jueves, 10 de enero de 2013

La blasensis en la muy noble


El puente de hierro sobre el  Turienzo  a su paso por  Morales.
Noviembre 2011

Buenos días, pajarines. Me pareció oportuno, después del capítulo de la matanza en Morales del Arcediano, compuesto por José Martínez Blas, dedicar otro a esta curruca homónima y paisana del autor, casi alter ego, cuyos pinreles aparecen retratados en la imagen inferior.

Volvimos a reunirnos un ratín en el mes de diciembre, en la muy noble, leal y demás, ciudad de Astorga, al amor de unos vermús y unas cervezas. La mi morena llevaba mucho tiempo sin ver a esta canora y me acompañó.

Era una mañana fría pero soleada de invierno maragato, con más gente por las calles que en nuestra entrevista anterior, un largo ocaso de finales de junio, con aquella imagen de una Astúrica mística, levítica y en soledad sonora, que recordaba algún atardecer de Panero padre, languideciendo en un madrigal lento con una copa de coñac en la mano, el tiempo, vuelto espíritu, reposa... 
En esta ocasión, las fiestas invernales de la Navidad, las vacaciones, llenaban las calles, las tiendas y las cafeterías como si la crisis sólo fuera una fantasía de cenizos.

El Verderón está pimpante y sano como uno de aquellos bichos que toreábamos en bolas a la orilla del Jerga con el Horacio y el Aleluya. La verdad es que se lo curra, porque sigue escalando Karakorums y Aconcaguas sin oxígeno y con unas humildes alpargatas. La visera, de sus años madroñiles, de casco.

He tenido ocasión  de ver este año varios reportajes fotográficos suyos de excursiones por la comarca, con el riquísimo colorido de nuestros bosques, la maravilla de los cauces y torrenteras escondidas..., con sus colegas de bicicleta y mochila o con los niños del colegio. Como la ruta cicloturista otoñal por la Maragatería cercana, con amagüesto y todo en Morales. ¡Esto es un pájaro entregao!

Pero la reunión decembrina fue tan corta que dudo si no la soñaría, de no estar a mi lado la morena de mi copla, que me pone los pies en el suelo, o los propios andadores de esta curruca pardiña, aquí presentes en efigie.
Es que no recuerdo que habláramos de música, uno de nuestros temas favoritos, y tampoco quedamos en vernos para visitar la pared de adobes de su pueblo, o qué hay de esos capítulos sobre la música que escuchábamos en el instituto... Lo bueno y breve si breve cuatro veces breve, ¿que así no ye, que no sale la cuenta?, para cuatro sólo faltaba un breve.

Y eso es lo de menos, lo demás es ¡que se nos escapa el tiempo como el humo! Tengo que hacer algo y pasar algunas horas más con esta parda. A ver cómo me las apaño.

Led Zeppelin.  Black Dog. 


La  Curruca blasensis  en Astúrica Augusta
León, diciembre 2012



No sé tampoco nada nuevo del Clero Pardo Maragato (Cepeme), ni si el Dúo los del Huerto siguen ensayando su repertorio de flamenco Turienzo y jota KL, una versión actualizada de la Peregrina. Tiempo ha que no veo a la otra componente del dúo, la  Hortensis Centenalis. También quiero dedicarle en breve un recuerdo y, sobre todo volver a verla.

Las músicas de hoy son de las que le gustan a la  Carduelis Cloris, el nombre por el que es conocida entre los ornitólogos esta gran sopladora ¿saxual?,  que los pajareros llaman simplemente Verderón y las avecillas amigas, Blasensis a secas.
¿¡Cuántas veces meteríamos peseta en la máquina del Ríos para escuchar Perro Negro, kurru!?.  Primero fue  Muchísimo amor, también de los Zeppelin...
Los Doors vendrían algo después y hoy son poco menos que una divisa para esta canora, sobre todo el malogrado Jim.

Un abrazo, amigo.

The Doors.  Roadhouse Blues  (Live) 

¡Salud, kurrukas y demás pájaros pardos, también a las inocentes avecillas, de presa o no!

Cannavina Carduélis, pardilla común, rebétissa, psilicosa.

miércoles, 9 de enero de 2013

La matanza en Morales


Matanaza1
Matanza en  Morales del Arcediano.  León.

LA MATANZA”   EN MI PUEBLO

Al decir “la matanza”, todos entendemos que es el sacrificio del cerdo o los gochos, y que colmaba la despensa y nos abastecía durante el año. Era la “fiesta” del invierno; por eso mis recuerdos del evento permanecen nítidos. Y las pocas dudas que me asaltaban, me las disipó Oliva, mi madre, en tres tardes de camilla y brasero.

Las matanzas, en Morales del Arcediano, se hacían, por lo general, la segunda quincena de Diciembre. Pero, para esas fechas ya habíamos comprado los gochines, así que todos los vecinos disponían de dos corteas. En casa de mis padres la pequeña estaba al embriego y orientada al sur, para que el escaso calor invernal estuviese asegurado.

Allí estaban hasta últimos de febrero. Con 25 kg. ya abultaban y debían ir a la grande. Unas fechas antes, se capaban para que toda su energía se canalizara a engordar. Esa sencilla cirugía la realizaban los hermanos Cesáreo y Agustín “Los marraneros”, de Astorga, que se dedicaban a la cría y venta de cerdos.

Pasada la Purísima, se fijaba con la familia y vecinos, el día de la matanza, que suponía tres días de ajetreo para los padres y de regocijo para los pequeños.
El día antes mi padre dejaba todo preparado: el banco de matar, los cuchillos afilados, el cuelmo, los grillos, unos cascotes de teja para rallar, el chamberil, una ceranda y la cuerda. Mi madre también debía dejar dispuesto el cocido para la comida de los ayudantes e invitados, al día siguiente.

Por fin…llega la hora. En casa hay más bullicio que de costumbre. Una copina de orujo y una galleta para entrar en calor y a por el primero. Mi padre entraba a la cortea con los grillos. Unas caricias en la barriga y un extremo de la cuerda en una pata delantera. ¡Vamos!. Dos a las orejas, otro tira del rabo y otro le mete una cesta en la cabeza. Así, culo atrás, hasta el banco. Ahooooraaa! El cerdo al banco, de costado y el matarife hace su trabajo con maestría y rapidez, para que el animal sufra lo menos posible.

Matanza 3
Mi primo Matías, “Patica el del Val, pinchando el cerdo, yo y mi tío Ramón

Atención al caldero para recoger la sangre que fluye como un surtidor. Se deja enfriar y le dan unos cortes para cocerla a continuación. Una vez hervida se tiende sobre unos cuelmos a enfriar, para consumir en los días cercanos o se mezclaba con una hogaza de pan migada para hacer el mondongo que, embutido, conformaba la morcilla.

Sacrificados los animales… a chamuscarlos, para quemarles las serdas del pellejo. Se cubrían de cuelmo, manojos de centeno que se habían majado (quitado el grano de la espiga, en la era).

Matanza 2
Carmen y Oliva,  atizan el cuelmo para chamuscar

El calor de la fogata se agradecía y…. “ojo chaval a esas patas, que no queden restos, que después molesta en el cocido; y tú, calienta bien las pezuñas para sacarlas”. Venga… a limpiarlos. Un niño se encargaba de echar agua caliente a los que restregaban el pellejo, armados con unos cascotes de teja…y un cepillo. Último repaso con el cuchillo……y al banco.

Patas arriba; el primer corte iba de la cabeza al rabo. El chamberil, una especie de percha de hierro o madera, en los tendones de las patas traseras, una cuerda que se pasaba por una viga y primeros tirones para levantarlo un poco; un palo romo en las puntas, servía para mantener abierto el animal y así el “matachín”, podía extraer mejor las entrañas, celosamente protegidas por los mantos, que se despegaban del interior y quedaban tendidos sobre la panza, una vez colgado el animal. Antes de que se enfriasen mi padre cortaba un trozo para elaborar las untazas. Amasaba el sebo con un poco de sal y unos ajos, y en una fuente cilíndrica lo iba enrrollando . Al enfriar se colgaba y de ahí pellizcaba un poco de unto cada día, para hacer unas sopas de ajo, como Dios manda.

Matanaza1
Mi tío Ramón, de Piedralba, limpia el primero.

La faena comenzaba ahora para las mujeres. Alrededor de las entrañas, depositadas en una ceranda, separaban el hígado, el corazón, los pulmones, la pajarina (el páncreas) y el botillo (estómago). Todo se lavaba a conciencia y a escurrir. Alrededor ya zascandilean los rapaces esperando la vejiga, para, una vez rebozaba en sal, hincharla y ya era un balón que pateaban toda la mañana.

Lo más minucioso era desentretiñar las tripas, quitarles el redaño, la manteca que las protegía. ¿Ya están? Pues a lavarlas. Bien arropados, los inviernos eran gélidos, en galochas, al río, al paraje del Molinoquemao: de rodillas sobre la puntea, una a una, las tripas se llenaban de agua para quedar expeditas de excrementos y restos de alimentos. “Daos prisa, que nos quedamos tiesos”. Menuda friura. Al llegar a casa les esperaba el refervido, un buen puchero de vino caliente con miel, para recuperar la energía.

Todavía las tripas requerían otra atención, antes de quedar listas para embutir: rayarlas. Vueltas del revés, se le eliminaban las impurezas con un cuchillo, por el reverso o con una paja doblada.

Y se han metido las dos y media. Es la hora de dar cuenta de un buen cocido con las patas y orejas del año “pasao”. Buena sobremesa y por la tarde mi padre recibir a los vecinos que acudían a ver los cerdos y echarle un tiento al peso, en arrobas, por supuesto. Nadie criaba cerdos de menos de 19 arrobas y llegar a 22, se consideraba un buen bicho. Y yo de recadero, a llevarle a los vecinos la prueba: un poco de hígado, sangre y manto.

Para cenar, mi madre ya servía hígado con patatas y cebolla. Unas peras cocidas de postre y …. pronto a la cama, que mañana toca deshacer.

Lo primero…a por “la romana”, a casa de Floro, para pesarlo en canal, claro. El brazo equilibrado por el pilón. “Cuidado, que no se mueva, pon una pizca de tocino en la muezca, para estar seguros del peso”.

Primer corte, la cabeza; segundo, partir el cerdo a la mitad y se despiezaba siguiendo un orden: el espinazo, las costillas y los lomos. Se troceaban todas las hebras, hasta acabar sacando los tocinos y los jamones. En épocas de escasez, se dejaban las paletillas, que se consumían, ya que los jamones se vendían.

La cabeza se despiezaba, separando el pellejo de los huesos, en dos: la cachucha, (orejas y parte superior) y la papada (parte inferior).

En las artesas de madera se colocaba la carne según el magro: la mejor, para el salchichón, la más grasa, junto con las vísceras ya cocidas, para el chorizo “sabadiego”, que se añadía al cocido, y el resto para chorizo.

Por la tarde a picar con la vieja máquina, las cuchillas a punto, que compartíamos con mi tío Segundo. Picada la carne, a adobar. Mi madre pesaba con sigilo la sal y el pimentón, y añadía un miaja de orégano. A mezclarlo a conciencia y ya teníamos los chichos. Allí permanecían 24h., pero esa noche ya se cataban…para comprobar cómo estaban “de sazón”. ¡Qué manjar!…unos chichos con una hotana de pan de hogaza.

Y ya estamos en el tercer día de faena. Hoy se “hacen” los chorizos, cuando cae la tarde. Mi padre le “daba” a la máquina y mi madre ajustaba la tripa plegada en el embudo y mis tíos ataban. Todo requería mucha destreza. Las tripas ni podían llenarse en exceso, pues reventaban, o quedarse escasas, si quedaba aire en su interior, podía dañar la carne.

Atados y escurridos los embutidos, a colgarlos en los varales, unos palos suspendidos del techo de la cocina vieja, en cuyos extremos poníamos unas hojalatas, para impedir a los ratones que probasen la matanza. Cada día poníamos lumbre en el fogón para curarlos. Y ya a primeros de marzo, se recogían para unos sacos de lino, para ir comiéndolos.…con moderación, que tenían que durar hasta las siegas, allá por Junio.
Los tocinos, los lomos y los jamones, cuidadosamente recortados, se “echaban en sal”. Tantos kilos, tantos días en sal, excepto los lomos que sólo necesitaban un par de días. Después a curar, con los chorizos. Los jamones recibían especial atención. Por lo general se vendían o se cambiaban por “hojas de tocino”. Verlo para creerlo.

La matanza concluía, pero aún había que derretir la manteca(los mantos), que a mi madre le gustaba dejarlo para la colación de Reyes. En una caldera de cobre, bien atizada, se caldeaban los mantos troceados hasta fundirlos. Se colaba todo y se vertía en unas ollas de barro. Al enfríar..…ya era manteca. Las impurezas que quedaban en el colador eran los chicharrones, o cascarones, que bien rociados con azúcar, eran una ambrosía para los niños.

Mi madre dejaba un par de litros en la caldera, donde añadía unas manzanas, chorizo, lomo y cebollas. Unos minutos de hervor y ya teníamos la más exquisita cena de Reyes. El aroma que impregnaba las viandas…no se puede degustar en ningún restaurante, por muchas estrellas o tenedores que tenga.

La manteca era el sustento para sazonar, freír, o hacerse unas sopas. Claro que para estas mi padre prefería sazonarlas con el unto. Para eso preparó en su día las untazas.

Desde hace años, veinte quizás, en Morales, al igual que en la mayoría de pueblos, no se crían gochos. Los tiempos han cambiado y los hábitos alimenticios también. Y…por suerte, en Astorga y en nuestra provincia de León, encontramos un inmejorable surtido de embutidos, jamones y cecinas, que colman con creces nuestras necesidades nutritivas, aunque no la añoranza de aquellas inolvidables matanzas.

José I. Martínez Blas
Diciembre de 2012

P.D. El día 20 de diciembre se publicó este completo trabajo de la Curruca blasensis  en la página de la Asociación El Cascayal de Morales del Arcediano, en La Maragatería. Aunque un poco tarde, como aún estamos en tiempo de matanzas, lo reproduje aquí. 
Pensé meterlo en la etiqueta de Alfabetos -2, pero tratándose de cerdos, que vaya junto a Rouco, er Biendichoso y er Botines en Chorizos culares.

Si lo queréis ver en el blog de donde lo saqué, pinchad en la dirección de abajo. La blasensis me había enviado el artículo, pero finalmente copiarlo del Cascayal fue más sencillo.

¡Besos y gratitudes a esta curruca y salud para todos!

Os Resentidos.  Galicia Canibal.

ra

lunes, 7 de enero de 2013

H Κρήτη, Creta -12. El loco de Patzianós -2


Patzianós.  Creta 2003.
Acuarela, témpera.
Ramiro Rodríguez Prada

Prodigios musicales


El poeta reduce el número de las alusiones sin trascendencia a una divina alusión cargada de significados. ¡Abeja cargada de miel!.
Ramón del Valle-Inclán. La Lámpara Maravillosa. El Anillo de Giges.

Buenos días. En un principio sólo escribí unos pocos apuntes telegráficos sobre esta historia en el cuaderno de Creta, pero ya desde el momento en que salíamos de Patzianós, fui consciente de que había vivido una experiencia particular y muy poderosa. Y no sólo por esa extrañeza de pensar que había comprendido el discurso del loco en un idioma que no conozco lo suficiente, pese a la relativa complejidad de su mensaje, sino también por el despliegue que ese hombre puso en escena, una suerte de dramatización en vivo que a nadie, mínimamente atento, podía dejar indiferente.

En estos nueve años que han pasado, he intentado acercarme al fenómeno, palabra que elijo por no encontrar una mejor, en varias ocasiones, sin metafísicas, tratando de poner distancia y de verlo desapasionadamente.
Lo cierto es que los recuerdos se mantienen tan tozudos como los primeros apuntes, y gemelos también de los siguientes. Es lo que hay, o adonde yo he podido llegar, que ni siquiera es un final explicativo sino meramente descriptivo.

Βασίλης Σταυρακάκης.  Φύσα βοριά.  Sopla Norte.


El hombre, que se llamaba Ioannis, tenía algo de sus homónimos el Evangelista y el Bautista, solitario, apocalíptico, milenarista, profeta anunciador...
Usaré de nuevo los apuntes de Creta, un tanto telegráficos, para describir los personajes que interpretó.

Tres niveles de lenguaje, o tres modelos aplicados alternativamente, en ocasiones siguiendo lo que parecía un ciclo preestablecido, rompiéndolo otras en función del ritmo y el contenido de la conversación, es decir, improvisando sobre la marcha en un diálogo con nosotros que éramos sus interlocutores.

1.- La melopea del loco
2.- Modelo invectivo-filosófico
3.- Oracular y poético

Reuní unas cuantas características junto a esos enunciados genéricos para situar un poco al personaje. Si añado el artículo el (loco, poeta, etc.), es por afirmar su condición de personajes o prototipos, al margen del propio Ioannis.

1.- El loco.

Es el religioso, el pensamiento mágico y el mendigo. El pobrecito.
Perdido en un mundo incomprensible, mítico, circular, sin salida. El recorrido espacial de ida y vuelta, la suerte de letanía monocorde, repetitiva, que musitaba cuando estaba en esa fase a la que llamé melopea.
Un rezo, pero como quien lo hace en latín sin conocer la lengua, tal vez una fórmula a modo de jaculatoria. Un balbuceo infantil o de vieja beata.
La postura acobardada y encogida que adoptaba, encorvándose, cerrando los hombros y humillando la cabeza, la manera compulsiva de sujetar la botella de agua en el sobaco, la mirada huidiza y temerosa.
Apenas levanta la voz y no se entiende lo que murmura.

2.- El filósofo.

Es también el político, el pensamiento científico o el pedagogo. Y el moralista.
Ejerce de orador recibiendo en nombre de sus conciudadanos al extranjero que los visita, cantando las excelencias de su patria, la hospitalidad o el valor de sus habitantes.
En su aspecto y condición de reformador, aplicando el modelo invectivo mencionado, adula, interpela, afea la conducta de sus vecinos. 
Irónico o sarcástico, reprende, reprime ¡y hasta insulta!, a sus paisanos o a los turistas que lo merezcamos. Es su conciencia cívica y su referencia ética.
Habla para un público, con una autoridad conferida, como la del maestro con sus discípulos o la del político con sus votantes, en voz alta y clara, y la alza aún más cuando es interrumpido, para contestar con firmeza y sin titubeos.

3.- El poeta.

El p(r)o(f)eta. El pensamiento oracular y poético. También el despojado, incluso de juicio, por sus vecinos normales.
Pero no es el loco, el pobrecito de toda necesidad del primer caso, el que no encuentra la palabra, sino el pobre en el sentido de no guardar nada propio, de haberlo entregado todo.
Siendo el artista de la palabra, el suyo era el más elocuente y solemne de los tres discursos. Dicho a media voz, en un tono grave, pero sonoro, y un ritmo pausado, parecía estar recitando el texto de un personaje dramático. Sus palabras iban dirigidas a una o dos personas, a los que atendíamos.
Lo que decía, para mí, tenía el mismo significado de su forma articulada, acabada y rotunda, como si las palabras entregaran por si mismas el significado al ser convocadas. Con un peso, una densidad propia, que estaba presente ya en su sonido, en su música, semejante a un poema primitivo. Pero ligadas también al ritmo y al timbre de una larga estrofa poética.

Muy a menudo/ los bufones demuestran ser profetas. W. Shakespeare. Rey Lear.

Τραγουδι : Βασιλης Σταυρακακης. Στιχοι, Μουσικη: Μητσος Σταυαρακακης
Μητσος Σταυρακακης.  Μεθη.  Borrachera
Grecia,  agosto 2012

Y quiero ahora llamar en mi auxilio al manco de Vilanova, de nuevo. Entresaqué una serie de citas de El Milagro Musical, de la Lámpara Maravillosa, el más alucinado y, por contra, si no sereno contemplativo, de los textos de Valle.
Empiezo con una alusión  que hace al caso de San Bernardo llamando a las cruzadas, que fue seguido por un ejército de personas predicando en un idioma desconocido por ellas.

Fue obrado el ardiente milagro por la gracia musical de las palabras, no por el sentido, que acaso entendidas cabalmente hubieran sido menos eficaces para mover los corazones [...]

En la predicación de aquel santo iluminado había una devoción trágica, una divina angustia, amoroso desconsuelo, dolor y amor [...]
La triple llama que encendía el alma del monje cisterciense, estaba como una suma mística en su voz, cuando esta voz se alzaba por las colinas y por casales y siembras [...], eran la sustancia de todas las palabras, y en cada palabra resumen de la unidad emotiva. Cuanto pudiera alcanzarse por la comprensión clara y sucesiva de las cláusulas, se contenía en la virtud del tono.

Adonde no llegan las palabras con sus significados, van las ondas de sus músicas. El verso, por ser verso, es ya emotivo sin requerir juicio ni razonamiento.

Los idiomas son hijos del arado y de la onda del pastor.

Y por último, por si alguien lo dudaba o no lo sabía, dice Valle:

Yo para mi ordenación tengo como precepto no ser histórico ni actual, pero saber oír la flauta griega.

No creo en milagros pero siento, sin orgullo, con emoción, que aquel día en Patzianós yo también tuve la suerte de oír la flauta griega.

Ramiro Rodríguez Prada

Λουδοβικος των Ανωγειων.  Η αλφαβήτα.  El alfabeto.

http://www.youtube.com/watch?v=Z03cu-Oc_4I

Me fastidia que la foto de la acuarela de hoy sea tan mala. La subí del propio blog en diciembre, que era una de las opciones que me ofrecía google (así me los tiene a mí...), pero la manipulé ampliándola, pensando que igual conseguía dos por una. Sí, me permitió sacar esta nueva imagen, pero al subirla a la página cambió también la de la entrada donde la saqué. ¡No hay dos por una!
¡Ni una sin dos!, porque hoy me han vuelto a cerrar los g-picasa la posibilidad de subir imágenes usando el i-explorer, pero si uso g-crome sí puedo, de momento. Sé que crome, el suyo, es mejor, pero no me permite oír las canciones que pongo en la Vista previa y el explorer sí, entre otras pequeñeces con las que no os aburriré más y que me tienen frito! En fin, putaíllas del medio, ¡quien lo entienda que lo compre!.

Ajileas y Mijalos Dramuntanis.  En el plátano de San Jorge.


Salud y un postre

Simón Keenlyside como Papageno, en  La Flauta mágica, de W. A. Mozart.

http://www.youtube.com/watch?v=RuxG4KbtxQc

¡Ya vale!, ¿no?...

domingo, 6 de enero de 2013

Para Martha


La Marea, Asturias 2012

... με υγεία, αγάπη και χαρά!!


Para Martha Papadopoulou y su familia, Popi, Nikos y Yorgos, cuya postal recibimos hace cuatro días, con unas palabras de Martha, siempre tan amable, donde nos informa de la salud de todos y nos desea un año feliz, Με υγεία, αγάπη και χαρά!!, con salud, amor y alegría!!.

La carta llegó un poco doblada por el muñeco navideño que la acompañaba, pero llegó entera.

Hace una pequeña mención a las dificultades por las que pasa su país pero, con educado tacto, no quiere detenerse en la crisis.
Sabemos los problemas que está viviendo Grecia y sólo podemos querer lo mejor para ella. Pero es un solidaridad impotente, lo sé, porque no ayuda, sólo acompaña, ¡y aquí también tiembla el misterio!.

La fotografía quiere ser tan inocente y sencilla como su postal. Era la decoración de una pared de juegos cuando nuestros hijos eran muy pequeños y vivíamos en el campo. Luna y estrellas felices. Falta el sol, ¡pero ya saldrá!...

Hoy, día de Reyes Majos, último de las natividades cristianas, que aunque yo no sea creyente las vivo y sufro como cualquiera, quiero sin embargo corresponder a ese recuerdo: la sinceridad tiene más valor que las creencias y sé que hay cariño en vosotros, Martha. ¡Gracias!
A ver si los próximos años podemos seguir viéndonos y no dejamos de comunicarnos, mientras tanto, con estos medios modernos.

Pondré la música de la que hablaste en tu postal, riendo, a Taso y Bruno. La conozco, ¡y quién no, aburrís!, porque ellos también la escuchan.
¡Qué bajo estoy cayendo, uno de Psarandonis!..., ¡casi prefería un villancico!. Por cierto, pregunta impertinente, ¿los japoneses, chinos y coreanos, también cantan villancicos?

PSY.  Gangnam style



El recuerdo de Martha

¡Salud a todos, un fuerte abrazo y muchos besos de los cuatro!

También la otra ¿¡canción!? que apuntaste, Martha, ¡estoy perdiendo el sentío!!!.

LMFAO.   Sexy and you know it.   


Y la última, de parte de Bruno:

Potter Puppet Pals.  The Mysterious Ticking Noise.


Ramiro

La respuesta de Martha:

Ramiro το διάβασα!!!!, πολύ ωραίο το κείμενο στο blog-psilicosis!!!, το έδειξα στην Πόπη και το Γιώργο!!, μας συγκινείτε!!!, ευχαριστούμε πολύ!!!, χαιρετισμούς από όλους!!!! :) :)

Ramiro lo he leído!, muy bonito texto para el blog-psilicosis!, se lo enseñé a Popi y Yorgos!, nos emocionó!, muchas gracias!, ¡saludos de todo el mundo! :) :) 

Y también nos envía un canción. ¡Esto es otra cosa, esto me gusta, Martha!:

Πασχαλίδης και Ψαραντωνης, Pasjalidis y Psarandonis.  Οσο βαρουν τα σιδερα 


Abrazos!

sábado, 5 de enero de 2013

Constantinopla


Mieles de Constantinopla

77


A pesar de que la de hoy es noche de cabo de año, día de difuntos, cuando se cumplen setenta y siete años nigrománticos de la desaparición del genial manco de Vilanova, no me vestiré de luto ni lloraré su ausencia, antes bien, celebraré su paso por el mundo con la continuación del relato que inicié en el capítulo anterior de esta etiqueta,  La pipa de la Sultana.

Con la última chupada al chibuquí cerré los ojos y oí cómo Eusebio llenaba los vasos de vino, su música me recordó la del agua cantarina de un venero oculto en la espesura, pura, cristalina, corriendo alegre entre berros y anémonas.
No sabría decir cuánto tiempo duró esta ilusión, pero fue como la de aquel monje al que se le congeló el tiempo dos siglos escuchando el canto de un ruiseñor.

Abrí los ojos. Estaba en el asiento posterior de un coche, arrancado, las puertas delanteras abiertas y  las luces puestas, parado a la orilla de la carretera.  A mi lado, con el cogote apoyado en la bandeja posterior y la boca abierta, roncaba Sebito. A un metro del auto, iluminadas las espaldas por la luz que salía del interior, el Narizotas, su compinche y don Ramón echaban, en un trío de risotadas, una plácida meada. Fue inevitable asociar el sonido acompasado de los torrenciales chorros con mi bucólica ensoñación de fuentes secretas.

Bajé del coche y me uní al trío cuando ya sacudían las chorras en los últimos estertores. Don Ramón se demoró un poco más, orinando a golpes, y me dice mirándome por encima de las antiparras, ¡É a cona, a bichana, a morena! ¡La castaña hombruna me corta el pis!, teño un mijo intermitente, como cans vellos.
¡¿Qué?!...
¡Que tengo un mear semafórico, como perro viejo!
Será la próstata...
¡No diga palabrotas, pollo, eso lo será usted!

Yo estaba en pleno éxtasis mingitorio y alcé la vista al cielo cuajado de estrellas, sin contestar, ¡que placeeeeerrr, qué alegrííííaaaa! Era como descubrir el mundo, mear por vez primera en la vida y ser consciente de ello, las estrellas de la Vía Láctea sonreían camino de Santiago, la orilla de la carretera  brillaba con la arena nacarada de las conchas y la mica del granito gallego.
A mi lado Valle había terminado y trataba de introducir su morcillona entre los pliegues de la capa y el frac que llevaba aquella noche.
Pero no parecía fácil la operación y el viejo manco arrebuñaba el culo hacia atrás encogiendo el escuálido esqueleto, tratando de encajar el cacho pellejo en algún hueco de su holgada vestimenta. Metía la mano con todo, pero volvía a sacarla agarrando la tripa por la punta y negando con la cabeza, ¡No, por ahí tampoco!..., parecía decir.

Lo observaba divertido, cuando se gira y suelta, ¿¡Qué pasa, nunca pescó truchas a mano?!. ¡Pues esto es igual, carallo! Y volvió al braguetón, encorajinado.

Volvimos juntos al cachilo del Narizotas. Estaban esnifando polvos alineados en un espejo. Al entrar nos ofrecieron, pero ambos rehusamos.
Don Ramón se sentaba junto al legionario en el delantero, Sebito seguía roncando en el asiento central posterior y el compinche del malevo y yo, junto a las ventanillas, lo flanqueábamos. Era un Mercedes blanco de última generación, como el que habíamos visto en Lo de Segis, aquel puticlub de Cambados, donde terminamos otra noche loca.

Os Resentidos.  Himno dos Percebes Benz.
 

El Legía salió a la carretera derrapando y al poco, ya en ruta, Valle se volvió a nosotros y señalando a Eusebio, comenta, ¡Como un guaje, se bebió medio jarro vino y a soñar con la su Jaki!, y remarcó el sonido de la jota castellana, lo que provocó las risas del Narizotas y su colega.
¿Y usted, rábula!, añadió encarándome, ¡¿Cómo le sentó el tiento al chibuquí?!
¡Estupendo!, dije con un poco cara panoli.
¡Estupendo, estupendo!...¡A usted le parece ése un concepto capaz de describir toda una experiencia mística, un tú a tú del Mundo y el Hombre! ¡La palabra quiere fuste, amigo, entusiasmo y carácter! ¡Estupendo!...¡Parece escupirlo usted! ¿Está seguro que no se le quedó emboscado en las faringes algún gargajo sin emplumar? ¡Pues si lo expulsó, séame más expresivo y silabee, conejo!

Yo lo miraba perplejo. ¡Pero don Ramón, si me dormí, sólo puedo decirle que soñé con una fuente!
Los tres se echaron a reír como si hubiera contado un chiste. De pronto el manco, poniéndose serio, me dice, ¡No me haga perder el tiempo, mulato!, ¿qué hay de las huríes?
¡No había ni huríes ni eunucos!, contesté ya mosqueado.
¡No se me abrave, compadrito, que la luna aún luce alta y se me erizan las pistañas!.

Los dos perdularios, sin entender casi nada, jaleaban al viejo con sus risotadas y si era dificil seguir una conversación normal, mucho menos aquellos salterios del chivo de Arousa.
Creo que estoy desperdiciando mis energías nigrománticas en aleccionar a un párvulo sin mayor mérito..., dijo el manco girando otra vez al frente como si hablara para si.
Sebito cambió en ese momento la postura de la cabeza sobre la bandeja y acompañó el movimiento con un ronquido monumental que volvió a llenar el automóvil de risas estentóreas.

¡Esta noche cae Constantinopla!, gritó don Ramón de golpe alzando el brazo bueno y el muñón.
El Mercedes atronaba de carcajadas y Sebio, como un trombón con paperas, daba el tono de contraste con los ronquidos.

Íbamos bordeando el mar por una zona que me recordaba la Costa da Morte, no nos habíamos cruzado con ningún otro vehículo y en cierto momento nos metimos por un camino de tierra entre el bosque, donde alternaban pinos y eucaliptos.
Otro ramal del camino, con señal de dirección prohibida y placa con la leyenda de Camino Privado, nos condujo otra vez junto al mar, hasta una especie de pequeño golfo  al final de un vallecico.

En un zona llana y elevada a unos doscientos metros de lo que debía ser maravillosa playa de arena, con varias supermotoras amarradas en un muelle mínimo, había una construcción moderna, estrambótica hasta decir basta. Una especie de castillo medieval, rodeado por una muralla almenada con foso y puente levadizo.
Pero lo más chocante era la iluminación del conjunto en aquel lugar perdido, espectacular, un emporio de luz, un derroche estilo Walt Disney. Todo lleno de bombillas de feria, láseres, farolillos, llamas falsas y teas de catacumba, banderas, colores chillones, como en el interior de una discoteca hortera.

Deslumbraba, tanto que Sebito despertó asustado llamando a su enamorada, ¡Jaki, Jaki!...
¡Aquí sólo hay jacas, Usebio!, rió Valle con un estilo pésimo de viejo sátiro, buscando la anuencia del Narizotas y el compinche, que no perdían ocasión de darle coba.

En la entrada al recinto, letras gualda sobre fondo rojo de bandera española, siguiendo el dibujo circular del arco del  portalón, un gran letrero luminoso en letras mayúsculas, anunciaba, con multitud de parpadeos, estrellitas, intermitencias y luces persiguiéndose y aureolando el texto, el nombre de aquella Cosa:

CONSTANTINOPLA

¡Resopla!, chilló Valle-Inclán.

Os Resentidos.  Economía sumergida.

Tiburcio Cañizares, cuentista


Don Ramón


Caricaturas de  Valle-Inclán, por  Álvaro  Cebreiro.
Este pintor firmó con Manuel Antonio el manifiesto  Mais Alá,
y es uno de los más claros exponentes de la vanguardia gallega de preguerra.
Los retratos de Valle son una simplificación total de la figura,
centrando el interés expresivo en los rasgos más característicos del autor.
(Las caricaturas y este texto al pie,  proceden de la página de la
Asociación Cultural Amigos de Valle-Inclán)

P. D. No sale la foto de las caricaturas de Valle-Inclán en las ventanas que hay en Mi lista de blogs, en la columna derecha. Supongo que en el resto de ordenadores sucede lo mismo. Ya me pasó también con la nueva entrada de Ana Capsir en Navegando por Grecia, sigue apareciendo la anterior, la de hace una semana. No obstante, si se pincha se puede leer la nueva, sobre lunas.

Aquí no sé si es debido a un problema de google, de formato o a la influencia de las meigas valleinclanescas. Me molestaría más que no pudierais ver las caricaturas, porque son buenísimas.

Como ya sé que las caricaturas sí se ven, pongo otra foto en la cabecera para que aparezca una ilustración en la ventana informativa correspondiente. Vale. 

Salud 

ra