jueves, 18 de julio de 2013

Σκιά των Αγίων Αποστόλων, Sombras de Santos Apóstoles


Αγίοι Αποστόλοι. Εύβοιας. Ελλάδα.
Santos Apóstoles. Eubea. Grecia. 
Agosto 2012.

Sombras del jardín


En un rincón del jardín había una sombra inquietante, los gatos la evitaban. No tenía una forma definida que se identificara con algo conocido que infundiera miedo a primera vista, de hecho la sombra variaba dependiendo del ángulo solar, de la brisa e incluso de la estación del año.

Me tenía tan intrigado el asunto, que llegué a estudiar una por una aquellas especies que yo mismo había plantado, sin hallar nada concreto que me hiciera pensar en las causas de aquel extraño comportamiento de los animales de la casa. Porque también el perro parecía tener reparos en acercarse a esa esquina y nunca lo vi alzar la pata para soltar allí su chorrito de marcaje territorial.

Pensé en un primer momento en cuestiones puramente físicas, en algún aroma particular que actuara de repelente, del mismo modo que los hay muy atractivos para los animales, y los gatos en concreto son aficionados al olor de ciertas plantas con las que se restriegan y perfuman casi hasta la embriaguez felina.

Pero no era el caso, ninguna de ellas tenía virtudes de ese género.

Tras descartar otras explicaciones, como la forma de las plantas o las flores, porque además eran especies que se repetían por todo el jardín y sólo en aquel rincón parecía haber problemas, o la posible existencia de alguna corriente de aire molesta para los bichos que tuviera allí una particular incidencia, el color concreto de la sombra y sus variaciones a lo largo del día y de las estaciones -porque el estudio del tema me llevó más de un año-, o la existencia de alguna madriguera de ratas, ratones o topos, que son los animales más habituales en los jardines, después de evaluar esas posibilidades, digo, tuve que darme por vencido y limitarme a observar, sentado en el porche, el curioso proceder del perro y de los gatos cuando se aproximaban a aquel sitio.

Me dio por consultar también un libro de botánica oculta, no por creencia en metafísicas, sino por si encontraba algún dato que, convenientemente traducido a los términos de la razón, me ayudara a explicar el fenómeno.
Pero las plantas que proyectaban esas sombras tampoco atesoraban leyenda alguna de malditas, eran flores comunes, presentes en cualquier parterre.

Fue un 18 de julio, lo recuerdo por lo significativo de la fecha y por lo que pasó. Era la hora de la siesta y el sol calentaba desde lo alto dibujando en el jardín las sombras más densas del día. El silencio era total y yo descansaba adormecido en una silla del porche. Tumbado a la sombra en las frescas losas, junto a mi, el perro dormía a la pata suelta.

Θανάσης Παπακωνσταντίνου. Γιάννης Αγγελάκας.   Άτμαν. 



Ayi Apostoli. Evias. Santos Apóstoles. Eubea.
Elada. Grecia, verano 2012.

La gata estaba también dormida, echada en la hierba a la sombra del muro del jardín, no muy lejos del rincón de la misteriosa sombra. La primera en  prestar atención y alzar la cabeza fue ella. Estuvo unos minutos vuelta hacia el rincón como si oyera o viera algo. Al fin se levantó y se fue alejando temerosa sin dejar de observar, quizás vigilando algún movimiento que yo no alcanzaba a ver. El perro se había despertado también y se dirigía hacia allí. Al cruzarse con la gata ésta se paró, se sentó y se puso a contemplar al perro, que iba trotando y parecía muy decidido a enfrentarse a...., a lo que fuera, ¡él sabría!

Pero poco antes de llegar a la sombra, bajó el paso hasta detenerse por completo a un metro de distancia. Miraba al suelo, cubierto de césped  en los lugares donde no había plantas arbustivas o flores, con la fijación de un perro de caza ante la pieza. La gata seguía sentada sin moverse, pero muy atenta al desarrollo de los acontecimientos.

En ese momento se me encendió la bombilla en la cabeza, ¡una culebra!, ¿qué otra cosa podía ser, cómo no lo pensé antes? La postura del perro fue la que me iluminó.
Cogí lo primero que encontré, una azadilla con la que suelo escardar de malas hierbas el jardín, ¡la serpiente no iba a ser una anaconda!, eso sería suficiente para alejarla, o partirle el espinazo si la veía peligrosa.

Era algo mucho peor que eso, estaba la legión entera con cabra y todo. Parecía una especie de misa de campaña, oficiaba Rouco secundado por otros progresivos como él. En las primeras filas, rodeando al que parecía el Caudillo, pero en miniatura, estaban las autoridades religiosas, civiles y militares del último siglo, incluidas las de ahora.

Vestido de monaguillo figuraba Gallardín en el altar, aunque a un lado y sin participar en la ceremonia, portaba un banderín con la imagen bordada de la Inmaculada Concepción.
Estaba la plana mayor del partido en el Gobierno y algunos meapilas y chupacirios socialistas, me pareció ver también a la Chacón haciendo el saludo militar en la frente con el puño izquierdo, pero esto pudo ser visión.

Quedé tan sorprendido y alelado como la vez que apareció Rouco por el desagüe del fregadero. ¡Lástima de un lanzallamas! Me puse a sacudir estacazos a diestro y siniestro pero eran como hormigas, en un momento desaparecieron todos.

Θανάσης Παπακωνσταντίνου.  Erotisi kriseos.


Αγίοι Αποστόλοι. Εύβοιας. Ελλάδα. 2012.

¡Tenían todo el jardín horadado, lleno de pasadizos bajo tierra, como el Vitcong! Ellos les llamarían catacumbas. Apliqué la manguera a máxima presión en la salida, que estaba muy bien disimulada con un tapín circular de césped. El agua, supongo que después de inundar las galerías, salía por todos lados, el jardín parecía un queso gruyere, ¡estaba invadido!, pero no salió ningún gusano, por algún sitio escaparon.

Hemos puesto en venta la casa, malos tiempos para vender, me gustaría encalomársela a la Obra, al Obispedo o a alguien asín.

Mi psiquiatra, que está de atar, peor que yo, y va de cuero negro a la consulta con sombrero tejano y espuelas, y llega en su Chopper como si fuera el malo en su caballo, me dice que no puede hacer nada y me aconseja llamar a un exorcista de esos nuevos que habilitó ahora el Mago de Terra Chá, que vienen muy preparados, eso dice él...

¡¿Pero cómo voy a llamar a un exorcista para que me eche a Rouco del jardín?!, ¡es como meter a otra zorra en el corral! ¿No sería mejor sulfatar?!, le pregunté. Pero el enterao va de ecologista radical y lo desaprueba. En la ironía de si la chupa que él vestía era de fibra de cáñamo o de piel de cura preconciliar no quiso entrar.

Ramiro.

Σωκράτης Μάλαμας.  Θίασος. Compañía (Cia.)


Salud

miércoles, 17 de julio de 2013

Η Σωτηρία Μπέλλου, Sotiría Belou -2


CDs recopilatorios de las canciones rebétikas de Sotiría Belou.

Σωτηρία Μπέλλου -2

Sotiría, Salvación, no sé si aquí podríamos traducirlo por Salvadora que es el nombre propio español, porque Sotiris es el Salvador.

Dije para terminar la primera entrega que Sotiría había sufrido una historia, que califiqué de triste, en un local de rebético de Atenas de nombre Χίτες, pero fue mucho más que eso, fue penosa, salvaje y humillante.
En 1948 un grupo faccioso monárquico, primo hermano de los que habían actuado en la Grecia fascista de Metaxás, entró en el rebetádiko donde actuaba Belu junto con una fila granada de rebetes palicaris, entre los que se encontraban algunos de la talla de Peristeris o Roúkounas.

Mínoas Matsas. Spiros Peristeris. Sotiría Belou. To minore tis avyis.


Los fachas de siempre reconvertidos ahora en monárquicos, se querían tomar la revancha con ella a lo valiente, una comunista declarada, búlgara, en el argot político del momento, e intentaron obligarla a cantar una canción de su cuerda infecta, a lo que Sotiría se negó. Seis de ellos le dieron una paliza a la vista de todo el mundo sin que ni un sólo hombre -mujeres no había en aquellos locales- se levantara de su asiento ni alzara la voz para defenderla, ni de los clientes ni de sus propios compañeros, rebetes y palikaris...

Siendo ya muy mayor todavía recordaba Sotiría aquel suceso brutal y el miedo y la indeferencia de todos, a partes iguales.

To minore tis avyís, el tema anterior, fue escogido como título de una serie de televisión dedicada al rebético, con banda sonora de Jarula Alexiou, Azinaiki Kompania, Yenítsaris y Xindaris. Subí en un par de ocasiones una en la que canta Yenítsaris en una taberna y baila un rebetis con pinta de heroinómano, que le pide el tema  La cárcel donde entré, I filakí pu bika, y creo que me dijo el mi Dimitraki, que es el propio Yorgos Xindaris.
Sotiría  Belou.  Ο ξενύχτης.  El ave nocturna.

Y es quizá el momento de referirme al  lesbianismo de Sotiría. Una preferencia sexual que nunca ocultó y en aquellos años un desafío intolerable para mentes estrechas, porque fue una mujer valiente que se enfrentó, casi a costa de su vida, a los tabúes de una sociedad machista de la que hoy día todavía quedan muchos restos, como aquí. Y me explicaré.

Entre el género masculino más cenutrio, es decir aquellos que hoy votan a los Huevos de Oro, si hablas de Belu es normal que te miren atravesao y con una sonrisa maligna. No dicen que les gusta el Sinesfiasmeni kiriakí, por ejemplo, lo primero que te sueltan es que Sotiría tenía entre las piernas dos cojones como puños, y cierran los suyos llevándolos a la entrepierna para que se vea gráficamente el tamaño.

¡Lo que son incapaces de ver es el tamaño nuez de su propia sesera!. Y a continuación, señalando la garganta, de los testículos infieren con mucho determinismo la voz y las maneras hombrunas de la cantante.

Τσιτσάνης. Σωτηρία Μπέλλου.  Παίξτε μπουζούκια παίξτε βιολιά. Toca los bouzukis toca los violines.


Eso de las hormonas es ciencia biológica de primaria para ellos, gente estudiada, y al fin y al cabo, ¿no son las amígdalas -no las almendras, las anginas-, los cojones de la garganta?...
Los mitos machistas serían irrisorios si muchos no acabaran como acaban y Sotiría sufrió en persona bastantes atropellos de ese género.

Dejemos las lágrimas, como nos pide ella en la siguiente canción. Dije ya que a mediados de los 60 se produce un resurgir del rebétiko que permite a Belu ir tirando.

Pasó también por periodos de autentica necesidad, peleando contra su afición al juego, el alcoholismo y sus problemas mentales. Durante los años de la Dictadura de los Cogoneles en los 70, el rebético estuvo de nuevo prohibido, pero en los ochenta volvió a la actualidad y Sotiría recuperó el puesto que merecía en la música griega, en esos años era ya la veterana más potente del rebético.

M. Boúrboulis. Η. Ανδριοπουλος, Σ. Μπέλλου.  Μην κλαις. Νο llores.


Esas subidas y bajadas en su carrera le permitieron, en contrapartida, trabajar con músicos de tres generaciones, que siempre la recuperaron y la reconocieron como a una de las grandes del estilo, con su voz profunda, emotiva, personal e inimitable.

Toca la tristeza, otra de las notas importantes de Sotiría, en la anterior bajo poema de Mihalis Búrbulis y la siguiente con letra de Manos Elefzeríu, ambas con música de Andriópulos.

He tenido que limitar el número de canciones por el tamaño de la entrada, como siempre, y me quedan temas importantes, pero algunos los he puesto en otros lugares por ahí y prefiero no repetirme demasiado. Ese es el caso del mentado arriba  Sinesfiasmeni kiriakí, Domingo nublado, tal vez su canción más escuchada, de Tsitsanis, por supuesto, de la que hay muchas versiones, de ella y de otros cantantes, como Kasantsidis por ejemplo. O Ta kabourakia, Los cangrejitos, que yo prefiero en la versión anterior de Marika Ninou.

 Manos Elefzeriu, Ilias Andriopulos, Sotiría Belou.  Kaimos Rebétikos. Rebético triste.


Por las misma razones de espacio tampoco subiré ningún tema del trabajo que hizo junto a Dionisis Savópoulos, titulado Zeibékiko, del que puse ya alguna canción, que recuerde ahora quizá la más conocida del disco, Me vaporia que aeroplana,  Con vapores y aeroplanos.

Pero sí os dejaré una de Dimos Mutsis que no ha parado de escucharse en todos este tiempo, ahí la voz de Sotiría Belu entregaba ya toda la sabiduría que había acumulado en años.

 Κώστας Τριπολίτης, Δημος Μούτσης. Σ. Μπέλλου.   Δε λες κουβέντα. No dije una palabra.


Murió en Atenas en 1997 de un cáncer de garganta, y fue enterrada al lado de su amigo, mentor y colega  en la escena, Vasilis Tsitsanis.

Menos conocido que los trabajos anteriores es el siguiente, uno de sus últimos registros, donde ya era una artista tan respetada por los jóvenes y tratada con tanto respeto como le pueda ser ahora Marió, de manera que componen para ella canciones que parecen más cercanas al éntejno, la música culta, y desde luego a la bizantina y religiosa, que al estilo reconocible de la cantante, el rebético en general.
El resultado, para mí, es también muy bueno. 

 Φώντας Λάδης. Λίνος Κόκκοτος. Σωτηρία Μπέλλου. Tο ποτάμι. El río.
 Μες στον καθρέφτη Ελλάδα μου, κοιτώ. Mi Grecia a través del espejo, mira. 1986.

http://www.youtube.com/watch?v=dOwSXVigVRM

En el bus. El puente nuevo de Jalkida, Χαλκίδα, desde Eubea.
Grecia, agosto 2012.

De otro refugiado, como Vangelis Papásoglu del que hablamos en el capítulo anterior, Yorgos Mitsakis, éste de Constantinopla y más joven, que había llegado a Atenas en 1939, un año antes que Belu, es la última canción, de 1960, que vuelve a los escenarios y a la vida de los rebetes, como en la primera del otro capítulo. La versión es de un disco de 1984.

Fue la escogida, con buen criterio selectivo, para el CD doble sobre la música griega publicado aquí por Resistencia, De oriente y de occidente, (2000), y al que he hecho referencia en repetidas ocasiones porque la consideramos una antología notable.

Fueron 43 temas de los autores e intérpretes griegos más importantes, con alguna ausencia como es lógico, acompañados por dos cuadernillos informativos muy completos que incluyen las letras en griego y su traducción castellana.
Copio lo más importante de este último tema. Son estrofas de 4 versos, se repiten 1/4 y 2/3, con una coda al final de cada cuarteto. Traducción de José Antonio Torres Almodóvar y Ioanis.

Yorgos Mitsakis. Sotiría Belu.  Ρέστοι και μπατίρηδες. Tirados y sin blanca.

http://www.youtube.com/watch?v=G-eRQDGmIZk

Ρέστοι και μπατίρηδες 

Ρέστοι και μπατίρηδες σ’ αυτή την κοινωνία,
είμαστε καλά παιδιά κι αυτό είναι αδικία.

(Coda)
Ωχ, ωχ βρε παλιοντουνιά,
κρίμα στους μπατίρηδες
να δείχνεις απονιά.

Το μπουζούκι που ’χαμε εμείς ψυχαγωγία,
πήγε και την άραξε στην αριστοκρατία. 

(Coda)

Ρέστοι και μπατίρηδες εμείς κάθε βραδάκι,
με πικ απ την βγάζουμε σε κανα κουτουκάκι.

(Coda)

Tirados y sin blanca

(1/4) Tirados y sin blanca en esta corrupción,
(2/3) somos buenos chicos y es una injusticia.

(Coda)
Ay, ay, mundo depravado,
qué lástima la crueldad de estar sin blanca.

(1/4) Hasta el bouzouki, que era nuestro único recreo,
(2/3) se fue a anidar entre la aristocracia.

(Coda)

(1/4) Tirados y sin blanca estamos cada noche
(2/3) Con un pickup nos vamos a alguna tabernilla

(Coda)

Para palionduñá, palabra frecuentísima en la rebétika como sabréis, propongo mundo furris, más cañí, en lugar de mundo depravado

Salud y buena música.

Ramiro Rodríguez Prada

martes, 16 de julio de 2013

Marcha atrás -2. La Pulchra Leonina


Luces de otro mundo. 2013.

La  Pulchra leonina


¡Pazguato, es un pazguato!, repetía Valle enfurecido a la puerta del cementerio donde llevábamos diez minutos esperando.

¡Usebiooo, Usebiooo!, llamaba el manco con más rabia que volumen. ¡Ande, mándele una voz que usted tiene cuerdas más jóvenes!, me animó.
¡Pero yo fumo como un vaporetto, don Ramón, me falta fuelle!
¡Ándele, haragán, suéltele un ladrido a ese mastuerzo a ver si espabila!, azuzó el viejo.
Pero en lugar de voz me salió una mezcla de ronquido y carraspeo que se lo tragó la oscuridad como si tal cosa.
¡Será sarnoso!, dice el cabrito alzando los brazos al cielo, ¡Cuando volvamos al humilladero recuérdeme que le prepare una tisana de salvia, Caruso! ¡Vamos, se nos acaba el tiempo!, añadió premioso, ¡Ya aparecerá!, y echó a andar.

Había poca gente por las calles y una iluminación pobre en Laionsiti esa tarde. Cuando llegamos al centro escuchamos las campanadas de un reloj dando las nueve. Cruzando la plaza de la catedral vi dos siluetas que me parecieron familiares, desaparecían por una callejuela lateral al otro extremo. Juraría que eran Gila y Van Gogh, porque al que tomé por el holandés se giró antes de hundirse en la negrura y no le vi la oreja. Claro que, estaban demasiado lejos y no podría asegurar al cien por cien que eran ellos.

Me detuve un momento intrigado por aquella aparición inesperada y pensando qué negocios se traerían entre manos esos dos célebres, sospechaba alguna inteligencia con el manco y esto me inquietaba. Valle, que había penetrado ya en el atrio, me hacía señas de que me acercara.
¡Ya cerraron!, le dije desde lejos, e imagino que se me debió notar el tono de alivio, porque la verdad es que no me apetecía nada otra sesión de espiritismo con el manco. Pero Valle insistía en sus gestos.
Cuando llegué a la verja me dice casi en un susurro, ¡Déjese de majaderías, no hay cerrojo que resista la fe de un iniciado!

El templo parecía, en efecto, cerrado. Sin embargo me adelanté y la puerta cedió al empujarla. No era normal que hubiese culto, ni siquiera que estuviera abierta la catedral a esas horas. Quizá fueran los Oficios de Ánimas, la Novena, porque escuché una mezcla de sonidos, el bisbiseo de las oraciones y como el eco de algún canto religioso tipo responso, de misa de difuntos, vamos, hasta me pareció oír el roncón de un órgano...
¡Al loro, pelanas!, berreó el manco al pasar de largo a mi lado dirigiéndose hacia la fachada sur. Lo seguí en silencio sin saber qué buscaba ahora, todavía con la mosca tras la oreja pensando en los otros dos lebreles.
¡Recuerde, gaznápiro!, me dice misterioso cuando lo alcancé y llegamos a las puertas, señalando, de las tres, la izquierda, ¡Ésta es la entrada de los elegidos, la de la Muerte!.

Se quitó la boina y se quedó traspuesto mirando la figura en piedra de un esqueleto con alas que en la oscuridad parecía aletear como un murciélago.

Aullaban nigrománticos los perros, reían las gárgolas con mueca soturna.

¡Don Ramón!..., musité.
Pero el santo estaba en trance y sus oídos no eran ya de este mundo, como cuando se extasiaba debajo del pino de la isla de Arosa mirando las luces de A Pobra do Caramiñal, al otro lado de la ría.
El tiempo pasaba y empezaba a hacer frío. Decidí echar mano del recurso que me había enseñado Saturnino, el excriado del viejo, ahora de pistolas en el Constantinopla.
¡Tejerina!, le dije casi a la oreja.
¡Hijoputa!, chilló Valle dando un saltín. Y un poco recuperado ya del susto, añadió, agarrándome por la oreja izquierda, ¿¡Qué pretende, berzotas, liquidarme de un síncope! ¡Que sea la última vez que me mienta a la bicha! ¡Arreando, que es gerundio!
¡Don Ramón!, le dije en un último intento por torear aquel bicho, ¡Nos falta Sebito!
¡Para esta fritanga no necesitamos pinche de cocina! ¡Adelante!, y empujando la puerta entró.

Me pegué a su levita siguiéndolo porque la oscuridad en el interior era casi absoluta y yo estaba algo impresionado, he de reconocerlo. Se filtraba una leve claridad por las legendarias vidrieras que dibujaban sobre los muros sus motivos y colores todo a lo largo de la nave. Era un espectáculo maravilloso y fascinante a un tiempo, como planos fijos de un cine mudo, cuadros, que sin embargo temblaban dotados de vida al influjo de la escasísima luz que llegaba del exterior.

Pero antes que las vidrieras, lo primero que me impresionó fue el silencio. Ni cánticos ni oraciones, ¿qué fue lo que oí yo, entonces, al abrir la puerta de entrada habitual?.
¡Don Ramón...!
¡Silencio, carallo!, me cortó Valle enérgico, pero sin alzar la voz.
Caminamos por la nave retrocediendo hasta la puerta principal, sonaban nuestros pasos en las losas como gotas de agua que caen en el lago de una cueva profunda. Al llegar, se detuvo mirando el rosetón central.
¡Aquí, usted que se dice amante de Grecia, en ese ojo mágico, por ese Aleph aspiré un atardecer la fragancia de sus islas doradas, aquí se detuvo el tiempo para mí y alcancé un vislumbre de la eternidad!...
¡Y un día!..., se me ocurrió rematar. ¡Nunca lo hiciera!. Descargó un bastonazo con toda la mala leche de que fue capaz, menos mal que últimamente olvidaba el bastón en el Mercedes, no obstante yo ya había dado un salto hacia atrás, pero él, con el impulso, se fue de morros al suelo.
Ya no era la primera vez que veía al pobre manco rodando delante de mí y volví a sentir lástima por él.

Rechazó mi ayuda llenándome de improperios, sentado en el frío suelo. Le alcancé los lentes, que no habían sufrido daño. Me los arrebató de la mano con un gesto brusco, mirándome con una mezcla de odio y sorna, ¡el cabrito parecía estar calculando cómo y dónde metérmela doblada!
¡Quién me mandará a mí aceptar estos catecúmenos!, dijo con mal disimulada resignación, y bufó después como un hoyo soplador.
¡Lo siento, maestro!
¡Ni maestro ni gaitas, estamos en sagrado, no me empuje al sacrilegio, pollo!

Lo mejor era callar. Se levantó de un brinco como una moza saltando la sebe.
¡Tal vez debí ponerlo en antecedentes de lo que haríamos esta noche!...
¿Qué?
¡Acompáñeme!

Enfiló muy despacio por la otra nave de la girola, esta vez en dirección a la cabecera del templo, con los ojos vueltos a lo alto. La oscuridad era aún mayor en esa nave, íbamos casi pegados al muro norte de la iglesia, el ala menos iluminada y diáfana de la Catedral. Yo empezaba a habituarme un poco al lugar.
Se paró frente a la famosa vidriera de La caza y me señaló la imagen del Alquimista trabajando en su oficio.

¡Quiero ver cómo los primeros rayos del sol revelan el misterio alquímico en esos vidrios!, dijo,  poseído y algebraico.
¡Acabáramos!, pensé. Por fortuna, en apenas cinco minutos parecía haber olvidado ya nuestras humanas diferencias...

(continuará) 
   
Gundoberto Salmerón Carrasclás, limpiacristales, pulidor.

El órgano y los vidrieras de la Catedral de León.

http://www.youtube.com/watch?v=i8n_g943tlg


Salud.


lunes, 15 de julio de 2013

Marcha atrás. Mirada retrospectiva


Bueeeno..., alguna vez sí.

Mirada retrospectiva


Cuando mediada la mañana salimos hacia Asturias en el Mercedes blanco del Legía por la carretera nacional del Puerto de Pajares, a las afueras ya de León y a la altura del antiguo sanatorio Antituberculoso, tuve la viva impresión de estar metido en una de aquellas novelitas de Valle-Inclán que no tenían final, o lo tenían inesperado, abrupto y sin solución a la vista, como un desenlace provisional, con una acción y un ritmo que parecían retroceder en lugar de avanzar, y cuyos títulos hacían referencia a escenarios que los lectores nunca llegábamos a ver, y ni siquiera los protagonistas, abandonados en geografías desconocidas, en cunetas y terrenos embarrados, montañas y bosques sombríos, a menudo hostiles, de Galicia o el País Vasco...

Conducía Porfirio y de copiloto viajaba esta vez su jefe, el Narizotas. Don Ramón ocupaba un asiento junto a Eusebio, que seguía en el centro roncando cual era su costumbre. El manco quiso sentarse junto a su criado para velar por él, según dijo.
La noche precedente en León había sido toda una odisea. La resumiré para no empezar ya alargando el escrito.

Yo quise despedirme hasta el día siguiente porque tenía amigos en la ciudad y pensaba hacerles una visita, pero el manco me agarró por un brazo y me dice, ¡Quieto, fiera, que aún has de oficiar de monago esta tarde y noche!.

No sirvieron peros, imposible negarle un capricho al viejo loco cuando lo manifestaba con esa vehemencia tan suya.
Sebito seguía con la cabeza gacha, enfurruñado todavía por el veto venéreo de su amo en La Bañeza. El manco lo miraba de reojo por encima de los quevedos y va y le suelta, ¡Déixa alá os conios, carallo!

El plan de don Ramón, sin más explicación, era pasar por el cementerio y después por la Catedral. Pero antes nos tomamos un pequeño refrigerio de morcilla de Matachana y chorizo de la tierra en el apartamento de la portuguesa de Coimbra y el minero de Laciana, que controlaban a las chicas del dúplex. El Narizotas y su compinche tenían una cita con un par de políticos con los que cenarían esa noche.

Don Ramón iba casi trotando camino de un cementerio que yo no conocía, era tarde y no hacía calor. El viejo nos apuraba porque quizás temía que la Catedral ya estuviera cerrada a la vuelta. O eso pensé yo, no hay quién le saque clavo y no nos informó de nada.
Llegamos con la lengua fuera a una zona esquinada del camposanto con pequeñas lápidas en el suelo, sin nombres, sólo con algún signo o leyenda. Se repetían las circunstancias de Ponferrada y también el rito que siguió.

Frente a una lápida de blanca caliza se detuvo el de Vilanova muy ceremonioso. Nos indicó con un gesto que ocupáramos nuestros puestos y se quitó la boina de Baroja que llevaba esa tarde. Y de pronto lo veo sacar de debajo del levitón una paletilla acecinada de cabra que dejó con delicadeza femenil sobre la piedra. A duras penas aguanté la risa, porque además el manco me lanzaba miradas atravesadas sobre sus lentes, como el cura que pilló al monguillo cascándosela durante la consagración.

No se me olvidó la leyenda grabada en aquella lápida:

Más chivó el chivo
y más no digo
que diga el chivo

¿Dónde se había agenciado la cecina de chivo, el castrón?. A eso se negó a responder, pero supuse que la traía ya desde Astorga, o incluso del Bierzo. Estuvimos juntos casi todo el tiempo excepto algunas horas nocturnas en esos lugares, ¡porque no creo que se la dieran en el Constantinopla!.

Nos fuimos con noche cerrada, aunque tal vez no serían más allá de las ocho de la tarde. Nos llevaba afogaos el viejo, camino de la verja de salida, hasta que en un momento dejé de sentir las pisadas de Sebio detrás de min, mientras por delante veía que se perdían en la oscuridad los botines de don Ramón...

(continuará)

Torcuato Fernández Parranda, salmista, chiflador.


Cherry Poppin 'Daddies.   Brown Derby Jump.



Buenas noches.

domingo, 14 de julio de 2013

Η Σωτηρία Μπέλλου, Sotiría Belou


Drosiá  desde el autobús en el puente nuevo de Jalkida, Χαλκίδα, sobre el canal de Eubea. 
Grecia, agosto 2012.

Σωτηρία Μπέλλου

Buenos días. No he seguido un orden estricto a la hora de ocuparme de las rebétissas, después de Rosa Eskenasi, debería seguir Marika Ninu y después Sotiría, en el supuesto de que dejara a un lado otras de la primera generación como Rosa Abatsi o Amalia Baka. Pero empecé con Marió porque sigue viva, lo que es lógico siendo la más joven de todas. 

Algún griego de Kimi me aseguró que Sotiría Belu era de Órzonas, un pueblo próximo, de Eubea, y lo he repetido aquí un par de veces tan tranquilo. Ahora me enteré de que sí nació en un pueblo del municipio de Halkida, la capital de Eubea, pero no en la isla sino a la otra orilla del canal que la separa del continente, en Drosiá, en agosto de 1921. 
Β. Τσιτσάνης. Σωτηρία Μπέλλου.  Όταν πίνεις στην ταβέρνα. Cuando bebes en la taberna.


Όταν πίνεις στην ταβέρνα, κάθεσαι και δεν μιλάς,
κάπου κάπου αναστενάζεις απ' τα φύλλα της καρδιάς.
Θα 'θελα να σε ρωτήσω και να πληροφορηθώ,
ποιο μεράκι σ' έχει κάνει τόσο μελαγχολικό.
Μήπως έχεις αγαπήσει και προδόθηκες κι εσύ;
Έλα, κάθισε κοντά μας, να γλεντήσουμε μαζί.

Cuando bebes en la taberna, te sientas y no hablas,
de cuando en cuando suspiras desde las entretelas del corazón.
Me gustaría hablar contigo y preguntarte,
qué es lo que te hace estar tan melancólico.
¿Tal vez estás enamorado y también te han traicionado?
Venga, siéntate con nosotros para divertirnos juntos.

La traducción es libre, así que si a alguien le chirría o encuentra errores, perdón, y por favor ¡pido ayuda!
Γιάννης Παπαϊωάννου. Σωτηρία Μπέλλου.   Άνοιξε, άνοιξε.

http://www.youtube.com/watch?v=3iB15JHwg_Q

Empecé por un tema de los más conocidos suyos, un Jasápiko obra de Vasilis Tsitsanis, que fue quien, tras presentársela Kapetanakis, la descubrió en un cafetín donde trabajaba de camarera, apostó por ella y juntos grabaron un sin fin de canciones. 
El asunto, como podemos leer, tiene todos los ingredientes propios del rebético. La soledad, el desamor, la taberna, el alcohol, los colegas en la desgracia...

La lista de autores y músicos con los que colaboró incluye a todos los importantes del estilo, el segundo tema de hoy es de Papaioannu, otro de los más importantes rebetis de la época dorada. En un capítulo de Tsitsanis en esta etiqueta, hay una foto suya tocando el baglamadaki, imagen que nunca falta cuando se habla de rebético, con esas "manoplas" de acromegálico que tenía Yianni.

Vayelis Papásoglu. Sotiría Belu.   Kato sta Lemonádika. Abajo en Limonadika.

http://www.youtube.com/watch?v=CeE8BDViGq8

Βαγγέλης Παπάζογλου Αγγούρης (Pepino), no confundir con el  el moderno Nikos Papázoglou, tesalonicense del mismo apellido, es otro de los autores clásicos del género anterior a la guerra, no tan ubicuo como Tsitasanis, como el mismo Papaioannu o como Kaldaras, el siguiente compositor de hoy, pero en cualquier caso se trata de otro compositor ineludible. Refugiado de Esmirna, trajo con él los ritmos orientales de las amanés, el karsilamás, la Esmirneika o Esmirniótika, con el aroma de los tekes, los fumaderos de Asia Menor, que sin embargo no se aprecia tanto en esta canción. 

Kostas Ferris cuenta en su película Rebétiko, lo repito de cuando en vez, la penosa vida de una intérprete que se identifica con Marika Ninou, pero la de Sotiría no fue menos dura.

La primera infancia no tiene más interés que el hecho de ser la nieta de un pope ortodoxo al que acompañaba en ocasiones en los oficios y del que parece que aprendió a entonar de muy niña los cantos bizantinos litúrgicos, que están en el fondo de la rebétika junto con otras muchas influencias. Con el aliento de su padre, tendero, aprendió a tocar la guitarra, pero a la hora de pensar en dedicarse a la música le pasó lo mismo que a Eskenazi y a Marió, con la diferencia de que a Sotiría le curraban para intentar convencerla.
Απόστολος Καλδάρας. Σωτηρία Μπέλλου
  Είπα να σβήσω τα παλιά. Le hablé para olvidar el pasado (chungo...)

No tengo claro si fue un amor juvenil, como en el caso de Rosa Eskenazi, la paliorebétissa que se fugó con su novio, si recordáis, pero el hecho es que a los 17 años Belu conoció al que se convertiría enseguida en su primer y único marido.
Sus biógrafos dicen que fue su padre el que la obligó a casarse, pero lo que parece fuera de toda duda es que el tipo era un borracho, una mala bestia que la maltrató desde el principio, incluido un aborto tras una paliza, más o menos con la anuencia o el silencio de la propia familia de Sotiría.

Muy pronto se pondría en evidencia su carácter enérgico, porque con ocasión de otra paliza del palikari, ella le tiró ácido a la cara, como hacen ahora algunos valientes musulmanes con sus jóvenes esposas. 
Naturalmente pagó con creces este atrevimiento en cárceles de Halkida y Atenas. El machito sin problema.
Σ. Μπέλλου. Β. Τσιτσάνης. Ziibékiko.  Κάνε λιγάκι υπομονή. Ten un poco de paciencia.

http://www.youtube.com/watch?v=-vabn-vSEVM&list=RD02FEOR0BkHOTQ

El día del  Όχι, el No del dictador Metaxás a la pretensión de Mussolini de ocupar Grecia, el 28 de octubre de 1940, que motivó la declaración de guerra de Italia, hoy fiesta nacional, Sotiría, que entonces tenía 19 años, convertida ya en un ejemplo de escándalo y vergüenza para la miserable moral imperante, llegó a Atenas buscando la libertad e independencia que siempre defendió y huyendo de su gente, pues tras salir de la cárcel, era maltratada en la misma casa de sus padres.

Como muchos otros jóvenes de sangre caliente, se adhirió al Partido Comunista, que organizó la resistencia civil y armada durante la ocupación alemana, y fue encarcelada y torturada por los nazis en los momentos más duros y peligrosos de la represión. 
Tras la derrota alemana siguió militando y volvió a ser encarcelada en la guerra civil posterior. 

Β. Τσιτσάνης. Σωτηρία Μπέλλου.   Χωρίσαμε ένα δειλινό (1949)

Χαλκίδα.  En el autobús, antes del puente.
Eubea, verano 2012.

Hizo todo tipo de trabajos para sobrevivir hasta que Tsitsanis le ofreció su apoyo y pudo dedicarse a la música, actuando en todos los locales importantes de la capital y El Pireo. Con él y con los más afamados compositores e intérpretes, entre ellos Bambakaris, tuvo su tiempo de gloria en los años posteriores a la guerra. Y posteriormente en los 60 y 80 con el resurgir del género.

Desde mediados los '50, hasta mediada la década siguiente, fueron los años más difíciles para Sotiría en lo musical, porque el rebético cayó en desgracia. Y en su vida personal empezaba a tener problemas a causa de su adicción al alcohol.

Por estos paralelismos biográficos, la dureza de ambas vidas, pero también por los escenarios y la temática de sus canciones, o por cierto registro amargo, desesperado y cálido que comparten, se la compara frecuentemente con Billy Hollyday.

Peristeris. Tsitsanis. Belu.  Skotóse me. Mátame.


Mátame, mátame, no me dejes vivir más
No soporto verte con otra a tu lado...

Siguiendo con esa idea, no olvidemos que muchos críticos consideran al rebético como el blues griego. Yo me pregunto si no será otro de esos casos de mezcla y de ida y vuelta, como el rumbo de la rumba que seguía Santiago Auserón en su Ritmo perdido, donde no trata esta música ni por tanto el asunto.

No quiero decir con eso que el blues venga del rebético, sólo que el centralismo cultural siempre barre para casa y tal vez en algunos casos fuera más correcto decir que el blues es un rebético americano. Ahí lo dejo, ¡pa chulo, yo!. 

Inconfundible, única Sotiría con esa voz cazallesca, rasposa, de tsípuro, cascada pero amarga y cálida a un tiempo, arrastrada, con la personalidad que requiere el género.

Sotiría Belou.  Pireas ke Azina.

http://www.youtube.com/watch?v=Gaa24QoiDpw

Pese a su larga producción discográfica, no encontré discos editados a su nombre hasta 1974, bien es verdad que en Grecia dan más importancia al autor que al intérprete y con frecuencia figura aquel, y el cantante sólo en un plano secundario.

El último de hoy es otro de los temas populares de Sotiría y esta versión es la antigua original, porque después, en los 60 y 80, regrabó muchos de ellos con una voz bastante menos juvenil, fijando el estilo maduro que la haría reconocible.

La canción es de otro rebetis histórico, Spiros Peristeris, coautor del Skotóse me, de arriba. En el siguiente capítulo pondré alguna otra de este músico y aprovecharé para contar una historia triste que Belu sufrió actuando con él y otros rebetes en un rebetádiko de Atenas. Otra hazaña de palikaris, dicho con sarcasmo.
Anestis Deliás. Σπύρος Περιστέρης. Σωτηρία Μπέλλου.   Ο φιγουρατζής. 1950.

Tengo otros tantos temas en espera, así que dentro de unos días el segundo capítulo.

Salud y buena música.

Ramiro Rodríguez Prada