lunes, 12 de noviembre de 2012

5 güevos viudos


Grecia,  verano 2012
 
Racionamiento

Ahí están, son los cinco huevos viudos que comimos entre los cuatro la primera semana. Y porque fue un regalo de la señora Kula, que si no no los catamos hasta mediados de mes. Entonces pudimos mercar otra docena reunida en tres ocasiones diferentes, a 4 güevos por compra, y a escondidas para evitar celos de otros clientes.
Con todos los huevos que nos había prometido Ana Capsir..., ¡parecían los tiempos del estraperlo!. En un aparte: (¿No tendrás por ahí huevos del pueblo?...)

Daba tanta pena meterles el diente, que los tuvimos en exposición dos días, hasta que ya nos chorreaban las fauces de purita gula. Pasábamos por la cocina y nos quedábamos extasiados contemplando el centro oval? de la mesa, que era rectangular.
¡Se les veía a través de la clara cuajada el colorín rosado de la yema! Era como la sugerencia de un proyecto de pollito, pero esa no era suficiente razón para indultarlos.

El segundo día, en una hora en que deberíamos estar en la playa, dando un paseo, tomando unas birras o leyendo en la terraza, nos encontramos de pronto los cuatro en la cocina mirando la escultura ovoide?, como auténticos especialistas en arte moderno. Y efímero, porque a mí aquello ya me pareció enfermizo y, previo acuerdo unánime, allí mismo nos repatimos los dichosos huevos.

El quinto huevo lo echamos a suertes y me tocó a mí (¡hice trampa!) pero, con todo el dolor de mi corazón, hay que decirlo, tuve que cedérselo a los rapaces, que están creciendo. ¡Bueno que es uno! Otro aparte: (Más prefería darles el brazo malo y que coman..., hamburguesas, hostias!).

¡Aaaayyy, qué brutico soy!

Comimos también algunos de esos buevos escleróticos de granja industrial, de raza internacional e indefinida, que no parlan ninguno de los idiomas conocidos por las gallinas de corral, es más, que no hablan: cacarean sin parar como la mayoría de políticos que conocemos, no se capta el mensaje porque no existe tal y chapurrean una jerga que ni ellos mismos entienden.

El asunto es hacer ruidos con el pico y la estúpida gorjera, como si fueran ponedoras y no meras cáscaras rellenas de un moco masivo, con ojo raquítico e ictérico en el centro. Y, en el caso de los segundos guevones de la comparación, los ligó-ticos que no polí-ticos, sólo importa que los votantes posemos el güevo cada cuatro años. Pero en resumen ná de ná, schiquillo, ¡sin color ni substancia!

En fin, queridos míos, ¡un monumento a los huevos de casa!, no a los del elemento masculino casero, cuidado, sino a los de las cluecas populares, que chanan lunfardo y griego de corrido y, si se tercia, se marcan un tango pollero que te cagas. ¡Animaliiicooss!...

La Charanga del Tío Honorio. Los animalicos.
 
 
Salud y buena puesta.
 
Korvus Korax, Ο Μαύρος.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Ο Μανόλης Λαγουδάκης (Λαγός), Manolis Lagoudakis, Lagós


Geromili,  Grecia, agosto 2012.

Lagós, como muchos de los griegos, es un nombre parlante y significa Liebre. Pero es también el sobrenombre de uno de los primeros y más respetados lirakis entre el florilegio de los Primeros Maestros (Protomastores) de la música cretense.

Ο Μανόλης Λαγουδάκης, Λαγός, nacido en la prefectura de Rézymno, como la mayoría de los grandes músicos de la isla en el siglo XX, en un barrio de la ciudad lleno de árboles, flores, jardines y huertos, con sustantivo también parlante, -el topónimo Peribolia es además Jardines-, dedicó uno de sus registros en disco al syrto de su pueblo, Περβολιανός Συρτός. 
Ya lo puse en el anterior capítulo, dedicado a Baxevanis, con el que tocaba en ese tema, pero lo repetiré aquí, no importa.

Μανόλης Λαγος, lira. Μπαξεβάνης, laúd y voz. Περβολιανός Συρτός.


Yo no soy capaz de distinguir las diferencias entre las muchas variantes del syrto, tantas como las que pueden existir de nuestra jota, una por cada región, casi por cada pueblo. Bien es verdad que esas diferencias son mínimas y sólo alguien bien entrenado es capaz de dominarlas.

Manolis empezó muy joven a tocar la lira, un hecho común a todos los instrumentistas que hemos venido tratando en esta etiqueta de Música cretense. De todos ellos hay recogidos testimonios de su precocidad, y de Lagudakis, otro autodidacta, se cuenta que aprendió a tocar en la escuela, y que utilizaba cuerdas sacadas de las fibras del Ágave, hasta madurar y convertirse en el maestro que era ya en la adolescencia.

Conservando siempre su independencia no se dedicó profesionalmete a la música. Como Rodinós, se consideraba un aficionado y rara vez tocaba en fiestas, bodas o panayías, a no ser por compromisos personales o por petición expresa, acompañando a sus amigos músicos. Tal vez por ello tampoco son muchos los registros discográficos, pero sí de calidad y con su propio estilo, limpio, brillante, dulce como pocos. 
 Μανόλης Λαγουδάκης, Λαγός.  Απο τα γλικά σου μάτια. De tus dulces ojos.
 

De la misma edad que su colega el Baxe, nacidos en 1910, Lagós dejó la lira, emigró al Pireo en los años 60 y puso una panadería de la que vivió el resto de sus días. Caracterizado por todos como un hombre pacífico y familiar, resalta también en su retrato la estatura, gallardía y seriedad de su figura en sus tiempos de liraki.

Su gran amigo y pareja musical, durante los 25 años en que se mantuvo activo y grabó todas sus canciones, fue Μπαξεβάνης, Baxevanis. Con la hermana de éste, Laurentia, registró un tema que pasa por ser la primera grabación de una canción tradicional cretense hecha por una mujer.

Μανώλης Λαγός,  Λαυρεντια. Τη μανα μου την αγαπώ. Amo a mi madre.


Laouto. Grecia, verano 2012












Con el Baxe cantando y tocando el laúd, laouto, grabó Lagós, desde 1938 que data su primer registro hasta mediados de los 50, una veintena de canciones que son el grueso de su repertorio y han quedado como otros tantos testimonios de su arte tocando la lira.

Después, animado por sus amigos, abrió una taberna en Peribolia, popular en toda Creta, hasta su marcha al continente en el 64. Instalado ya en Fáliro desde ese año, murió en Atenas en 1981.

Y esto es todo lo que puedo contar, ayudado de nuevo por el libro informativo que completa un CD con 12 canciones de la serie Οι Πρωτομαστορες, Los primeros maestros, editada por Stelios Aerakis. El autor del texto del que saqué algunos datos es el periodista Yiannis Xalkiadakis que al final cuenta un par de anécdotas sobre el carácter de Lagós y su idea de la música. La última es más sabrosa.

En cierta ocasión un millonario greco americano lo invitó a tocar y acompañó la invitación con un contrato económicamente muy generoso. Manolis rehusó con la frase,  Δεν παίζω για τα λεφτά, Den petso yia ta leftá, No toco por dinero.

Μανώλης Λαγουδάκης, lira. Τραγουδάει, canta, ο Ιωάννης Μπερνιδάκης (Μπαξεβάνης)

Δίπλα θα πάρω τα βουνά. De paso se llevará las montañas.
 


Salud y buena música
 
 
Barbarómiros

sábado, 10 de noviembre de 2012

H Κρήτη, Creta -7. Κνωσός, Knossós


Grecia,  verano 2012

Ο ταύρος, el toro.


Buenos días. Seguimos en Creta. Desde Anoyia y el Antro del Ida, bajamos a Knossós e Hiraclion por la tarde.
La primera parte de la carretera es todavía bastante aérea y montañosa, hasta desembocar en la zona de Kampos, Sklavokampos, Tylissos, donde el terreno se allana, la humedad y el verde aumentan, junto con las huertas e interminables y bien cuidadas viñas. La tierra, rica y más fácil de trabajar aquí, recibe las abundantes aguas de la vertiente noreste del Psiloritis.

Νίκη Ξυλούρη, Λάμπης Ξυλούρης, Νίκος Στρατάκης,
Ψαραντώνης - Παλιό κρασί ειν'η σκέψη μου. Mi pensamiento es vino añejo.
 
 
  Παλιό κρασί είν' η σκέψη μου
πάντα μ' αυτή γλεντήζω
μα 'ναι φορές που με μεθεί
και δεν την ταγιαντίζω
 
Vino añejo es mi pensamiento
siempre con él me alegro
pero a veces me emborracha
y no lo soporto
 
Estamos en una zona vinatera, una de las cubas de Creta, a escasos kilómetros de Hiraclion y de Arhanés, pueblo que da nombre a una de las cuatro denominaciones de origen de la isla. Las otras tres son Pezá, Dafnes y Sitía.
Los nombres de las variedades de uvas cretenses más comunes son: Rozákina, Vilana, Kotsifali, Mandilaria, o la Sultanina, muy abundante, para las famosas Pasas de Esmirna, de Corinto, etc.
Pero de vinos cretenses, de los que tengo algunas etiquetas en el cuadernín de viaje, que fotografiaré, hablaré otro día, en ésta o en la etiqueta de Lo que se comió... . Junto con el olivo es la riqueza más importante de la isla.

El aparcamiento estaba casi vacío. La verdad es que en la visita a Knossós también tuvimos suerte, porque no había apenas turistas, aún así es la atracción más visitada de la isla, en especial por extranjeros, y en cualquier época del año hay mucha gente.
Eran sobre las cinco de la tarde y la mayoría de las personas, sobre todo los grupos organizados, habían hecho ya sus recorridos por la mañana. Algunos salían todavía de los muchos restaurantes que rodean las ruinas. En uno de ellos, griego, tomamos un refrigerio también nosotros al terminar el tranquilo, pero largo paseo por la espaciosa, espectacular dacha de Minos.

La entrada es cara y si utilizas los servicios pagas a la señora de la limpieza por el papel que te facilita. No es una medida impuesta por ella, desde luego, pero por lo menos le garantiza unos ingresos mínimos, y el usuario  tiene a su disposición una instalaciones siempre limpias y cuidadas.
Creo recordar que también había cafetería y tiendas de recuerdos en el interior, antes de las ruinas propiamente dichas.

Letra, Δημήτρης Χριστοδούλου. Música, Λίνος Κόκοτος.
Voz, Νικος Ξυλουρης. Γεννήθηκα σε μια στιγμή.
 

El recinto está emplazado en un lugar casi idílico, a pocos kilómetros a la vista del mar, en un pequeño valle que desemboca en la costa, y rodeado por un viejo y denso pinar que lo esconde y lo protege de las inclemencias atmosféricas.
Eso no fue bastante para evitar la ruina provocada, bien por la inundación del sunami en la explosión de la caldera del volcán de Santorini, bien por la destrucción causada por los aguerridos pueblos micénicos del continente, las dos teorías más difundidas que explican su desaparición, y con ella el declive de la civilización minoica.

El trabajo de restauración que emprendió su descubridor, sir Arthur Evans, es muy discutible como se sabe, y hay partes que parecen auténticos pastiches de tan falsas como resultan. Quizá para las oleadas de turistas que invadimos cada año las ruinas, más por moda cultureta que por devoción, el resultado esté en consonancia con el gusto por el pan comido, ¡hás unas fotos y tira millas!, es dicir, por el poco gusto o por su falta.

Con todo y con eso, y aunque sólo fuera por ver su entorno, su ideal ubicación geográfica, valdría la pena la visita.
Μία αγαπημένη ταινία + οι αγαπημένοι, Ο λαβύρινθος του Πάνα. El laberinto del fauno.
Μadredeus - O pastor.
 
 
 
Pasífae le dice:  ¡Niño, me tienes harta!
El Minotaurín, moró pedí, parece Hiraclís, Herculín, Sansón.
Está cachas como los niños jesuses medievales.
(De la libreta de Creta 2003)

(Pasífae parece muy dispuesta a propinar al rapaz una azotaina, pero ¡quién se atreve con esos pectorales!)

Y, como ya sabréis la mayoría, éste es otro de los grandes lugares del mito. Su palacio, la contrucción más extensa e importante del conjunto, se ha propuesto como la residencia del mítico rey Minos, la figura que reinaría en Creta dos milenios antes de nuestra era cristiana.
 
El rey había ordenado a Dédalo la contrucción de un laberinto para encerrar al Minotauro, cabeza de toro y cuerpo de hombre, fruto de los amores de su esposa Pasífae con un toro sagrado del que se enamoró. Dédalo le había fabricado antes un disfraz de vaca a la reina para que el toro, blanco, entrara en quintas.

Ahí pasan a la acción los atenienses y su príncipe Teseo, que se presta voluntario como tributo al monstruo junto con otros jóvenes, víctima para ser sacrificada y comida por la bestia, pero que, con la ayuda de Ariadna, hija de los reyes, y su hilo, mata al Minotauro y sale del laberinto ovillando el hilillo (de rajo-hoy). Historia novelada por Kazantzakis en otro de sus libros traducidos aquí que recomendamos, El palacio de Knossós, de facil lectura y muy divertido.

De este mito tan conocido, parten otros relatos, como la vuelta de Teseo a Atenas, el abandono de Ariadna en Naxos para sustituirla por su hermana, la llegada del héroe ateniense en el barco de las velas negras, velas que ve desde los altos acantilados Egeo, su padre y que interpreta como una señal de la muerte de su hijo. Se suicida lanzándose al mar y dando nombre al Egeo. Casi nada.
 
Y desde el aire se precipita Ícaro sobre la isla que lleva su nombre, en otro mito derivado, en la huida con su padre Dédalo y otro de sus inventos, las alas de cera, que se derriten cuando el rapaz, en su inconsciencia adolescente y desoyendo los consejos paternos, se aproxima al sol. En fin...
  
El guaje pequeño, que nos había oído hablar de Zeus transformado en toro en el rapto de Europa, escena que venía también grabada en las monedas de euro griegas, parecía el más interesado en Knossós, por la cantidad de referencias que se encuentran a la tauromaquia, entiéndaseme, histórica y mítica.
Y es que, además, hacía poco que sabía del horóscopo y que él era Tauro, o tavros dicen los griegos. Delante de Los cuernos de la consagración, uno de los puntos estrella de las ruinas, dedicado al Toro, me dice muy seguro, ¿Papá, a que el Toro es Feus?. ¡Josss, los niños, cómo viven  los cuentos!

Λουδοβικος των Ανωγειων. Βασιλική Μουσταφέρη. Το ξερω πως υπαρχεις.
 
Η Κρήτη,  Creta
 
Y en Hiraclion, ruidosa y caótica, estuvimos apenas dos horas, el tráfico era horroroso, las calles y aceras de media capital estaban levantadas y en obras, flotaba el polvo en el aire caliente.

Anduvimos un rato por el centro y por el puerto y nos fuimos, porque anochecía y aún nos quedaba mucho camino de vuelta a Janiá, por la buena carretera del norte paralela a la costa, eso sí, adonde arribamos un día más, agotados pero hambrientos, dispuestos a comernos en compañía de Nikos, ración triple de pitas yiro con unas jarras de clarete, que es el vino que beben los cretenses a diario, o blanco. Es el lugar de Grecia donde menos retsina hemos visto beber. Y meterle al tsikudiá, desde lugo (ourense y pontevedra...).

En el camino quedaron Maliá, que no vimos, y el pueblo de Doménicos Theotocópulos, el Greco, por el que entramos y salimos sin bajar del utilitario.

En el próximo capítulo supongo que llegaremos por fin a Sfakiá y Frankokástelo. ¡Hasta entoncenes! 

Ψαραγιώργης.  Ανωγειανές κοντυλιές.

Υγεία, Salud!
 
Barbarómiros. 

jueves, 8 de noviembre de 2012

La hucha



Caixa de Aforros

La hucha


No sé qué pude ver en aquella hucha. Quizá la expresión un poco melancólica del cerdito, o sus ojos, aquellos ojazos sin malicia, tal vez las orejas listas, tiesas..., no lo sé. Pero fue mi perdición.

Jamás en la vida se me ocurrió robarle nada a nadie. Mis padres eran personas serias que nos educaron en el respeto a los bienes ajenos, siguiendo los mandamientos cristianos. No creo saber lo que es la codicia. Eso no quiere decir que en alguna ocasión no haya sentido tentaciones, pero más por la gamberrada o el capricho que por el valor de lo sustraído, sin ambición propietaria. Pero como soy persona tímida siempre me detuvo el temor a ser descubierto, sobre todo por la vergüenza consiguiente.

Fragmento de The Golf Specialist, corto de 1930, con W.C Fields mostrando su famoso amor por los niños. (Subtítulos en castellano)

Yo estaba entonces trabajando de pintor por domicilios particulares y me anunciaba en la prensa provincial. Llevaba a un chaval conmigo que me ayudaba y me resolvía muchas papeletas, era trabajador, responsable y alegre. Una bicoca, una delicia de guaje. En muy poco tiempo aprendió el oficio y hacía él la mitad del curro. Estabamos los dos contentos porque le pagaba bien y nunca nos faltó trabajo.

Debería haberlo previsto, pero un día se independizó. Era bueno en lo suyo, formal y quería casarse. Yo estaba soltero, y así sigo, y lo traté como a un hijo, le ayudé en todo lo que pude, y me dispuse a buscar otro aprendiz, sabiendo ya que sería imposible encontrar una joya como aquella.

El mozo que contraté era ya talludito, pero parecía dispuesto y de fiar, y para empezar no me parecieron malos mimbres.
Yo empezaba a estar mayor y no veía muy claro mi futuro, aún tenía por delante unos cuantos años antes del retiro y parecía que últimamente las cosas se torcían. La gente regateaba, escogían los materiales mirando más el precio que la calidad o el rendimiento, tardaban en pagar, o no pagaban...

Acabé despachando al ayudante. Con los presupuestos que manejaba podía hacer la labor yo solo con pocas horas más de trabajo a la semana. Y de todos modos cada día salía menos curro.

Un día me avisaron para pintar una casa de nuevos ricos en las afueras de la ciudad. La señora me indicó dónde podía coger agua, en un grifo junto al garaje. Dentro había calderos, podía usarlos en caso de necesidad. Habían dejado preparada la planta inferior de la casa y, si necesitaba algo más, la señora estaría arriba, podía llamarla.

Entré en el garaje a coger el cubo y entonces la vi. Estaba en una esquina, en el suelo, junto a otros trastos polvorientos. Era una hucha de barro con figura de cerdito, de las típicas, ¡bueno!, de las típicas no, porque en lugar de forma de tonel tenía foma cilíndrica, como un gochín flaco, y el exterior era brillante, pues aplicaron un engobe. Ni el barro, ni la cocción, ni el acabado eran del todo toscos, para ser justos.

Esto deben ser disculpas que me monto para intentar justificar o, simplemente, explicarme el por qué me quedé enganchado con aquel cerdito.
Cuando acabé el trabajo ese día y volví a casa no podía quitármelo de la cabeza. A la mañana siguiente, antes de empezar a pintar, tuve que entrar en el garaje para echarle un vistazo. Me tenía subyugado. Ahí seguía.
Por la tarde me acerqué al rincón y lo tenté. Sonaron una pocas monedas. Debía llevar allí mucho tiempo, olvidado ya. No lo habían abandonado por su riqueza interior. Ni por sus magros jamones.

El día que plegué, distraje la hucha entre las brochas y los rodillos y me la llevé a casa.

Nada más llegar lo primero que hice fue lavarla con cuidado. Estaba pensando dejar de fumar y se me ocurrió que podía ir echando cada semana el dinero que ahorrara en tabaco. La tenía sobre la mesa y la miraba fascinado. La sacudí otra vez. No había más de media docena de monedas en su interior.
Iba a sacar un cigarro pero en su lugar saqué un euro, ¡Hay que empezar a ahorrar!, pensé, y acerqué la moneda a la ranura.

No me dio tiempo a soltarla. La ranura, el vacío interior, como un aspirador monstruoso, absorvió la moneda y a mí agarrado a ella. Llevo aquí dentro unos cuantos años, junto a otros cinco pringaos, ya perdí por completo la noción del tiempo y del ahorro.

Ramiro Rodríguez Prada

The Vientre. Todo lo hago Fatal.
 

 
Salud
 

miércoles, 7 de noviembre de 2012

El dibujante de Atenas


Lleida,  julio 2012

 
Τι kοιτάς, Qué miras?


Íbamos caminando entre un río de gente por una acera de la calle Stadiou, una de las céntricas de Atenas, paralela a Panepistimiu/Venizelos y que une, como ésta, las dos plazas más importantes de la capital: Omonia y Síndagma.

Acabábamos de pasar junto a la estatua ecuestre de Kolokotronis, un héroe nacional, y la plaza que lleva su nombre. La acera se aclaró un poco y entonces lo vi, a cierta distancia sentado en un bordillo, antes de llegar a él. Era un hombre algo más joven que yo, delgado y muy moreno.
Reparé en él porque hacía algo mirando al suelo, totalmente ajeno al tráfago de la calle: mojaba la boquilla de un cigarro en la pintura blanca que tenía en un pequeño frasco y pintaba círculos iguales sobre el bordillo.
Ralenticé la marcha para fijarme mejor, mis acompañantes continuaron el paso sin percatarse.

Los transeúntes ocultaban la indiscreción que yo pudiera estar cometiendo y me sentía protegido, abservándolo ya atentamente a medida que me aproximaba.
Debió ver mi sombra en el suelo avanzando despacio. Cuando estaba a su altura, el hombre, de espaldas a mí, se giró de repente y me miró directo a los ojos.
Le mantuve la mirada sin apartar la vista, pero sin retos, amigablemente. Él me había mirado con altanería y cierta agresividad, pero al tiempo demostrando una libertad, una falta de miedos y prejuicios, y un desparpajo semejante al mío. Parecía estar diciéndome, como un niño que juega a otro que lo mira sin comprender del todo de qué va el juego, ¿Qué miras?.

Pero la mirada, sin dulcificarse, con la misma dureza, tuvo un destello, un brillo de reconocimiento, ¡No te temo, eres de los míos, eres como yo!, y también de muda gratitud, Me alegro de que te guste lo que hago, yo estoy aquí, pintando... . Gratitud o camaradería, el sentirse reconocido por un igual, por otro hombre.
El más indigente y desolado de los verdaderos artistas tiene un ego inmaculado, virgen...

Toda esta escena no duró más tiempo del que tardan en cruzarse dos personas, porque no me llegué a detener, unos 15 ó 20 segundos como mucho. Pero la intensidad callejera, el ruido y la cantidad de peatones que pasan con prisa, absortos en sus pensamientos sin apenas prestar atención a nada, hizo que el choque de las miradas hablándose fuese brutal, de una potencia comunicativa extraordinaria.

La suya era la mirada del que sabe, pero que al propio tiempo vive en el límite, sometido a una esclavitud  insuperable o a un destino inapelable, un fatalismo lúcido y terrible, frío en su lucidez y abrasador por su intensidad. Una pasión arrebatadora, como la de un adicto, un poeta o un enamorado, que se sabe perdido pero dueño de una vivencia poderosísima, incluso en la miseria absoluta, en su despojamiento radical.

¿Porqué pensé en un descenso a los infiernos? Los círculos blancos que dibujaba eran como las fichas de autorrescatadores de un cuadro que yo había pintado no hacía mucho. Esas chapas, del tamaño de pequeñas monedas, llevan un número grabado, cada uno de los cuales corresponde a un minero. Cuando bajan a la mina cogen el Autorrescatador y dejan la chapa colgada en su lugar correspondiente, en un tablero donde cuelgan también el resto de las fichas de los que están trabajando en el interior en ese momento. Es como un testigo. Un testigo...

Puse un hechizo en ti porque eres mía

Nina Simone. I Put Spell On You.