domingo, 12 de febrero de 2012

Tapias -2


Solar con casas de tapia
San Justo de la Vega 2011

Buenas. Hemos visto ya varios solares que antaño, hasta ayer, ocuparon otras tantas casas de tapia, y hay muchas deshabitadas y algunas ruinosas. La crisis retrasará seguramente la construcción de otras nuevas.
¡Nos quedamos sin las tapias y no tenemos dinero para cemento y ladrillo, hay que joderse!

Es cierto que debajo del cemento y el revoque visible de muchísimas, en buen estado y habitadas, hay también tapial, pero han cambiado tanto su aspecto externo que renunciaron a la belleza del barro, poco apreciada, en beneficio de una estética tal vez más funcional, pero sin carácter.
No digo que en los interiores no primen las razones de mayor y más fácil limpieza de los nuevos materiales, que lo entiendo, más ocupándome de la casa, pero ya se habían habilitado soluciones para impedir el deterioro del material, y la limpieza depende más de las personas que del  palacio o la choza que habiten. Guarra, guarra la (rancia) nobleza espaniola.

Un avance en todos los pueblos, sin duda mucho más importante, hablando de higiene, lo constituyó la popularización de los cuartos de aseo y baño, hecho paralelo al abandono de formas de contrucción tradicionales, del tiempo donde el único servicio cubierto era la cuadra, para el resto el campo  abierto. Y ese hecho es apenas de los años 60, cuando comienza el desarrollismo desatado. Bien por los retretes, pero con ellos llegó la diarrea.

Ya existían antes, aunque en muy pocas casas, los pozos negros. Pero cuando se llenaban había que vaciarlos a pala, ¡horrible! En la de mi abuelo, con familia numerosa, había una especie de tarima elevada de madera para sentarse, el Trono, con tres tamaños diferentes de agujeros redondos y su tapa correspondiente, también de madera, para culos grandes, medianos y pequeños. Cosas de la bulería del abuelo Cebolleta (yo), que asentó sus reales en un trono más limpio que un Bogbón.

¡Y era un rincón de charla y confidencia, de conciertos bajeros y pérdida del pudor, por la brava!  Esto ya era escatología...

En la foto superior se ven también muy bien los paños de los tapiales, pero será la siguiente la que tomaré como modelo para hablar de ellos.

Base y paños de la pared de una vivienda
León, 2012

La vista nos engaña porque lo que vemos no es la tapia sino una paredilla de hormigón que le adosaron y que conserva todavía la fotocopia de los paños del tapial que hay detrás, los agujeros de los palos que servían de tirantes al encofrado y las líneas externas de la pieza rectangular original.
Además no sé si el color muy amarillento, casi dorado, de la arena para la construcción que se utiliza en el pueblo, será el responsable de un camuflaje del color casi perfecto.
Sólo la unión del cemento con la base da alguna pista, pues se ve que el hormigón se escurrió cubriendo las rendijas y parte de la primera fila de piedras, que tal vez tampoco formaron parte de la base primitiva, sino que se añadieron para conseguir un mayor agarre del hormigón, máxime cuando la siguiente línea inferior, ya de la base original, es de adobes y el cemento no tiene un buen agarre en el barro. De esto trataremos más en otro momento.

Pero no importa la impostura en este caso, porque quiero hablar ahora de las medidas y para eso sí vale, por otra parte se ve muy bien la base sobre la que se asienta la pared, que sí es la original del tapial.

La altura media de esa base de piedra, del suelo al tapial es de 70 cmts. (60-80).
Las medidas del rectángulo, de los paños, 2,50 x 1,20 mts., en la mayoría de los ejemplos que vi y en las fotos que puse. Los encontré también de 2 metros, con la misma altura, y Leandro me decía que se hacían también de más de 2,50 m., en cuyo caso aumentaba el número de agujeros para los tirantes al encofrar, de 6 a 8.

El proceso contructivo, tras un cimiento de piedra, cantos rodados o lo que hubiera disponible, seguía con la base de piedra visible. En las tapias de las huertas era más frecuente el canto rodado de grueso calibre, para las casas solía escogerse el tipo más poligonal.
Antes del cemento el mortero que se usaba para esta base, de no ser barro, era la Cal hidráulica, arena con cal más agua. Otro de los trabajos más duros que recordaba Leandro. Entonces les traían la cal viva de las caleras y el proceso de "matarla" era de los más insanos del oficio, por los vapores venenosos que desprende la cal. Eran especialmente chungos los día de viento.
El murete resultante era, en ocasiones, un poco más ancho que la tapia que soportaba.
Sobre él, algunos echaban unas hiladas de adobes y, la mayoría, empezaba a levantar ya la tapia. En muchos casos esas hileras de adobe no están visibles debido a los enlucidos superficiales al rematar la obra o al mantenimiento de la pared, que se hacían también con barro, como es lógico.

Y tocan los materiales de los propios tapiales.

Unión de dos paños de un tapial

Me contaba Leandro Rabanal lo laborioso que era preparar las tierras que se iban a emplear. Porque era una mezcla de dos tipos bien diferentes, y no sólo piedras y arcilla (utilizado por mí como sinónimo de barro o barro arcilloso en los capítulos de las Murias), como escribí.
Se hacían dos montones, uno de tierra arcillosa, amarilla o rojiza, con gran cantidad de menudos cantos rodados, que sacaban de la parte alta del pueblo, y otro con tierra de labor, negra, de la vega junto al río, más rica en humus y menor proporción de arcilla.
Había que trabajarlas concienzudamente, desmenuzando los terrones y escogiendo un poco la piedra más gruesa. Darles vueltas hasta separar bien los distintos componentes y dejarlas reposar varios días. Después mezclarlas en distintas proporciones, con más cantidad de arcilla normalmente, 60/40, y repetir el proceso de removerla para orearla y evitar la excesiva compactación. Una labor que duraba varios días contando el tiempo obligado de reposo.

La mezcla con el agua se hacía fuera y se amasaba de nuevo con detenimiento. La proporción de ésta era escasa, de manera que el material ni chorreara ni decantara una vez en el cofre, apareciendo agua en la superficie, por ejemplo. Se iba prensando sobre la marcha cuidando de no dejar bolsas de aire.
Los dos tableros que formaban el encofrado, tenían  perforaciones para pasar los tirantes, y éstos, en los extremos, una suerte de torniquetes para comprimir aún más el material. También se usaban cuñas con el mismo objetivo.

El grosor de las tapias variaba, desde 50 cm., hasta cerca de un metro, y se construía la cara externa de la tapia con una leve inclinación que se prolongaba hasta el tejado, por lo que los tapiales eran más anchos en la base que en la cumbre.Y no tardaban mucho en quitar el encofrado, como  pensaba y escribí, errando. Al parecer el secado era bastante rápido, y se solía construir en verano.

En fin, era una masa, aunque os riáis, tan delicada como la de un panadero. A un lego le cuesta montar una claras, pues lo mismo. ¡Buenos cocineros, nos de dios, y no cocinillas como yo!

La utilización del adobe, como complemento de la tapia, ya lo hemos ido viendo, usado sobre la base de piedra, alrededor de elementos como las ventanas y en los remates junto al tejado. Los encontramos en más lugares y pondré fotografías donde se ven mejor, pero hoy no..., ¡mañana!.
Dedicaré algún capítulo a contar cómo se fabricaban y traeré también fotos de construcciones donde se emplearon en exclusiva.
Y otro apartado merecerían las murias de tapia de las huertas, que tienen algunas peculiaridades.

¡Si me dejo llevar, en lugar de las 3 ó 4 entradas que tenía previstas con este título, más otras tantas de imágenes intermedias largando de lo mismo, me monto un monográfico en toda regla, para uso de colgaos de la tapia!. Hay que sonreír, qué mejor remedio...

Markos Bambakáris, que será uno de los primeros cuando hablemos de los rebetes en Música griega, con esa voz suya tan peculiar, casi de rana a veces, nada apropiada para la lírica, es en cambio una de las mejores para este estilo, escangallao como un tango, de los fumetas y demás fauna marginal y psicodélica que fue, que es la Rebétika.
Como la canción de Manolis Rasóulis, que se titulaba Sefti kosme, Mundo falso, por la similitud del título, que no de estilos, aquel casi religioso, éste burlón y descreído, los dos críticos, Markos y su Ψέυτικος είναι ο ντουνιάς, Pséftikos ine o duñás, lo mismo, El mundo es falso.


Salud, Υγεία!

Barbarómiros.

Huecos en los tapiales


Ventanuco en tapial de dos siglos
San Justo de la Vega 2011

Esta es una de las casas más viejas que quedan en el pueblo, de tapia, naturalmente. Le atribuyo una edad de dos siglos, y probablemente tenga más, con  diversas reformas a lo largo de ese tiempo, pero sin perder sus paredes de barro de entre 80 y 90 centímetros de grosor, según las zonas. Tiene menos huecos que las casas modernas y más pequeños, tanto puertas como ventanas.
Este ventanuco daba a una calleja muy estrecha que la separaba de la casa vecina, hoy derribada.

Cuenta con una particularidad, que era más frecuente en las casas antiguas, un patio interior bastante amplio con dependencias para ganado de corral y el brocal de un pozo en el centro. Medio pueblo se asentó sobre una especie de laguna de aguas someras, un humedal que se fue desecando y del que ya no queda más testimonio que los pozos de algunas antiguas viviendas como ésta.

La madera del ventano es de roble que, con la encina, es el árbol más potente de la región. Sin pintura ha resistido a la intemperie y podría durar otros tres siglos como poco. Dudo que haya recibido siquiera alguna mano de aceite de linaza, un producto que se obtenía en el pueblo desde los años cuarenta al hilo de las plantaciones de lino, de su semilla.

Pensé si sería enclastrada en la tapia con posterioridad a la construcción de ésta, ya que no tiene costero sobre ella que soporte y reparta el peso, debieron dejar el espacio entre dos paños, colocar el marco y rellenar los huecos con adobes, que es lo que hay a su alrededor, bajo una gruesa capa de barro de mantenimiento.
Después ya observé que la mayoría de las ventanas más viejas, y sobre todo estas ventanucas, tampoco tenían esa tabla superior defensiva y niveladora, suelen ser pequeñas y de maderos muy gruesos, mucho más sólidas que las posteriores, por lo que no precisan esa ayuda y soportan sin alterarse el peso de la tapia y el paso del tiempo.

Me siento muy arropado en el inicio de estos capítulos por el interés que ha mostrado Valentín Cabañas (carasur), y creo que es un privilegio para mí, para cualquiera, contar con un interlocutor que puede enseñar más de lo que aprende y lo explicaría mejor que yo, que soy un diletante en el oficio, y sin embargo dialoga. Cuatro ojos ven más que dos. ¡Gracias, Valiente! Palikari, te llamaría en griego.

Vamos a relajar brevemente con una del Koala, el agrolux? del país, al estilo de Zapato Veloz, Zoy arbañí (Soy albañil, para los traductores, ya se ve, coño!).


Sólo echo en falta, y me inquieta un poco, la ausencia de Alberto, el Capi del Teach (Desde la popa), que es arquitecto, y de manera intencionada, por Andrés Edo y por él, abrí esta etiqueta de Arquitectura. Entonces ejercía todavía de moska kogonera en el barco, ya muy mareada, y me parecía que...

Eran modos elegantes
enredando entre calzones
de urgarle los comezones
de tocarle los kogones
de adobar los cataplines,
 entre muy diversos fines. 
Eran modos elegantes.

No sé cómo interpretar su silencio, por eso me intranquiliza. A ver si meto el cuezo a conciencia en este serial y me sacude un sopapo de medio lao como a la mosca que soy, miga, μύγα, en griego.
La traducción que me proponen para "Mosca cojonera", es Alogómiga, Αλογόμυγα, literalmente "Mosca de caballo". No sé si sería correcto decir Miga ton orjidion, o sea Mosca de los cojones (que debe ser de las orquídeas...). También, Petakste bales, Πετάξτε μπάλες algo así como Volando (γύρω, around, alrededor de) las bolas, ¡Los Cojones Voladores que suena a Mohinos Escocíos!, y mejor, definitivamente Πετάξτε των όρχεων, Petakste ton órgeon, a lo libre, Circunvolando los huevos.

¡Cómo nos divierten tus crónicas del regreso, Capi, aunque sean agridulces no pierdes la guasa!.

Cuánta palabrería, Dèu meu, quanta xerrameca!  

Laurie Anderson, Language is a virus.

Υγεία,  Salut!

La moska kogonera

sábado, 11 de febrero de 2012

Tapias


Tapia en el lateral de una casa
San Justo de la Vega 2012

Buenos días. Voy a intentar empezar ya con las tapias, aunque no estoy en el momento más animado. Ayer colgué el cuento por esta razón, era más sencillo para mí copiar el texto que improvisarlo. Hubo otros motivos, la promesa que había hecho de incluírlo aquí en la etiqueta de las Gallinas y, más que nada, que Ana Capsir me preguntó por Limnos anteayer.
Después de todo eché tanto tiempo en encontrar una copia, que no era la definitiva sino uno de los últimos borradores, como si hubiera escrito algo nuevo. Y tampoco encontré la colección de citas que he ido apuntando desde que los escribí y que representaban un entretenimiento paralelo a mayores. Lo siento.

Ese conjunto de 27 relatos (amaneceres) está escrito en Kondopouli, un pueblo de la costa este de la isla, mirando a Anatolia (el este), así pues hay un juego de palabras sencillo en el título, al oeste del este. Los escribí para un trabajo de ilustración de mi sobrina Tania. Del Machito follador y de algunos otros tenía ya ilustraciones que hubiera podido incluir aquí si mi ignorancia informática no fuera tan profunda. Pero dejemos las lamentaciones y vayamos al grano.

Escogí ese plano grande, para empezar por dar una idea del tamaño de una tapia en una vivienda media en perfectas condiciones de habitabilidad y porque en ella se ve el conjunto de paños del encofrado que forman el tapial. Veremos esos paños en detalle pero ya podemos ir comentando lo que nos ofrece la imagen.

Llaman la atención todos esos agujeros, eran para pasar de una parte a la otra del encofrado unos listones de madera que servían de tensores e impedían que el peso del material abrira los tableros. Se ponían 6 u 8, dependiendo del tamaño del encofrado. Después se retiraban y ahí quedaban los agujeros de testigos. Algunos se aprovechaban después para colocar viguetas transversales.,

Están después las propias piezas de tapia, grandes rectángulos unidos y superpuestos como ladrillos. Cada uno de ellos representa el montaje de una nueva estructura constructiva. Me decía Leandro Rabanal, el experto maestro de obras que me asesoró, que las línes externas de cada pieza y su unión con la inmediata eran los puntos más débiles de la estructura, parece lógico.

En la fotografía no se ve la base de la pared, pero ya llegará, no estaría bien empezar la casa por el tejado, por mucho que la siguiente lo enseñe también. La de hoy será una explicación algo más general.

Tapia en dependencia auxiliar

Aquí se ve uno de los agujeros que ha sido aprovechado para asentar un vigueta, en una tapia más basta, junto a la anterior, destinada a una dependencia donde se guardaba el carro y los aperos de labranza de la casa. Las líneas vertical y horizontal que se unen junto al trozo de ladrillo de abajo son los bordes de uno de esos paños rectangulares, como los de la foto de la cabecera.

El remate de la tapia con el tejado tampoco se aprecia del todo, hay dos o tres hiladas de adobes sobre la pared hasta alcanzar la altura de las vigas antes del entramado de la cubierta, costeros de madera,  alero y tejas. Esto también lo veremos más detalladamente en otras imágenes y volveremos a tratarlo.
La utilización del ladrillo, en los vértices de la casa en la primera fotografía en combinación con el tapial nos indica que se trata de una construcción bastante reciente, de menos de un siglo. Problablemente de las últimas que se hiceron de tapia en el siglo XX, ya en transición al cemento.

La casa está en el centro del pueblo y tiene toda la prestancia y empaque de las cosas bien hechas.

En la imagen inferior se puede apreciar la base que no se veía en las dos anteriores. Es la de la tapia del local auxiliar de la segunda fotografía.
Aquí se colocó la pared directamente sobre la piedra, más o menos poligonal, del tipo de las murias de Maragatería, metamórficas, no las areniscas de los cantos rodados que se encuentran en el campo de la Vega y que también se emplean para este mismo menester en otros casos.
Dependiendo del tipo de suelo, del sustrato con el que se encontraran los albañiles, así profundizaba el cimiento, también de piedra, claro está. Esas reglas no cambian nunca cualquiera que sea el modelo constructivo. Salvo vanguardismos o experimentos. No es el caso, podéis sonreír.

Base de piedra en un tapial. 2012

Antes de seguir, repetiré lo que ya dije sobre las murias, y lo haré en cada capítulo: soy un lego total a quien sólo mueve la curiosidad y el amor por la sencillez y la belleza. Conozco también poco el lenguaje del oficio así que muchas de mis frases tendrán ese tono de arquitectura para alumnos de primaria, que es mi nivel en ese terreno.

Ya en otro capítulo de esta etiqueta, que titulé Camisa de once varas, me disculpaba por meterme donde no me llaman, o más bien en algo que me queda grande. Pero no me voy a acojonar, si yo no puedo explicarlo como quisiera espero que las imágenes os ayuden a comprederlo, no es tan difícil además y os considero gente de criterio e inteligencia, si no, ¡ahí van Narcisín y Peloteo!, no leeríais estas páginas, ¡toma ya!.
En primera instancia esto es un entretenimiento, si además aprendemos algo, mejor que mejor, pero sin agobios (necesito repetírmelo de cuando en cuando...).

Aunque no tenga que ver con el tema en sí, empecé por una fotografía del tejado en gran plano, en el centro coloqué el plano medio y abajo el primer plano, cerca del observador digamos, no por empezar la casa por el tejado, repito, sino por respetar el orden lógico en la página y en la vida, arriba el cielo abajo el suelo, no otra cosa es la composición, aunque se pueda trastocar como apetezca porque al final muchas de estas reglas son chorradas que sólo tienen sentido cuando se transgreden, como las normas y clasificaciones. Apenas sirven para entenderse y con frecuencia estorban. Esto de la palabra es un veneno peligroso.

Cabezabajo.

Estoy pensando hacer como con las series de sombras, meter una imagen entre capítulos, pero esta vez no de flores, sino tal vez de puertas, ventanas o agujeros varios que se abren en los tapiales, lo que nos proporcionaría otra perspectiva y comprobar las soluciones que se dieron a la inclusión de esos elementos en estos tipos de construcciones. Y al mismo tiempo podréis ver más tapias.

Veremos. Para empezar ya estuvo bien por hoy.

Ahí os queda Lo bailao, del Pulgarzito.


Salud, Υγεία!

Barabarómiros

P. D. La foto de hoy de Giánnis Tzakós (apodromos: ya sabéis, aquí  arriba a la dcha., en Favoritos) es la ruina de una casa griega de tapia, triste y guapísima. Y muy oportuna para mis intenciones.
¡No dejéis de verla si os interesa el tema y si no también, carajo!

¡Gracias Giannis, estás en todo, hasta presentiste algo ominoso en torno a Tápies ése día triste! No creo en brujas pero haberlas haylas! (las hay,...para los traductores.)

Besos.

viernes, 10 de febrero de 2012

Machito Follador


En el corral

Llevaba varias noches durmiendo fatal a causa de mi enfermedad.

En aquel pueblo había tal cantidad de corrales que los gallos no paraban de cantar en toda la noche. Dicen que los gallos cantan al amanecer, lo que sólo es cierto a medias. Es verdad que los minutos anteriores a la salida del sol y los siguientes, saludan a don Lorenzo con especial énfasis y los kikirikís más encendidos del día y de la noche. Pero cualquier insomne que haya vivido en un pueblo sabe que para un gallo todas las horas de las veinte, y pico, que tiene el día, nocturnas o diurnas, son aptas para proclamar a los cuatro vientos su imperio sobre las gallinas de su gallinero. No en vano se trata de un ave territorial con fama de poseer una de las libidos más activas del reino animal.

En el pueblo hay más de cien corrales con una media de tres gallos por corral. Unos trescientos gallos, y me quedo corto.

El cacareo nocturno de las gallinas es más raro y suele ser defensivo, respondiendo a la presencia de algún predador como la garduña, el raposo o algún gato bravo. Pero el gallo tiene el sueño ligero y nervioso, le tiembla el párpado y, si la competencia sexual es mucha, se pasa la noche en vela o despierta cada dos por tres, infla el papo y grita su chulería a quien se atreva a importunarlo.

Para un gallo el más leve ruido significa un reto. El ladrido de un perro, el viento soplando en las ramas, una fruta que cae del árbol, los pasos de un caminante y, sobre todas las cosas, otro kikirikí. Y aquí la competencia es mucha.
He llegado a pensar que los gallos segundones de su propio corral se turnan para mantenerlo despierto y alerta, hasta agotarlo y aprovechar así el momento en que, rendido, eche una cabezadita, para trajinarse a las gallinas más casquivanas o cachondas del gallinero y, de paso, descargar su propia ansiedad.

Por muy macho que sea el gallo dominante, le resultará imposible mantener un harén de treinta gallinas sin que alguna de sus amantes  quede insatisfecha, teniendo en cuenta por añadidura que el pollo en cuestión es también el paradigma del eyaculador precoz, un visto y no visto. Aun así un casquete desgasta mucho y la vida de un gallo es corta, no suele pasar de la tercera Navidad, de algún modo lo intuye, después su carne es dura y correosa.

Una noche de insomnio me entretuve en contar, durante dos horas, los cantos que podía escuchar. Así comprendí porqué otros años, cuando no tenía problemas de salud y dormía toda la noche como un bendito, porqué odiaba a los gallos, que me mantenían en vela una hora antes de coger el sueño o me despertaban durante la noche.
En algunos momentos la frecuencia e intensidad, la densidad de kikirikís era tal que no podía contarlos, se me amontonaba el trabajo. Buscando un término medio a la baja llegué a la conclusión de que en ocho horas, de once de la noche a siete de la mañana, cantaron 28.800 veces. Sí, has leído bien y te aseguro que no exagero. Veamos:

Trescientos gallos, el 20% de los cuales canta una vez por minuto o, lo que es lo mismo, un kikirikí por segundo dan sesenta cantos por minuto  (20% de 300 = 60 x minuto  = 1 canto x segundo = 60 cantos/minuto)
Sesenta cantos por minuto por sesenta minutos cada hora dan un total de 3.600 cantos por hora  (60 x 60 = 3.600/h.). Ocho horas por 3.600 cantos a la hora arrojan la cifra arriba apuntada (3.600 c. x 8 h. = 28.800 kikirikís en 8 horas).

Menos mal que, como buenos mediterráneos, las horas del mediodía son también para ellos, asfixiados, atorraos, las de menor actividad canora y se diría que respetan la sagrada siesta o que la echan, porque de lo contrario hubiera enloquecido (más).

Escogí un corral un poco alejado de las casas y una hora tranquila de la noche, cuando todos los vecinos duermen, resoplan, roncan o pedorrean  ad libitum y a discreción, y en el momento en que más desciende la frecuencia de los kikirikís nocturnos, hacia las tres de la madrugada.
Lo habíamos visto hincharse cada vez que pasábamos cerca del gallinero, a cualquier hora del día o de la noche, insultándonos con un canto  que empezaba en el ronco profundo de un bajo de opereta acatarrao, y terminaba en el glayío desafinado de un vicetiple caponatto e histérico. Corría despendolado hasta la cerca y se subía a un almendro, alguna de cuyas ramas salía fuera del corral, chulo y retador como un púgil.

Machito Follador era dueño de unas cuarenta gallinas, el putu amu como decimos en la tierra de mis amores.

Aquella noche, a la luz de la luna, le brillaban las plumas del pecho, de un rubio llameante en contraste con el resto del plumaje, rojo cinabrio, óxido y azul cobalto, con una mezclilla de plumas menores entre las que no faltaba ningún color del espectro, incluídos el blanco y negro, rematados por una cola suntuosa. ¡Era un hortera!.
Con una mano lo cité, enérgico, escondiendo el palo que llevaba en la otra. Lejos de arredrarse, abrió las alas y saltó hasta la rama más externa del almendro con toda la intención de sacarme los ojos si podía. En ese momento, en pleno aterrizaje, se encontró con el palo.
Cayó fuera del corral e intentó escapar con la pata derecha fracturada. No llegó muy lejos. Le eché mano y le retorcí el pescuezo, literalmente.

Disfrutamos de lo lindo con su carne, un poco roja, por no haber podido sangrarlo bien, ya que la policía me había requisado la navaja en el aeropuerto y no llevaba herramienta encima. Carne roja pero que nunca había probado los piensos compuestos.

Otro machito ocupará el trono vacante.

[De "27 amaneceres y un poema  (Al oeste de Anatolia)". Kondopouli, Limnos. Grecia 2002] 

Ramiro Rodríguez Prada

P.D. Los Deicidas, Bendito bar (Amanece que no es poco). 

Salud!

jueves, 9 de febrero de 2012

O Μανώλης Ρασούλης, Manolis Rasoúlis -2


Grecia 2011

Ρασούλης


Esta noche ha cogido permiso
y con el bolsillo vacío
sale hacia la ciudad

Ven con nosotros, soldado,
siéntate y tómate una copita.
Olvida barracones y guardias
y bebe el vino seco de nuestro corazón 

O fandaros, El soldado, Música de Manos Loïzos, letra de Manolis Rasoúlis. Canta Jaris Alexiou.


La canción nos trae recuerdos de nuestros primeros años en Limnos, una isla llena de cuarteles por donde no sólo pasaron los presos políticos de la guerra civil sino, a lo largo de 50 años, muchos miles de jóvenes griegos que hicieron allí el servicio militar obligatorio.
La isla está a pocas millas de Turquía y de los Dardanelos, en un lugar estratégico, es bastante llana comparada con otras, por ejemplo la vecina Samotracia, lo que le permite disponer de un aeropuerto donde podría aterrizar un Concorde y, por supuesto, los aviones de guerra, ahora los de la OTAN.

Los reclutas, como inexpertos y modernos argonautas, bajaban de permiso en autobuses a Mýrina, la capital, a pasar el domingo. Se podían ver parejas paseando por las calles, lo que nos recordaba también el ambiente de Astorga. Las chicas contaban con una excelente oferta de tiernos varones.
Las lemnias son mujeres fuertes, tras despachar a sus propios maridos por puteros, le dieron sopas con onda a Jasón y a los héroes del Argo, y en tiempos modernos se las dieron al humilde Fandaros del rincón más lejano de Grecia. Los matrimonios no son raros por eso. 

Al anochecer los veíamos regresar en grupos, cansados y tal vez algo reconfortados pero, al tiempo, tristones. En los 80 y 90 todavía hacían dos años largos de mili. Para muchos era otro exilio, no tan duro como el de Ritsos, pero muy pesado en cualquier caso.

La melopea arábiga, como suelo llamar en broma a coros parecidos a los de esta canción de Rasoúlis y Petros Bagiópoulos, cantada aquí por varias voces solistas,

Γεία σου, κυρ εισαγγελέα, Hola, señor fiscal.


El trotskista y el budista, el periodista y poeta, el músico y revolucionario Manolis Rasoúlis, que no tenía problemas en reconocer su sectarismo ideológico o su posición excéntrica respecto a la generalidad de intelectuales y artistas orgánicos, nos dejó sin embargo la necesaria lucidez para poder acercarnos a las emociones más íntimas de su pueblo, de Grecia.

Dije en la primera entrada que las canciones que más me gustan son las que canta a capella, he escuchado una media docena, otras versiones del Sefti kosme de anteayer y de ésta que pondré hoy para cerrar.
Al final sólo apunté la dirección de esas dos y ahora no doy con el resto. Pero no importa porque son las más conocidas y sólo quería mostrar la emoción que podía transmitir este hombre, que no es que contara con un torrente de voz.
Los temas tienen mucho de canto religioso, estamos viendo a un pope laico entonando un canto poético bizantino, de la liturgia ortodoxa, siendo un ateo convencido. No hay contradicción: el oído se desarrolló antes que la religión o la política.
La canción es también un homenaje a Creta, su isla, donde la Ritzítika, la música de las raíces, ocupa un lugar especial. Arjanes es una localidad próxima a Hiraclion, donde nació.

Κάτι ωράιο και σωστό έγινε στις Αρχανές, Kati oreo que sostó égine stis Arjanes, Algo guapo y bien hecho en Arjanes.


Salud,  υγεία!

Μπαρμπαρώμιρος
Barabarómiros