martes, 21 de febrero de 2012

Tapias -6


Tapia de una huerta
San Justo de la Vega, León 2011

Hola. La fotografía pertenecía a otra serie, Sol y sombra, pero tenía tantas que la reservé para las Tapias porque se ve bastante bien la base, de cantos rodados y muy alta, casi un metro, para lo que suelen tener (80 cms. aprox.). Es el mismo tapial de las tejas que vimos anteayer y tiene cerca de dos metros y medio de alto en algunas zonas.

En su día debió rodear una huerta que ya no se cultiva, al lado de una casa de tapia donde sólo queda un solar rodeado de altas paredes que cierran más huertos y otras casas del mismo material, una de las cuales con su cuadra es la que asoma por la izquierda. Aquellas del fondo derecho son ya de moderna construcción, de ladrillo.

Hoy voy a reducir el tamaño del capítulo y durante tres días estaré medio ausente, me tocó guardería infantil carnavalera y paso el día fuera de casa, cuando vuelvo con la tropa estoy pa planchar (oreja), y res mes.

Contesté a dos comentarios de Ana Capsir (recuerdo, Navegando por Grecia, en la Maga), pero aún no abrí los blogs de los 5 magníficos, fotógrafos, que visito a diario y no sé si tendré fuerzas hoy para algo más que echar un vistazo. Antes debo terminar  estas cuatro columnas y después hacer la cena. ¡Véis!, una de las ventajas de la edad es que ya no necesitas cenar todas las noches, o por lo menos no es preciso hacer platos de tenedor o cuchara que es lo que hay que darle a estos rapazones que comen como la urticaria.

Tapial, San Justo 2011

Esta fue una señora tapia, con tanta piedra menuda parece una muralla, pero sin el acabado y la grandiosidad de la china, que según leí en Internet tiene grandes tramos de tapial, como la Alambra de Granada, y aquí diría belleza y elegancia.

Es más ancha que la anterior, más alta y antigua. Parece haber sido construida a tramos espaciados en el tiempo y distintas proporciones de material, con añadidos sucesivos incluso de material medio de escombrera, con trozos de teja y ladrillo, y pegotes de restauración comidos ya por el tiempo.
La superficie es volcánica, llena de distintas texturas y agujerada como un paredón de fusilamiento, que no fue. En este pueblo no hubo de eso.

La apariencia de ventanuco cegado de algún hueco me hizo pensar si no sería primitivamente la pared interna de una cuadra pero, si lo fue, hace muchos años que dejó de serlo para cercar un huerto y limitar un lugar baldío. Por encima creo que se ven también los restos marrones de los cembos que se colocaban para protegerlas de la acción de la lluvia, lo que también sugiere una tapia de huerta.

Aquí abajo recupero el primer plano de una imagen del patio de las sombras, la chimenea y las flores. En realidad la pared también era de tapial, ahora revocada y pintada. En el entorno de las casas muchas de ellas llevaban cristales de botella en la parte superior, para dificultar la labor de los cacos. Digo dificultar y no impedir porque recuerdo algunas historias que escuché de guaje, quizás en casa de mi abuela paterna, en las que los robachorizos, ¿pleonasmo?, se salían siempre con la suya llenando el saco.

Cristales antiasalto

Una de esas historias fue el asalto a una despensa  poco después del medio día, cuando los vecinos reposan la comida aunque no duerman la siesta. Y era en invierno. El ladrón entró por la puerta del pajar que estaba en un altillo del primer piso en la parte posterior de la casa, debieron dejarla mal cerrada porque no la forzó. Después bajó a la cuadra y buscó la cocina de curar.

Cuando salía con el botín a cuestas metido en un saco lo vió un vecino y empezó a gritar. Le pareció alguien conocido pero no acertó a concretar. El caco se vió obligado a cambiar de camino y tiró hacia el monte. Lo seguía el vecino que lo delató, el dueño de la casa, que había cogido una escopeta y dos hijos mayores. Hasta la mujer salió detrás aunque se paró a las afueras del pueblo y se quedó allí esperando el resultado. Parece que el robo era de poca entidad, una docena de tripas de chorizo como mucho.

El ladrón les llevaba bastante ventaja aunque podían verlo porque hay una zona de un kilómetro, más o menos, sin apenas vegetación entre el final del pueblo y el comienzo de lo que nosotros llamamos el monte, un gran bosque autóctono de encinas y robles. Si no lo cogían antes sería difícil echarle mano allí.
El paisano metió dos cartuchos de mostacilla en la escopeta, una munición de plomo menudo que se usa para matar pájaros en bandadas, abre mucho el abanico del disparo y la densidad de perdigones es alta. Pero no llega muy lejos ni causa mucho daño si no eres gorrión.
Hizo el primer disparo y un instante después vieron cómo el ladrón se paraba llevándose la mano libre al culo ¡pero sin soltar el saco! Disparó el segundo cuando el hombre arrancó a correr de nuevo, sin parar de restregarse las posaderas pero con el saco al hombro.

No lo cogieron. Aunque no recuperaron los chorizos volvían riéndose satisfechos de haberle embutido algún perdigón en el culo al asaltante.
La sorpresa los aguardaba en casa: en su ausencia alguien había levantado el resto de la matanza.

Al final me lié con la historia y saqué una entrada como la de cualquier día. Si es que esto de coser y contar todo es empezar.

Os dejo con Arto Tunçboyaciyan, un músico armenio que ha vivido y grabado en Grecia, y colaborado con infinidad de músicos y muy especialmente con los griegos, y a quien supongo que la mayoría conoceréis. Es una música menos melódica que la habitual suya, pero tan original.

Música con botella y pandereta.


Salud y que tengáis buen día.


Barbarómiros.

lunes, 20 de febrero de 2012

Huecos en los tapiales -5


Ventilación en la tapia de una cuadra
San Justo de la Vega, 2012

Buenos días. Ya vimos en una plano mayor este agujero que no llega a ventanuco. Dejaron los orificios de los extremos de los paños y los agrandaron un poco, colocaron esa tabla de roble de cargadero y el ladrillo de suelo.
Hay varios parecidos en este tapial que es el de la construcción auxiliar que puse en el primer capítulo y en una imagen de Tapias-4. Es una pequeña linterna que permite una claridad mínima y, sobre todo, un medio de evitar la excesiva condensación en el interior de la cuadra donde los animales y el recocido del abono y la paja  mantienen siempre una temperatura y humedad muy por encima de la exterior.

Son muy frecuentes también los agujeros abiertos mucho después de la construcción de las paredes por lo común con el mismo objeto, ventilación y luz, por ese orden. Como la pared estaba ya muy dura tenían que hacerlo con piqueta y cortafríos. Parece ser que en muchos lugares éste era también el sistema de abrir los huecos de las ventanas.

Aquí las ventanas y puertas de los pajares solían hacerlas en el último tramo de paños del primer o segundo piso y dejaban el hueco con cargadero de madera y adobes, o colocaban el marco directamente y el madero superior hacía también las veces de cargadero. En ocasiones prolongaban ese madero a ambos lados para mayor resistencia.

Algunos de los agujeros los trabajaban después y colocaban un pequeño marco, pero la mayoría quedaron así, un tanto informes, entre el ojo de buey y el simple butrón.
Además de las cuadras otros lugares donde se abrían huecos era en las cocinas de curar la matanza, normalmente en habitaciones que dieran al norte donde no solían ponerse ventanas o, en todo caso, en la parte trasera de la casa. Pero en éstas se cuidaba de que no fueran de un tamaño practicable para chorizos choriceros (ladrones de embutido, que le pregunten ar Botinehi!...) y se reforzaban con barrotes de hierro, como vimos en la imagen de días atrás, la del ventano con la manguera roja. Y ésa ya era un poco grande y tuvieron que añadir un barrote más.

Lo dejo por esta noche, quería apuntaros todavía un par de canciones. Las dos son poemas de  Rasoúlis y las interpreta él. La primera, con música suya y de Alayani, es una versión casera, de cuando Manolis tenía la melena y la barba negras como una borrasca, acompañado por la voz de Anzí Koufoudáki. Me gusta por lo íntima y emotiva que es. Y corrió el tiempo... .

Se titula, ¡Ay, quiero a Grecia!,
¡Aj, Elada, sagapó!, Αχ, Ελλάδα σ΄αγαπώ!


La 2ª no sé si la puse, es posible que la versión de Papázoglou que es más conocida, pero no importa porque  me gusta mucho. Es la de Rasoúlis, el último músico griego al que dedicamos una entrada y del que ya he subido algunos temas. La música es de  Nikos Xydakis, del que también hay capítulo aquí  en Música cretense, aunque es egipcio de nacimiento.
Esto es lo que en mi época juvenil se llamaba el agarrao, música lenta, un poco lánguida, a media luz los besos, pensemos en eso mejor que en cosas amargas..., arrimados a las tapias.

 Aquí en las grietas del tiempo (atrapados en el tiempo), Edó sti rogmí tu jronu,
Εδώ στη ρωγμή του χρόνου


Y ésta de propina porque el título viene al pelo y nos dejará con algo más de entusiasmo en el cuerpo, ¡parece imposible que un tapial pueda conseguirlo!. También con letra de Manolis, música de Lefteris Stampouloglou.  

El muro, To tíjos, Το τείχος

Salud, Υγεία.

Barbarómiros
Μπαρμπαρώμιρος

domingo, 19 de febrero de 2012

Tapias -5


Tapia de una huerta
San Justo de la Vega, León 2011

Hasta ahora hemos visto imágenes de los tapiales de las casas, ésta es la tapia de una huerta y la forma tradicional y más común de rematarlas, con lo que por aquí llamamos "cembos", cepellones de hierba con tierra y raíces que se colocaban como protección.
Estamos en una tierra donde llueve poco, es más significativo el frío o el calor que el agua. Aunque en primavera, incluso en verano, pueda caer un chaparrón espectacular ocasionalmente, ésta es la España seca.
El objeto de los cembos es empapar el agua de lluvia impidiendo que cale al tapial. En las estaciones donde llueve aquí, en las que muchas veces sale el sol a continuación, al poco tiempo el cepellón esta seco sin que la tapia halla sufrido mayor mojadura.

La raja que cruza la pared es otra vez la unión de dos paños.

La altura de las tapias variaba sobre todo en función del lugar que protegían. Las que cercaban las huertas del interior del pueblo, como ésta, con acceso a las casas, eran más altas (2-3 m.) y mejor construídas,  El resto más bajas (1,5-2 m.) y bastas. El grosor entre 20-40 cms.
Pero en general ninguna tenía la anchura de los tapiales de las casas. Las más anchas, como ocurría con las viviendas, son las más antiguas.

Contaba Belén Lozano ( crecer), a propósito de la foto suya de un tapial derruido en un palomar de Villafáfila, en Zamora, que colgó hace tres días en Shutterchance y que comenté, que según su madre allí levantaban los palomares con adobes, y que los ricos le ponían tejado de teja.
¡Ceporro de mí!, no sé porqué entendí que era en las tapias como éstas donde la utilizaban y supuse que se refería a las que se colocan como tejadillo de remate, con una fila en la cumbre y el resto  transversalmente a ambos lados, como se sigue haciendo hoy en los muros modernos.
O bien en una sola hilada, como en la foto de abajo, que aquí cuando se usaba teja, menos veces, se colocaba de ese modo, lo que da idea también de la escasa anchura de estas paredes.

Lo dicho, senil. Pero como la melopea discursiva regresa a los viejos como una resaca, gracias al error enderecé y completé estos puntos y la explicación de lo que vemos. Puro Cebolleta.


Tapial de huerta
San Justo de la  Uve, 2011

La foto ya no tiene mucho que comentar que no sepamos. Ahí tenemos la base de piedra con abundancia de arenisca, cantos rodados de grueso calibre en su mayoría en este caso, como ocurre en  casi todos los tapiales de las huertas, y más si son de los alrededores del pueblo y no del casco urbano, donde no es raro ver piedra de otro tipo, como muestra la última imagen.

Después de este par de entradas, más los Huecos correspondientes, haré una final sobre adobes, de los que ya dimos cuenta aquí en todos los capítulos sobre tapias, a la espera de más y mejores imágenes.
Quedará también pendiente algo sobre palomares que Valentín bordaría.
Mientras escribía estos días sobre el tema pensaba cuánta gente lo podría hacer con mucho más conocimiento de causa que yo, y de zonas del mismo León, como Tierra de Campos, donde he visto las tapias más hermosas, o de las vecinas Palencia y Zamora, que conocemos bastante bien, incluída la Villafáfila que mencionaba Belén.

Alguien lo habrá hecho y no lo sabemos, y si no lo hará, porque no es posible pasarlo por alto a menos que la ceguera no sea ya parcial sino absoluta.

Sólo hoy busqué con más detenimiento Construcciones de barro y vi en Wikipedia las entradas de Tapiales y Adobes, que no están nada mal, tienen más datos técnicos e históricos que yo y manejan el lenguaje apropiado del especialista.
Después predomina la información sobre construcciones americanas porque es allí donde se mantiene más viva esa tradición, con explicaciones muy completas sobre procedimientos y demás.

En muchos casos encuentro diferencias pero es lógico porque cada país, cada región desarrolló su propio modelo, y ahí es donde quizás pueda aportar algún mínimo detalle local menos conocido.

Sea como sea me he divertido con la serie, he aprendido unas cuantas cosas y, lo que me parece más extraordinario, ha despertado el interés de los que ya considero amigos aunque no haya visto ni una foto de sus caras, Belén, Txell y Valentín, fotógrafos a los que sigo de cerca desde hace unos meses porque también a mí me gusta su trabajo.

Elegante base de una tapia de huerta
San Justo 2011

Como soy muy escéptico respecto a la eficacia de la subversión, más o menos radical, que otros muchos y yo mismo mantenemos contra el estado de cosas que nos toca vivir, los gigantes y molinos del presente, pero tampoco estoy dispuesto a entregar la cuchara al enemigo, encuentro consuelo y  fuerza en esos contactos inesperados con personas que veo que tampoco comulgan con ruedas de molino y me da por ser optimista por momentos, en pensar que no estamos tan solos.

Hoy tengo otra noticia triste, del mismo género, que añadir a la de Enrique Sierra de ayer y por eso no había preparado la entrada y me pilló el tranvía.
Los detalles no importan y de nada vale lamentarse, lloras un poco para desahogar y vuelves a casa como si te hubiera caído un chaparrón encima, y de nada sirviera correr para escapar de la empapadura. Llegas calado hasta el tuétano, otro nombre del alma, de lo que sea...

En estos momentos quisiera encontrar ese chiste de la sonrisa amarga que esbozan quienes sufren, la gracia negra que nos obliga a sonreír incluso contra nuestra voluntad de recrearnos en la tristeza. Pero eso es un arte que no está a mi alcance ahora.
La escatología suele acertar y pensé en este tema que tenía preparado para algún cular como el Botines. Yo no consigo animarme, a ver si tenéis más suerte los que no llevéis historias deprimentes en la cabeza como yo ahora.

¡Viva Méjico, cabrones!

El Tri, No hay pedo.


Salud, boas noites.

Barbarómiros

sábado, 18 de febrero de 2012

Enrique Sierra


Rosendo García Ramos, Sendo.

Estaba leyendo un comentario de Txell a las tapias de hoy, me enteré por la radio de la muerte de Enrique y empecé a preparar una pequeña entrada de recuerdo con lo primero que se me ocurrió, una fotografía y una canción de Pablo Milanés, la Carta a un amigo lejano.
Cuando volví al blog con la foto de este cuadro de Sendo habían desaparecido todas las fotografías, sólo quedaban los textos.
Al poco recibí un correo de la curruca Blasensis, que suponía que yo estaría al aparato, dándome de nuevo la noticia. Llevo cerca de dos horas porfiando y no sé cómo se arregló esto.

¡Y yo he pospuesto la entrada que debía a Radio Futura varios meses!.. . Se la debo por amistad, pero también por su música.

Los conocimos el año 80 y si entre ellos había algún inocente, con esa pinta, ése era Enrique. No hay tregua creo que dije el día que murió Tàpies, o Angelópulos o... . Por mí, res mes, ya me basta.

¡Que tengas, que tengamos un buen viaje, amigo!


Ramiro

Huecos en los tapiales -4


Ventana de un pajar
San Justo de la Vega, 2011

Me han animado tanto Valentín, Belén y Txell con su interés y sus comentarios que decidí seguir de momento con el barro. Haré una entrada con fotografías de adobes y otra, o un par, de las murias de tapia de las huertas, más estrechas que las paredes de las casas y con algún detalle particular. En medio colocaré más imágenes de huecos así que, a los poco tapiadores, os seguiré martirizando unos días más.

Ésta es la ventana de un pajar, en un primer piso. La casa es también de las más viejas del pueblo, con alero de pizarra que aquí no vemos y tejado de teja, todavía. Se mantiene bastante digna y nunca había sido revocada, hasta esa capa de cemento reciente tirado a paletadas sobre la tapia sin más contemplaciones (es técnica, no descuido) en el primer piso.

La madera no vio jamás la pintura. Antes de las sintéticas, de fácil uso, popularizadas ya en los años sesenta, las más afortunadas podían recibir alguna manina de aceite de linaza, y para de contar.
Poco más se puede añadir del modelo de tapial, es un acabado tosco que no tiene el enlucido de barro que daban a muchas de las paredes externas e internas de las casas. Pensemos que se trata de un local auxiliar.

Volvemos a lo dicho ayer, la rehabilitación correcta exigiría una mayor inversión e incluso no sería fácil encontrar quien la hiciera, no por falta de manos o voluntad sino por desconocimiento del oficio.
Cuando los pajares ya carecen de uso, porque tenemos el campo medio abandonado, ¿quién puede pararse a conservarlos?
Como me decía Valentín, que rehabilitó un palomar, lo hizo por un capricho del dueño que, naturalmente, no tendría necesidades mayores.Ya es algo impedir que se vengan abajo. Dejémoslo ahí.

No me extrañaría que, tras la colección de imágenes de estos capítulos, alguien me dijera que escogí lo más feo que encontré en el pueblo. Es cachondeo, no somos tan malos. ¡Y hay gente pa tó!
Las bromas irónicas que hago sobre mis paisanos, que es como  reírme de mí mismo, es una cura en salud porque no sería elegante poner en solfa a los demás sin dejar muy claro que todos podemos ser objeto del humor ajeno.

En cuanto a la belleza de los motivos que colgué no me bajo de la burra, a mí me gustan más que la mayoría de las nuevas construcciones. Podría razonarlo de nuevo, pero creo que toda esta serie ha sido en gran medida un intento de demostrarlo, y junto a ello poner de relieve el trabajo admirable de nuestros mayores.
Y, si cabe, señalar la relativa ceguera que las modas nos imponen. Modas que son parte de nuestra ruina. ¡La contaminación es ya bestial!, y no hablo de la atmosférica ni del agua.

Junto con el río y el monte, lo que más me gusta de mi pueblo es lo más humilde, donde encuentro su alma, que ya tiene mérito no creyendo en espíritus.

Mikel Laboa, Zaude lasai, No se preocupe.


Para darle una oportunidad a la sonrisa después de la languidez de Laboa y la tristeza de las imágenes del vídeo, voy a dejaros algo más animado.
Aunque sólo fuera por el apellido del artista ya vendría bien aquí, pero sobre todo por su espectáculo de ilusionismo y marionetas, con ese tierno detalle ecologista,

 Xavier Tapias y su "Robot".


Agur, salud i bona nit!

Barbarómiros