάρ.
Música y letra, Ludovikos ton Anoyíon. Voz, Marió.  Bit Pasar.

http://www.youtube.com/watch?v=iQ2UGD1aPl0&feature=related

En el mercado de Bit Pasar/ Beben café en los desayunos/ Los chatarreros de Minas,  y no hablan./ Pero cuando empieza el rakí/ No pasa el tiempo por allí.

Comimos en un chiringuito del propio mercado donde hacen unos caracoles famosos en toda Grecia y por la tarde volvimos por la tienda de Nikos Tomadakis para comprar algún otro disco. Encontramos allí dos CDs de palio rebétika, Bambakaris, Deliás, Batis, Asikis..., hecho para turistas de habla inglesa con canciones que no habíamos podido encontrar ni en Atenas, y a precio de saldo.

Desde por la mañana yo echaba el ojo a todas las cajas de cartón que veía a la puerta de los negocios o aparcadas en las basuras. En la misma plaza de la catedral, junto a la pensión,  había una tienda de electrodomésticos y por la mañana, antes de empezar con nuestras compras, dejaron una enorme, fuerte y hermosa, que incluso llevé  hasta la habitación a pesar de que me pareció demasiado grande y que, en efecto, tuve que devolver después a su sitio porque me sobraba mucho espacio. 

Por la tarde, a la vuelta de la tienda de música, encontré lo que buscaba. Era una caja fuerte, dicho  en dos palabras, aunque no de acero sino de cartón, de unos 60 centímetros de lado por 40 de alto.

Durante las tres semanas en Sfakiá yo había tenido la precaución de guardar todos los recipientes de plástico del yogur, que comprábamos en tamaño familiar de un kilo. Así pude saber que ese verano gastamos más de siete kilos de yogur, contando el que nos dio, casero de oveja, probio, María, la esposa de Zodoros Deliyannakis, nuestros caseros.

Esos envases me sirvieron para empaquetar los dos kilos de mizitra, el feta, las aceitunas, las salchichas de los Yannakakis y alguna otra cosa más delicada. La miel venía en latas metálicas. Los quesos curados y lo demás no corría peligro, y por si acaso cada envase o pequeño paquete lo envolví en plástico por separado, y todo ello estaba precintado con cinta adhesiva.
Fue un trabajo concienzudo que dejé listo antes de ir a cenar a lo de Nikos las pitas de esa última noche, para después volver al Kriti a escuchar música y, finalmente, salir con Nikos por los locales de madrugada, algo con lo que no contábamos. 

A toda esa lista de alimentos, hay que añadir los dulces y pastas que habíamos probado, tan buenos que por primera vez compramos algunos para amigos y familiares. Éstos pensábamos traerlos en mano, pero me sobraba un poco de sitio en la caja, que era cosa mía, y se lo ofrecí a la colega, luego comprendí que fue una oferta quijotesca.
Γ. Παπαδάκης. Σκορδαλός.   Πάντα θλιμμένη χαραυγή.

http://www.youtube.com/watch?v=GVqjwl04rcQ&list=PLC4340E65B77C89DB

El papel de envolver de la tienda de Akis.  Janiá. Creta.

Tras una larga siesta de los guajes fuimos a cenar las pitas. Era algo pronto todavía para ir al Kriti y estuvimos charlando un rato con Nikos. Y entonces pasó un paisano con una pequeña motoreta llevando la caja que yo había desechado por la mañana. No sé ni cómo le cabía en el sillín trasero, subía medio metro por encima del paisa, ¡parecía una caja de cartón con ruedas! 

Después del Kriti y la madrugada con Nikos, hacia las 6 cogimos el taxi al aeropuerto. Llegamos los primeros de esa día y facturamos la caja y una maleta. Ahí comenzó la segunda peripecia. Yo reservé las botellas, incluída una de aceite que nos habían regalado también María y Zodoros, para llevarlas en una mochila de equipaje de mano, previniendo roturas o pérdida de líquidos. 
Era un vuelo doméstico hasta Atenas para coger allí otro a Barajas. Nos facturaron el equipaje hasta Madrid.

Σκορδαλός.  Ο ύμνος του Ελευθερίου Βενιζέλου.  El himno de Elevzerios Venizelos.

http://www.youtube.com/watch?v=afH8Vqk_8Nc&list=PLC4340E65B77C89DB

En el mostrador de Janiá, detrás de nosotros, facturaron un grupo de italianos que cogieron el mismo vuelo, pero de Atenas iban a Roma. Abrevio.

Cuando llegamos a Barajas faltaba la caja. Llegó tres días después. Apareció en el Aeroporti di Roma, la enviaron a Barajas y de ahí a Ranón en el último vuelo de esa noche. Nos la trajeron en una furgoneta a las doce y media, trataban de evitar la correspondiente reclamación económica. 

En una tienda de suministros náuticos de Janiá había comprado una cuerda bandera y la caja parecía uno de esos magos escapistas a los que atan con docenas de ligaduras de las que logran librarse en un minuto. Pues las ataduras estaban intactas y la misma caja no parecía haber sufrido mucho en su periplo italiano. Firmamos la entrega y se fue el repartidor. Lo cierto es que ya la dábamos por perdida. ¡Menuda alegría!
Νίκος Ξυλούρης.  Η Μπαλαντα του κυρ' Mεντιου.


¿Había pasado algo? Pues que las dos cajas de dulces, en las distintas posiciones en que almacenarían el bulto, habían ido perdiendo el almíbar y la miel, porque encima no se nos ocurrió otra cosa que comprar los pasteles más dulces, pringosos y turcos de toda la pastelería.

Nada parecía haberse perdido, ni los pasteles que, algo menos dulces, estaban aún más ricos. Pero tuve que limpiar paquete a paquete hasta poder abrir y probar algo. Ni siquiera se estropeó el yogur, tenía un poco más de suero porque había pasado tres días fuera de un frigorífico pero estaba tan bueno como el que comíamos a diario en Creta.

Salud, buena música y mejores alimentos.

Ν. Καζαντζάκη, Ο καπετάν ΜιχάληςΜ. Χατζιδάκι.
 Φλέρυ Νταντωνάκη.  Δεν ήταν Νησί. No era isla.

http://www.youtube.com/watch?v=rPtR96rIQ0s

Barbarómiros

domingo, 9 de junio de 2013

Tο καρπούζι, La sandía -3


El  Ómfalos  del mundo.
Grecia,  verano 2012.

La sandiOna -2


¡Menos mal que no se me ocurrió hacer otras compras! No sé como me las hubiera arreglado para llevarlo todo. La sandía era la más grande de la frutería, pero era también la más redonda. Normalmente las grandes suelen ser más apepinadas, alargadas, y hablo de esa variedad listada, no de la habitual de nuestro supermercados, verde oscura y redonda como una balón de reglamento.

Por aquel tiempo todavía no tenía problemas con el hombro y cargué la sandía como si tal cosa, metida en una bolsa de plástico tamaño gigante. Aunque soy de pocas carnes, doce kilos tampoco son para reventar a nadie.

Era muy incómoda de llevar, porque si no la levantaba a pulso con una sola mano, que era la manera normal de cogerla, la bolsa, que era muy larga, rozaba el suelo. Con esfuerzo todo fue más o menos bien al principio, pero a los cincuenta metros el fondo de la bolsa cedió y se abrió de golpe.
Acerté a poner el pie a tiempo, porque la sandía cayó y logré evitar que se escachara sobre la acera. Salió rodando unos metros mientras yo me dolía del sandiazo.
Pasó alguien riendo que me saludó en griego. Cogí la dichosa cucurbitácea y me la puse debajo de un brazo, sujetándola con la otra mano para que no se me escurriera.

No sé si habéis llevado alguna vez en brazos una sandía de estas características un kilómetro, que era la distancia que me separaba de casa. Yo no me veo. O no me veía en ese momento. La verdad es que iba a pleno sol y hacía ya un calor que espatarraba, sudaba como un obispo estreñido en el retrete.
Pero de cualquier forma, os aseguro que no hay manera de meter mano y repartir bien el peso de un objeto tan redondo, grande y pesado como ese.

A los cien metros de salir de la frutería ya había cambiado tres veces la posición de la sandiona: sobre el costado derecho, sobre el izquierdo y por delante, en posición fetal cogida con las dos manos.
Hice la primera parada después de la rotura de la bolsa y la posé en el suelo con cuidado. La sandía volvió a rodar unos metros.

Es evidente que el sopor del mediodía me afectaba no sólo en lo físico, el torpor era también mental. ¿Cómo no me había dado cuenta la primera vez? Esperé que pasara un peatón y en adelante llevé la sandía rodando. Al principio la empujaba con las manos y me daba un poco de vergüenza hacerlo delante de los paseantes, me paraba cuando veía venir a alguien. Pero cuando cogí confianza y vi que todos los que me cruzaba seguían su camino sonriendo al ver la escena, empecé a empujarla también con el pie.

Al llegar a la verja del jardín de la señora Sofía, abrí la puerta y cargué con la sandía en brazos como si fuera el bebé que antes llevara en la barriga. En ese momento pasó un pickup que me pitó, ¡era el frutero!.

Ese sería un buen final si no hubiera más.

La avaricia rompe el saco, es de los refranes morales que me gustan pero que no siempre aplico, como pecador que soy además de ex-melonero. Tuve más grande el uellu que el papu, como decimos por Asturies: la sandía no cabía en el frigorífico, y una sandía del tiempo, con el calor griego, sólo se la recomiendo al enemigo.
Ya de mano tuvimos que quitar las dos bandejas que tenía el frigo, porque la altura del monstruo las superaba, y por supuesto  partir la bicha por la mitad. Pero tampoco entraba a lo ancho ni de fondo, así que hubo que trocearla más. Después de aprovechar bien el espacio, en el frigorífico sólo había sandía. No obstante ese mismo día debí de comer yo lo de tres, así que poco a poco volvimos a hacer hueco.

¡Era dulce dulce como sólo Grecia sabe serlo algunas veces!

Años después me volvió a pasar algo parecido con otra un poco más pequeña. El frigo era también mayor, de cuatro bandejas, quitamos dos y cabía entera de pie, era más apepinada.
Además de melonero fui también cristalero, pero no me sirvió de nada mi experiencia ni mis cálculos. La quise poner sobre el cristal que tapa el cubo de las verduras porque me pareció resistente, pero nada más posarla cascó el maldito. Me acordé inmediatamente de la sandiona e imaginé lo que hubiera pasado de haber entrado entera en aquel frigorifiquín de Sofía.


Ramiro Rodríguez Prada


Grecia, agosto 2012.

Buenos días. Espero por lo menos haberos hecho sonreír con la estupidez humana, mía en este caso, y si fuera posible llenaros un poco la boca de agua recordando el dulzor riquísimo de la sandía. La historieta no es que tuviera mucho recorrido, apenas llegaba a 1000 metros.

De las músicas de estos tres capítulos sólo conocía el de la primera, un rebético de Perpiniadis, el resto las saqué de youtube y no había mucho donde escoger.

Zeo Muratidis, el cantante de hoy, es un actor de Tesalónica. Es un personaje popular, otro célebre típico, y yo creo que representa muy bien a un tipo de griegos, no sólo en lo físico, que también, en los gestos, y especialmente por las inflexiones de su voz, un poco arrastradas y chulescas, que se pueden escuchar en el Pireo como en Salónica o en Patras. El vídeo está rodado en Salónica aunque él trabajó y vivió mucho tiempo en Atenas. Aquí interpreta un rebético pero todo el montaje de yulaperas parece más bien de eskiládico, la pachanga.

T. Mουρατιδης. Παπαχαζης. G. Pαναγγιώτης.  Tο Καρπούζι. La sandía.

http://www.youtube.com/watch?v=PKpr5DQwsHw

¡Salud y buen apetito!

ra

sábado, 8 de junio de 2013

Το καρπούζι, La sandía -2


Καρπούζι. 
Grecia, agosto 2012.

La sandiOna


El primer año que recalamos en Mírina, alquilamos la casa de la señora Sofía por mediación de Zodoros y Sideris, el dueño y el cocinero del  Avra, -la brisa del alba que sopla del mar-, con los que después haríamos gran amistad.

Habíamos renunciado ya a quedarnos en la isla, porque llegamos de madrugada en un ferry, pasando por Zásos, no encontramos nada para alquilar y tuvimos que dormir en la calle, a la puerta de la taberna.
Era la noche del 14 de agosto, víspera de la Panayía, mal día para ir de visita así, a lo loco. Limnos siempre tuvo plazas hoteleras de muchas estrellas, pero prohibitivas para nuestro bolsillo.
Para colmo no había barcos hasta dos días después, así que, tras desayunar lo que nos preparó Sideris y dejar las mochilas en el bar (rectifico: dice la morena de mi copla que nunca llevamos mochila a Grecia, por consejo de una guía. Perdón, yo ya plifo!...), pues eso, que dejamos allí el paquete y paseábamos desde muy temprano a la orilla del mar, disponiéndonos a dormir dos noches más al sereno.

Pero a lo largo de la mañana los del Avra nos solucionaron la papeleta divinamente. E incluso nos llevaron en coche hasta el lugar donde pasaríamos los siguientes quince días.

La casa de Sofía estaba en Nea Maditos, un barrio al sur de Mírina, frente al paseo turco, Turkikos yialos, a una playa de arena bastante larga y a la bahía, a un kilómetro del puerto, más o menos, que es también el centro de la capital, de unos 8000 habitantes en verano.
El barrio era de refugiados de Asia Menor en los años 20 y lleva el nombre de Maditos el pueblo, hoy turco, que tuvieron que abandonar los primeros desplazados que se instalaron aquí.

La señora Sofía era de Galípoli, que ella pronunciaba con elle, Gallípoli, como pollí (mucho). Llegó a la isla siendo una adolescente. Tenía setenta y muchos años y un hijo en Atenas. Era viuda y la acompañaba su nieta del mismo nombre, estudiante de Medicina, que pasaba las vacaciones con ella. Habitaban ya la casa nueva, grande, despejada y soleada, con un buen jardín, algo de terreno para cultivo y algunos limoneros y frutales alrededor. Pero conservaban la casita primitiva donde Sofía vivió con sus padres, ésa nos alquilaron. Era muy humilde, sólo tenía una habitación justo para dos camas estrechas, una cocinina con una mesa, dos sillas y un pequeño frigorífico, una cama turca minúscula y un cuarto de baño de juguete. Pero era lo justo para nosotros. ¿Qué tiene esto que ver con la sandía? Me pierdo, ya va...

Todos los días hacíamos ese recorrido de la casa al puerto, y viceversa, tres o cuatro veces. Por la mañana al centro a comprar, aprovechando para bebernos unas cervezas frías en el Avra , que estaba aún mas lejos, al final del puerto. Por la tarde a dar una vuelta o de paso de alguna visita, etc. Y por la noche a cenar, porque habíamos simpatizado con la gente de la taberna, de alguna manera queríamos agradecerles el favor que nos hicieron e íbamos allí casi todos las noches.

Desde el principio nos empezaron a poner sandía gratis de postre, y yo soy un vicioso de las sandías.
¡Que buenas estaban! Ahora que disponía de una cocina por primera vez en Grecia, días por delante y un frigorífico, no podía dejar escapar la ocasión. El tercer día fui directo al puesto de fruta.
Había un montón de sandías de todos los tamaños, pero abundaban las grandes y muy grandes. Hay que tener en cuenta que las que comimos en España no solían pasar de los tres kilos.

Como buen melonero que fui antes que fraile, anduve tanteando, golpeando con los nudillos y con la palma de la mano, rascando con la uña la monda de unas cuantas piezas de las medianas, como de unos 8 kilos. Había algunas muy grandes que me parecían las mejores, pero eran excesivas.
Mientras tanto el frutero miraba, muy atento a mi exploración. Evalué unas siete u ocho y no me decidía.
El hombre al fin se acercó a mí, cogió la más grande de la pila, la tentó y me la pasó, todo en silencio, casi sin gestos. Yo entonces apenas sabía una docena de palabras en griego y renunciaba al inglés si no era imprescindible.

La sandiona pasó todas las pruebas como una campeona. No lo pensé más, calculé grosso modo a kilo por día: doce kilos, doce días. Y me la llevé.

Continuará...

Ramiro Rodríguez Prada

Era una sandía gorda gorda gorda.





Buenos días. Sólo pensaba en dos capítulos de momento para el karpusi, pero la introducción se me subió al pino y no quiero entradas tan largas, por eso dejo el resto de la historia para mañana. Un poco de suspense, porque en realidad el cuento no ha hecho más que empezar.

Esto me obligó a reestructurar un buen número de programaciones que ya tenía cerradas, es uno de los inconvenientes de ir escribiendo medio a salto de mata, tengo incluso alguna cosa programada ya para el verano, y van quedando o faltando huecos que no siempre se ajustan al espacio previsto, como es el caso.

Παρανοια.   Μάπα το καρπούζι. La sandía gamberra?

http://www.youtube.com/watch?v=qyHk176kmbU

Mucha salud a todos y que preste.

Hasta mañana.

ra