viernes, 26 de abril de 2013

46


Después de la tempestad


Salí a tirar la basura



Llovía si Dios tenía agua. Como había salido desprotegido, volví a entrar a por un paraguas. Cogí el primero que me vino a la mano, sin mirar. Salí otra vez decidido en dirección a los cubos con el paraguas abierto. Cuando iba a mitad de camino noté que me caían grandes goterones y que me estaba mojando. La tela se veía deshilachada y rasgada en varios puntos y parecía comida de los ratones, toda llena de agujeros. No hay roedores en nuestra casa, sería la polilla, ¡qué sé yo! Algunas varillas estaban además fuera de su lugar y todas muy curvadas. El chaparrón que caía en ese momento era inenarrable, parecía que una docena de energúmenos estuvieran baldeando agua sobre mi pobre paraguas. Dejé las bolsas en unos cubos rebosantes de una sopa de agua y mierda donde ya flotaban otras. Me apresuré al volver porque aún parecía arreciar el temporal, avanzaba muy malamente y estaba empapado. Por fin, chorreando, muy cerca ya del portal, una cascada de agua hizo que el paraguas colapsara y se cerrara sobre mi cabeza. Quedó allí trabado y me fue imposible desencajarlo, porfiaba chapoteando en el agua que cubría el suelo mientras seguía jarreando del cielo. Caí. No tengo claro qué pasó después, debí perder el conocimiento, ¡si me quedaba alguno!. Un vecino avisó a mi mujer, estaba echado en el limpiabarros de la puerta de la calle, como dormido. El paraguas había desaparecido, pero mi costilla afirma que nunca hubo un nuestro paragüero un paraguas en esas condiciones. Viendo mi estado, cerré la boca.


Deep Purple.   Stormbringer. 


Salud y felices pesadillas


ra

jueves, 25 de abril de 2013

45


Serenidad


Salí a tirar la basura


Todo tranquilo, todo normal, dejar las bolsas y vuelta. Al entrar en casa oí una explosión terrible que parecía venir de la calle. Corrí a mirar por una ventana. Desde ahí se ve el punto limpio, los cubos reventados y la basura esparcida en un gran círculo indicaban que la deflagración fue en ese lugar. No habían pasado ni cinco minutos desde que yo deposité mi porquería en esos cubos. Iba poco abrigado y hacía mucho frío, solté las bolsas y volví corriendo. Para morir no hay prisa.


La Cabra Mecánica.  La lista de la compra.


Salud y felices pesadillas 


ra


miércoles, 24 de abril de 2013

44


Sueños angelicales


Salí a tirar la basura



La luminosidad fantástica de la calle me cegó al abrir la puerta del portal y salir a la noche. No vi que tenía a un tipo delante con la mano extendida, tardé en recuperar la vista. El hombre llevaba encima un chambergo miserable y musitaba algo, tal vez, ¡Una ayuda por favor!. Me fijé mejor en su cara al meter la mano en el bolso buscando una moneda. ¡Era un político muy conocido, de esos que nos están jodiendo a diario sin que podamos hacer nada! Últimamente había caído en desgracia, pero me extrañaba que un hombre con su poder hubiera llegado a esos extremos de miseria en tan poco tiempo. ¿Quién es usted?, le pregunté antes de depositar la moneda en su mano. ¡Era él! Esa noche yo llevaba a la basura un antiguo orinal de porcelana todo desportillado. Era una de esas reliquias heredadas del abuelo y que ya sólo se usaba para cocinar los riles de los cerdos en época de capa, riles que le enviamos todos los años en una fiambrera a un pariente obispo que tenemos en el Vaticano. Pues bien, agarré el orinal por el asa y en lugar de darle la moneda le metí un orinalazo como un campano en el lugar donde se coloca la tonsura y el bonete, cuando ya se volvía adivinándome la intención. El tipo debía de haber recibido mucho castigo en esa parte, porque el orinal rebotó y de vuelta me dio a mí en todo el morro. Me entró tanto coraje que solté la otra bolsa que llevaba y me lié detrás de él, corriendo y atizándole con la porcelana cuando lograba alcanzarlo, porque el jodío estaba más ligero que yo, con toda su apariencia de pobrecito indigente. Al llegar a la plaza al final de la calle yo ya no podía más, pero fueron las voces de unos vecinos defendiéndolo por lo que decidí dejarlo marchar. Cuando les dije, ¡Es Fulanito!, contestó uno ¿¡Ése hijoputa!?,¡dame el orinal!. Se lo dí y me volví a casa después de recoger la bolsa y tirarla en el cubo correspondiente. Tenía una fatiga del copón, pero me fui a la cama contento, la noche me parecía preciosa, pocas veces tenemos a nuestra disposición a un mamón auténtico, ¿o será a un auténtico mamón?



Músicos callejeros.   Toma ritmo.




Salud y felices pesadillas



ra

martes, 23 de abril de 2013

Ο Στέλιος Καζαντζίδης, Stélios Kasantsidis


Στέλιος Καζαντζίδης.
Fotografía de otra imagen en la revista musical  δίφωνο

Καζαντζίδης


Buenos días, llegamos a Grecia la primera vez casi coincidiendo con el éxito del último disco registrado por Stélios Kasantsidis con Minos en 1987, después de más de una década de guerra con la compañía, que ni le grababa ni le daba la carta de libertad. Los años siguientes, hasta hoy mismo, lo hemos seguido escuchando.

Desconozco las razones exactas de porqué la discográfica lo castigó de ese modo siendo el cantante griego de laikó más importante del último siglo. Hay quien dice que fue una represalia por su oposición a la Dictadura de los Cogoneles o por la filiación comunista de su padre.

Más fácil sería pensar que lo que lo estigmatizó fue su sentido de la independencia, que se había puesto de manifiesto años antes, cuando se enzarzó en una batalla legal por unos derechos de autoría más justos, como veremos al final.

Απόστολος Καλδάρας. Στέλιος Καζαντζίδης.   Για μπάνιο παω. A pegarme un baño.

Debutó en el mundo del disco en 1952 con esta canción de Apóstolos Kaldaras, uno de los compositores griegos clásicos de la época, aunque no tuvo apenas eco.
El mismo año grabó también, con bastante más éxito, canciones de uno de los abuelos del rebétiko, Yiannis Papaioanu, que serán la segunda y tercera que escucharemos hoy.

No era sin embargo Stélios un buen intérprete de rebétiko, el género requiere voces mucho más machacadas, deterioradas como los propios individuos y los míseros ambientes donde se desarrolló el estilo. Y la suya es una voz de lujo, un torrente de energía y potencia en un cuello de toro, un mujido de bisonte.

Su progenitor era pondio, del Mar Negro, y su madre de Asia Menor, refugiados pobres, vivían en un barrio al norte de Atenas, donde nació Stelios (1931). Empezó a trabajar muy pronto por problemas de salud de su padre y también pasó por las hilaturas, como el padre de Marió o Bambakaris.

Γιάννης Παπαϊωάνου. Στέλιος Καζαντζίδης.   Δεν το περίμενα ποτέ (βαλίτσες. Maletas) 

Todas esas características biográficas lo harían un buen candidato para las canciones de rebétika si su
naturaleza no hubiera sido la que fue, la de un hombre que exudaba energía, vitalidad y potencia, como su propio pecho y su garganta anuncian.

De hecho donde cosechó más éxitos fue en la Laiká, las músicas populares, por llamarlas de algún modo, laicas por oposición a religiosas, donde por otra parte caben muchos estilos porque se nutre de todos ellos, entre los que no falta el rebétiko. El zeibékiko, al que tan aficionados son los cantantes de la cuerda de Kasantsidis, como Anguelópulos, Mitropanos o Dionisiu, es uno de sus ritmos.

Stelios acabaría por convertirse en el cantante de la emigración griega, muchas de sus letras hablarán de ello. También de las penas y amarguras de la vida, y del amor y el desamor, por supuesto.

Γιάννης Παπαϊωάνου. Κώστας Μάνεσης. Στέλιος Καζαντζίδης.  Εγώ θα σε γλιτώσω. Voy a escapar.


Después de actuar en los clubs más  famosos de Atenas y de pasar a ser un ídolo de masas en su país, se embarcó en los años 60 en giras por todo el mundo, como hacían y siguen haciendo todos los músicos griegos que alcanzan cierta profesionalidad, atendiendo a las invitaciones y requerimientos de sus paisanos, en Europa, Estados Unidos y Canadá, Australia o Turquía. 

Para entonces, a finales de los cincuenta, ya se había emparejado con Kati Grey, mayor que él, una artista consolidada y respetada, de la que dicen que aprendió muchas cosas. 

Con ella y con el famoso compositor e instrumentista, Manolis Jiotis, a quien en los 60 se llamó el Hendrix del busuki, grabó el siguiente tema que fue otro éxito. En esta versión aparece con el acompañamiento de su segunda pareja artística.

Μανόλης Χιώτης. Στέλιος Καζαντζίδης. Μαρινέλλα .  Απόψε φίλα με.  Esta noche me besa.

Kati Grey  y  Kasantsidis  en los '50
Imagen de otra fotografía en   δί
φωνο.

Y había conocido en el 57 y empezado a trabajar con Marinela, que sería la segunda mujer de su vida. Aunque casados permanecieron poco tiempo, fue una pareja artística muy popular que duró ocho años, de esas que quedan en la memoria de toda una época.

Parece que Stelios dejó entonces los clubs nocturnos, asqueado del ambiente de ricachones que imperaba en aquellos locales, donde los músicos no eran más que monos al dictado del dinero, de gente sin pizca de gusto que no sólo pretendía ser dueña del oro sino también del moro.

Del 58 es el siguiente tema, con uno de los letristas más respetados del laikó y de la  la canción griega en general, Kostas Virvos. 


Κώστας Βίρβος.  Στέλιος Καζαντζίδης. 

Απόκληρος σε αυτή την κοινωνία.  Marginado en esta sociedad. 

http://www.youtube.com/watch?NR=1&v=95YdOyu5ixs&feature=endscreen

Stelaras, como le llaman también sus seguidores, fue el primer músico griego que no nos llegó por la vía política, como Zeodorakis o Faraduri, o por la informativa a través de libros, guías, cine..., como Hatsidakis o Tsitsanis, sino directamente a través del oído en todos los lugares de Grecia por donde pasamos. Es un habitual de las tabernas populares y un cantante venerado por el pueblo, y su valor es aceptado incluso por sus enemigos, que aún hoy le siguen poniendo peros, pero a su vida personal, ya que no pueden abatir su voz.

¿Porqué me quedé enganchado con Stelios, que cultiva un estilo y es un tipo de cantante que a priori no me gustaría especialmente, ni en Grecia ni en España? Pues por todas esas razones y algunas más que contaré en próximos capítulos, porque a éste pondio no lo ventilo con una sola entrada, ni quiero.

Ese mismo año 58 grabó otras dos canciones firmadas por él, que fueron otros tantos éxitos y que aún se escuchan de vez en cuando, especialmente la que entonces tuvo menos entrada y que hacía la cara B del disco. Kasantsidis la siguió interpretando a lo largo de su vida y he escuchado varias versiones posteriores de este Dio portes eji i soí: 

Όλα είναι ένα ψέμα/ μια ανάσα μια πνοή/ σα λουλούδι κάποιο χέρι/ θα μάς κόψει μιαν αυγή...
Todo es una mentira/ un suspiro un soplo/ como flor en una mano/ que cortamos un amanecer...

Στέλιος Καζαντζίδης.   Δυο πόρτες έχει η ζωή.  Dos puertas tiene la vida.

http://www.youtube.com/watch?v=BY0j0RBx90E 

Dejé para el final la que fue cara A de ese disco del 58, un éxito total para la época, sin precedentes, pues vendieron, que se sepa, cien mil copias.

Aquí comenzaron los desacuerdos con la compañía Columbia, que era entonces la caporala. Los músicos cobraban sólo una pequeña cantidad por las grabaciones y no percibían derechos de autor. Stelios había cobrado por ese disco mil dragmas y la discográfica se estaba embolsando millones. La pelea fue larga y dura y Kasantsidis logró al fin su propósito, victoria legal de la que se aprovecharon todos los que vinieron detrás.

Y el otro motivo para terminar con Mantubala lo podéis comprobar enseguida: ¡Es un pasodoble más ejpañol que er Bono! No pone por ninguna parte que lo sea pero creo que es evidente. Hasta a mí, que no soy un Fred Estair, se me van las manos queriendo agarrar a la mi morena y los pieses al compás del titotitotito, tirulí, tirilí tirulí...
Στέλιος Καζαντζίδης.  Μαντουμπάλα. Mantubala.

Ramiro Rodríguez Prada


 Arriba,  Kasantsidis en los '60,  y con  Vasilis Tsitsanis.
Abajo, doble CD   Esta es mi vida, editado por la Radio Nacional Griega.

P. D. En algún lugar leí que había sido la abuela pondia de Stelios la que le enseñó esas canciones que empezó cantando al principio de su carrera, antes de empezar a grabar. Para los que tengáis interés en conocer la historia y peripecia de los pondios, de donde procedía la familia de Kasantsidis, os subo un enlace a La pasión griega, a un trabajo precioso y completísimo del que ya os he hablado, cuya autora es María de Paz:

Escribe María en un capítulo:
"Como dice una hermosa canción de Kasantsidis (que tenía origen pondio), Σα ξένα είμαι έλληνας και σην Ελλάδαν ξένος, es decir, En el extranjero soy griego y en Grecia soy extranjero. Lo mismo que le ocurría al protagonista de la película Un toque de canela: los turcos lo expulsaron como griego pero en Grecia lo recibieron como turco."

Siguiendo su sugerencia, aquí os dejo la canción:

Χρήστος Αντωνιάδης, Κώστας Σιώπης. Λύρα, Χρήστος Χρυσανθόπουλος.
Στέλιος Καζαντζίδης.   Πατρίδα μ'αραεύω σε

Υγεία, Salud!

Barbarómiros

domingo, 21 de abril de 2013

Sandokán


Mercado de los martes
Astorga,   2012

Sandokán


Sandokán fue el apodo que le pusieron en el pueblo porque todas las titis le iban detrás con las bragas en la mano, ¡Sandokán, Sandokán, queremos un hijo tuyo! Por aquella época se había dejado una barba puntiaguda de chivo, imitando al actor barbudo que interpretaba a ese personaje en una famosa serie de televisión, y parecía un moro de la morería.

Sandalio, que así se llamaba el interfecto, era un torero, un don Juan, lo que se dice todo un seductor. ¡No sé qué les daba, el hecho es que triunfaba! Empezó a trabajar de muy joven, de fontanero, pero no de grandes instalaciones sino de pequeños arreglos y otras chapuzas. Bueno y curioso en lo suyo, nunca le faltó trabajo. Era pequeño y se metía bien debajo de los fregaderos.

Nada más cumplir los 18, sacó el carnet de conducir y se compró un R-8 rojo flamante, ¡no veas cómo fardaba el tío!

A Sandokán le gustaban todas las mujeres, bajas, flacas, gordas, jóvenes y viejas, casadas, solteras y viudas, planas, tetudas, guapas, feas, buenas chicas y malas pécoras, pero su debilidad eran las altas. Se pirraba por las tías que le sacaban la cabeza, yo creo que se sentía crecer él mismo en compañía de aquellas larguiruchas. Que muchas no lo eran tanto, aunque sí para su estatura, claro.
Es fácil de comprender el porqué de esta predilección, pues Sandalio no pasaba del metro cuarenta, eso contando los tacones y el tupé de rocker que siempre llevaba.

El R-8 lo tenía tuneao  hasta las orejas: antena telescópica y parabólica de adelante atrás, cubiertas anchas, separadores en las ruedas, llantas cromadas, cinta adhesiva blanca recorriendo como una cenefa los laterales del vehículo, parasoles en el parabrisas y protectores contra el agua en las ventanillas, faros antiniebla con fundas blancas, dos retrovisores exteriores modelo Rally... .

En el interior los detalles eran incontables: volante forrado de cuero, retrovisor panorámico con cristales antideslumbrantes, radio-casete encastrado en un mueble de madera hecho a medida entre los asientos delanteros, con espacio para los casetes y sonido cuadrafónico a través de cuatro altavoces, asientos con fundas imitación piel de leopardo, luces varias para uso de los ocupantes, etc. Y un montón de muñecos y alamares colgando del retrovisor, de las viseras del parabrisas en los asientos delanteros -cuyos espejos habían sido sustituidos por otros de mayor tamaño-, en los mandos de las intermitencias y de las luces, o colgando de ventosas en todos los cristales. Y, por supuesto, un dálmata en miniatura con Párkinson, echado en la bandeja posterior moviendo la cabeza sin parar.

¡Qué sé yo la cantidad de chavalas que pasarían por aquella discoteca ambulante! Porque era de los que van dando la nota con la música a tope y las ventanillas bajadas. Todo el mundo sabía que venía, un kilómetro antes de que llegara al pueblo.
He dicho chavalas, pero también muchas veteranas que incluso le doblaban la edad. Llegó un momento en que no daba a basto y se atoró. Prometía ya lo que no podía cumplir y una mujer despechada es un enemigo serio. En ese momento se cruzó en su vida una patilarga que le sacaba medio metro, y ennoviaron. Cuando bailaban agarrao, Sandalio se abrazaba a la barriga de la chica y la oreja le quedaba a la altura del ombligo de la giganta. Ella se doblaba sobre él y parecía Drácula chupándole la yugular.

Cuando pasaban con el coche, sólo se la veía a ella, que casi rozaba con la cabeza el techo del R-8. Conduciendo parecía que iba un niño que apenas alcanzara al volante, y eso que tenía la banqueta del asiento en el punto más alto y ponía tres cojines bajo el culo.

Decía antes que el despecho es peligroso. Un día Sandalio apareció muerto en el interior de su R-8, en un claro entre encinas en un monte cercano, un lugar en donde él se jactaba de haber desvirgado a unas cuantas vicetiples.
La policía sospechó del marido de una lobona y el hombre pasó dos días arrestado por orden judicial. Pero lo soltaron cuando finalmente se demostró su inocencia y se supo que su mujer había roto con Sandokán hacía dos años. ¡El tipo era un bendito que ni sabía el zorrón que tenía de compañera!

Todas las sospechas recayeron en tres vestales, solteras añosas con fama de ninfómanas, que habían tenido trato carnal con Sandalio en su juventud. Ahora eran inseparables y parecían vivir exclusivamente para afear la conducta licenciosa del moro, mientras ellas llevaban años sin comerse un rosco. Nada pudo demostrarse, sin embargo, y el crimen quedó sin esclarecer.

El fin del pobre Sandokán fue terrible y noticia de alcance nacional. En el pueblo nadie ha podido olvidarlo. Lo habían decapitado y colgado la cabeza del retrovisor interior. Estaba totalmente desmembrado, con una pierna en cada asiento trasero y los brazos en los delanteros. El tronco, dividido en varios pedazos, lo intentaron quemar en una hoguera en el exterior, con leña de encina. Le habían cortado el sexo y los testículos, que colgaban ahora en la cabeza del dálmata.


Ramiro Rodríguez Prada


Offenbach.   Orphee aux enfers. Orfeo en los infiernos.



Salud