miércoles, 10 de abril de 2013

Camarón de la Isla -4


Aguada y témpera. Espátula.
Ramiro Rodríguez Prada. 2001.


Camarón -4


Buenas. Así que habíamos cortado el relato coincidiendo con la ruptura de Camarón con Paco de Lucía y su familia en el 77, el año sabático que se tomó el de La Isla y la inminente aparición de La leyenda del tiempo (1979), el mítico décimo álbum del Camarón.

El disco traía en portada una foto en blanco y negro del perfil de un Camarón distinto, maduro ya y en plenitud como la propia grabación, con barba y un cigarro en la boca, dispuesto a revolucionar el flamenco.

Y así fue. Este disco, que lo esperaron con ansiedad sus ya numerosos seguidores después del año de inactividad, supuso una auténtica conmoción entre los aficionados, para bien de la mayoría y para mal de algunos superpuros, como de costumbre.

Federico García Lorca. Ricardo Pachón. Camarón.  La leyenda del tiempo.


En La leyenda... colaboró gente tan diversa como Tomatito, que sustituía a Paco en la guitarra solista, Raimundo Amador con el bajo o la segunda guitarra, aportando otro toque gitano, Alameda y Smash, en la parte rockera sureña, Jorge Pardo con la flauta uniendo jazz y flamenco, o un Kiko Veneno más raro que un San José de Arimatea catalán, que venía haciendo con los Amador una especie de flamenco punk pasao o rock&rumba&blues?..., no se cómo calificar aquel monstruoso y genial primer disco de Veneno con la placa de chocolate en la portada.

Poco que ver, en apariencia, con una canción que firma Kiko en este disco del Camarón, la ya eterna rumbita Volando voy. No la pongo porque está ya en el primer capítulo y en alguna otra entrada por ahí. Otra, con Pachón, es el Homenaje a Federico. Y la tercera, con letra de Omar Kayan, el poeta persa del S. XI, Viejo Mundo.

Un Tomatito casi desconocido por lo joven y lo mismo Raimundo, puro nervio y felicidad a la guitarra, en especial cuando tocaba para Camarón, en esta grabación en directo que empieza y acaba a lo bestia, pero que merece la pena.

Omar Kayan. Veneno.  Viejo mundo.  Bulerías.


Las letras eran otro lujo del disco. Hay cinco de Lorca, además de una adaptación de Pachón de La Tarara. Y otra de Fernando Villalón, Bahía de Cádiz.

Ricardo Pachón, que firma 8 de los 10 temas, con nuevas y claras ideas, fue el artífice de esta feliz confluencia de novedades, estilos y personalidades que es el disco. Junto a los ya mencionados, talentos como Gualberto, Rafael Marinelli, José Antonio Galicia, Manolo Rosa, Julio Roca, Rubén Dantas, Tito Duarte y Pepe Ébano...

En la última canción, a partir de la Nana del poeta granadino, y la intermediación del sitar, Camarón tiende la mano a sonidos orientales, como hicieran los Beatles con Ravi Sankar, pero no desde el exotismo y la moda orientalista hippie, sino desde sus propias raíces gitanas, desde su pertenencia a un pueblo que había emigrado varios siglos antes de la India, y desde el flamenco.

F. G. Lorca. Adap. musical R. Pachón. Sitar, Gualberto, piano R. Marinelli.
Cante, Camarón.  Nana del caballo grande


Tras otro año de calma, en el 81 se produce el reencuentro con Paco de Lucía. Otra vez bajo la dirección de Pachón graban juntos Como el agua, con Tomate completando el triángulo. Aunque quedó un poco ensombrecido por la fantasía de La leyenda, fue un éxito y Camarón cosechaba aplausos y levantaba pasiones tanto del mundo del flamenco, como de otros públicos poco acostumbrados a los quejíos del cante. 
Pepe de Lucía, hermano de Paco, interviene en el disco y firma 7 de las 8 canciones, entre ellas los Tangos que le dan el título.

Nuevo descanso y en el 83 se edita Calle Real, con el trío Pachón/Paco/Tomatito, y músicos como Carles Benavent, Dantas, Joan Amargós o Raimundo Amador.
Del año siguiente es Viviré, cinco temas firmados por Pepe de Lucía y tres por Antonio Humanes, que ya había intervenido en el anterior. Pachón se encargaba de la producción y Paco de la dirección artística y de la guitarra, secundado por el Tomate. 

Pepe de Lucía. Camarón. Viviré.


"Aquí estoy para morir, cuando me llegue"...

El 86 es uno de los años difíciles de Camarón, tiene un accidente en el que mueren dos personas y fallece su madre. La temática de las letras de Humanes, que firma todas las canciones junto al Camarón, es la más autobiografica de las obras del de La Isla. En ella hay arreglos de Joant Albert Amargós como en Calle Real y es Tomatito quien se encarga de la guitarra.

En 1987 salió al mercado en primero en directo del Camarón, Flamenco vivo, con grabaciones y producción de Ricardo Pachón y otra vez Tomate a la guitarra, y en el 89 el que se convertiría en el disco más vendido en la historia del flamenco: Soy gitano.

De todos estos discos puse algún tema en anteriores capítulos. Algunos no me los dejan subir y eso complica y altera la buena marcha a la hora de ordenar esto. De Soy gitano, por ejemplo, colgué una versión en directo en el Festival de Montreux- 91., en el 2º cap. La última canción es otra versión de la Nana de Lorca, y hay otra de Federico, Thamar y Amnon. Y una de Hernández.

Miguel Hernández. Guitarra, Vicente Amigo. Cante, Camarón.  El pez más viejo del río. Fandangos.


El disco contó con el acompañamiento de The Royal Philarmonic Orchestra, y las guitarras de Tomatito, Raimundo Amador y Vicente Amigo. Benavent volvió a encargarse del bajo y Tino di Geraldo y Manuel Soler de las percusiones. Ana Belén hizo la voz femenina en la rumba merengue de Juan Luis Guerra  Amor de conuco.

Fue un trabajo tan esperado que al poco tiempo había escalado las listas de éxitos. Sin embargo, con ser el campeón de las ventas flamencas, no es ni con mucho el disco suyo que más me emociona. Demasiado ampulosos para mi gusto aquellos pasajes de la Philarmonic, y algo impostada, unas veces desvanecida y otras forzada, la voz del gitano en la barrera orquestal.

Claro que, para entonces, cada nuevo trabajo del Camarón era recibido como la continuación del santo  evangelio y los conciertos en directo misas flamencas y gitanas donde oficiaba José Monge Cruz, Camarón de la Isla. 
Hasta el 92 no aparecería su siguiente álbum, Potro de rabia y miel, que sería también el último.

Pepe de Lucía. Camarón.  Se me partió la barrena.  Taranta.
En el disco intervinieron, como autores, músicos, etc., Paco y Pepe de Lucía, Humanes, Tomatito, Benavent, Antonio Carmona, Manuel Soler, Amargós, José Mas Kitflus... 

Su último concierto fue en el Colegio Mayor San Juan Evangelista de Madrid en enero del 92 y el 2 de julio de ese año murió en Badalona.

Y aquí me quedo porque los discos siguientes fueron publicados después de la desaparición del cantaor, aunque por supuesto en todos ellos hay cosas interesantes. En el 1er. cap. dejé también una muestra, Sere serenito, una curiosidad de un CD titulado Rarezas, y mencioné otra edición póstuma en el 2º, titulada Reencuentros. Pero creo que para introducir al Camarón los cuatro capítulos son una muestra suficiente.

En esta grabación en directo, de mala calidad pero con un Camarón pletórico, pena que casi no se escuche al Tomate, se puede apreciar en cambio el sonido ambiente que ya acompañaba al de la Isla una década antes. 
Audio inédito. 1982. Camarón en directo, sin vídeo. Bulerías.


Quiero, por último reproducir un párrafo que escribe Joaquín Albaicín en el libreto de la Obra integral del Camarón, consultado para elaborar estas dos últimas entregas. Ese texto cierra además la publicación en la que intervienen varios especialistas, Enrique Montiel, Carlos Lencero, José Manuel Gamboa o el propio Ricardo Pachón, que como he venido señalando dirigió la segunda parte de la carrera de Camarón. Dice Albaicín:

Porque su Isla no era San Fernando, sino la Samotracia, la Isla de los Kabiros de quienes por línea agnática descendía, míticos metalúrgicos dueños de los misterios de los metales en eras en que el oro y la plata se sabían sagrados. Aún se escucha a veces, dicen, el cántico de sus martillos en sus forjas subterráneas, esa melodía interior, ese "zumbido semejante a un fuego que arde" del ganso de los Upanisads. Basta, asevera la tradición, con taparse los oídos y concentrarse en los latidos del corazón

Sé que Joaquín habla más de poesía y duende que de historia, pero oír mencionar a Grecia y a los Kabiros para cerrar ese trabajo, se me ocurrió que era del mismo estilo que escuchar a Valle-Inclán aquello de que "tiene por costumbre escuchar la flauta griega" para cerrar su Lámpara maravillosa. Son las mismas resonancias, origen, musicalidad, eco, sonido, La mancia del cante, titula Albaicín su artículo, y por añadidura Valle era otro amante del flamenco...

Tangos. Cuatro versiones, del 82, 84, 89 y 90.
Camarón. Al compás del martillo un gitano cantaba... 


Y para que quede el oído un poco más acariciado por una mejor sonido os dejo La primavera.

Camarón de la Isla.  La primavera.


Salud y buena música

Tomatito y Camarón en directo.  Bulerías.  Tiritando de frío...

http://www.youtube.com/watch?NR=1&feature=endscreen&v=Hou71CntnIE


Ramiro Rodríguez Prada

lunes, 8 de abril de 2013

Palomares -3


Réplica de palomar palentino


El Paráclito


Llegaron corriendo los guajes diciendo que se les había aparecido el Espíritu Santo.


-¿Dónde?

-¡En el palomar!


Nos echamos a reír, como es natural. Pero los tres rapaces se pusieron muy serios. Juraron por dios que se les había aparecido encima del tejado del palomar del ti Doroteo. Se atropellaban unos a otros explicando el prodigio.


-¡Vale, vale!, por partes y de uno en uno. A ver, primero el más pequeño, ¿tú, Diego, qué fue lo que viste?

-¡Al Espíritu Santo!

-Ya, ya, pero ¿cómo?

-¡En forma de paloma!

-¡Blanca!, lo cortó Manuel, el mayor.

-Deja que hable él. ¿Y qué más?

-¡Nada más!

-¡Era muy blanca!, insistió Manuel.

-A ver, Adrián, tu qué viste?

-¡Pues al Espíritu Santo en forma de paloma!

-¿Y cómo sabes que era el Espíritu Santo?

-¡Porque era blanco!, se apresuró a contestar Manuel otra vez.

-¿Pero qué pensáis que todas las palomas blancas son el Espíritu Santo?


Tres modelos de palomares de Tierra de Campos.  Palencia.


-¡Ésta sí era el Espíritu Santo!

-¿Porqué?

-¡Porque brillaba muchísimo!, dijo Adrián.

-¡Y el ti Doroteo no tiene palomas blancas!, añadió Manuel.

-¡Claro!, remachó Diego.

-¿Y qué creéis que el Espíritu Santo se le anda apareciendo a los primeros mocosos que pasen por el palomar del ti Doroteo?


Diego se encogió de hombros, pero Adrián y Manuel no estaban dispuestos a dejarse convencer tan fácilmente.


-¡Era el Espíritu Santo!, insistió Manuel tozudo frunciendo el entrecejo y mirando al suelo enfurruñado.

-¡Sí!, apoyó Adrián, menos convencido ya.

-Pero vamos a ver, ¿cómo podéis estar tan seguros?

-¡Porque es igualita a la paloma que hay pintada en la iglesia!, aseguró Manuel mirándome con cara de estar esgrimiendo el argumento irrefutable y definitivo.


Diego y Adrián permanecían expectantes aguardando mi contestación.


-Está bien, y ¿cómo se os apareció?

-¡De repente!, volvió a la carga como un rayo el pequeño con una sonrisa de oreja a oreja viendo que por fin empezaba a creer su historia.

-Sí, pero cómo: ¿apareció de golpe en el tejado?

-Vino volando, dijo Adrián como si una pregunta tan simple no mereciera más que una respuesta obvia.

-¡Pero muy rápido!, lo apoyó de nuevo Manuel.


El Pulgarzito.  La caena.  Sinto.



Palomar circular palentino


-¿Y qué hizo?

-Se posó en la picorota del palomar ¡y brillaba mucho!, aseveró Adrián.

-¿Y qué más?

-Nada, ¡estuvo allí posado!, y Diego me miraba triunfante.

-¡Y revoloteaba cuando llegaban palomas!, dijo Manuel.

-¿Y qué pasó después?

-Bajó al tejado, siguió Manuel.

-Bueno, ¿y qué?

-Se subía encima.

-¿Encima de las palomas?

-¡Sí!, afirmaron a un tiempo moviendo las cabecitas al unísono de arriba abajo.

-¡Entonces no era el Espíritu Santo!, concluí tajante, zanjando la cuestión.


Se miraron los tres con la boca abierta sin comprender mi repentina seguridad y me interrogaban con los ojos esperando tal vez que les aclarase aquel misterio. Allí los dejé.


Ramiro Rodríguez Prada


Tomás Méndez Sosa. Lola Beltrán.  Paloma negra.

Palomar con patio de servicio.  Palencia.

Las réplicas de los palomares, de barro como las paredes de los originales, son de un artesano palentino del que desconozco el nombre. Bien lo siento, porque es un trabajo interesante, gracioso y bien hecho. El estornino versicolor, que fue quien me permitió fotografiarlos en su nido de Gijón, los recibió como regalo de una amiga palentina. Aunque he indagado, no he obtenido la respuesta apetecida: la curruca está en la inopia en estos temas y no sabe res de res.

Me llamó la atención la distinta orientación de los dos palomares que quedan vivos en mi pueblo, el del primer capítulo está orientado al este y el segundo al sur; parece que ésta última es la mejor y la mayoría de las construcciones la siguen, pero tampoco son raras las excepciones.

A partir de los años sesenta empezaron a desaparecer los palomares. Ni los palomos ni la palomina constituyeron nunca la base de la economía de los campesinos, sino una pequeña ayuda y en ocasiones un lujo que sólo se podían permitir algunos agricultores con más medios económicos. Así, poco a poco, fueron quedando en desuso y arruinándose.

El número de nidos (dispuestos en tresbolillo) y por tanto de parejas estaba en torno al centenar. En Isla Cristina, Huelva, el Palomar de la Huerta Noble, del S. XVIII, parece que tendría espacio para 36.000 palomas. Pero este es un caso singular. La mayoría de los que se pueden ver en León, o en imágenes de Tierra de Campos (Centro de Interpretación de los Palomares, en Santoyo, Palencia) y en estas fotografías de la dirección de abajo en Zamora (Centro de Interpretación de los Palomares y Aula de la Naturaleza, en Villafáfila), van desde 100 a 1000 nidos.

Fotografías de palomares

Y en este estupendo y completo trabajo, podéis informaros de las características constructivas de los palomares, con apartados muy instructivos también sobre Tapias y Adobes.

Nada más por hoy. Que siga la buena salud de la tribu, queridos palominos.

Pulgarzito.   Funky tribu.  Sinto.



Ramiro
 

domingo, 7 de abril de 2013

Palomares -2


Palomar.  San Justo de la Vega.
León, verano 2012

Buenos días. Aquí tenemos el otro palomar que todavía aguanta en San Justo. Es más grande que el de ayer y tiene incluso ventana en la fachada, pero básicamente es el mismo modelo: cuadrangular, con tejado de teja a una sola agua. Tampoco se ve el lugar por donde entran y salen las palomas, ¡mecachis!...
Esas pequeñas hiladas de tejas en los laterales que superan la altura del resto del tejado, protegían algo a las aves del viento y la intemperie cuando salían a arrullar al sol del invierno.

Las paredes son también de tapia, aunque en éstas no sólo revocaron, también enlucieron, todavía se ve el barro en los desconchones. Los palomares están abandonados y sólo sirven de almacén, trastero o lugar para guardar algo de maquinaria y aperos de labranza.

A juzgar por el tamaño de la guía de la cerradura de la segunda imagen, la llave no debía de ser llavín sino llavona. Apellido asturiano de resonancia y raigambre, también en lo cultural, era el de nuestro querido amigo y maestro, el pintor ya desaparecido José Canellada Llavona, hermano de la primera escritora que publicó en asturiano allá por los años 30, María Josefa Canellada. Son reminiscencias y recuerdos traídos por los pelos, pero que no quiero evitar por simple cariño.

Las llaves de las bodegas tenían cerraduras aún mayores, la de mi abuelo debía pesar un kilo y tendría unos treinta centímetros de larga. La cerradura contaba además con un mecanismo interior manual, un pesado bloque de madera que había que accionar sacándolo de la pared donde estaba encastrado, para lo que había que meter el brazo por las ventilaciones superiores de la puerta que, como sabréis, suelen incorporar todas las bodegas, facilitando así su aireación, junto con las chimeneas que se practican en el fondo de las mismas.

Ya pensé también en otra pequeña serie de bodegas, continuando las construcciones tradicionales de barro, puesto que aquí se escavan en laderas aluviales donde abunda ese material, ideal para las labores del vino. Tal vez más adelante.
Empezamos con palomares y acabaremos hablando de relojería, ¡hay que joderse!.

En fin, que llamó más mi atención la vieja puerta con su potente cerradura que los antiguos palomares, que era lo que había ido a fotografiar. Ese primer plano del tejadillo por donde entran las palomas, que me falta, será en otra ocasión.


El Aleph

La cerradura


La de mis abuelos paternos es una casa de labranza bastante grande, hoy vive sola en ella la hermana pequeña de mi padre, la única con vida ya de once hermanos que fueron, soltera y con 80 años de edad. Pero en su apogeo, cuando todavía vivía mi abuelo, fue una casa bulliciosa con mucha actividad y varios primos con los que jugar al escondite en sus múltiples dependencias.

La casa tiene dos pisos y un desván y da a dos calles, la fachada a la principal del pueblo y la trasera a una de servicio donde están las entradas de las cuadras, los pajares, etc., y que comunica con un patio en cuyo centro hay un pozo con su brocal y su caldero de zinc. Un edificio anejo, que era la parte más antigua de la casa, albergaba la fábrica familiar de chocolate y la cocina con el viejo hogar de suelo, el llar, con las trébedes y las caramilleras, que en el Bierzo llaman berganzas, esas cadenas donde colgaban los potes de la comida nuestras abuelas, cocina donde ahora curaban la matanza.

Uno de mis primos, Andrés, el más cercano a mí por edad y amistad, vivía con sus padres en Zamora pero venía por el verano al pueblo al cuidado de mi abuela. Pasábamos muchas horas juntos. Era entonces cuando jugábamos al escondite seis u ocho rapaces y rapazas. A mí me daban un poco de miedo algunas habitaciones de la casa, grandes, oscuras y desangeladas, o aquellos cuartos auxiliares fríos, que nunca supe muy bien qué utilidad tenían aparte de acumular trastos, polvo y telarañas. Hay lugares donde de niño nunca me atreví a entrar. Pero lo que quería era sobre todo describiros un gran escenario, ideal para la imaginación de un párvulo.

No nos dejaban jugar en el segundo piso de la casa principal donde estaban los dormitorios, pero del resto podíamos disponer a nuestro antojo, y para nosotros era un territorio enorme: al que la quedaba le costaba bastante dar con los ocultos y siempre se le escapaba alguno.

Había sin embargo una habitación en esa planta superior, siempre cerrada, que nos tenía totalmente intrigados. Era un pequeño cuarto interior provisto de una ventana de luces, alta, que daba a la escalera, con una cortinilla echada por dentro. Sólo podíamos ver un poco del interior mal iluminado a través de la gran cerradura. Se alcanzaba a vislumbrar la mitad de una cama cubierta con una colcha o sábana blanca, el resto, hasta el testero, permanecía oculto. Parecía que bajo la colcha hubiera un cuerpo, porque se veían los dos picos característicos que la levantaban en la zona donde irían los pies. Aquello nos tenía trastornados.

Junto a la pared, en el ángulo que ésta formaba con la cama, había arrimada una figura como de metro y medio de altura, cubierta con una de esas capas rústicas de tallos secos de cereal atados por un extremo. El tosco sayo cubría la figura hasta los pies y la ocultaba, de modo que impedía ver de qué se trataba en realidad. Junto a ella más bultos, cubiertos también con sábanas.

Le habíamos preguntado a mi abuela por el contenido de aquella pieza y siempre nos contestaba lo mismo, ¡No andeis enredando por las habitaciones, allí no hay nada, sólo trastos!. ¡Déjenos la llave!, le pedíamos, tratándola de usted, ¡No hay llave, se perdió!, respondía invariablemente.
Ella no era muy niñona, ¡empezó a parir hijos a los 17 años!, pero debía de ser cierto y, de tenerla, nos la hubiera dado sólo porque la dejáramos tranquila. Mirar por el ojo de la cerradura se había convertido en nuestro pasatiempo favorito y el destino de la llave en una obsesión.

Unos días en que debió de haber novena en la iglesia a última hora de la tarde y nos quedábamos solos en casa mi primo y yo, nos pusimos a buscar la llave por todas las cajas y cajones que encontramos. Probamos una docena de las muchas que aparecieron.

Sería ya el último día de la novena, porque recuerdo que la búsqueda fue laboriosa y se prolongó en el tiempo, cuando por fin dimos con ella.
Estaba en un lugar insospechado, ¡bajo el piso del cuarto secreto, precisamente, en el hueco de la escalera!. Era un michinal donde guardaban el calzado. Bajo una montaña de botas embarradas, zapatos y alpargatas de los ocho varones que habían vivido los últimos años en esa casa, había un cajón de limpiabotas gigantesco, de esos que se despliegan como algunos costureros antiguos, lleno de latas de betún seco, cepillos, cantoneras y bayetas para dar brillo. Nada más verla entre los cachivaches, de hierro, grande y pesada, estuvimos seguros de que era nuestra llave.


San Justo de la Vega
León  2012

Nos dio la tabarra la dichosa cerradura, oxidada como estaba. El cuarto debía de llevar años sin abrirse y la pesada puerta de madera se resistió y rechinó cuando la empujamos. Era ya bastante tarde. Una nube de polvo gris se levantó al abrir y la escasa luz de la escalera aclaró un poco los contornos. Del techo colgaba un cable con un casquillo de porcelana en el extremo, sin bombilla.

Quedamos los dos paralizados mirando el presunto cadáver sobre el catre, yo sentía el corazón al galope. Levantamos la sábana de golpe con un ojo cada uno puesto en la puerta para salir corriendo.

No era más que un jergón muy basto de hojas de maíz, con tantas protuberancias que semejaban un cuerpo tendido bajo el cobertor, ni sábana ni colcha, hecho con sacos blancos de algodón que llamamos quilmas, cosidos entre sí, y que se usaban para guardar y transportar la harina.

Enseguida nos volvimos a la extraña figura arrimada a la pared junto a la cama, ya más serenos. Le quitamos aquella medio capa medio caperuza de paja y ¡oh sorpresa, era un cabezudo de cartón piedra! Estaba muy deteriorado. Representaba a un enano gordinflón con los mofletes hinchados por la risa que todavía conservaban el colorete. En la cabeza tenía un boquete del tamaño de un puño, le faltaba una de las piernas hasta la rodilla y la casaca roja y el pantalón negro estaban rajados y con la pintura muy deteriorada. Era de nuestra estatura, más o menos.

Al volverlo y encararlo, nos miró con tanta pena que los dos nos quedamos helados. Mi primo musitó, ¡Vamos, que nos va a pillar abuelita!. Sin atrevernos a girar contra la pared al pobre cabezón ni a vestirle el sayo de centeno, cerramos la puerta y bajamos las escaleras en silencio, sobrecogidos y tristes. Guardamos la llave en la caja del limpiabotas y nunca más hablamos de aquella tarde de verano. Tampoco volví a entrar en aquel cuarto ni sé qué fue del enanito.  


Ramiro Rodríguez Prada


Mr. Scruff.   Jazz Potato.


Salud

sábado, 6 de abril de 2013

Palomares


Palomar con antena
San Justo de la Vega.  León, verano 2012.

Buenos días. ¡Aquí se acabó eso de las palomas mensajeras, se habían quedado anticuadas y eran muy lentas!

Con la revolución de la telefonía móvil sustituyeron al palomo por una buena torreta receptora y emisora, eso de la colombofilia es ya cosa de románticos. Las palomas emigraron a otros pagos, donde el trabajo artesanal bien hecho y sin prisas les permita continuar con su cometido de periodistas, de teletipos casi, y enlaces alados, a cambio de un nido y algo de grano.

Por otra parte ya nadie aprecia un buen arroz con pichones, así que aquí ya no hay palomas, ni mensajeras ni de engorde.

En su día Valentín Cabañas, carasur, fue mi mejor cómplice en esto de las tapias, comentando muchas de las entradas y aportando conocimientos y detalles sabrosos. Él es un profesional del ramo, y un especialista en esto, no un diletante como yo, e incluso participó en la construcción del tejado de un palomar, allá en su Mancha manchega.
La más completa información que he leído en internet sobre contrucciones de barro es un trabajo que me envió él no hace mucho. En la entrada del 4 de diciembre pasado, la 3ª dedicada a Οδυσσέας Ελύτης, Odysseas Elytis -3, me dejó este comentario:

Hola Psilicosis. ¿Qué tal va todo?.
Me he encontrado con un estudio bastante detallado del tapial y no puedo menos que compartirlo contigo. Te mando dos direcciones, la del pdf del tapial directamente y la página del que lo he sacado pues hay otros estudios interesantes. Un abrazo.




Puerta en San Justo de la Vega
León, verano  2012

Aparte de una entrada dedicada al fumadero de El Prat, en septiembre, a la vuelta de las vacaciones, no había vuelto a esta etiqueta desde el verano. Y no lo hice porque en principio tenía previsto terminar con lo que me había quedado pendiente de las paredes de adobe. Pero como aún no tengo las fotografías que iban a ilustrar ese capítulo, voy a dedicar ahora tres a los palomares.

Poco que decir del otrora palomar. Planta rectangular, paredes de tapial, cubierta de madera y teja, como las casas del pueblo. La curiosidad quizá está en el tejado precisamente: a un agua pero con dos niveles, y entre ellos el espacio vertical que los une donde se sitúan las entradas de las palomas.
En el capítulo de mañana subí la fotografía del otro palomar que queda en pie y ahí se ve algo mejor ese nivel.

En el interior, los columbarios excavados en las tapias llenan el frente y los laterales, y en ocasiones tenían paredes intermedias para aumentar el número de nidos.
¡Todavía recuerdo la imagen de una fila de palomas cubriendo todo el borde del alero!...

Las paredes han sido protegidas con un revoque parcial de cemento que trata de detener la ruina y le da ese aspecto de probetón con remiendos, y para colmo con teléfono móvil de última generación a su vera, ¡estamos locos! Pero se ve digno y creo que aún le queda vida para rato. ¡Nos enterrará o incinerará a todos!

Los clavos de herrero de la puerta, que parece de madera de roble, pertenecen ya a las ruinas de otro palomar próximo, el que se ve en esta tercera fotografía de hoy, lo que queda de él. Ni siquiera estoy seguro de que lo sea porque dentro no se ven columbarios...

La tercera razón para estas entregas de palomares, es que el estornino versicolor  tenía en su nido gijonés las pequeñas réplicas en barro de tres modelos distintos de palomares palentinos, muy graciosas y adornadas, y muy conseguidas. Ése será el tercer y último capítulo de esta miniserie.

Restos del pasado
San Justo de la Vega,  2012

Y una referencia curiosa a un artículo muy sabroso, publicado en El Faro Astorgano el viernes 17 de junio de 1988, titulado Palomares y bodegas, en el que Félix Pacho Reyero abogaba por la conservación de estas construcciones tradicionales en Castilla y León, al hilo de la publicación de un libro tempranero, de ese mismo año, intitulado Arquitectura del barro, cuyo autor es Luis A. Ponga.
Para mí el artículo de Félix tiene doble gracia porque lo termina bebiendo a la puerta de la bodega "un jarro de vino nuevo de León" y empieza por encetar "una hogaza de San Justo de la Vega", mi pueblo. ¡Algo haremos bien los cardadores!

Como no tengo mucho que decir con substancia sobre el tema, aparte de lo que ya digan las propias imágenes, a ver si escribo alguna historieta que las acompañe, al menos en esa última entrada.

Y nada más por hoy, sólo un postre musical, ¡y que aproveche!

Louis Armstrong.  Potato Head Blues.  Crazy Jazz.

http://www.youtube.com/watch?v=EfGZB78R7uw

P.D. Echo en falta a los colegas de Schutterchance, Valentín, Marta, José Luis, a los que parecen seguir a veces en descansos prolongados, Belén, Txell o Yiannis. Espero que todos sigáis bien de salud, que es lo importante, y que sólo se trate de una pausa.
También yo he tenido que aflojar este año si quería mantener el ritmo de entradas y casi he dejado de ver otros fotoblogs que no sean los que tengo en Flanvoritos. Sigo entrando casi a diario en ellos aunque no tengan foto nueva, es el vicio en el que me metieron, o me metí, mejor.
Por otra parte, muchas veces he pensado si no los aburrirá tanto comentario y esta fidelidad mía cuasi matrimonial (¡Porqué no te callas!). Los problemas técnicos han sido el mal menor después de cómo empezó el año, pero también contribuyeron a ese relajo.

A fuer de ser pesado yo sigo, de momento, bien acompañado todavía por Andrés, Juan Carlos y Maqroll que mantienen la frecuencia. Pero confío en que se resuelvan los problemas pronto, y que todos ellos nos permitan disfrutar de nuevo de su arte, ése es el tema. Las personas saben que las queremos y que estamos con ellas.

¡Salud y un abrazo!

Ramiro

viernes, 5 de abril de 2013

Patos patafísicos


Homeropátiko patafísiko  disfrazado de lagarterana.
Oviedo,  2012.

Patafísikos Puticanos


El menistro patafísiko espanoli no procrea en Roma, se la pela recordando las cachas, el culo y las tetas de una pata morena, una siracusana bandera que se reclinó a su lado cuando er Biendichoso Exsanto Padre los bendijo en petit comité. Se limpia la chorra en un pañolito bordado con sus iniciales y perfumado con Esencia de Venus, desperdiciando su esperma portador de las chispas divinas de la vida.  Ανάθεμα, pecado!

El obiésporo patafíko Carcañares es un parásito, no procrea ni en el Vaticano ni en parte alguna porque es un bendito muy listo y no fornica, a menos que tenga por ahí escondida alguna barragana. Lo dudo porque con ese plumón sólo me lo imagino dando la espalda al prójimo.

Carcañares nun ye normal, ye un travestí de antes de Trento, ¡o de Cuarento o Cincuento!.  ¿Cuándo vísteis a un paisano normal vestido en serio como semejante fantasmón? Ya que fuera un disfraz por Carnaval, pero se acicalan como estantiguas casi a diario, con esas faldamentas y esas puntillas que pone la carcundia para acojonar al feligrés, que parecen travestís vestidos por Merinno, haciendo que les tomen las medidas en sus aposentos paticanos privados; Gorrinno o cualquier otra de esas firmas de la elegancia aristocrática moderna, con nombre italiano, o aparentándolo para que parezca más maricón, pero en fino ("Yace en aqueste llano/ Julio el italiano/ Que a marzo parecía/ En el volver de rabo cada día", decía Quevedo).

Hablando de yacer, ¿alguien recuerda los zapatos italianos de supertafilete que llevaba el exsanto padre anterior, beato polaco moderno ya, cuando tenían expuesto su cadáver ("de cuerpo presente") en la Cueva de Alibabá?. ¡Pues los andadores del cesante, el que acaba de pasar a la reserva, pa cagarse!

Bujarrones muy elegantes, con visa oro de la banca puticana, tan podrida como sus dueños los santos padres de la curia patafísika, Carcañares entre ellos, que todavía engañan a millones de incautos, y a otros malos bichos nada inocentes, aunque éstos se dejan engañar de mentirijillas y van de santurrones porque tienen tanta mierda en su alma que no saben cómo evacuarla y hacerse perdonar. Ahí caben todos esos menistros parásitos de la procreación que van a chupársela al Gran Carcamal patafísiko cada vez que estornuda, y sea quién sea la momia que ocupe la sede paticana.

De las palizas y los tormentos que tan dao...

Encarnación la Sallago.    Saeta

Patafísiko buscándose ladillas
Oviedo,  2102.

Una cosa es la homo, hetero o bisexualidad, y otra esta pandilla de asquerosos con sonrisa de no comerse más que pajas -patafísiko y onanista pecador, léase cargado de culpa, vienen a ser sinónimos, como vamos viendo-. Bien, seguimos: éstos se la pelan pensando en el amanerado y dulce San Juan o en Santo Domingo Sabio, y en el seminarista, compañero, asistente, etc., que se benefician en la realidad o en sus sueños eróticos, causa de su persistente onirismo pornográfico patuno y de su pertinaz espermatorrea, ¿o será esperpatorrea?, mientras imparten doctrina de comportamiento pat- ético y sexual patafísiko a la sociedad. ¡Qué me cuentas, Carcañares!.

Lo he dicho, y lo dijo alguien antes que yo: sepulcros blanqueados, hipócritas, falsos, podridos.

Y para terminar, queridos hermanos, una joya que tal vez ya conozcáis, es que como no veo la tele no me entero y después cuando oigo algo así tengo la sensación de vivir en otro mundo. Típico producto del gran pensamiento teopolítico patafísiko:

"El PP es cada vez más el partido de los trabajadores (PTE) y las trabajadoras de este país"  (Cocospedal dixit). ¡Acogonante!

La Trinca.  La patata. En catalán.


Semin Arista, rebetis, lagarterano navarro.