miércoles, 27 de noviembre de 2013

Η Πόλυ Πάνου, Poly Panou


Levkós. Kárpazos.
Grecia, agosto 2013.


Πόλυ Πάνου


Buenos días. Hoy hace dos meses que murió Poly Panu. Renuncié a contarlo en su momento porque no me gustan las necrológicas y tenía el espacio ocupado con las programaciones. La tercera razón es que se trata de un estilo de música e intérpretes que no ocupan los primeros puestos en mis preferencias.

Pero he mencionado varias veces a Poly y subido alguna de sus canciones. Hablé sobre todo de la calidad particular de su voz, la más apta de las femeninas griegas para el tango de corte porteño, más rajao y duro que el italiano cuyo modelo es más frecuente en Grecia.

Ευτυχία Παπαγιαννοπούλου. Σταύρος Τζουανάκος.
Πόλυ Πάνου.  Όταν θα πω εγώ το αχ! (Tου χωρισμού η μαχαιριά).


Antes de que Grigoris Binzikotsis la descubriera y realizaran juntos la primera grabación de Panu, a ella le gustaba éste viejo zeibékiko de Tsuanakos, que registraría más adelante.

Tengo poca información sobre la cantante y sólo una docena de temas en recopilaciones sobre laiká, pero ahora, buscándolos en youtube comprobé que me sonaban otra buena cantidad de ellos, gracias a la Radiotelevisión Griega, ERT, que la programaba regularmente. Por esas razones, hoy pondré más música y hablaré menos. 

La siguiente es la primera canción que Poly grabó en compañía de Grigoris.

Γιάννης Τατασόπουλος Ντίλλιγκερμπουζούκι. Γιώργος Κουλαξίζης, ακορντεόν.
Χ. Βασιλειαδης. Γ. Μπιθικώτσης. 1953. Πλέσσας, Πόλυ Πάνου.   Πηρα τη στράτα την κακιά.


Es una voz que no ha perdido vigencia, aunque sin duda había pasado ya por su edad de oro en el negocio, entre los sesenta y los setenta, cuando fue una de las cantantes populares más queridas y exitosas de su país. No obstante a mí me seguía gustando ahora y en algunos casos incluso más, a pesar de haber perdido parte de su potencia había ganado gravedad. 

Nació en Atenas el 28 de octubre de 1940, una fecha clave en la historia de Grecia, el día que Metaxás dijo No a Musolini y empezó la guerra greco-italiana, pero se crió en Patras donde la conoció Binzikotsis, que se convirtió en su descubridor y mentor en el mundillo del espectáculo.

El contacto se produjo a raíz de un concurso al que Poly se presentó sin consentimiento ni permiso de sus padres, y en el que resultó ganadora con una canción titulada  Mitera, Madre.

Tango του 1949 σε μουσική Ζωζέφ Κορίνθιου και στίχους 
Κώστα Κοφινιώτη. Ζόζεφ Κορινθίου. Φώτης Πολυμέρης.  Μάνα. Mamá.


Hay algún problema con el título de la canción, interpretada por Fotis Polimeris, que en realidad fue grabada con el título de Mana, Mamá, tal vez un error plausible en los biógrafos de Panu.

Si señalo ese equívoco es porque había más canciones con ese título por la época. Y una en particular de los mismos autores, Korinziu y Kofiniotis, y el mismo año, otro tango casi idéntico que sustituye Mana por Mitera, ahora sí, aunque éste registrado por otro cantante, Álkis Pagonis.

Y es que el tango era el palo que mejor iba al estilo de voz de Poly. Y por supuesto el zeibébiko y el jasápiko, dentro de la laiká rebétika.

Música de Ζωζέφ Κορίνθιου, letra de Κώστας Κοφινιώτης. Άλκης Παγώνης.  Μητέρα. Madre.


Ya me referí a ese parentesco musical y ambiental del rebétiko y el tango argentino. Los parecidos son mayores que con el blues, los ambientes marineros y porteños bonaerenses y los del Pireo tenían muchas coincidencias. Y hay que pensar en una influencia anterior y continua de la música italiana sobre Grecia, donde sigue gustando, no olvidemos que por ejemplo Mussolini todavía gobernó el Dodecaneso.

Las oleadas de emigrantes italianos a América, llevaron el tango a Argentina donde se endureció y creó su propio estilo con más garra que su ancestro. El tango estuvo de moda ininterrumpidamente desde los años cuarenta a los sesenta, y en Grecia también, la influencia en su música fue enorme. 

Yo no soy músico, si no lo explicaría con notas musicales, pero he escuchado muchas canciones de los dos géneros y a veces me cuesta diferenciar un tango de un zeibékiko en cantantes como Poly Panou. Y en ella especialmente, por ese estilo suyo cortado y chulesco que me recuerda por una parte, lo he dicho, las grecas del rebétiko y los golpes sobre la pierna del bandoneón porteño. 

Γιώργος Ζαμπέτας. Αντώνης Κλειδωνιάρης.  Πόλυ Πάνου.  Να πας να πεις της μάνας μου.


No es el caso de esta canción, más blandita y que fue su primera colaboración en disco con Zambetas.
La madre, de la que hablan las tres últimas canciones, es una figura muy frecuente en el rebétiko, y en la canción griega en general, como en nuestro flamenco. Y la de Panou debía de ser de armas tomar porque la acompañaba a todas partes, protegiéndola de los ambientes bohemios en los que había caído la chiquilla.

Porque Poly era por entonces la cantante griega famosa más joven de la escena de su país.
Al principio su familia se opuso a su carrera de cantatriz, profesión sospechosa, como les sucedió a las rebétissas más famosas, pero después del triunfo en el concurso y la seriedad de autores como Binzikotsis y Zambetas, ya vieron que la niña iba en serio y era apreciada, y se plegaron a lo inevitable.

Γιώργος Μητσάκης. Πόλυ Πάνου.  Καβγαδάκι.  Riña.


En su haber figuran colaboraciones con todos los grandes de la laiká y la rebétika de su época, intérpretes y compositores, la anterior con Mitsakis, un músico que había nacido en Constantinopla pero que se había educado ya, musical y vitalmente, entre los rebetes de Salónica y el Pireo.

De la larga nómina, he subido aquí algunos de los autores más conocidos e influyentes, entre los que no podía faltar el rebetis más importante de su generación, Vasilis Tsitsanis.

Βασίλης Τσιτσάνης. Πόλυ Πάνου.  Παίξε Χρήστο το μπουζούκι. Toca, Cristo, el busuki.

http://www.youtube.com/watch?v=vqiiNqvuK-c


Levkós. Kárpazos.
Grecia, verano 2013.

Pero no sólo los rebetes como Tsitsanis la apreciaron, también los dos compositores griegos universales de música clásica, éntekno, Manos Hatsidakis y Mikis Zeodorakis.

A Manos, según tengo entendido, le gustaba la versión de Poly Panu, que había grabado primero la canción, aunque finalmente sería la propia Melina Mercouri, que protagonizaba la película, quien la popularizaría. Me estoy refiriendo, naturalmente, a Los chicos del Pireo, del film de Jules Dassin, Never on sunday, Nunca en domingo (1960).
Manos Hatsidakis. Poly Panou.  
Τα παιδιά του Πειραιά. Ta paidiá tou Peiraiá (Ta pediá tu Pireá). Los chicos del Pireo.


Y Zeo-Teodorakis recibe en directo un homenaje, dedicado también al desaparecido Tsitsanis, donde Panou interpreta algunas de las canciones de ambos. En este caso la de un tema de Teo, de otra película, Fedra (1962), también con Melina de protagonista y dirigida de nuevo por el marido de la Mercuri, Dassin.

Veremos que la dedicación de Poly Panou a las bandas sonoras o, mejor, a las canciones en directo en algunas secuencias de las películas, fue algo muy común y característico de su trabajo.

Concierto homenaje a Tsitsanis y Teodorakis.
Mikis Teodorakis. Poly Panou.   Agapi mou.


Ya veo que tendré que dividir en dos el trabajo porque aún me quedan seis canciones y por poco que escriba me voy al quinto coño. Así que hasta otro día.

Salud y buena música.

Barbarómiros

martes, 26 de noviembre de 2013

Lenguas melladas


Lengua moribunda


Lenguas melladas


No sé si Don Ramón se citó con el Legía para el día siguiente, el caso es que llegamos a mi casa sobre las dos de la mañana. Todo el mundo en el piso dormía en paz. Nos metimos en la cocina y Valle pidió un poco de chorizo y vino para acompañar. Se había olvidado de la "noche de renuncia", argumento que esgrimió ante el Legía para no dejarnos ir de farra con ellos de puticlub en puticlub. Velaba por su criado Eusebio más que un padre por su hijo.

Sentados en torno a la mesa camilla, dimos cuenta de una tripa y tres botellas de clarete del Bierzo, regalo de la cosecha de un familiar. ¡Sublime!, roncaba el manco cada vez que vaciaba el vaso.
Después de la aventura de las campanas, de la angustia final con los municipales, que pudo acabar en el calabozo y, sobre todo, de la sed de la cecina que habíamos comido, el vino sabía a Milagro Musical, mucho más que la Wamba. Visto y no visto.
A medida que masticábamos el chorizo y trasegábamos lo de Baco, íbamos recuperando también, poco a poco, el oído.

Fue generoso el manco con su criado Sebio en esta ocasión, porque le permitió beber la parte proporcional que le tocaba. Parecía que estuviéramos comulgando. Al chaval se le cerraban los ojos del pedete berciano y el cansancio. Valle lo espabilaba, ¡Aprovecha, ternero, que no mamarás más en un mes!

El de Arousa me preguntó después si me quedaba alguna de aquellas botellas de brandy, Que tenemos a medias, dice guiñándome el ojo zurdo. ¡Incombustible el viejo chivo!
Lo acompañé con la primera copa. A Sebito no le echamos, le colgaban las orejas y los belfos y se le caía la cabeza sobre el pecho, los ojos como guisantes. Yo estaba también pa consagrar, pero aguantaba por puro amor propio y cortesía hacia el maestro.

Farfullábamos ya, más que hablábamos. Iba a servirme la segunda pero lo detuve, ¡Me voy a la cama, don Ramón!
Eusebio se levantó como un autómata, tambaleante y medio sonámbulo.
Pueden dormir en el salón, ¿quiere verlo?
Ya lo conozco, pollo.
Voy a por dos mantas.
Usebio vino detrás de mi con la cabeza agachada y los ojos entrecerrados y cogió las mantas que le pasé. Le indiqué los sillones donde podía echarse. Se tumbó en silencio en un tres piezas y aún sacaba las piernas fuera. A los dos segundos roncaba.

En la cocina Valle apuraba la segunda copa.
¡Hasta mañana, don Ramón!
¡Hasta mañá, galopín, yo quedo en Santa Compaña!, y atrajo la botella hacia sí, la agarró por el gollete y echó un trago largo.
¿No se le mellarán los dientes, maestro?
Definitivamente el genial manco estaba de buen humor esa madrugada y por primera vez, que yo recordara, sonrió y me dedicó un piropo donde yo esperaba ya el chisterazo:
¡Va aprendiendo, carchuto, siga así!

Mi esposa dormía como la santa que es, y yo no recuerdo nada más que la tibieza de las sábanas al meterme en la cama.

Desperté bastante temprano, con la cabeza floja, al escuchar en la calle el chiflo de un afilador. Me levanté para saber de los dos célebres. En el centro de la camilla dormían los vasos y la botella vacía de Terry. En la sala no había nadie. El butacón donde se echara Sebito conservaba, sin embargo, parte de las huellas de su corpachón. Los otros asientos estaban intactos.

Abrí la ventana para ventilar la habitación y pude oír entonces parte del pregón del afilador.

¡El afiladoooor!

¡Afilo dientes, cuchillos, navajas, espadas y tijeras,
hachas, hoces, lenguas, machetes y azuelas!...
¡Vendo agujas, dedales y cosas de tendero, 
piedras de afilar, de alumbre y de mechero!...

¡El afiladoooor!

En ocasión más propicia hubiera salido a que me afilara la lengua, me parecía humorada de don Ramón, pero...

¡El afiladooooor!


Ramón Ferreros Fabar, Ramonón el de Ludivina, apañacastañas, pesahuevos al tiento. 


Época.  No estoy bien.



Salud

domingo, 24 de noviembre de 2013

94


Tren de contenedores.
Aeropuerto. Kos. Grecia, julio 2013.


Salí a tirar la basura


consciente de que estaba fuera de mis cabales. Ya nada más pisar la calle me vi perdido. Arrastré las bolsas por toda la ciudad y mucho más tarde, cuando pasaba junto a una estación de ferrocarril, me apeteció entrar en la cantina, que tenía luz, a tomar un café. Dejé las bolsas a la puerta pensando en que tal vez alguien de la estación pudiera hacerse cargo de ellas y las tirara. Me parecía extraño no haber visto ningún contenedor, ni siquiera papeleras, en las dos o tres horas que caminé por la ciudad. En la cantina sólo había dos hombres en la barra con cara de insomnes aburridos. Pedí un café solo y me dediqué a saborearlo despaciosamente. No tenía prisa ni sueño, sólo me notaba un poco atontado y, bueno, perdido, seguía sin saber dónde estaba. Me da un poco de corte preguntar dónde estoy y prefiero descubrirlo por mi mismo. Pagué el café y me disponía a salir al andén cuando por la megafonía anunciaron la llegada de un convoy. Un mercancías. No sé porqué me entró prisa y salí rápido, como si lo fuera a perder. Las bolsas seguían junto a la puerta, las cogí y subí al tren. Al amanecer desperté dormido sobre las bolsas de un contenedor repleto, en una larga fila de ellos alineados en una vía muerta, muy lejos de casa.



Adoniram Barbosa. Gal Costa.  Trem das onze





Salud y felices pesadillas


ra


sábado, 23 de noviembre de 2013

93


Lefkos. Kárpazos.
Grecia 2013.


Salí a tirar la basura



un tanto perjudicado de la parte superior. Había tenido un día malo malo, el hombro me estuvo dando guerra a todas horas y la comida me salió regular. Cayó el termómetro y la humedad era muy alta. Como no me hizo nada el calmante de la mañana, en el almuerzo bebí un poco más de la cuenta, a ver si me daba el sueño y por lo menos descansaba un poco de esa molestia continua. Pero no suelo dormir la siesta y el ruca ruca no me abandonó ni después de una larga sobremesa con aguardiente. Por la tarde lié también algún preparado herbáceo y acompañé la escasa colación de la noche con más vino. El dolor no cedía. Lo que iba cediendo era mi poca lucidez, y cuando salí a la calle con las bolsas ya cosa no sabía/ y el ganado perdí que antes seguía. Dije perjudicado, la realidad es que tenía un pedo tan grande que no me cabía en el culo. En la calle había una marejada de la hostia y yo iba de banda a banda, menos mal que no caí por la borda, o sea, por el murete de babor al piélago de la acera. Tambaleándome llegué a los cubos y deposité mis desperdicios. Lo único que seguía notando, además del meneo de la embarcación, era el puto hombro. No sé cómo lo hice, uno de esos gestos atávicos de los borrachos: descargué el hombro en uno de los cubos y fue como si me hubiera quitado un peso de encima, incluso cuando volví a casa me notaba menos afectado de la parte alta, y parecía que apenas hubiera una ligera marejadilla. Cómo siguió el asunto lo desconozco, pero amanecí dormido en el salón, tapado con una manta y la botella de orujo al lado. El hombro se había calmado algo, pero tenía un dolor de cabeza curioso, seguía el oleaje y la resaca era descomunal. Pensé que esto de salir a tirar la basura era un cuelgue muy duro a veces, sobre todo con mala mar.



Chavela Vargas.  En el último trago.


http://www.youtube.com/watch?v=mYqRtsqQAoM


Salud y felices pesadillas.


ra

viernes, 22 de noviembre de 2013

92


¿Saliendo de la crisis o echando el resto?


Salí a tirar la basura



nada más escuchar al camión que deja los cubos vacíos en la acera, frente a la puerta del edificio. La razón de salir tan pronto no es otra que depositar las bolsas antes de que se llenen los contenedores, porque últimamente me encuentro otra vez cubos colmados, incapaces de tragar toda la mierda que soltamos los vecinos. Pero de nuevo llegué tarde. No habían transcurrido ni cinco minutos desde que pasaron los del camión, lo que significaba que muchos estaban ya preparados cuando pusieron los contenedores. ¿Qué sucedía, volvíamos a la normalidad de antes de la crisis? ¿Los excedentes y desperdicios de los hogares recuperaban sus volúmenes habituales? No era esa mi impresión, más bien la contraria. Día a día el deterioro de las condiciones de vida era más visible. Sólo por poner un ejemplo: el vecino que acababa de dejar una gran bolsa sobre uno de los cubos repletos, cuando yo bajaba de las escaleras a la calle propiamente dicha, había comprado un Mercedes flamante viendo que su pequeño negocio de persianas prosperaba con el boom inmobiliario. De una docena de operarios pasó en dos años a trabajar con su hombre de confianza y un joven yerno que incorporó a la empresa cuando éste perdió su trabajo. Entonces los chavales, que tenían ya una niña pequeña y un piso a estrenar, tuvieron que abandonar su hogar y venirse a vivir con los padres de la chica, mis vecinos. Todo esto lo sé por Radio Escalera, una marujona que se encarga de informar a todo el portal, y al de al lado, aunque, en mi caso, apenas la saludo alguna vez por mal entendida educación o despiste. Por ella sabemos que finalmente ha tenido que cerrar el taller y ha perdido también el coche, al que ya había echado yo en falta en el aparcamiento. Anda ahora con un furgón familiar de segunda mano que aparca en la calle. Su hijo, que se había independizado hacía unos años, perdió el trabajo y vive ahora en el hogar paterno, de momento cobrando el paro, pero sin expectativas de encontrar uno nuevo. No sé cómo se las arreglan para vivir todos juntos en el piso, porque en casa sigue todavía la hija más pequeña, que está terminando su carrera y, desde hace algunos años, la madre de la señora, que arrastra un problema de Alzheimer severo y apenas sale de casa. Más el perro, un schnauzer gigante que es buen amigo mío. Al cruzarme con el hombre nos dijimos buenas noches pero él evitó mi mirada. Coloqué las bolsas como mejor pude y al marchar creí oír como un gemido, al tiempo que algo parecía moverse en el interior de la bolsa que el vecino había dejado. Me dio un repeluzno y volví a casa tratando de no pensar en nada. Al día siguiente tenía cita con el majara de mi psiquiatra.


Eric Burdon and The Animals.  Year of the guru.




Salud y felices pesadillas


ra