miércoles, 20 de agosto de 2014

Palíndromo, de Hilario Franco


Seda. Rodas, Grecia agosto 2013.


Somos seres solos
(a la maga mala)


seda de los ayeres las edades
adivinas acaso pero nada,
ladera nueva, usada malla y yo,
ves, eco natural ropaje de más.

el arte, la leída nota, damos
azul, sabor la sed, amarga nauta
lunática morada de los solos,
soledad, aroma, cita nula.

tú, anagrama de sal, robas luz
asoma dato, nadie, la letra lesa
me deja por la ruta, no cese

voy ya, llamada suave: una red
alada no reposa, casa nívida
seda de sal, seré ya soledades.

Soneto palíndromo de  Hilario Franco.  León.

Publicado en la Vía húmeda, Segundo grado de Psilicosis. 1997.


Zanasis Papakonstantinu. Melina Kaná.  Fairuz.


Salud

4 comentarios:

  1. Que dolor me produce, hablar así al vacío. Y justamente hoy, con la maga, aunque soy de las buenas y no de las malas. Ha sido todo un placer conocerte y gracias por ese cachito de felicidad que me has dado con tus dires y diretes. Todo un personaje, Ra.
    Se me nubla la vista. Un abrazo Mabel.

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  2. Ramiro, gracias por todo. Tan lejos y a la vez tan cerca hilamos juntos una amistad curiosa, de palabras, y nunca una sola, un adiós, se me había atragantado de tal manera. Seguiré abriendo Pslicosis cada día para continuar sintiendo tu rebelde alma inmortal.
    Mil besos compañero y mil besos para ti Mabel.
    Viriato

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  3. El mar sólo es un conjunto de olas sucesivas, igual que la vida se compone de días y horas, que fluyen una detrás de otra. Parece una división muy sencilla, pero esta operación, incorporada a la mente, ha salvado del naufragio a innumerables marineros y ha ayudado a superar en tierra muchas tragedias humanas. Recuerdo haberlo leído, tal vez, en alguna novela de Conrad. Si en medio de un gran temporal el navegante piensa que el mar encrespado forma un todo absoluto, el ánimo sobrecogido por la grandeza de la adversidad entregará muy pronto sus fuerzas al abismo; en cambio, si olvida que el mar es un monstruo insondable y concentra su pensamiento en la ola concreta que se acerca y dedica todo el esfuerzo a esquivar su zarpazo y realiza sobre él una victoria singular, llegará el momento en que el mar se calme y el barco volverá a navegar de modo placentero. Como las olas del mar, los días y las horas baten nuestro espíritu llevando en su seno un dolor o un placer determinado que siempre acaba por pasar de largo. Cuando éramos niños desnudos en la playa no teníamos conciencia del mar abstracto sino del oleaje que invadía la arena y contra él se establecía el desafío. Cada ola era un combate. Había olas muy tendidas que apenas mojaban nuestros pies y otras más alzadas que hacían flotar nuestro cuerpo; algunas llegaban a inundarnos por completo con cierto amor apacible, pero, de pronto, a media distancia de nuestro pequeño horizonte marino aparecía una gran ola muy cóncava adornada con una furiosa cresta de espuma que era recibida con gritos sumamente excitados. Los niños nos preparábamos para afrontarla: los más audaces preferían atravesarla clavándose en ella de cabeza, otros conseguían coronarla acomodando el ritmo corporal a su embestida y quienes no veían en ella una lucha concreta sino un peligro insalvable quedaban abatidos y arrollados. Con cuanto placer dormía uno esa noche con los labios salados y el cuerpo cansado, abrasado de sol pero no vencido. La práctica de aquellos baños inocentes en la orilla del mar es la mejor filosofía para sobrevivir a las adversidades. El infinito no existe, el abismo sólo es un concepto. Las pequeñas tragedias de cada día se componen de olas que baten el costado de nuestro navío. La única sabiduría consiste en dividir la vida en días y horas para extraer de cada una de ellas una victoria concreta sobre el dolor y una culminación del placer que te regale. Una sola ola es la que te hace naufragar. De esa hay que salvarse.
    Esta columna la escribió Manuel Vicent en El País y siempre me viene a la cabeza cuando una ola me revuelca, recurro a ella más a menudo de lo que quisiera.
    Te imagino con los labios salados, el cuerpo cansado... pero no vencido.
    Un abrazo a todos.
    Valentín

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  4. No me jodas! Con la expresividad que lo acompañaba, esa es la imagen que inunda mi mente. Ramiro, tú si que nos has jodido. Hermano!, aunque no llevamos la misma sangre; eres mi referencia en cariño, amistad, solidaridad, compromiso, conocimiento, cultura y actitud, en la vida, y ahora en la muerte. Seguirás vivo en mi corazón y en mi cabeza, como en las de los afortunados que compartieron tu vida.
    Se que nunca me sentiré sólo, te llevo conmigo.
    Descansa en paz y que los Dioses del Olimpo y de los que estén a tu altura te acompañen.
    Adiós hermano, amigo. Un beso eterno
    Toño

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