jueves, 12 de septiembre de 2013

Sendo. Óleos y palabras para el bosque.


Rosendo García Ramos,  Sendo.

Inquisición y piromanía.
(Del auto de fe a la agresión contra el arte y la naturaleza)


Buenos días. Volví a pasar a principios de junio por la casa estudio del pintor Rosendo García Ramos, Sendo, en San Justo de la Vega, después de la visita que le hicimos tras las vacaciones de verano del 2012. Preparaba en aquella ocasión una serie de cuadros, cuyos motivos eran los del incendio que se desató en Castrocontrigo en agosto de ese año: 9 días, y otros veinte de brasas y reactivaciones, días y noches de auténtica desesperación, de impotencia, con unas autoridades inoperantes e inútiles, y la ruina subsiguiente para el monte y para miles de personas durante el próximo medio siglo.

Sendo recorrió, todavía con las llamas en su apogeo, hasta de noche o con luna, y después de la catástrofe, los lugares del drama, y recogió materiales in situ que le han servido para ilustrar sus imágenes desoladas y cenicientas, y pese a la tristeza, brillantes.  

El 10 febrero pasado publiqué un correo de mi amigo el Verderón blasensis, que me había enviado el dia 7 la dirección de un trabajo en vídeo, de unos 20 minutos, donde se puede ver el resultado final de aquella, iba a decir quemazón, pero el término no consigue hacerme reír, apenas me congela una sonrisa amarga en la cara contemplando el terrible paisaje después de la batalla...


En la segunda visita, cuando hice estas fotografías, la obra ya estaba prácticamente concluida y los cuadros esperaban secando en el estudio para ser enmarcados y expuestos este verano que se nos acaba de ir. Supe por él que su intención era prolongarla todo el otoño.
Hasta el 30 de noviembre permanecerán colgados sus trabajos. Hoy se cumplen dos meses desde la apertura.

Manuel de Falla. Daniel Baremboim. Chicago Symphony Orchestra. El Amor brujo.
 Danza ritual del fuego.

http://www.youtube.com/watch?v=uUir35l5y8U


Rosendo García Ramos,  Sendo.


Óleos y palabras para el bosque

Ése es el título de la exposición. El día 12 de julio, casi coincidiendo con el primer aniversario de aquella batalla perdida, en los espacios comunes del Restaurante Hostería Cuca La Vaina, de Castrillo de los Polvazares, que celebra los 20 años de su apertura, colgó Sendo  24 cuadros, óleos de técnicas mixtas, muchos en gran formato, paisajes abrasados, suelos quemados, hasta la propia tierra y las piedras, carbonizados, muertos.
Junto a los cuadros, textos alusivos de algunos amigos del pintor, Antonio Gamoneda, Julio Llamazares, Antonio Colinas, Manuel Rivas, Gutierrez Aragón o Joaquín Araújo, entre otros. En el futuro tiene el proyecto de publicar un libro a modo de catálogo con todo el material expuesto.

Son los escenarios de una pesadilla demasiado real, un infierno cuyos rescoldos tardarán mucho tiempo en apagarse.
Las pinturas de Sendo humean, las llamas han fundido los materiales y el sotobosque es uno con las masas de colores empastadas por el fuego.
A cierta distancia el ojo puede engañarnos con esa luz extraña, fantástica, preternatural, y esas pinceladas impresionistas, calientes y luminosas, contra la grisura del cielo y el suelo calcinado. Mucho más real cuando nos acercamos.

Es necesario referirse a las texturas en estas obras, orgánicas en tanto en cuanto entran en su composición ramas, hojas, cortezas, piedras, barro recocido por las brasas..., pero también, a veces, con la apariencia metálica de la colada de una fundición, cuando la pieza sale del agua desprendiendo gases venenosos, acero gris, inanimado y frío.

Cuadros donde se palpa la dimensión real del desastre hasta en los mínimos detalles, ¡huelen a chamusquina!


La  "materia"  de los cuadros.  Detalle.
Rosendo García Ramos,  Sendo.

No quiero hacer hoy mucho comentario al recorrido artístico de Sendo, aunque sí he ido dejando aquí datos de su quehacer y varias fotografías de sus cuadros, o de su escultura astorgana en bronce El caminante, que sustituyó a aquel colosal peregrino del ¿Quo vadis?. Éste ardió también a causa de una incuria semejante a la de los políticos que se cruzaron de brazos ante el incendio que da origen a esta exposición y, antes que nada, debido a la miseria intelectual y ética de los pirómanos, delincuentes sin paliativos.

Como no será el único capítulo que le dedique, iré aportando poco a poco detalles de su larga trayectoria. Aquí os dejo la dirección de su página, donde se puede rastrear alguna etapa de su personal camino:


Hay cosas del trabajo de este artista que se conocen muy poco, teniendo en cuenta lo pioneras que fueron y lo ricas plásticamente hablando, o la expectación y el público que convocaron.
Estoy pensando en Queimoss, auto de fe personal, o en Trashumus, -¡todo el fuego parece haberse conjurado en una sola hoguera, hasta en los nombres!-, ya mencionadas también en otra entrada, dos acciones pictóricas en marcha, vivas, siguiendo la estela del movimiento de las formas y colores, que ha sido de los temas de investigación centrales del pintor sanjustino, a lo largo de su vida.

Movimiento, descomposición y erosión, ése fue uno de los recorridos de Sendo en la pintura hasta llegar aquí, según la sucinta descripción que él hace de su propia obra, tal como ya dejé escrito en la breve noticia que di el 12 de julio, Sendo en Cuca, con ocasión de la apertura de la exposición.

Para él este lamento del sertâo, recordando su estancia de diez años en Lisboa.

Dominguinhos. Gilberto Gil.    Lamento sertanejo.

http://www.youtube.com/watch?v=-7m3t6vbuDw

Salud y muchos besos.

Ramiro Rodríguez Prada

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Madrugada


Xixón  2013

Terapia deambulatoria


Había hecho un día húmedo y frío, extraño para la estación en la que estábamos. Fue un cambio brusco, además, y todo ello lo registró mi hombro, el más fiel barómetro y termómetro con los que cargo encima desde hace años.

Por la noche el dolor no me dejaba dormir, así que me levanté a tomar un calmante y echar un cigarrillo.
Volví a la cama pero el dolor no cedía. Esta vez me vestí, me abrigué bien, cogí un paraguas y salí a la calle.
Torquato Neto. Carlos Pinto. Gal Costa.   Três da madrugada.

http://www.youtube.com/watch?feature=fvwp&v=13389UquLZ0&NR=1

Quizás no fuera lo mejor teniendo en cuenta que en la calle se dejaban sentir aún más la humedad y el frío. Sin embargo, ponerme en marcha casi siempre me ayuda a no deprimirme en exceso y es preferible a quedar en casa sentado, agarrotado y echando pestes de todo. No tengo paciencia entonces para leer, escuchar música o ver la televisión.

Tomar somníferos tampoco es buena solución, es posible que entonces durmiera, pero al precio de
levantarme al día siguiente atontado y totalmente rígido, como si hubiera cargado con un baúl a cuestas toda la noche. Trato de evitarlos.

Dí un paseo largo, caminando todo lo rápido que me permitían mis castigados pulmones. Apenas me crucé con tres o cuatro personas en las dos horas largas que estuve fuera. Cuando llegué a casa el dolor seguía, pero estaba tan cansado que no me apetecía ni echar el cigarro que me prometí como premio final.
Quité los zapatos y me tumbé vestido, esperando que la relajación de los músculos fatigados mitigara también un poco la tensión del hombro.

Debí dormirme casi instantáneamente. Por la mañana lucía un sol espléndido en un cielo azul de verano. Notaba todavía algo de cansancio en las piernas y sólo un leve hormigueo en el hombro.

Ramiro

Lupicinio Rodrigues. Gal Costa.   Volta.
Salud.

lunes, 9 de septiembre de 2013

79


Entre jubilados


Salí a tirar la basura.



La noche, sin luna, era muy oscura, tanto que sospeché que el Ayuntamiento había vuelto a reducir la iluminación nocturna, incluso que había un apagón general en toda la ciudad, apenas veía la acera del otro lado de la calle. Al llegar a la escalera que baja desde la finca, vi la silueta de un hombre sentado en el escalón inferior. Fue la brasa del cigarrillo lo que lo delató. Pensé inmediatamente en mi amigo, el vecino de un portal cercano que siempre saca a pasear al perro muy tarde. Antes de pasar a su lado dije Buenas noches. Era él, en efecto. Dejé las bolsas a un lado y me senté mientras cogía el pitillo que me pasaba. Le di unas caladas y le pregunté por el perro, llevaba la correa en la mano. Echó a correr nada más soltarlo, iba a tiro fijo, detrás de una perra seguramente, dijo. Esperaré un rato, pero esta noche no creo que vuelva, añadió. Hablamos después de la oscuridad ¿municipal? y me contó que no es que hubieran reducido otra vez la iluminación, es que no tenían dinero para reponer las bombillas que se iban fundiendo a lo largo de la crisis, y unos gamberros habían roto las tres que quedaban en esta parte de la calle. Aproveché que se ponía a liar otro pitillo para llevar las bolsas a los cubos. Esta noche los de la recogida se estaban retrasando mucho, era ya muy tarde y no pasaron coches ni peatones desde que salí a la calle. Al volver, un par de minutos después, tuve la certeza de que aquel episodio todavía no lo había vivido, como si fuera una premonición, el hombre del perro incluido. Lo atribuí al pito que había fumado con él, pero cuando llegué a la escalera no había nadie. Es un paisano sensible y educado que no se hubiera ido sin despedirse. El tramo hasta llegar a la puerta del portal me pareció aún más oscuro que a la salida.


Antonio Carlos Jobim.   Agua de beber.




Salud y felices pesadillas


ra 


domingo, 8 de septiembre de 2013

78


Parió la abuela


Salí a tirar la basura


Ya empezaba a enfriar otra vez y apuré un poco el paso. A pesar de lo fresco de la noche todavía paseaba gente por la calle. Un coche dio la intermitencia y aparcó en prohibido junto a la parada del bus, pero sin apagar las luces y manteniendo el vehículo arrancado. Al pasar a su lado me pitó y bajó la ventanilla que daba a la acera. Otros peatones, que caminaban cerca, se detuvieron también sin saber quizá si el claxon era para ellos. El hombre me preguntó por una calle bastante alejada, tendría que atravesar la ciudad porque estábamos exactamente en el extremo opuesto. Quedé un momento pensando cual sería la mejor ruta, cuando se acercó un paisano que  había oído la pregunta y se prestó también a ayudar. No era fácil y, aunque empezó bien, enseguida se lió. El que lo acompañaba, que estaba a un lado prudentemente callado, terció para sacar a su compadre del atolladero, pero pronto se encontró también empantanado. Yo apunté con cierta timidez una salida, sin embargo otras dos personas se habían sumado ya al grupo y daban su opinión. Empezaba a tener frío. Cuando vi que se paraba también interesado un  matrimonio vecino que es lo más cotilla de la escalera, me escurrí y marché a lo mío. A la vuelta de los cubos el grupo había aumentado, debatía ahora con calor las distintas alternativas planteadas, ignorando olímpicamente al hombre del coche. Antes de cerrar la puerta del portal vi que el conductor daba la intermitencia y salía de nuevo a la calle. Nadie se dio cuenta de que se iba, seguían discutiendo, un par de ellos parecían a punto de llegar a las manos mientras otros trataban de separarlos.


Alarma.   Frío.





Salud y felices pesadillas


ra

sábado, 7 de septiembre de 2013

77


El drama está servido


Salí a tirar la basura


El portal estaba a oscuras, no se veía nada, había quedado un poco deslumbrado por la luz del vestíbulo de casa y las sombras parecían más densas que de costumbre. Supongo que las pupilas tardaron varios segundos en adaptarse a tanta oscuridad, porque tardé en distinguir algo en el rincón donde están los buzones, la zona más oscura. Una sombra informe avanzó hacia mí. Antes de reaccionar sentí una descarga de adrenalina en todo el cuerpo, noté cómo se erizaba la raíz del cabello. El primer gesto instintivo fue de protección: puse las bolsas delante, de parapeto. Pero la sombra ya estaba a mi altura. Un poco espantado, dije, ¡Hola!, casi como una segunda barrera defensiva frente a lo desconocido, ésta sonora. Al ver que se me echaba encima di un paso atrás y oí la voz del bulto que me contestaba, ¡Se apagó la luz!. Era una vecina mayor que vive sola, usa dos bastones porque tiene problemas de columna, es bastante gruesa y camina muy encorvada, lo que da a su sombra un volumen desproporcionado, y aún más cuando no se pueden distinguir los contornos de la forma. El encuentro, hasta que la reconocí, no duraría ni cinco segundos, no tuve tiempo de pensar nada, casi todo fue acción instintiva, pero mi cuerpo parecía haberse preparado para recibir poco menos que el golpe de gracia... . Llevaba la basura, pero si llego a llevar la muleta o el martillo, ¡igual le atizo con él!. Estamos siempre en un tris de ser devorados por el drama, como peleles trágicos.


 San Juan de la Cruz. Silvio y Sacramento.   Las criaturas.




Salud y felices pesadillas


ra