sábado, 31 de diciembre de 2011

Primero San Segundo


La noche de San Segundo

No tardamos mucho en llegar al centro del pueblo desde el cuartelillo. Don Ramón propuso guarecerse pues había empezado a orbayar.

Hay un tugurio aquí en Canvados..., empezó diciendo el viejo y entonces supe que me habían llevado al cuartel de ese pueblo, no muy lejos de Vilanova y siguió,... El dueño es algo colega del Narizotas, podemos hacerle una visita de cortesía, el legía también lo surte de brandy, como a mí, si lo camelamos igual nos saca una de Soberano del 63.

Don Ramón, ¿porqué me trajeron al cuartelillo de Canvados en lugar de al de Vilagarcía que estaba más cerca?
¡Carayo!, ¡¿porqué ha de ser?!, ¡porque el sargento es hijo del Pazo de la Merced que es tanto como decir del Señorío de Cambados! Su familia ha servido en nuestra casa desde hace generaciones. Alguno de mis hijos mamó la leche de su bisabuela.
Me lo decía como si le hubiera ofendido la pregunta. Pero el que estaba verdadera y justamente cabreado era yo. Pasé miedo y vergüenza, me habían dado cuatro guantazos y estaba molido de las horas que estuve en el cepo. Volví a la carga.

¿No le parece demasiado pesado el bromazo que me gastó anoche?

No habíamos hablado de ello desde que salimos del cuartel. Íbamos en fila india caminando debajo de un alero, él delante, yo detrás y Saturno cerrando la marcha. Como tardaba en contestar pensé que no me había oído. Pero no.

¿No sentía deseos de conocer a Tejerina?
¿Quién, yo?
No se llame Andana, joven, o ¿me negará que la noche del pulpo manifestaba un vivo interés por saber de la cocinera y que aún antes, en a Illa, me preguntó quién era Tejerina, que incluso indagó a mis espaldas cerca de Saturnino para satisfacer su curiosidad?.
¿Así que aquella señora era su mujer?
Se echó a reír sin contestar, después dice,  ¿A que mete miedo la...señora?.
Y los otros dos zopencos que la acompañaban, ¿también eran almas en pena?.
¡Pregunta equivocada!, me gritó casi en la cara volviéndose y parando de golpe. Satur se me echó encima y entre los dos arrollamos al manco.

¡Indiscreto, deslenguado y patoso! chilló desde el suelo.
Mientras lo ayudábamos a levantarse añadió torciendo el gesto, ¡No se pregunta a un difunto por la parca, es de mala educación, imberbe! Acaba de estropear la noche. ¡Vamos Saturno que aquí el pollo no está en lo que celebra!.
Lo siento, no lo sabía.
¡Pues ya tiene edad!
Me apetecía decirle que también barba, aunque más corta que la suya, pero callé.
¡Pero don Ramón no íbamos a pasar por lo de Segismundo!, protestó Saturnino.
¡Será otro día!, dijo tajante Valle.
Pero está orbayando y vamos a chegar empapados a Vilanova, insistió Satur.
¡He dicho!

Y desaparecieron los dos  por una calle lateral oscura y embarrada cuando parecía que la lluvia empezaba a arreciar.

¡Jodo, petaca!

Estaba solo y sin un puto duro enmedio de la calle, helado de frío y bastante mojado ya. De un humor como el tiempo, de perros.
Me metí en el primer portal que encontré abierto. Subí por la escalera buscando algún rincón oscuro o resguardado para tumbarme e intentar dormir algo. Me dolía el estómago, no había comido nada en todo el día.
En el último piso una puerta cedió al empujarla. Era un altillo, una habitación de trasteros con la maquinaria del ascensor. Varias cajas grandes de cartón vacías, de electrodomésticos, me sirvieron para preparar una yacija que me aislara un poco del frío suelo. Reservé la más grande para meterme dentro.

Había una luz de esas que se apagan solas al cabo de unos minutos, pero llegaba un débil resplandor del exterior a través de la única ventana, suficiente para ver lo más cercano.
Estaba ya metido en la caja y me disponía a cerrarla desde dentro para tratar de conservar el calor corporal cuando, casi al lado, una voz terrible y sombría dijo,

¡Éramos los dos a solas en el desvanillo!...

Sólo eso. Quedé paralizado.
Reaccioné enseguida no porque reconociera la voz sino porque pensé que quién iba a ser sino el pendón de don Ramón. En efecto, allí tenía  otra vez al viejo zombi.
¿Qué fue de Saturnino?, le pregunté.
Se fue con la chepa a otro olivo. ¡Cuando pille a ese barbián lo voy a medir con el bastón de cabo a rabo! ¡Lagarto! ¡Hágame un sitio!, dijo de un tirón.
Espere que le preparo otra caja, hay más ahí. Me levanté. ¿No tiene quién le lleve a Vilanova?
El encargado es Saturno pero el muy truhán tiene aquí una querindanga y me dejó debajo de un alero. Dijo que iba a buscar un paraguas. ¡¿Un paraguas?!, ¡¡un parapollas!! ¡Y estoy sin conquibus!
Yo tampoco tengo un céntimo, ¿y ese amigo que tenía aquí?
¿Segismundo?, ¡ése no tiene amigos, sólo saca el Soberano si ve parné!
¿Y el sargento?
¡No querrá que nos presentemos con su aspecto en una casa respetable!

No se veía a sí mismo el presumido. Se había metido en la caja  y hablábamos con las cabezas fuera. Don Ramón, con la barba, los quevedos y el pelo revuelto, ya sin boina, parecía una marioneta así embutido en la caja y sacudiendo el bastón cuando hablaba.
¿Va a dormir con el bastón?, me atreví a decir.
¡Vaya, parece que le volvieron las ganas de guasa! Pues sí, dormiré. ¡Ahí tiene al jorobeta, con la parienta de Mundo, caliente mientras el bodeguero vende aguarrás a la parroquia! ¡Un día lo van a pillar y con Segismundo no se juega, luego tira de charrasca!¡Pero antes he de deslomarlo yo como me llamo Ramón José María Simón del Valle-Inclán Bermúdez de la Peña y Montenegro!¡Hale, a dormir que mañana es fiesta!, remató el discurso y cerró la caja.

Al minuto roncaba. Yo me sentía también rendido pero tardé en dormir, estaba tan hambriento que me hubiera comido el brazo derecho del gallego, aunque el pobre tenía el ala más enjuta que la de un pollo de jaula.

Hasta mañana, salud y felices sueños.


Pi Mentón de la Vera. 

viernes, 30 de diciembre de 2011

Villancico


El ojo de dios

Por si a alguien le quedaban dudas de quién manda, con las intervenciones fraudulentas de Grecia e Italia, poco dispuestas a obedecer, o el control político a través de destacados miembros de la mafia bancaria en puestos clave de los distintos gobiernos, la democracia burguesa está enseñando el culo de nuevo, aunque aquí en la foto vela por nosotros y nos vigila.

No hay más dios que el Dinero y sólo a través de Él se alcanzan las alturas de la Gloria.


¡Gloria in excelsis Deo!
¡Gloria in excelsis Pecunia!
¡Gloria in excelsis Chorizo!
¡Gloria in excelsis Peo!


Santa Claus is coming to town. Alice Cooper:

http://www.youtube.com/watch?v=In3sApWlY1s&feature=related


Salud.

Skylorómiros
(Σκυλορώμιρος)

Callos


Morros de ternera en remojo

Ésta no es comida griega sino española. No sé si ellos los comen como nosotros ni cómo los cocinan.

Con los morros se pueden hacer unos callos de lo más fino usando la misma receta que para los normales. Es la zona de la ternera con más mucílago. El resultado es un plato que puede ser calificado sin rubor como la quintaesencia de los callos.
Como el hocico del cerdo, tiene una textura carnosa blanda, jugosa y uniforme, sin fibra muscular, pero no funde como el tocino. Una mezcla sutil de cartílago o ternilla, carne y grasilla, pero sin ser definitivamente ninguna de ellas. Y un sabor suave que no es ni el de la carne magra ni el de las mejores piezas entreveradas de la vaca.

Para quienes tengan prejuicios alimentarios, animales sagrados o prohibiciones alimenticias, o simplemente sientan repugnancia, asco o sean vegetarianos, les recomendaría vivamente el libro de Marvin Harris, ´Bueno para comer`, donde se diseccionan sin pasión religiosa, con frialdad cirujana o carnicera, una serie de hábitos culinarios de todas las culturas y pueblos del mundo, resultando un interesante estudio de cocina comparada, desde los consumidores de larvas de polilla hasta los albores de la nueva cocina.

Ahí podréis conocer los porqués de tabúes religiosos como el de la vaca y el cerdo, expuestos de manera amena y asequible desde la antropología no confesional.
Con el balance proteínico sobrevolando siempre el estudio, como la clave para explicar la evolución de la nutrición humana, el éxito de la especie y, en definitiva, su supervivencia.

¡Ooooooopsss!... . León 2011

Naturalmente para cocinarlos hay que pelarlos y la limpieza ha de ser escrupulosa. No hay mejor garantía para ello que hacerlos en casa y aún más si los prepara tu madre que lo lleva haciendo  sesenta años. Una exquisitez, ¡para gustos hay morros!.

Hablando de callos y de morros, si se entera Milito erde lohu Botinhei se nos presenta a la mesa como don Ramón, de sopetón. Tentado estuve de telefonear a Gila, otro zombi callívoro, pero me tuve, que tiene mal café en privado.
Al tratar de los callos creo que lo hacemos de uno de los platos estrella del invierno patrio.

Estoy viendo a la vaca pasando la lengua una y otra vez por ese morro, barriendo el moco y me relamo de gustirrinín, se me hace la boca agua y el culo gaseosa, licúo, compadres.

El trompetista Willie Rodríguez habla de otros callos, los de los pies de Lola, en esta grabación salsera del año 69, de su disco Soogie. Canta Sammy Figueroa aunque en los créditos figura J.I.Ortiz.

Los callos de Dolores:

http://www.youtube.com/watch?v=ITZ2tcq2Ffc&feature=related

Salud y buen apetito.

Skylorómiros.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Santos inocentes


En el Limbo

Alguien me zarandeaba con violencia. Abrí los ojos con dificultad, asustado y desorientado, los tenía pitañosos con las pestañas medio pegadas.
Poco a poco empecé a recibir imágenes.

¡Venga, levántate!, me gritaba al borde de la cama sobre la que yo estaba echado, vestido y con zuecos, un hombre joven con uniforme de guarda privado.

Estaba agarrotado y me costó moverme. El segurata me agarró del chambergo que llevaba encima y me sacó del lecho de un tirón. Caí al suelo y desde allí vi a un paisano a la puerta de la habitación con un cayado de madera clara en la mano que terminaba en un engrosamiento, como una cebolleta. Quizá la raíz del vástago de donde se sacó la cachava.

¿Cómo entraste aquí?, me dice el de seguridad mientras me levantaba.

No me sonaba el lugar, aunque sospechaba alguna aventura nocturna con don Ramón de la que no recordaba nada. ¿Estaría soñando? El guarda me sacó de dudas.

¿No oíste lo que te dije, cómo entraste aquí?, ¡contesta, cojones!, y me dió una colleja en el cogote.
No lo sé, don Ramón..., empecé a decir, pero me cortó.
¡Qué don Ramón ni que hostias, aquí no hay ningún Ramón!

En un cristal de lo que podía ser el cuarto de baño parecía reflejarse la silueta burlona del manco de Vilanova, tocado con la boina de Baroja. Me cagué en todos sus muertos, pero para mí. ¡El jodido carlistón me había dejado tirado dios sabe dónde!.

El guasón de don Ramón

¡Venga, muévete, coño!, chilló el gorila cogiéndome de la manga.
Va, va..., dije casi sin voz. Se me pegaban los labios, y la lengua al paladar, tenía la boca pastosa, me costaba trabajo articular, todos los síntomas, de nuevo, de una borrachera monumental aún no digerida. Se me iba la cabeza y podía oler mi propio aliento alcohólico.

¡Veña, fora, y rapidito!, dijo el paisa de la cacha  retirándose de la puerta y dejando el paso libre.

Era chaparro pero estaba cuadrado el jodío. Yo no tenía ojos más que para ese palo que llevaba en la mano y que movía de un lado a otro a ras de suelo.
¡Veña carayo, lixeiro!, repitió con peor tono. Salí temeroso con el segurata tapándome la retirada.

En la habitación contigua, una especie de vestidor o salita, había una mujer de pie con las manos en jarras observando. Llevaba un vestido negro de paño fino que casi le llegaba al suelo. Era un modelo anticuado, de principios del siglo XX, con una fila de botones de la cintura a la gorjera, que le daba el aspecto rígido de una institutriz o ama de llaves de la aristocracia rural.
Al pasar a su lado flanqueado por los dos mastines que me iban azuzando, ¡Camiña vivo!, le vi también los bonitos pendientes de oro, estilizados, con una lágrima de coral, que le ornaban las orejas. Me miró a los ojos severa pero no abrió la boca.

Me sacaron a un patio que reconocí. Era un rincón del jardín de don Ramón en Vilanova. Debajo de un magnolio donde había una mesita y dos sillas de hierro me cachearon. La paisana veía la escena sin cambiar de postura parada en el dintel de la puerta, callada.

¡Non leva nada!, dijo el paisano dirigiéndose a la mujer. Ella hizo un gesto de asentimiento con la barbilla y entró en casa.
Dejaron que me sentara, pero el de seguridad volvió a ponerse borde. Me dió otro mosquilón en el colodrillo, ¡¿Cómo entraste, joder!? ¡Si pierdo el curro por esto te voy a buscar y te mato, hijoputa, te lo juro, te mato!
Déixalo, está a chegar a Garda Civil.

Allanamiento de morada

Llegó la Guardia Civil en su flamante todoterreno nuevecito. Conducía el más joven, con cara de niño y la gorra echada hacia atrás en plan chuletilla. No me gustó y traté de no rebullir en todo el camino.
¡Sal, marrano, que ya me dejas ahí un tufo de la hostia!, dijo el chulito cuando llegamos al cuartelillo. Al bajar me dió una de media vuelta. Ya la esperaba y la esquivé algo, pero aún alcanzó la oreja y estuve un rato escuchando el porompompero con acompañamiento de campanas navideñas, versión saturada, hasta que enfrió la susodicha (oreja).

El cuartel era en realidad un grupo de viviendas tipo colominas, todas iguales, sin gracia alguna.
Pero peor era el calabozo que habían habilitado, una dependencia en la parte trasera del bloque, cerca de las oficinas donde me tomaron los datos al entrar, pero con un ventanuco con rejas y sin cristales por el que asomaban ortigas y soplaba una brisa helada.
Era una habitación estrecha pintada de blanco, llena de desconchones y manchas de humedad que tal vez estuviera destinada en origen a los servicios, porque tenía retrete y lavabo. Había también una mesa de formica, dos sillas, catre con somier y un colchón que no me atrevo a describir.

Me senté en el borde de la cama porque tampoco es que el chambergo o los pantalones que vestía estuvieran mucho más limpios. Estaba cansado y muy mosqueado con el gallego. ¿Cómo fui a parar a su cama y sobre todo porqué ni en Vilanova ni en el cuartel me creyeron cuando hablé de él o de su criado Saturno? Todos me miraban como a un loco.
Sí ya sé que don Ramón hacía muchos años que había muerto, pero entonces ¿cómo entré en la casa?.
Ellos, por lo que decían, se quedaron con la idea de que me había escondido en alguna visita de las que se permiten al público, pero no les quedaba claro para qué. Como me veían tan cocido y oliendo a borrachuzo concluyeron que había entrado a saquear la bodega. Hablaron también de allanamiento de morada.

Subí el cuello del abrigo y me tumbé.

Me despertaron las voces que venían de la zona de oficinas. Era ya noche cerrada y por la ventana entraba ahora auténtico viento. Las ortigas golpeaban contra los barrotes, asomaban las cabezas en aquel cepo polar y hasta parecían reírse.
Volví a oír voces, esta vez más claras y cercanas. Me parecían de don Ramón por el tono teatral, y entonces, ya casi junto a la puerta de la mazmorra escuché un ¡Ábrame la puerta, sargento! con tal autoridad que no dejaba duda de qué garganta había partido aquella orden.

Me levanté pero antes de llegar a la puerta se abrió y allí estaba el genial manco con una sonrisa de burla en los labios. El sargento del puesto, serio, parecía cubrirle las espaldas.

¡Vamos, pollo, se acabó la broma!

¡El gran perro había montado toda aquella farsa para tomarme el pelo!. Pero ése es otro sueño que os contaré un día de éstos.

Fuera del cuartelillo nos esperaba Saturnino que me saludó y me miró con cara compungida, como si se apiadara de mí por la broma pesada del viejo.
Mientras bajábamos por una calle empinada Valle me cogió del brazo izquierdo y me dice, A ver, Ambrosio, que tiene usted cara de estar cos pes na cova, contésteme a este acertijo:

San Fabián y San Sebastián
detrás de una piedra están
el uno pide pan
y el otro pide queso

¿Quién de los dos
es más goloso,
el del pan
o el del queso? 

No estaba para bromas y además me sabía el truco del acertijo, otro parecido a los burros que tienen el culo redondo y cagan cagajones cuadraos. Satur callaba.

Ya conocía el chiste, don Ramón, mi padre nos despertaba temprano todos los años el día de los Santos Inocentes para recordarnos el cuento.
¡Bien por el viejo, hay que honrar a los santos del día! ¿Y qué contestaba usted a la pregunta?

Unas veces el del queso.
Vas y le das en el culo un beso.
Y otras el del pan.
Vas y le besas el culo a San Fabián.


Malos tiempos para la lírica, de Golpes bajos.

Pi Miento Morrón.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Geotropía


Geotermias

Geotropía es el blog de Jose Carlos Herrero Pérez, el camarada Loukianoff, una rara avis que ha conseguido establecer lazos entre la sierra extremeña y el Cáucaso, a partir de su conocimiento del ruso y otras lenguas vivas, y de los países y el paisanaje de los que habla.
Un conocimiento adquirido desde hace años a pie de obra como quien dise. Pero no sólo chana de Rusia y otros pueblos que pertenecieron a la URSS, sino, sobre todo, de su propia tierra, de los picos, cañadas, veredas, majadas, cabañas, fuentes y accidentes de su sierra del alma.

Nos pone músicas populares de aquellas lejanas regiones euroasiáticas, pero también el coro de Hervás con el que colabora. En cierto modo me recuerda a una curruca parda de este espacio, la Trapiellensis, por su actividad incansable y su entrega desinteresada a lo comunitario.

Si necesitara un descanso en el largo trayecto de Chechenia a Cáceres lo tiene, porque su compañera Maro es griega por lo que él también habla griego con cierta soltura, no como yo. Se cierra así el círculo ortodoxo.

Hace unos meses me brindó su espacio para que escribiera cuando y cuanto quisiera. Yo pensaba en un par de entradas mensuales como las que hago en el otro blog también llamado Psilicosis. Para ello abrí un par de etiquetas, Geotermias y Geomancias, con la intención de ir alternando. Pero desde el principio me impliqué de un modo, porque el tal Louk es un liante, y yo no te digo, que desbordé las previsiones y ya me pasé diez pueblos. Empecé el 11 de octubre, según mis cálculos debería llevar  unas seis entradas, llevo ventiuna.

Geomancias

Estos días estoy superao. Chumbarba se ha ido y aunque no me dejó la obligación de atender Goeotropía yo, que me responsabilizo un poco de su mantenimiento, me veo desbordado, me falta tiempo, y temo no cumplir las espectativas ni aquí ni allí. Pero de momento lo seguiré intentando, me quedan cuatro días.

No era un record Guiness sino un objetivo que me parecía factible buscando un número memorizable, 222 entradas aquí hasta final de año sin recurrir al truco fácil de poner una foto o un cuadro sin más, es decir con un mínimo de texto que ocupara media página.
Desde San Fermín, teniendo en cuenta la sobredosis de Julio y la ausencia de entradas en Agosto, más la treintena de la otra Psilicosis, creo que era un buen trabajo y de una extensión media para alguien que escribe.
Hay que pensar que yo atiendo a mis labores de ama de casa, lo que todo sumado me ha traído algunas veces al retortero y cumpliendo malamente.

Esto ya más que Geotropía es biografía y Metablog. Puesto que no sé si escribiré al fin ese título este año, tendrá que servir de momento ésto junto con aquel que llamé En el nido del mirlo. De todos modos los planes que uno se hace en realidad están para no cumplirlos, ¿o no?, con frecuencia...

Geotropía, la atracción que la tierra ejerce sobre los seres, Geomancias, la lectura de sus signos perceptibles, colores, olores, sabores, formas, Geotermias el calor y el frío que nos proporciona, las estaciones, los meteoros... . Todas un poco imbrincadas, la Tierra es la unidad. No hay magia ni adivinación, purita física y química. Desde la materia.

De Locomondo, Manos como éstas, Χέρια σαν κι αυτά.

http://www.youtube.com/watch?v=Btn_gTLD_Fk&feature=related

Υγεία!

Saludos.

Barbarómiros.