lunes, 25 de julio de 2011

La falacia de curso legal -4

No quiero evitar cuando se presta a ello y, a veces, preste o no preste, un pequeño comentario, una mínima cuña, que deje claro lo que pienso, si pienso algo, o por dónde van los tiros de la realidad a la que me refiero. No conviene torear a la política porque sería una mutilación, un afeitao de cuernos y una ingenuidad, o una ligereza imperdonable a esta edad.
Pero no es preciso hablar de política para hacerla. Por eso quiero tratar de otras cosas, aspectos de la vida griega que también son políticos, porque nada puede escapar a esa lectura, pero que no se agotan en la política.

Si hablo de música, literatura, de las relaciones entre amigos, de la hospitalidad, de sus costumbres, de sus insuperables ensaladas de tomate tan humildes y aristocráticas, de amigos que mueren jóvenes, o no tanto, después de currar años como si tuvieran vocación..., estoy  dando las pistas para entender Grecia que, gracias a su generosidad  para quien se acerca amigablemente, no es tan difícil de comprender, por otra parte como la mayoría de los pueblos.

Grecia 2011

Pero son desconfiados con los julais y no me extraña si recordamos los palos que recibieron, por eso calibran muy bien al extrajero y mantienen las distancias. Salvo en las zonas turísticas donde, incluso el reclamo es un joven y  frecuentemente una  joven  nórdica, rubia y turrá, los griegos no te andan detrás del colo a ver si entras en su taberna.

En algunos cafeníon de pueblo y no tan pueblo, se vuelve todo el mundo a ver quién entra, todo el mudo no, los paisanos, que no hay una sola mujer, como no sea una extranjera o una griega brava, que no les faltan, pero se giran inmediatamente con absoluta indiferencia.
Si los saludas en griego vuelven todos la cabeza otra vez y el que lleve gorra la levanta un poco de la frente para ver quién es el osado que no sólo pene-tra en su sancta santorum, sino que usa con tal largueza el idioma de Homero. Es muy posible que si no acertaste a la primera se nieguen a servirte un simple helenikó metrio (no muy dulce), poooorrrqueeeee...van a cerrar, son las dos menos cinco -el reloj señala las once y diez-, no hablan inglés, aunque el turista sea patagón de toda la vida y sólo chane gunfardo, tienen que salir urgentemente y deben cerrar, sin atender a que tú le señalas la mesa de los paisanos donde acaban de empezar otra partida de tavli, ¡kirie, kirie!... .

Para tipos como yo, por ejemplo, que hablo griego skiládiko -perruno-, no hay ningún poblema y el dueño del cafeníon se da cuenta enseguida de que tiene la batalla perdida porque, antes de que lo pueda remediar, ya me prendí en la mirada de alguno de los del corro, o un borracho, un colgao religioso, un drogata se engancha en la mía y ahí mihmo tomo asiento.
Es la manera para los recalcitrantes, yo lo soy desde niño por eso lo sé, y los dueños de los cafeníos con solera también. Es tan gracioso que a veces me escojono, ése paisano nos sirve los cafés, los mejores del pueblo  por cierto, no le queda otra,  mientras me mira y piensa, ¡qué cabrón, parece un griego de verdad!, no lo dice pero sé que lo piensa, y acaba saludándonos por la calle e invitándonos a pasar para servirnos un helenikó, galantería de la casa... . Así son, así Grecia.

Pensaba acabar ya con este capítulo, pero no quiero cansaros, yo ya lo estoy, de la parte mecánica, no del tema. En este, voy a dicir,  párvulo esfuerzo por ayudar, alegre por mi parte, sin triunfalismos, estoy convencido de que, crisis más o menos, Grecia saldrá adelante porque es muy vieja y muy sabia, en ello confío y por ello trabajo.

Hasta luego. Salud, yasas!

Ramiro Rodríguez Prada.
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