Ni ella ni nosotros hemos tenido problemas. Tal vez no aumentara la delincuencia más que en otros países, lo que sí aumentó es la sensación de inseguridad. Y aquí topamos con el prejuicio número uno, porque el miedo se asocia al incremento de la pobreza visible, entre la que se incluye a los drogadictos, yo diría que muy deliberadamente visibles, aunque no mucho más que algún otro año, como creo haber apuntado ya. En todo caso nosotros nunca nos sentimos amenazados por ellos.
El crecimiento de la población extrajera, emigrantes económicos, desplazados, exiliados políticos, etc., es muy evidente, pero no mucho más que en Madrid o Barcelona, por hablar de nosotros. Lo que también parece clara es la diferencia en las condiciones de vida de unos y otros emigrantes. María decía que Grecia había permitido la entrada indiscriminada de una población muy necesitada, a un país en el límite de sus fuerzas, que no podía ofrecer ni trabajo ni ayuda a esas personas porque no estaba preparado y, exhausto, no tenía ya servicios ni para los griegos. Es muy posible que tenga razón.
Hablaba antes del peligro de asociar emigración y delincuencia porque ése ha sido siempre el corolario del fascismo. Hay que buscar una cabeza de turco en tiempos de crisis y se culpa al otro, al extrajero o al diferente.
Hemos ponderado aquí la virtud de la hospitalidad griega, pero eso no nos impide ver la dejación institucional, ya legendaria, la imprevisión o, mejor, la ausencia de planificación y ejecución gubernamentales, y la falta de respeto generalizado por lo público. Cuanto más arriba más grave. Y hablo de los griegos no de los emigrantes. Como si hablara de los españoles, que allá nos vamos.
Odio clasista Atenas, agosto 2011 |
Cada uno con su cuota de responsabilidad, de acuerdo pero, cuidado, no democraticemos la culpa, que no contamina lo mismo el vómito de un yonki o la colilla que un paisano tira en la playa que el dueño de una refinería de petróleo, ¡que la tira en la suya privada!...
Y con esto de las colillas estaban sensibles los griegos este verano, creo haber oído que cada día se tiraban en sus playas medio millón.
Las colillas de las calles, eso son los yonkis, de las plazas, de los pequeños y escuálidos jardines de Atenas. Como los emigrantes, tienen todas las papeletas para concitar el odio en tiempos difíciles. Pero ellos sólo se dejan querer por una dosis y parecen muy dispuestos a morir por ello. Ni siquiera somos capaces de procurársela en las mejores condiciones y los obligamos a convertirse en sombras de sí mismos, ahí, escatimándoles el consuelo, como torturadores, gente rácana, una medicina que vale una mierda en todos los sentidos, pero cuesta muchas vidas en sentido estricto.
¿Quién se beneficia de de este sinsentido? El dueño del sentido y del marrón. La Suciedad Anónima.
Resumiendo, no es lo mismo el dedo en la llaga que la llaga en el dedo. La sensación de inseguridad no sólo es deseable sino necesaria porque justifica la presencia de policía pública ¿vigilando?, no por cierto, guardando el dinero de los bancos privados, y explica el incremento de las policías privadas, apalancando la pasta trapicheada a lo público y velando el sueño de los ladrones. Y de paso se disuade a posibles recalcitrantes, que son a los que de verdad temen. Aunque siendo rigurosos, ¿cuándo el poder necesitó excusas para proteger su dinero?. Lo hacen porque les gusta lucirse y bacilar... .
Este es el auténtico mundo furris y no el yonki terminal que no tiene fuerzas ya ni para morirse. ¡A otro perro con esos tristes esqueletos!
No podría despedirme de Atenas sin dedicarle una de cal, aunque sólo sea una mano ligera. Lo haré otro día. Salud, yasas!.
Skylorómiros.