sábado, 7 de junio de 2014

Escuela de Música de Llanera -5. Concierto fin de curso, 6 de junio 2014.


Escuela Municipal de Música de Llanera.
Entre los músicos, César, Cachito y Dulce.
Concierto en Lugones, 2012.

Nuevo concierto fin de curso de la Escuela de Música de Llanera


Buenos días. Esta es otra de esas entradas imprevistas, porque tanto las de este mes como las siguientes, hasta el 7 de julio en que la Psilicosis digital cumple 3 años, están programadas. El motivo es que pretendía celebrar ese día de San Fermín, con un número de ellas concreto y significativo, siguiendo ese pequeño juego mío que he llamado Numeronomía (Capicúas, etc.)

EMLlanera. Voces, Dulce y César.   Route 66.

https://www.youtube.com/watch?v=Iy98Q2o2V_w

Pero estos días que falté de casa, he visto que el último capítulo dedicado a la Escuela de Música de Llanera con motivo del Concierto que los Talleres impartidos en ella, encuentros anuales para despedir el curso, figura aquí como el más visto de la semana, y que la Curruca versicolor, trompetista y amigo, me llamó ayer y me recordó que se cumplía un año del último al que pude asistir y al que, como digo, dediqué una tardía entrada el 15 de septiembre 2013, tardía por las mismas razones de tener ya programadas las de ese mes, por todo ello me he decidido a retrasar una de las previstas para dedicar el que será ya 5º capítulo a la Escuela y sus músicos. Porque ayer se celebró otro de esos estupendos y divertidos encuentros al que sin embargo no pude asistir por motivos de salud. Aquí la dirección del anterior artículo:
http://wwwpsilicosisblogspotcom.blogspot.com.es/2013/09/escuela-de-musica-de-llanera-4.HTML

Antes de nada tengo que confesar que estoy un poco dolido porque no merecí ni un comentario de parte de nadie, en los cuatro capítulos a ellos dedicados hasta el presente, aunque yo aplaudí a rabiar sus actuaciones tanto en Lugones como en Llanera, y sé que la entrada la leyeron unas cuantas personas. Por edad y experiencia sé también que no se debe esperar nada de nadie, pero ¡qué queréis!, uno tiene su corazoncín y su pequeño Narcisillo y necesita tanto como cualquiera el calor, si no de las masas, cuando menos de los colegas. ¡Pelillos al Gafo, o al Piles!

Bob Dylan. The tronks.  Like a Rolling Stone.

https://www.youtube.com/watch?v=Xt8wQAak-W4


The tronks
Concierto de Talleres. Llanera, 2013. 

Pues bien, ayer 6 de junio del 2014, fue el concierto y hoy me levanté con la idea de anunciar el nuevo encuentro para quien estuviera interesado (En realidad me equivoqué y pensé que era hoy).

No sé el nombre de los participantes. En la última ocasión fueron Blues y 10, grupo del taller de jazz, The tronks, de rock, y Los guajiros del Caribe, de salsa. Precisamente a este último combo, en el que tocaban algunos amigos y amigas (Cachito a la flauta travesera, ahora en Blues y 10, de los que no tengo grabaciones, Dulce que sigue con los Guajiros cantando y tocando el saxo, o la Versicolor, que se había pasado al de jazz dejando a los caribeños), había dedicado el tercer capítulo en el que me ocupaba de la Escuela, el 6 de junio del 2012. Dirección del encuentro 2012, en Psilicosis:
http://wwwpsilicosisblogspotcom.blogspot.com.es/2012/06/escuela-de-musica-de-llanera-3-los.HTML

Siento no haber podido estar de nuevo allí con ellos y confío poder hacerlo en la próxima ocasión. Les deseo muchos éxitos porque su trabajo desinteresado y entusiasta lo merece y en todas las ocasiones me lo he pasado muy bien con sus músicas, y en compañía además de amigos y currucas pardas de mi cuerda.

Louis Armstrong. EMLlanera. Vos, Sésar.  When de saints go marchin' in.

https://www.youtube.com/watch?v=6wRYugtxAB8


Yazz y 10
Concierto de Talleres. Llanera, junio 2013.

Ahí de nuevo podíamos ver a la Kurruca versicolor bailando, ¡y cantando con sus voz de negraco!

Acabo de recibir un correo, hoy día 8, el primer comentario de estos capítulos dedicados a la Escuela de Música de Llanera, en el que nos informan que Fahía Buche, a quien desconocíamos, participó con su preciosa voz en el grupo Jazz y 10, que también actuó este año. Inmediatamente he buscado algo en Youtube y he tenido suerte.

He aquí el resultado. Muchas gracias a nuestro informante y comentarista, Sinué, y a Fahía, por supuesto.

Fahía Buche.  When you say.

https://www.youtube.com/watch?v=HvA6er8jMzo

¡Salud y buena música!

Ramiro Rodríguez Prada

viernes, 6 de junio de 2014

145


Necesidad y abuso.


Salí a tirar la basura



y en la escalera de la calle había una niña pequeña sentada, sola. No vi a nadie por los alrededores y me extrañó. Ni junto a la basura, ni en la parada del bus, ni siquiera caminando por la calle. Le dije ¡Hola! cuando bajaba, y se giró para contestarme con el mismo saludo y una sonrisa. Sujetaba entre los brazos un muñeco que parecía acunar balanceándose adelante y atrás. ¿Qué haces aquí sola?, le pregunté. ¡Nada, esperando a mi papá! ¿Dónde está tu papá? Entró en ese sitio a comprar tabaco, dijo adelantando el cuerpo para señalarme con la cabeza el cercano hotel. ¿Llevas mucho tiempo aquí sentada? La niña se encogió de hombros e hizo un gesto gracioso frunciendo los labios. La cafetería del hotel llevaba por lo menos una hora cerrada, en el barrio a esa hora sólo había tabaco en un pub de la otra parte de la manzana. ¿Cuántos años tienes?. Ocho. ¿Me enseñas el muñeco? ¡Me lo compró mi padre!, respondió orgullosa alargando el brazo con un pelele de trapo. ¡Qué guapo! No lo puedo coger, ¡espera que voy a dejar las bolsas!. Junto a los contenedores había ahora un hombre rebuscando, lo acompañaba un niño de unos diez años que escarbaba por el otro lado. Volví a la escalera pensando qué hacer. No soy amigo de llamar a la policía, probablemente causara con ello más perjuicio que beneficio. Deseché la idea de ir hasta la recepción del hotel a preguntar. Me imaginaba la respuesta. Pensé que lo mejor sería sentarme con la chavalina a esperar al padre. Ella me alargó el muñeco para que pudiera verlo de cerca. Mi papá es policía, me informó al mismo tiempo. ¿Policía, y dónde trabaja?. ¡Aquí!, dijo ella muy enfática, como si contestara a la pregunta de un idiota. ¿Que hace contigo por la calle tan tarde?. Es que no está mi madre y fuimos al cine. ¿Y dónde está? ¡Ahí!, y volvió a señalar las luces del hotel. ¡No, tu madre!, ¿dónde está tu mamá?. En casa de mis abuelos, porque mi abuelo está enfermo. ¡Ah!. La niña parecía tan tranquila, como si aquello fuera algo habitual. ¿Es la primera vez que sales con tu papá por la noche?. ¡Nooo!, se apresuró a contestar con una sonrisa amplia, ¡Cuando no está mi madre siempre me lleva al cine!. ¿Y te gusta? ¡Sí, y además vamos al Burguer y me compra cosas!. Estuvimos una media hora charlando mientras, al mismo tiempo, yo permanecía atento a la entrada del hotel. El tipo, de unos cuarenta tacos, salió a la calle acompañado por una pilili de las que suelen rondar por la zona. En la acera se dieron un beso rápido en la boca y cada uno tomó su rumbo. Bajaba fumando un cigarro, rascándose los cojones y riendo para sí. No nos vio juntos en la escalera porque el muro hace sombra y, cuando se dio cuenta de que la niña estaba acompañada, se sobresaltó. ¿¡Qué, estás hablando con este señor!?, dijo como para salir del paso. ¡Papá, tengo sueño!, y la rapacina alargó los brazos con el pelele en una mano para que su padre la cogiera. El hombre la puso en cuello y le dio un beso. Es que no había tabaco y tuve que ir a buscarlo más lejos, dijo él a modo de disculpa, no sé si para su hija o para mí. La niña se había acurrucado ya en su cuello encontrando allí una buena almohada. Oiga, le susurré, No le parece que no son horas de dejar a una criatura sola... . No pude terminar, ¡Métete en tus asuntos!, me espetó, y se fue calle abajo.



Pata Negra.   El Tardón.


http://www.youtube.com/watch?v=67jSRnde7eU


Salud y felices pesadillas


ra

jueves, 5 de junio de 2014

Marisa


Gatina calicó en la estación de Pola de Siero.


Marisa


La forma cómo conocí a Marisa ya fue bastante rara, y hasta ligeramente épica, diríamos hoy en que lo épico, como género, perdió parte de su carácter trágico y se aplica a cualquier aventurilla de tres al cuarto.

Tenía un amigo en un pueblo minero del Bierzo y estaba pasando unos días en su casa. Nos conocíamos desde niños y había vivido con él más de una historia, alguna con cierta enjundia porque la imaginación de mi colega no tenía límites, pero la mayoría de ellas como las que pueden vivir unos adolescentes con mucha marcha, marcha sana, pues ni siquiera fumábamos entonces.

El padre de Juan había muerto en la mina y él se criaba libre y un tanto salvaje. Su madre se lo permitía todo y el amigo no perdía ocasión de usar con amplitud esa liberalidad.

Una de sus correrías preferidas consistía en bajar hasta Ponferrada. Pero dando un rodeo o, más bien, haciendo una escala  no exenta de peligros. Lo normal hubiera sido hacerlo en algún camión de los que transportaban la antracita, pero eso suponía pedir un favor y dar pistas de su paradero, y Juan actuaba como un agente secreto, o como un personaje del lejano oeste, de hecho El Pequeño Luchador era su héroe, el de unos tebeos ya muy gastados que devoraba por aquella época.
Era callado y cauto, amigo de andar solo y a su bola, un poco indio. Su madre había sido vecina y amiga de mi abuela y quizá por eso me aceptó a su lado. Él ya era un duro de verdad a los quince o dieciséis años, a mí me movía más el deseo de aventuras que el valor. Juan andaba sobrado de ambas cosas.

No teníamos un chavo, ése era nuestro único problema, así que Juan había ideado un modo particular de viajar gratis. Ya lo había puesto en práctica varias veces y la cosa no suponía ninguna dificultad, según contaba entusiasmado. Era más directo y rápido que un camión y, sobre todo, más divertido.
Consistía el transporte en coger uno de los baldes de la línea que unía la mina con la estación de ferrocarril más próxima, a unos cinco kilómetros casi rectos por el monte, donde el carbón era descargado directamente en los vagones de un tren de mercancías. Allí nos colaríamos en otro mercancías hasta Ponferrada. La capacidad de los baldes calculo que sería de unos quinientos quilos de antracita.

La línea estaba en marcha todo el día y podíamos subir al balde en lo alto de un otero a las afueras del pueblo. Cada cierto tiempo pasaban baldes vacíos y había que aprovechar alguno de ellos. La línea bajaba tanto en aquel punto, que los baldes pasaban a poco más de medio metro del suelo, e iban lentos. Sólo había que agarrarse al borde, auparse y meterse dentro. En poco más de media hora llegaríamos. Bajaríamos al entrar en el muelle de la estación, unos treinta metros antes de las tolvas que cargaban los vagones, donde la marcha de los baldes se ralentizaba un poco para que a los operarios les diera tiempo a vascularlos. Así contado parecía fácil y allá me fui con él.

Subimos sin problemas y la sorpresa fue que dentro había un gatín al que casi aplastamos al caer. En realidad una gatina, una de esas calicó de tres colores, blanca, rubia y negra, preciosa. Estaba aterrorizada, lógicamente, mucho más que yo que, viendo el meneo del balde al subir, empecé a imaginar los profundos valles y elevadas montañas que debería salvar la línea, a gran altura, hasta llegar a su destino.

Me agarré a la gatina como a una tabla de salvación. Al cogerla me arañó y temblaba, pero poco a poco fue haciéndose a las caricias y se me acurrucó entre los brazos. Estábamos sentados en el fondo del balde y, todos tiznados, parecíamos dos carboneros. Tres con la gata.
En cierto momento el balde empezó a balancearse un poco de arriba abajo y hacia los lados, tal vez movido por algo de viento, aunque era un día apacible y soleado de verano. Juan dijo que estábamos pasando por uno de aquellos valles que yo había imaginado y que la distancia entre las torretas era mucho mayor, el cable que sujetaba los baldes combaba, salvando el valle de ladera a ladera. Y hecha esta explicación se puso de pie y se asomó al borde del balde.

¡Madre mía!, le di un apretujón a la gatina que no sé cómo no la espachurré. El balde basculó unos grados y vi allí abajo, pero muy abajo, el fondo del valle...
¡Mira!, dice Juan tan tranquilo, ¡Estamos lo menos a cien metros de altura!
No estaríamos a más de 30 del suelo, pero a mí me parecieron treinta mil, como poco, y eso que sólo lo vi un instante.
¡No pasa nada, no ves que pesa mucho!, insistía Juan riendo e intentando mover el balde como si fuera un balancín, tratando de columpiarse.
Creo que no me salían ni las palabras, debí de decirle sólo un, ¡Para, para...!, medio ahogado, porque estaba paralizado de miedo.
No despegué el culo del fondo e hice el trayecto sin soltar a la calicó, a la que sentía latir en los brazos como mi seguro de vida.

Al año siguiente Juan marchó con su madre a Buenos Aires, donde tenían familia. He oído que ahora vive en una estancia de la Pampa. Su único futuro aquí hubiera sido la mina y él no era un espíritu para encerrar en un pozo. La muerte de su padre lo había marcado ya desde niño.

De Marisa cuidó mi abuela Ana durante más de quince años. Cuando yo la iba a ver, salía la gata con el rabo tieso y se me enredaba entre los pies ronroneando. No me dejaba caminar y tenía que cogerla y acurrucarla, restregaba su cara en la mía como si me acariciara y yo le decía al oído, ¡Marisa yo también te quiero!...


Ramiro Rodríguez Prada


El gato negro. Buenos días Buenos Aires.



Salud.

miércoles, 4 de junio de 2014

Huevos chungos


Huevo frito de pollo

Será por huevos

(Diálogo entre el provisor del Obispado y un aldeano) 


- [...]
- Ni me importa ni me interesa lo que hagas con tus gallinas, yo sólo quiero una docena de huevos.
- [...]
- Me parece muy bien, pero eso no es asunto mío.
- [...]
- Vale, yo con doce me arreglo. Que sean frescos, por favor.
- [...]
- Nunca pensé que tendría tantos problemas para comprar unos simples huevos.
- [...]
- Que son de yema doble, pues mejor que mejor, así me haré a la idea de que llevo veinticuatro.
- [...]
- Eso es problema tuyo y de tus gallinas, yo te pago doce huevos, no dos docenas de yemas.
- [...]
- Si son mellizos, como si son trillizos, a mí qué me cuentas.
- [...]
- Los gemelos tienen mucha clara y poca yema, entonces de acuerdo, dámelos mellizos.
- [...]
- Ah, no, no, cualquier cosa menos huevos cuadrados, el ano del obispo es redondo.
- [...]
- Ave María Purísima, haber empezado por ahí.


Korvus Korax Ο Μάυρος, El Negro.


William Reynish.  Chicken or Egg?


Seguimos pisando huevos.

Spare Time Sudios. Daniel Nygren.  Pixar Ice Egg.



Salud



Ramiro

Siniestro Total.  Me pica un huevo. 

http://www.youtube.com/watch?v=DwEELwag81s

¡Raska!

martes, 3 de junio de 2014

Bien y mal


Llamaquique.  Oviedo.



Casting



¿Por qué lo maté? Soy un hombre de fe. Él fue un buen chico, obediente, aplicado, trabajador, cariñoso, de mirada franca y limpia, y de nobles sentimientos. Todos lo querían porque era una persona responsable y de fiar. Pero, además, su gracia y simpatía cautivaban al más hosco o recalcitrante, contagiaba su alegría. Servicial, comprensivo y sensible, en su juventud sintió la llamada de la vocación sacerdotal e ingresó en el seminario. Iba por el camino recto. La transformación fue total. Se convirtió en pocos años en un ser desconfiado, ruin, vago, aprovechado e insidioso. Sin piedad juzgando al prójimo, era taimado y cruel. La sonrisa desapareció de su cara y ocupó su lugar una mueca perversa, sibilina y retorcida. Cuando lo nombraron obispo, el más joven prelado del país, se puede decir que había completado su formación religiosa con un alto doctorado en maldad, superando incluso a la mayoría de sus colegas de Sínodo. Soy hombre de fe, lo mandé al infierno.


Skylorómiros


Concha Buika.   A mi manera.


https://www.youtube.com/watch?v=hZNkCTxyB9Y 


Salud