lunes, 2 de diciembre de 2013

H Κάρπαθος, Cárpatos -6. Levkós -2. Un paseo hasta la isla de Sókastro


El final del camino.  Ocaso sobre la punta noreste de Sókastro.
Levkós. Cárpatos.  Grecia, agosto 2013.

Μια βόλτα στο νησί του Σώκαστρου


Es tal vez la vuelta  más fácil y entretenida que se puede dar por los alrededores de Levkós. Apenas dos o tres cuestas cortas y leves, y el resto del camino llano o con suaves subibajas. El paseo por la orilla del mar es algo más accidentado y lleva más tiempo, pero merece la pena igualmente. El baño siempre es una tentación.

De hecho sería preferible de no ser por otra ventaja que tiene el camino, amén de la facilidad (para los fatigados crónicos como yo hay que tenerlo en cuenta), y es que éste se va abriendo en las curvas a pequeños y profundos valles poblados de pinos, retamas y tomillos, donde el monte arrasa con sus olores que anulan completamente los aromas del cercano mar. Y siempre es posible ir explorando alguna de las calas para refrescar, se baja en dos minutos.

El paseo desde el centro de Levkós hasta el final del camino, frente a la isla de Sókastro, serán poco más de dos kilómetros. Si no hay prisa, y no debe haberla a ser posible, en dos horas se está de vuelta en casa. Se puede hacer con niños porque además de su facilidad, apenas se cruza uno con un vehículo en todo el trayecto y no siempre. Eso en agosto.

Pero lo espectacular del recorrido no termina con la vista de una mar brava, sus islitas, penínsulas o su costa recortada y salvaje, ni con esos valles solitarios, nemorosos con los que nos encontraremos. Grandes rocas sueltas se reparten en desorden a lo largo del camino y en medio de las calas, como estatuas de Cíclopes que miraran al mar.
Las torrenteras que descienden casi verticales sobre el camino y la superposición de terrazas de rocas, areniscas y arcillas blancas que lo sobrevuelan, con figuras sugerentes, antropomórficas, caprichosas y retorcidas, degradadas siempre, añaden al paisaje una apariencia fantástica y desgarrada. Y al fondo las montañas más altas de la isla cierran el horizonte por el este.

Mesohori. Cárpatos.- 5.  Música tradicional


Camino de Sókastro. La caída a plomo de la costa.
Levkós. Cárpatos, verano 2013.

Este camino fue el proyecto inconcluso de un político local que pretendía enlazar Mesohori con Levkós matando dos pájaros de un tiro; proporcionaba otra salida al pueblo, ya que la que tiene es estrecha y difícil. Pero la empresa se me antoja cuando menos un poco loca, no sólo por lo enrevesado del trazado, también por todas esas torrenteras que va cortando la vía: el mantenimiento de una carretera así tiene que costar un huevo. Y lo que tiene peor remedio, destruiría la belleza natural de la costa; detrás de los caminos vienen los coches y en ellos, arrasando, todos los turistas que en el mundo hemos sido. Mejor así.

Pero desde él se puede subir, por alguno de los ramales que lo abandonan ascendiendo por esos vallecicos, hasta la terraza superior, una gran llanada de rocas y arbustos secos que llega hasta los pies cubiertos de pinares de las montañas, y sus laderas, donde se asientan Mesohori y otras aldeas. El sendero AK 16 cruza ese territorio sediento y austero al filo del monte.

No somos ni muy andariegos ni muy playeros. Un poquitín de cada cosa, pero la verdad es que Levkós ofrece todo ello en abundancia. Además de las dos grandes bahías con sus arenales respectivos, dispone de otras dos más recogidas, ideales para quienes no vayan de vacaciones a pelear contra los elementos, o para familias con niños pequeños. Más otra sucesión de pequeñas calas que salpican ese rincón del golfo junto a Sókastro. En una quincena de relajo da para estrenar playa cada día.

Y además de este bucólico paseo de hoy, más hermoso al atardecer por una cuestión de riqueza de colores, y porque el sol y el calor ya no os molestarán, hay cantidad de rutas para hacer por todo el entorno, de la más exigente con la ascensión al Kallí Limní, a la más sencilla de subir a la cueva que se ve desde la primera bahía a tiro de piedra, pasando por recorridos de media montaña de tres o cuatro
horas, para visitar los puntos interesantes.

Parea en Mesojori.  Panayía 2010.

http://www.youtube.com/watch?v=7Xj-TK1plKk


Paseo por la orilla. Calas arenosas entre rocas.
Sókastro. Levkós.  Cárpatos, verano 2013.

Malakas


Quiero relatar otra anécdota, un poco desagradable, a la que hice alusión cuando conté el encuentro con el paisano del coche en el paso de cebra de Pigadia, el primer día en Cárpatos. Ya no me entraba en el capítulo anterior de Levkós y lo estaba olvidando. Al redactar las primeras entradas de Rodas lo volví a recordar por una anécdota que Lawrence Durrell cuenta en su libro sobre la isla y el Dodecaneso.

Venía de bañarme cinco minutos, saludé en griego, me senté a la sombra del chiringuito y pedí una cerveza. Había una mesa ocupada con un tipo comiendo y charlando con la chica del bar. Él hizo un gesto con las cejas y siguió comiendo. Ella nos presentó, Es un español que viene todos los veranos a Grecia. El hombre, de cuarenta y pico, unos quince años más joven que yo, no la dejó seguir con las presentaciones, paró de masticar y me dice, ¡Grecia es una mierda!
¿Eres griego?, le pregunté, mosqueado más por sus malos modos que por sentirme herido en mi greciedad.
Americano, contestó, aplicado con afán a las dolmadakias.
¡Pues vete con tu limpia América!, ¿a qué vienes aquí? 

Ya me parecía. Pero greco americano, originario de la isla. Este espécimen es de los más bordes que se pueden encontrar en Grecia. No es que todos los emigrantes, que han conquistado una vida mejor,
sientan este desprecio por la tierra de sus ancestros y una adoración paralela por los mitos más petardos de su país de adopción, ni mucho menos, pero no es raro toparse con alguno.

Los describía muy bien Henry Miller en El coloso de Marusi, ya el año 1939, y Durrell el año 1953, en ese libro mencionado que llevamos este verano para releer, al que dedicaré alguna entrada cuando llegue Rodas, Reflexiones sobre una Venus marina. Y ya me encontré a algún otro, pero éste me descolocó por la brusquedad. Aún así le dije que en mi corazón había un griego y amaba a ese país, con sus putadas, ¡no queda otra!.
Y a continuación, pero en conversación rápida, sin estas explicaciones que cortan el diálogo, dice, Yo conozco España. Hay muchos maricones, muchísimos, y las españolas son unas estrechas, mucho mirar pero después nada. Todo de un tirón.

¡Lo que me faltaba!, Y Grecia está llena de cornudos, le solté casi sin pensar. Si me hubiera parado un poco, la respuesta a eso de los maricones era decirle que sí, que había muchos, pero la mayoría eran greco americanos como él. Pero no siempre hila uno fino.
Debió contestar algo muy fuerte a lo de los cornudos, que no entendí, porque fue la única vez que la chica terció pidiéndole calma. A cambio me pasó una dolmadakia, que yo había alabado, y acepté, las de Kárpazos son famosas. La chavala, sentada en medio de los dos, estaba un poco violentada y confusa, pero el dueño del chiringo, que escuchaba el toma y daca desde detrás de la barra, se estaba divirtiendo.

Le pregunté qué conocía de España. Barcelona. ¡Qué bien!. Y volvió a insistir en la estrechez de las españolas -¿Eran catalanas?, pero no me entendió-, y en la apertura de patas de portuguesas, italianas y griegas. Le dije que me gustaban o disgustaban las mujeres al margen de su nacionalidad.
¿Cuánto tiempo estuviste en Barcelona?. Había pasado ocho días allí.
¿Y eso es todo? Yo, desatao ya, le espeté que no conocía nada de nada, unos paseínes rambla arriba rambla abajo, luciéndose y mirando el percal, y no se jaló una rosca. A veces puedo ser un auténtico cabrón y estaba dispuesto a humillarlo.
Den katalavenis, den kseris típota!. Típota, cazolu!. ¡No entiendes, no sabes nada!. ¡Nada de nada!, le decía riéndome abiertamente. Son palabras que entienden muy bien griegos como él, y de cualquier lugar.
No conoces mi país, y ¿qué conoces de esta Grecia que desprecias?, ¿tu pueblo, tu isla, Rodas, quizá Creta, y Atenas y el Pireo? ¿Y de su historia, tí kseris, qué sabes?, ¿conoces a sus escritores, los has leído, y a sus músicos, los has escuchado? ¿Conoces sus regiones, sus islas? ¿Hablamos de Grecia?...

El tipo callaba y tragaba dolmadakias. Malaka!...  

Λύρα: Εμμανουήλ Γ. Μάλτας. Τραγούδι 1η μαντινάδα: Γεώργιος Ρεΐσης -Ζέντας.
Τραγούδι 2η Μαντινάδα: Εμμανουήλ Γ. Μάλτας.  Τσακιστές Μαντινάδες, Καρπάθου.

http://www.youtube.com/watch?v=fWdisOgbkP8


Terrazas rocosas sobre el camino de Sokastro.
Levkós.  Cárpatos, 2013.

La luna, otro espectáculo gratuito, estuvo presente en los paseos que hicimos hasta Sokastro mientras el sol se acercaba al horizonte.

Más adelante espero dedicar algún otro capítulo a este precioso lugarín de Levkós y a este rincón en concreto, sobre todo por subir algunas fotografías más. ¡Tengo muchas! Pero ahora, de aquí a unos días, quisiera empezar con Rodas en esta etiqueta de Archipiélagos, unas entradas mínimas para cada isla y luego ya veremos si vuelvo a ellas...

Αποκριες. Κάρπαθος.  O Yiannaros.  Ντουρα ντουρα. Dura dura.



¡Salud y buen paseo!


Barbarómiros

domingo, 1 de diciembre de 2013

El Mirlo rubio del pruno


Jano bifronte.  Poeta comiéndole la oreya al  Mirlo rubio.
Dolores de poesía en los bares.
Laionsity,  2012.

Recuerdo


Buenos días. Finalmente he tenido que improvisar también esta entrada, a pesar de que llevo todo el año buscando la oportunidad de ver a la Curruca aedensis. Fui cambiando su ubicación mes a mes con la esperanza de poder fotografiar los pinreles de la pájara en la actualidad. Esperé hasta el final. No ha podido ser, el año se acaba y es la última oportunidad que tengo para dedicarle unas imágenes y unas pocas palabras. El resto del mes está programado.

Y en este tiempo sólo hemos hablado dos o tres veces, por teléfono. Naturalmente yo he ido viendo y comentando casi diariamente sus fotografías, Aedotor en Schutterchance y en nuestros Flanvoritos, donde se impone la calle con sus infinitos motivos y geometrías. Más un evidente gusto por lo psicodélico en un sentido amplio, además de original, Different..., como repite en sus comentarios Preyi Coco, otro fotógrafo de SC.

El Mirlo, como cualquier pájaro, incluido naturalmente el Pardillo que esto suscribe, va cumpliendo años y cansa ya de tanto trino: la pajarera hospitalaria en la que canta, es cada día más una trampa donde no se ve salida ni color. La veteranía, la entrega, el cariño, el buen humor, la camaradería, están dejando paso a la bisoñez, la competición, la desconfianza, las caras largas y el cada uno a lo suyo. Cuando no a la ignorancia, la trepa, el pelotismo, la puñalada trapera, la mala hostia y el San Pedro se la bendiga. ¡Con estos mimbres, cestos podres!

Las imágenes son de los dos encuentros del año pasado en León. La primera en la cita poética primaveral organizada por Felipe Zapico y sus amigos, Dolores de poesía en los bares, y la segunda en la tranquilidad de su nido leonino.

En el ñeru del  Rubio.  Arriba el  Mirlo, abajo el  Pardillo.
León,  2012.

Propongo y espero que si el año que viene no surge la oportunidad de vernos, la forcemos.

¡Ánimo y paciencia, colegui, que no te quiten ese punto de alegría que siempre tuviste y regalaste!, aunque volvamos a la clandestinidad de las catacumbas, de las que quizá nunca salimos...

Juan Perro.  El mirlo del pruno.


¡Salud, currucas y demás pájaras pardas!

Cannavina Carduélis, pardilla común, rebétissa, psilicosa.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Armas blancas


Pinturas al agua. Tela sobre tabla, espátula.
Ramiro Rodríguez Prada, 1998.

Veneno


Si te oigo hablar
con ese deje tan tuyo
de perdonarme la vida
no te escucho

Cojo de ti los labios
y los rompo en una línea recta

Si te veo mirar
con ese desprecio tuyo
que pones de soslayo
ni te veo

Tomo de ti los ojos
y los clavo en un arco del compás


De  Cançãos (Sentãos, no os quedéis de pie)

Ramiro Rodríguez Prada 1987.


Kiko Veneno.  El mosquito suicida.


¡Salud, y veneno el justo!

viernes, 29 de noviembre de 2013

¿Es aquí?


Kos. Grecia, julio 2013.


Desencuentros


Le dieron unas señas muy precisas, pero cuando llegó al lugar la cosa no estaba tan clara. Había dos números distintos en el portal, el 39 y el 33. Llamó a la puerta y le abrió una mujer que le dijo que aquel era el 35, que preguntara en la de al lado. La de un lado resultó ser el 31, que era también el 37 en la puerta, y la del otro lado el 41, al tiempo que el 35. Acabó mareándose. Cuando después de andar los portales de media calle dio por fin con el 39 real, le dijeron que allí no vivía la persona por la que preguntaba. Pensó si habría equivocado el nombre de la calle y miró el papel que le dieron. Era correcto, pero debajo habían escrito otro nombre que él interpretó como el del barrio. El vecino del 39 le indicó que se trataba de otra calle al otro extremo de la ciudad. No podía comprender porqué le habían escrito el primer nombre equivocado. Se encogió de hombros, dio las gracias y se encaminó a la segunda calle. Al entrar vio que en el primer portal de la izquierda, sobre el dintel, había dos números, arriba un 1 y debajo un 7. Dio la vuelta y abandonó aquella maldita ciudad para no regresar jamás, ¡joder!.


Ramiro


Albert King. Stevie Ray Vaughan, In Session.   Born under a bad sign.  Nacido bajo un mal signo.



Salud

jueves, 28 de noviembre de 2013

H Κάρπαθος, Cárpatos -5. Levkós.


Levkós desde el sendero  KA 16. Arriba, dcha. la islita de Sókastro.
Cárpatos. Grecia, agosto 2013.

Levkós


Buenos días. Levkós debió ser el puerto de Mesohori y de los pueblines de los alrededores, retirados algún kilómetro de la costa en lo alto de las montañas, desde donde se avistan bien, y con antelación, los barcos piratas, una primera precaución defensiva en tiempos bárbaros.

El puertín está protegido por un fuerte espigón rocoso natural, en el extremo de una concha arenosa de 300 metros de larga, lamida dulcemente por las olas y que es la playa céntrica del pueblo.
Detrás del espigón, dos pequeñas penínsulas enmarcan otra playa tranquila y arenosa, y siguiendo la línea de la costa hacia el norte (en la foto, a la derecha), se prolonga otra larga bahía blanca y dorada, muy abierta al mar, con olas cantábricas, hasta la isla del fondo, Sókastro, a un par de kilómetros, separada tan sólo unas veinte brazas de tierra, ya entre calas para pequeños grupos, parejas, solitarios y despendolados. En total, no obstante, no serán mucho más de una docena de personas.

La blancura de las rocas de los barrancos que se precipitan en el mar en ese paseo hasta Sókastro, es quizás lo que presta el nombre al pueblo, ya que Levkós es blanco en griego y un topónimo muy frecuente en el país, recordemos la Levkada de Ana Capsir o el Levkés de Paros, que lleva el nombre por los álamos blancos que blanquean el pueblo, tal vez también por el mármol de muchas de sus calles.

Nos quedamos aquí diez días, descansando del ajetreo de Kos y Rodas, en los estudios Nikos, que nos alquiló a un precio arreglado, enfrente mismo del centro de la concha.
Aparte de estas tres bahías arenosas enlazadas, tiene otra pedregosa un kilómetro antes de llegar al pueblo, al que se baja desde la carretera que va faldeando las montañas, playa pedregosa con algo de oleaje y también un pequeño amarradero. Detrás un bosque antiguo de pinos y las escarpadas calizas agujereadas por varias cuevas, sirven de fondo espectacular a este primer golfo.

Hablé de olas cantábricas y es que la mar en Levkós viene brava. Ese canal de Kasos tiene fama de peligroso, ya lo tiene el Karpaciano del este de la isla, pero viéndolos de cerca el del oeste enseña peor cara. Las pocas barkulas y kaikes que amarran en Levkós, navegan y pescan a diario por una montaña rusa que empieza ya a menos de media milla de la costa. Hay que tenerlos bien puestos para ser pescador aquí, como lo sigue siendo el hermano mayor de Nikos, el profesor de matemáticas dueño de los estudios, que trabajó de pescador él mismo, o Mijalis, el lirari que viene a continuación.

Mijalis, el pescador, en Levkos. 2009.


Mihalis arreglando sus redes.
Levkós. Kárpazos, agosto 2013.

Mijalis es un pescador de Levkós, pero al mismo tiempo regenta una taberna, toca la lira y canta. Pondré en esta entrada las pocas grabaciones, la mayoría cortadas, que encontré en youtube.
Aquí empezaba con una canción que Kostas Mundakis dedicó a Tsekas, aquel pescador cretense de Kisamos que murió ahogado bajo su caique en un temporal, y del que escribí dos capítulos en Música cretense. Es la misma que cerraba la segunda entrada, la última que subí, Στση Γραμπούσας τ' ακρωτήρι, En el acantilado de Grabusa. 

Con el mar con el que tiene que bregar no me extraña nada que Mihalis se acuerde de Tsekas...

Mihalis en su taberna de Levkós.


El caserío de Levkós está situado en una franja costera relativamente llana al pie de las montañas más altas de la isla, el Kali Limni, de 1215 metros. Al otro lado de éstas, en la costa de levante, se encuentra el pueblín de Kira Panayiá, del que hablé en el capítulo del  Periplo isleño.
El amanecer en Levkós se hace de rogar a causa de la sombra que proyecta la montaña, y por las mismas razones el ocaso se adelanta una hora en el este de la isla.

Soy aficionado a las alboradas, aunque no tanto por gusto estético como por problemas de sueño, pero no pude fotografiar ni un solo amanecer que no estuviera parcial o totalmente oculto por las nubes que todas las mañanas cubren las cumbres. No son del tipo de nubes que en un atardecer llenan el horizonte de colores, sino capas de nubes grises pasajeras, como gasas superpuestas en movimiento.

La costa escarpada y el mar son muy hermosos aquí, y fuertes como dije, pero ese fondo montañoso que enmarca al pueblo no lo es menos. Merece la pena adentrarse un poco por los caminos que recorren el gran pinar que sombrea el pie y las faldas de los montes, subir hasta el sendero KA 16, que discurre sobre el caserío encima de una primera terraza seca y pedregosa, desde donde se divisan las cuatro bahías que rodean Levkós y hasta con suerte a Kasos en el horizonte, mientras se tocan con las manos las puntillas de las montañas.
Un paseo más largo nos llevaría a Mesohori, el pueblo de Nikos, donde nosotros no llegamos.

Me gustaría saber el nombre de los intérpretes, a ver si algún palikari de Mesojori lee esto y me echa una mano...
Mesohori. 2.  Lira y laúd.


Cruce en el  KA 16.  A Mesohori o a Levkós.
Karpazos, verano 2013.

Es posible subir sin dificultad alguna, eso nos aseguraron, hasta una cueva que se divisa sobre el pinar en la base de la caliza, aunque tampoco nosotros completamos esa excursión.

Pero un paseo más cómodo que no debéis evitar, es más, que debéis hacer porque es muy fácil y muy guapo, es el que os llevará hasta la islita de Sókastro, Σώκαστρο, bordeando la línea costera por las calas que se van sucediendo, o por un camino polvoriento que abrieron por mediación de un político local con la excusa de buscar una salida hacia Mesohori, ya que la única carretera que baja a Levkós es estrechísima en algunos puntos. El proyecto quedó inconcluso y el fierru acaba en Sókastro. Se puede enlazar desde aquí, por otra vía, con el sendero KA 16 que recorre la planicie superior camino de Mesojori.

Escoged la última hora de la tarde e iréis viendo cómo el sol desciende sobre el mar y cómo se enreda, antes de ahogarse, entre los acantilados de Sókastro. Precioso, impresionante.

El camino, por más que tenga algo de desatino rompiendo una zona virgen y geológicamente muy inestable y complicada, es también espectacular. Lo sobrevuelan terrazas de grandes planchas rocosas blancas superpuestas, horadadas y degradadas por el agua y los vientos. Formas sugerentes y caprichosas, grandes bloques aislados arrastrados montaña abajo por la fuerza de un dios, o cuando menos de un héroe, un Sísifo a la inversa.
Las torrenteras y barrancos descienden a plomo sobre el camino y el mar, y en los profundos y estrechos vallecicos llenos de vegetación, el intenso olor a pino embalsama el aire, como decía Kasantsakis, ¡aaay!...

Pero tengo muchas imágenes de ese recorrido y espero dedicarle algún capítulo en exclusiva. En un principio pensaba en una sola entrada para Levkós, pero fueron muchos días, muchas cosas, muchas fotografías...; si hubiera tenido en Limnos o en Creta esta facilidad de hacer, almacenar y ahora publicar fotos, no hubiera dedicado 15 capítulos a esta última, ¡hubiera tenido que abrir una etiqueta para ella sola! Mejor así, que tanta abundancia aburre, y al final se ve uno como el coleccionista freudiano de las caquitas, de nuevo en fase anal.
Mesohori.  Panayia  2010.


Las  loukumades  de María y Nikos.
Levkós. Kárpazos verano 2013.

María y Nikos


Quiero referirme en esta parte final al trato familiar que recibimos por parte de María, Nikos y sus hijos. No hubo día en que no tuviéramos algún presente suyo en la mesa, todos productos caseros de su huerto, en sazón y riquísimos.
Uvas, higos e higos chumbos, pimientos, cebollas, tomates, berenjenas. Nosotros habíamos hecho una buena compra ahorrativa en Pigadia, la capital, antes de venir y comprábamos frutas y verduras frescas en los varios minisupermercados del pueblo, pero no hay color. Una cosa es que uno se acostumbre a la insipidez porque no queda más remedio y otra poder disfrutar la diferencia del ¡sabor sabor!. Σας ευχαριστώ πολύ, Νίκο!

Este año había mucho menos turismo nacional, eso se notaba claramente. Alemanes, austriacos, nórdicos, rusos, algún inglés, holandés y francés, e italianos de bajo coste como oí comentar: paquetes turísticos de una semana, con hoteles de semilujo y medio pelo que se llevan el presupuesto, y ni una mísera lira o dragma para el pequeño negocio turístico autóctono.

Ocupábamos frente a la playa, en la planta baja -sólo tienen otra arriba- los dos apartamentos más antiguos según creo, pero de buen ver y mejor estar, por el precio de uno. Y el nuestro, el primero que debió construirse, estaba pegado al chiringuito que atienden María y Nikos tres escalones más abajo, ayudados a veces por sus hijos, que el resto del año estudian en el extranjero.
Así que de cuando en cuando nos sentábamos con ellos a charlar en una de las tres mesinas que tienen bajo la sombra de un cañizo. Un café helinikó, unas cañas heladas de barril (barilitsa, dicen ellos), alguna mecé que ponían de su cuenta, unos chicharrines en salazón hecha por ellos y aceite de Kárpatos, muy bueno por cierto, y al que los mismos isleños tienen gran aprecio vendiéndolo más caro, uvas, pan y queso Manoúli de la isla, al que tendré que dedicar también su capítulo en  Lo que se comió..., y loukoumades, que ya están también en capilla en esa etiqueta.

Pero además las lukumades las bajábamos a buscar casi todos los días, de postre para los guajes y para mí, que somos los golosos. Aaaajjjj, manoula mou, qué ricas y qué vicio!
Las de Cárpatos tienen fama en todo el archipiélago y ya las habíamos probado en otra media docena de sitios, pero tanto María como Nikos las bordan con puntilla. Me dieron la receta, pero ya sabéis que, aunque ejerzo, no tengo vocación de cocinero y cada día menos, así que todavía no me puse a ello. A ver si para cuando aborde ese capítulo mencionado.

Por mi parte quedé de hacerles una paella si volvía por allí, ¡otra vez, no sé cómo me meto en estos arrozales! Y eso que tenía bien presente el fiasco con Lisi y Diamandís en Petriés, en fin.
El hermano mayor de Nikos, el pescador, que antes fue marinero y pasó muchas veces por Valencia y chapurrea algo de castellano, lleva con sus hijos y otra cuñada viuda con los suyos, una taberna en el espigón del puerto. El hombre, con el que hablé hasta de Trotsky y su revolución permanente, se quedó colgado de la paella valenciana, contaba que la comían ¡Todos, todos los días!, y se inundaba de alegría su cara de viejo pescador...

Y esto es todo por hoy. Os dejo con otro corto directo del señor Mihalis con su hijo en su taberna de Levkós que, sintiéndolo mucho, se corta también abruptamente. Así pasa a veces con la vida.


Salud y buena mar

Ramiro Rodríguez Prada, Barbarómiros.