domingo, 12 de mayo de 2013

En el nido de la blasensis -2


Artesanía maragata, labor de la madre de la  Blasensis.
Morales del Arcediano. León.

Los pozos del Turienzo


Fue a principios de julio, recién terminado el curso, empezábamos las vacaciones y teníamos todo el verano por delante. Los padres de mi amigo eran agricultores y los míos tenderos en otro pueblo a unos diez kilómetros. Por las mañanas los dos ayudábamos en nuestras respectivas casas pero, en aquella época, por las tardes nos dejaban salir hasta la hora de cenar. Los días eran muy largos todavía.

Sería uno de los últimos veranos en que disfrutáramos de esa libertad, en los siguientes también por las tardes había labores que hacer y en los pueblos nadie tenía vacaciones, ésos eran lujos de señoritos de ciudad.

Después de comer, cogí la bici y marché a Morales, una hora de pedaleo. Sobre las cuatro ya estábamos los dos a la vera del río, siempre fresco y sombreado por viejas paleras, negrillos y alisos. El pueblo, mientras tanto, dormía la siesta tendido al sol, silencioso.

Siempre hacíamos lo mismo, caminábamos entre los árboles por una u otra orilla buscando un pozo nuevo donde bañarnos finalmente, tirando piedras y descubriendo la presencia de alguna trucha a la sombra de las ramas que caían sobre el agua y que, al verse descubierta, salía pitando como una centella hacia el centro del río.

Repetíamos pozo muchas veces, y nos limitábamos al tramo del Turienzo que correspondía al término de Morales, pero eso era ya muchísimo río para nosotros. Y teníamos lugares preferidos, claro, como las zonas de los molinos al norte y sur del pueblo y en sus proximidades, o dos pozos muy profundos de aguas casi estancadas bajo dos farallones rocosos colgados sobre el río, que se veía forzado a sortear este afloramiento en varias curvas.
Todos ellos sitios especialmente apartados, silenciosos y poco accesibles, con vegetación densa de ribera y matorral, donde los árboles eran más numerosos, altos y viejos que en otras zonas.

Después de bañarnos un rato, nos tumbábamos en la hierba al sol, que apenas si podía atravesar con alguno de sus rayos aquel techo de hojas y, ya secos, nos sentábamos a la sombra de cualquier palera al borde del agua.

Esa tarde el agua estaba muy buena y pasamos más tiempo de la cuenta chapoteando, pero después, con las espaldas apoyadas en la ancha palera, que tendría casi tres metros de circunferencia, o eso me parecía a mí entonces, cansados y felices, estábamos en la gloria. Mirábamos correr mansamente el agua con un susurro leve, y la luz que se filtraba entre las ramas del árbol parpadeaba en la superficie con reflejos verdes y dorados sobre las profundas sombras del lecho y las orillas.

Las profundidades del Turienzo
Morales del Arcediano

No conocíamos entonces los versos de San Juan, ni siquiera fumábamos, pero aquello era contemplación extática. Habíamos pasado la tarde contando chistes, riendo y alborotando, pero ahora estábamos callados como en misa. ¿Pasó un ángel? No sabemos lo que pasó, un batallón de ellos tal vez. Algo muy raro, sin duda.

El caso es que vimos venir una sombra nadando bajo el agua desde la oscuridad de la orilla opuesta. Cuando llegó al centro nos pareció una trucha enorme, de diez o doce kilos, que jamás podría sobrevivir en un río tan pequeño como el Turienzo, donde era raro que llegaran al kilo. Todo esto lo pensábamos sin decir nada, confundidos por completo.

Más cerca de nosotros y próxima a la superficie, de manera que podíamos ver los dibujos multicolores de la piel, ya teníamos claro que se trataba de una trucha gigantesca.
El pez llegó hasta el borde del río, a medio metro de nuestros pies, nosotros estábamos paralizados. Se acercó tanto que parecía mirarnos con aquellos ojos redondos y cristalinos. Y de pronto asomó la cabeza. Casi nos da un pasmo, ¡echamos los pies hacia atrás como si nos fuera a dar un bocao!.

Con las espaldas contra la palera vimos cómo el truchón sacaba la cabeza del agua completamente y así, erguido, abriendo la boca, preguntó, ¿Podrías decirme si esto es Cuevas? Mi amigo, que era el del pueblo, se vio forzado a responder, pero no fue capaz de hablar y sólo movió la cabeza negando. La trucha hizo un gesto de fastidio y dijo, ¿Y por dónde se va? Los dos a un tiempo extendimos el brazo indicando la dirección. ¡Gracias!, contestó la trucha, ¡Hasta otra!, y desapareció bajo el agua en la dirección indicada nadando majestuosamente.

No volvimos a hablar de aquella tarde y, al menos yo, jamás le conté la historia a nadie, creo que a él le pasó lo mismo, ¿quién nos creería?
Después de ese día nos bañamos muchas veces en todos los pozos del Turienzo a su paso por Morales del Arcediano, pero nunca más en aquel de la trucha donde todavía resiste la palera, moribunda y medio podrida ya, partida por el rayo.

(Dedicado a la  Kurruka  blasensis)

Ramiro Rodríguez Prada

Mungo Jerry.   In the summertime.


Armario empotrado obra de la  Carduelis Cloris
Morales del Arcediano, 2011.

Buenos días. El verderón acaba de echar también el espolón primaveral, perdiendo al tiempo otra de sus plumas. Es ley de vida. Si queréis echar un vistazo a una semblanza anterior de esta popular canora, aquí tenéis la dirección del primer capítulo dedicado al nido del pajarín, y a él, por supuesto.


El Turienzo ya no es lo que fue, pero tampoco nosotros lo somos, estamos tan contaminados como él por el paso de los años y los venenos tragados, psilicosos perdíos. No es suficiente una riada al año para llevarse toda la mierda acumulada, ¡tiene que llover a cántaros! 
Me lo explicaba didácticamente la curruca, muy entregada en temas educativos, como el estornino, con este vídeo que me envió "sobre la relación del hombre con la naturaleza".

Animación de Steve Cutts.   Man.

  
Que sigamos cumpliendo años, ¡y rapidín que somos un cáncer!, pero con salud. Espero que te preste también la música, curru, eran de los nuestros por aquella época...

Mungo Jerry.   Mungo's  Blues.


Salud a todos.

sábado, 11 de mayo de 2013

51


Junto al  Salón de Morales.
Otoño   2011.


Salí a tirar la basura



una tarde que pasaba en casa de unos amigos. Uno de ellos no quería dejarme ir solo, no porque temiera que me fuera a perder o me pudiera pasar algo desagradable, sino porque pensaba con criterio, puesto que me conoce bien, que tal vez no volviera a la hora de la cena y ni tan siquiera para el desayuno. Tras un corto tira y afloja acepté que me acompañara. A decir verdad, la tarde era guapísima y un paseo en su compañía en amena conversación, resultaba más tentador que enfrascarme en mis pensamientos o en la pura contemplación de los oros otoñales. Sin embargo caminábamos en silencio, enmudecidos desde que habíamos salido de casa ante la preciosa luz del ocaso, con el sol acercándose ya al horizonte. El punto limpio que buscábamos está en la esquina más discreta de una pradería a la vera del río. Las hojas de los álamos, olmos, alisos y sauces tapizan de mil colores calientes el frío verde de la hierba. Se diría un mar dorado cuando los rayos tendidos del sol alcanzan ese tapiz, las hojas caídas parecen temblar, independizadas de su forma, puro color, como pequeñas olas de oro. Llegamos en ese instante y quedamos los dos transidos, salomónicos y decentes, como diría Vallejo. Posamos las bolsas allí mismo, antes de llegar a los contenedores, y nos sentamos sin decir palabra. Todavía no habíamos abierto la boca desde el tira y afloja de casa. Se puso el sol, se hizo de noche y pasó el tiempo. Vinieron a buscarnos a la hora de la cena. Nos pusimos en pie algo entumecidos y volvimos a casa aún conmocionados. A la mañana siguiente la alguacila le trajo a mi colega una multa del Ayuntamiento por abandono de basura en parque público.


Velvet Underground.   Femme fatale.




Salud y felices pesadillas


ra

viernes, 10 de mayo de 2013

50


Junto al camposanto


Salí a tirar la basura.



Las posibilidades de acabar en el cementerio o de vivir un fatal encuentro, como las de que vea tirado en la acera un cupón premiado de la ONCE, son más bien escasas. Más fácil es pisar el excremento de un perro. Pero sea lo que sea lo que el azar nos tiene reservado, las probabilidades de una experiencia negativa como las de otra agradable suelen estar equilibradas. Salvo algunos gafes profesionales, cenizos impenitentes y pobres desafortunados, todos tenemos nuestra cuota de tristezas y alegrías. El caso del hombre feliz a machamartillo es aún más extremo y raro que el del triste desgraciado, y en última instancia ese optimista paga como el resto su peaje a la desgracia y termina cerrando los clisos per omnia secula seculorum. No hay salida. Todo esto iba pensando camino del contenedor en un día agobiante de verano con el cielo inflamado. Dejé mis bolsas y regresé por donde había venido. Cuando cerré la puerta de casa tras de mí y me vi en la penumbra, al abrigo de aquel sol fatídico, respiré aliviado. No había pasado nada. Así son la mayor parte de las vidas, como mis salidas, anodinas, repetidas, idénticas, sin sorpresas, sin sustancia... . La presencia más importante, después de todo, es el mal olor de la basura y del Puto Punto Limpio (PPL) o, dicho de otro modo y en otro orden de cosas, de Lo Políticamente Correcto (LPC).


Bonet de Sanpedro con La Orquesta Mondragón.  Raskayú.


Salud y felices pesadillas


ra

jueves, 9 de mayo de 2013

49


Amnesias


Salí a tirar la basura


absorto en mis pensamientos. ¿Hoy toca plástico, papel o cristal? Últimamente la familia me dice que no me entero de nada, que parezco ido, y un poco cierto sí debe ser: se me olvidan las citas, los planes previstos, el día en el que vivo y hasta la edad que tengo. Iba, pues, pensando en ésta y en otras cuestiones, sin calibrar cabalmente el frío que hacía esa noche. Fue eso lo que me devolvió un poco a la realidad, pero no logró rescatarme por completo del pozo de mis pensamientos. Metí las manos, heladas ya, en los bolsos y continué adelante. Cuando llegué a los cubos me quedé en blanco. Parado frente a ellos, no sabía muy bien cómo seguir, qué hacer, como cuando vas a buscar algo y al llegar al sitio te das cuenta de que se te ha olvidado por el camino. Estuve un par de minutos ensimismado mirando los cubos sin verlos en realidad, hasta que salí del atoramiento, ¡Los cubos, la basura!. Saqué las manos de los bolsillos y entonces me di cuenta, ¿Y las bolsas?.


John Zorn - Teli - 06. - Live '99 (Bar Kokhba)



Salud y felices pesadillas


ra



Aprovecho para llamar la atención sobre el número de entradas en el blog desde que empecé el 7 de julio de 2011. Hoy llegué a las 666 en los 697 días que han pasado. En 2011, 222; en 2012, 333; Y 111 en lo que va de 2013. Ya he contado que me gusta el dibujo de la cifra y, si acaso, me puede interesar un poco su valor abstracto, matemático. Y los capicuas como los palíndromos, me hace gracia la reversibilidad. Pero paso de significados esotéricos, míticos u ocultistas, nada de la cifra de la bestia ni rollos parecidos. Hasta el momento no hay más Bestia que el hombre mismo.

Buen día.

miércoles, 8 de mayo de 2013

48


Fuera del camino
Grecia, 2012


Salí a tirar la basura


y al llegar a los cubos fui consciente de que no era yo. Quedé un momento suspenso sin saber muy bien qué hacer a continuación. Una duda existencial o, más precisamente, identitaria de esta categoría te puede poner fuera de juego para siempre, es un límite psicológico peligroso que no debemos cruzar. ¿Cómo seguir  adelante con proyectos que no te incumben? ¿Qué hacía en la acera con dos bolsas de basura en las manos?, pesaban bastante. Obré en consecuencia. Lo primero deshacerme de ellas, después ya veríamos. Luego, mientras me acercaba de vuelta al portal pensando cuál sería el siguiente movimiento, notaba cómo iba recuperando paso a paso mi identidad.



Α. Μπακιρτζής. Χειμερινοί Κολυμβητές.  Ο δρόμος.  La calle.


http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=Yk1MDFDRNuA


Salud y felices pesadillas


ra


P. D. Música sugerida por Yiannis Tsakós.  Ευχαριστώ, Γιάννη!